SAN EZEQUIEL MORENO, EL SANTO DEL Vº CENTENARIO
En este día, 19 de agosto, las comunidades
agustinianas celebramos la memoria de San Ezequiel Moreno, agustino recoleto,
obispo y confesor, a qien con toda justicia podemos calificar con el título de
“El Santo del Quinto Centenario”.
Su vida discurrió en los tres continentes asociados
a la gran aventura de la evangelización de los pueblos descubiertos en 1492. Y
su canonización tuvo lugar el once de octubre de 1992, ante gran parte de los
obispos latinoamericanos, reunidos en Santo Domingo con el Papa Juan Pablo II,
para celebrar el Quinto Centenario del inicio de la evangelización de sus
pueblos.
Su glorificación en tan solemne asamblea lo
convirtió en representante de los miles y miles de misioneros que predicaron la
fe de Cristo e implantaron la Iglesia en el Continente Americano y en el
Extremos Oriente.
El presidente del CELAM lo presentó al Papa como
“gran obispo y misionero”. Antes que él, la Conferencia Episcopal de Colombia
había destacado “la ejemplaridad de su vida, que será para los religiosos, misioneros,
obispo y , en general, para el pueblo cristiano, un modelo que imitar”. En su
homilía, Juan Pablo II ensalzó su incansable celo por anunciar a Cristo, vio en
su vida un admirable compendio de los valores más altos de la evangelización y
lo propuso como modelo de pastores: “San Ezequiel Moreno, con su vida y su obra
de evangelización, es modelo para los pastores, especialmente para los de
América Latina”.
San Ezequiel había nacido en Alfaro, España, el 9 de
abril de 1848, e ingresó en la comunidad de agustinos recoletos en 1864. En
1870 llegó a Manila, en la islas
Filipinas, donde en 1871 fue ordenado sacerdote. Misionó en diversas islas del
archipiélago filipino hasta 1885, año en que regresó a España como prior y
formador de misioneros en el convento de Monteagudo.
A finales de 1888 cruzó de nuevo el océano, esta vez
rumbo a Colombia. Aquí permaneció hasta principio de 1906, en que gravemente
enfermo de cáncer, la obediencia lo obligó a retornar a su tierra para recibir
atención médica. Alo largo de estos años, con misioneros españoles y el resto
de colombianos, restauró la antigua provincia de agustinos recoletos de
Colombia de la Candelaria, restableció las misiones de Casanare, que la Santa
Sede erigió en Vicariato, con San Ezequiel Moreno como primer vicario
apostólico en 1983.. Tres años después
fue trasladado como obispo a la diócesis de Pasto, en 1896.
En el acto solemne de su beatificación (1975) EL
Papa Pablo VI lo proclamó “ejemplo de
obispo santo”. En el de su canonizción Juan Pablo destacó que en su vida
apostólica “se entregó sin reserva a la predicación, la catequesis, la
asistencia a los enfermos, al sacramento de la reconciliación, al servicio de
los más pobres y abandonados”, y lo calificó de “pastor profundo espiritual y
vigilante” Sus biógrafos todos resaltan su vida de oración y penitencia, su
amor entrañable al Corazón de Jesús, su devoción filial a la Virgen maría, su
fervor profundo ante la eucaristía, su pobreza real y de espíritu. Con razón el
Papa León XIII, después de haberlo conocido, pudo comentar con admiración:
“obispos así necesita la Iglesia”.
En febrero de 1906, en una clínica de Madrid, fue
intervenido por dos veces del cáncer palato/nasal que lo quejaba. Constan los
testimonios de los doctores que lo operaron. Admiran su fortaleza de ánimo, su
resistencia al dolor hasta el heroísmo, en momentos en que las anestesias no
surtían efecto y descubren que su fuerza y su valor estaba en el crucifijo que
miraba con ojos amorosos. Esa fue, durante toda su vida, la fuente de su
fortaleza, así expresada en su escudo episcopal: el Corazón sufriente de
Cristo, con el lema: “Tú eres mi fortaleza”.
Pero el mal se hallaba muy avanzado y no había remedio. En su convento de Monteagudo, en una celda con una ventana que mira al sagrario y al camarín de la Virgen del Camino, murió. O mejor, como dice un testigo de ese momento supremo: se durmió santamente en el Señor, como uno de sus elegidos”. Era el 19 de agosto. Tenía 58 años, plenos de trabajo y de méritos.
Panamá, puerto del mundo; lo repetimos desde niños.
Por este puente han pasado, hacia el Norte o hacia el Sur, conquistadores,
piratas y aventureros, buscadores de oro y evangelizadores. San Ezequiel también
pasó por Panamá, en tres ocasiones. En Julio de 1898, en viaje, por Colón, a
Roma. En abril de 1899, de regreso de su Visita Ad Limina, a la espera de conexión
para Tumaco, de donde subiría a Pasto. Y en 1906, en viaje a España, del que ya
no habría de regresar.
Aquí era acogido por sus hermanos, los agustinos recoletos
de la Iglesia de San José, presentes en ella desde su “retorno”, en 1898. Hoy
le tenemos dedicada una bonita capilla en la histórica Boca del Drago.
Obispo Prelado de Bocas del Toro
Tomado de Panorama Católico 19/8/01