Búsqueda y
Encuentro
(Apuntes para una
espiritualidad laical agustiniana)
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Érase
un santo varón que peregrinaba, por rutas que desconocía, a uno de los
santuarios más célebres del país. Se adentró sin darse cuenta en el bosque y
quedó atrapado y perdido entre la maraña de matorrales y árboles inmensos.
Caminaba en todas las direcciones, probaba todos los senderos, lo volvía a
intentar, y no había manera de salir de ahí.
Se
encontraba totalmente desorientado y abatido.
En su búsqueda
inútil se encontró con un grupo de trabajadores que andaban también perdidos.
Al verlo, se dijeron: "He ahí un santo que nos indicará el camino.
Acerquémonos a él".
Y le
suplicaron: "Santo varón, indícanos el camino mejor para salir del bosque.
Nos encontramos desorientados, ¡sálvanos!". Pero él les contestó: "No
os puedo enseñar nada, porque yo también me encuentro perdido. Cada paso que
doy me lleva a un enredo mayor"
"¿Qué
hacemos, entonces?", preguntó el que hacía de capataz.
Y el santo varón les propuso: "Hay
muchos senderos que no llevan a ninguna parte, pero tiene que haber uno que nos
conduzca a la salida. Busquémoslo juntos. Cada uno comunicará a los demás las
huellas o indicios que vaya encontrando. Y nos animaremos mutuamente. Así
podremos encontrar más fácilmente el verdadero camino que nos llevará a la
liberación y a la luz".
(Historia de la India)
Sintetizo
en estas dos palabras, búsqueda y
encuentro, toda la espiritualidad de Agustín. Otros, sin duda que con más
precisión y acierto, hablarán de interioridad
trascendida. Así se expresan los técnicos cuando se dirigen a los ya
iniciados. Pero en este caso, en que pretendo presentar la espiritualidad
agustiniana de una manera sencilla y lo más asequible posible para el pueblo
llano y fiel, me quedo con la primera de las formas.
Esta
pequeña obra tiene tres partes: en la primera trataré de presentar brevemente
lo que, a mi entender, es la espiritualidad laical agustiniana; las dos restantes
las titulo BUSQUEDA y ENCUENTRO respectivamente. Lo hago así para facilitar la
exposición y desarrollo del tema.
Eso no quiere decir
que, refiriéndome a Agustín, se hubiera dado en él, en su vida, un antes, todo
búsqueda, y, un después, todo y sólo encuentro. De eso, nada. Todo, en él, fue
ambas cosas. O ambas realidades. Aunque no es menos cierto que, al menos hasta
el momento de su conversión, queda acentuada en gran manera la búsqueda de la
Verdad y, ya cristiano, gozó con su posesión y conocimiento.
Y tu vida, también. Eso espero, al menos. Me refiero al
hecho de que tú también podrías estar viviendo ambas realidades. Buscas, y
encuentras para seguir buscando con más ahínco y con un apetito más voraz y
siempre insaciable. Así debería ser, al menos. Como Agustín. Es también su
invitación:
"Busquémosle para hallarle,
busquémosle después de hallarle. Para que le busquemos y hallemos, está oculto;
para que le sigamos buscando, después de hallarlo, es inmenso. Él satisface al
investigador, según la capacidad de su búsqueda. Y al que lo encuentra, le hace
más capaz para que siga llenándose, viéndose con mayor capacidad". (In Jo 63, 1).
En la
segunda parte incluiré todo aquello que, de una u otra forma, puede llevar a
Dios; todo lo que es el camino de búsqueda. Caminos de búsqueda. Por ejemplo,
Cristo en primer lugar, y la oración, y el hermano, las cosas creadas, la vida,
la belleza, el amor, la bondad y tantos otros.
En la
tercera, todo lo que constituya un encuentro. Por ejemplo, la comunión de vida
con Dios y los hermanos: los sacramentos, la vida fraterna, el servicio, etc.
Pero te repito que en la vida del creyente todo es búsqueda y encuentro a la
vez.
T. B. B.