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LAS PERSONAS
VIVIMOS EN COMÚN
Objetivos
--Que los jóvenes se den cuenta de que las personas no somos islas, sino que necesitamos de los demás para ser personas.
--Que los jóvenes analicen el nivel de comunicación que tienen con las demás personas y se dispongan mejorarlo.
Miramos nuestra realidad
Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que en nuestra vida de cada día estamos rodeados de personas: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la calle, en las instituciones públicas, en el oratorio, etc. No somos islas sino que vivimos en común con las demás personas. Esta dimensión comunitaria es fundamental en la persona. Pero tenemos que ver si de verdad vivimos en común con esas personas que nos rodean. A esta cuestión nos vamos a referir en este tema. Para entrar de lleno en nuestro tema primero vamos a mirar nuestra realidad para ver hasta qué punto realmente vivimos en común con los demás. Dramatizamos los siguientes hechos de vida y luego dialogamos sobre las preguntas que se plantean.
Hechos de vida
Pablo era el mayor de cinco hermanos. No pasaba mucho tiempo en la casa, porque estudiaba y trabajaba. Pero las veces que estaba en casa sólo discutía con sus hermanas, porque ellas le criticaban mucho y él a ellas. No se comprendían, quizá porque no dialogaban, ni compartían sus cosas ni sus problemas. Un gran problema pasó: Sonia, su hermana de 15 años fue dejada embarazada por un joven que después negó su responsabilidad. Los papás sufrieron mucho, pero a Pablo casi no le importó; sólo decía: Ella se lo buscó, ahora que lo arregle. Los papás se lamentaban: Eso nos pasa porque casi nunca platicamos con nuestros hijos, no nos preocupamos de saber de su vida.
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En el grupo de jóvenes de Paraxkomon se integraron ocho nuevos jóvenes. Se sentían bien animados en el grupo, porque participaban en las formaciones del primer nivel, en los encuentros juveniles, paseos, celebraciones juveniles, actividades culturales, etc. Después de seis meses, participaron en un encuentro juvenil en Nimki’kotem. Conocieron jóvenes de otras comunidades que les preguntaban por la pastoral juvenil de su comunidad: ¿Quién es el coordinador de la comisión de formación de su comunidad? Ninguno pudo contestar. Siguieron preguntando: ¿Cómo es la forma de ser de los miembros del grupo? ¿Qué es lo que más le gusta en la vida? ¿Cuáles son los principales problemas en el grupo?, etc. Per no supieron responder. Entonces los jóvenes le dijeron: Entonces ustedes no son un grupo, no se conocen, no comparten cosas de sus vidas; se reúnen pero no viven en común.
Dialogamos en grupo sobre las siguientes preguntas:
1.¿De verdad pasan esas situaciones? Comentar algunas parecidas.
2.¿La familia de Pablo vivía en común? ¿Por qué? ¿Y la nuestra?
3.¿El grupo de Paraxkomon vivía en comunidad? ¿Y el nuestro?
4.¿Por qué es importante vivir en común?
5.¿Qué cosas nos impiden vivir de verdad en común-unidad?
Ponemos en común las respuestas.
Iluminamos nuestra realidad
Las personas vivimos en relación con los demás
Es una realidad que todas las personas vivimos en relación con los demás, no somos islas, nunca vivimos solos. Si pensamos en nuestra experiencia de vida nos daremos cuenta de que es verdad lo que estamos diciendo. Por ejemplo, desde el comienzo de nuestra vida todos nacemos en una familia, y en ella crecemos. Necesitamos de una familia para nacer, para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, vivienda, ropa, medicinas, educación, para estar protegidos frente a cualquier peligro, para recibir el cariño que necesitamos para sentirnos personas, etc. La familia es nuestra primera comunidad.
Pensemos también en nuestros amigos y amigas. Siempre tenemos algún amigo o amigos con los que compartimos, jugamos, paseamos, platicamos, nos ayudamos, etc. No vivimos sin amigos. Lo mismo si pensamos en nuestra sociedad. En nuestro pueblo tenemos la municipalidad, la gobernación, la policía, los hospitales y demás instituciones públicas; y necesitamos de ellas para desenvolvernos en nuestra vida. También en la escuela vivimos en relación con otros jóvenes, con los que compartimos los mismos deberes. En nuestro trabajo también nos relacionamos con los demás, con otros compañeros que trabajan junto a nosotros, o si somos comerciantes con las persona a las que vendemos. En nuestra parroquia, en nuestra comunidad cristiana, en nuestros grupos, siempre estamos relacionados con los demás.
¿Qué significa vivir en común?
En el punto anterior hemos visto que todas las personas vivimos relacionadas unas con otras, nunca vivimos solos, no somos islas, y necesitamos de los demás: de la familia, los amigos, las instituciones públicas, la sociedad, la escuela, el trabajo, la parroquia o el grupo cristiano, etc. Sin embargo, aunque vivimos en relación con los demás personas, no siempre vivimos en común con ellas. No es suficiente vivir rodeados de gente para decir que vivimos en común. Vivir en común es más que eso.
Vivir en común significa vivir en unidad con los demás, tener algo que nos una, compartir nuestra propia vida, lo que somos, lo que pensamos, lo que sentimos, nuestras preocupaciones, nuestras ilusiones y esperanzas de futuro. Es sentir a los demás como parte de nosotros mismos, compartir sus intereses y preocuparnos por su bienestar y felicidad. La vida en común es una tarea, no es algo que ya está hecho. Por eso a continuación vamos a ver lo que nos hace falta para de verdad vivir en común con las demás personas.
Lo que se necesita para construir la vida común
Exigencias a nivel personal
Para construir la comunión, en primer lugar tenemos que liberarnos de ciertas ataduras personales que nos impiden vivir verdaderamente en común. Nos referimos a los “complejos” personales, que son deformaciones en nuestra mente que nos impiden relacionarnos con los demás de manera que podamos establecer una verdadera comunión con ellos. Uno de esos complejos es el “complejo de inferioridad”, cuando no nos valoramos suficientemente a nosotros mismos y nos vemos inferiores a los demás y tenemos miedo de relacionarnos con ellos. Otro es el “complejo de superioridad”, cuando nos sentimos mejores que los demás, superiores y con más valor.
También a nivel personal encontramos las “represiones”, cuando no dejamos salir nuestros impulsos, deseos, sentimientos y aspiraciones que nos nacen desde dentro. Cuando nos reprimimos no nos relacionamos realmente con los demás, porque no actuamos con ellos de acuerdo a lo que realmente pensamos, sentimos o queremos. Otra atadura personal que nos impide construir la verdadera comunión son los “sentimientos de culpa”, cuando echamos la culpa de todo, incluso de las faltas de los demás. Finalmente también están los “prejuicios”, cuando nos hacemos una idea de los demás antes de conocerlos realmente, eso nos hace actuar con ellos no por so que realmente son sino por lo que nosotros creemos que ellos son.
Exigencias a nivel de actitudes con los
demás
Para poder construir la vida común, en primer lugar necesitamos ver a los demás y aceptarles como personas iguales, ni mejores ni peores que nosotros. En segundo, tener una actitud de apertura a los demás, no desconfiar ni estar siempre a la defensiva, sino dejar que entre a formar parte de nuestra vida. En tercero, necesitamos dialogar, saber escucharles y que nos escuchen para comunicarnos con sinceridad. En cuarto, hacer un esfuerzo por comprendernos, y para ello tendremos que saber ponernos en el lugar de los otros. En quinto compartir nuestras alegrías, tristezas, dificultades, en fin, nuestra vida. Y finalmente, preocuparnos de los demás, sentirnos responsables de ellos, se su bienestar y felicidad. Sólo entonces tendremos vida en común.
Para poner en práctica
Vemos de qué ataduras personales tenemos que liberarnos y nos proponemos hacerlo. Ponemos en práctica las seis actitudes que señalamos antes.