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VOCACIÓN AL SACERDOCIO

 

Objetivos

--Que los jóvenes conozcan qué es la vida sacerdotal como camino para responder a la vocación de Dios.

--Que los jóvenes se planteen la posibilidad de responder a su vocación como sacerdotes.

Miramos nuestra realidad

Ya hemos hablado de la vocación en general y de la vocación a la vida religiosa como un camino específico para responder a la llamada de Dios, consagrando toda la vida en el seguimiento radical de Jesús. En este tema hablaremos de la vida sacerdotal o presbiteral como otro camino específico para responder a la vocación.

Pero para entrar en el tema primero vamos a acercamos a nuestra realidad, para ver qué conocemos de la vida sacerdotal y cómo entendemos esta manera de servir a Dios y a su pueblo. Leemos el siguiente hecho de vida y dialogamos sobre las preguntas que se plantean, después ponemos en común las respuestas.

Hecho de vida

Antonio era un joven muy activo en la pastoral juvenil de su comunidad. Tenía inquietudes vocacionales, y por eso decidió participar en el grupo vocacional de la parroquia, para ir aclarando sus dudas y poder tomar una decisión con conciencia y madurez. Cuando entró en el grupo vocacional sus amigos lo criticaron, porque pensaban que era una pérdida de tiempo, que el ser sacerdote era para personas especiales y el no tenía ninguna posibilidades.

Después de un año en el grupo vocacional, Antonio tenía más claro el camino en el que quería realizar su vocación. Había platicado muchas veces con el Padre Valerio, encargado vocacional de la parroquia, para ir aclarando sus dudas y descubrir el camino en el cual responder a su vocación. Tenía en mente entrar al seminario de los Agustinos Recoletos, para ser religioso y también sacerdote.

Una noche, cuando estaban todos en la casa reunidos para cenar, Antonio les contó sus intenciones: Papá, Mamá, hermanos, quiero decirles que he decidido ser sacerdote. Primero Dios el próximo año voy a entrar en el seminario con los Agustinos Recoletos. Sus Papás y hermanos se quedaron callados como si nada hubieran escuchado. Antonio volvió a repetir sus palabras, y entonces su papá reaccionó: ¡Que vas a hacer qué! Su mamá, empezando a sentir tristeza, dijo: ¡Cómo nos vas a abandonar¡ Eres nuestro hijo mayor. Su hermano Nicolás le dijo: Pero Antonio, no ves que los sacerdotes no se casan ni nada.

Poco a poco Antonio les fue convenciendo de que era lo que él quería hacer. Sus papás lo fueron comprendiendo poco a poco y aceptando la idea de que su hijo Antonio se fuera al seminario. Cuando sus amigos se enteraron, empezaron a decirle: Pero Antonio, si los seminaristas no pueden tener novias, y los sacerdotes no pueden tener esposas. ¿Cómo vas a quedarte soltero para siempre? Además vas a abandonar a tu familia, no podrás hacer lo que quieras. Tienes que renunciar a muchas cosas, es un camino muy difícil.

Dialogamos sobre las siguientes preguntas:

1.¿De verdad pasan casos como el que cuenta el hecho de vida?

2.¿Qué piensa a mayoría de la gente sobre el sacerdocio? ¿Y los jóvenes?

3.¿Hay muchos jóvenes como Antonio que se plantean ser sacerdotes?

4.¿Cuáles son las dificultades de ser sacerdote? ¿Y cuáles son los beneficios?

Ponemos en común las respuestas.

Iluminamos nuestra realidad

Mirando nuestra realidad nos damos cuenta que para mucha gente el ser sacerdote es algo casi del otro mundo. Se piensa que el sacerdote es un apersona especial, que ha nacido predeterminado y que es poco menos que un santo. Quizá por eso muchos jóvenes no se han atrevido a pensar en la posibilidad de consagrarse a Dios en la vida sacerdotal.

También hay muchas personas que cuando piensan el la vida sacerdotal sólo se fijan en las dificultades que este camino implica. Como el hermano y los amigos de Antonio, muchos piensan casi únicamente en que los sacerdotes viven alejados de sus familias, que no se casan, no pueden hacer todo lo que quieran, etc. Es verdad que la vida sacerdotal supone renunciar a una serie de cosas, pero es mucho más que eso.

En Mateo 4, 18-20 leemos: Andando por el mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, porque eran pescadores, y les dijo: “Vengan conmigo, y les hará pescadores de personas.” Y ellos en seguida, dejando las redes, le siguieron. Es este texto podemos encontrar el fundamento de la vocación al sacerdocio cristiano, por el que se continúa la tarea de Jesús.

Jesús, sabiendo que no iba a estar siempre físicamente presente en nuestro mundo, quiso que su misión se continuara. Por eso llamó a unos cuanto para que, dejándolo todo, le siguieran, aprendieran de él y continuaran su tarea cuando él yo no estuviera. Es una llamada a seguir su ejemplo de vida y su misión. Y esa llamada se sigue repitiendo a lo largo de los siglos, porque la misión de Jesús no se ha terminado, porque “la mies es mucho y hacen falta trabajadores” (Lucas 10, 2).

¿Cómo realiza el sacerdote a misión de Jesús?

El sacerdote o presbítero se consagra para continuar la misión de Jesús. Esa misión se realiza fundamentalmente a través de tres funciones: la profética, la sacerdotal y la real.

Por medio de la función profética el presbítero continúa la misión de Jesús proclamando a todas las personas el mensaje del Evangelio y las exigencias del Reino de Dios para que se haga realidad hoy. También denuncia todo aquello que va en contra del plan de Dios: la injusticia, la desigualdad, la discriminación, la violencia, la mentira y todo aquello que oprime y atenta contra la dignidad de las personas.

Por medio de la función sacerdotal el presbítero, en unión con el pueblo cristiano, celebra la fe y la vida en la liturgia, como culto agradable a Dios. De manera especial preside la celebración de los sacramentos, y dentro de ellos el sacramento cumbre: la eucaristía, que es el centro, fuente y culmen de la vida cristiana.

Por medio de la función real el presbítero ejerce la autoridad de dirección y gobierno de la comunidad como servicio y no como un dominio. Es un buen pastor que, a ejemplo de Jesús guía a su rebaño y entrega su vida él.

Cualidades para ser sacerdote

Como veíamos en el hecho de vida, mucha gente piensa que el que aspira ser sacerdote tiene que ser una persona especial, con cualidades extraordinarias, poco menos que un santo. Sin embargo, para aspirar a ser presbítero no hay que ser una persona extraordinaria, sino que hay que ser una persona normal, con fe y con generosidad para responder llamado de Dios. Vamos a señalar unas cuantas cualidades fundamentales que debe tener el joven que aspire a ser presbítero, aunque no significa que el que no tenga estas cualidades no puede aspirar a serlo.

--Disposición para la entrega generosa y el servicio

--Ser capaz de obedecer y tener voluntad decidida para perseverar

--Actitud de amor por el estudio

--Sinceridad y alegría

--Actitud de oración y coherencia de vida: demostrar la fe con la vida

Además de esto, la persona que se decide a seguir el camino del sacerdocio tiene que estar dispuesto a vivir el celibato, es decir, a no casarse, para poder vivir al amor a todos y la disponibilidad en su misión sin ataduras. Tiene también que vivir en continua formación, para actualizar sus conocimientos y poder servir mejor y responder a las exigencias de la realidad.

El sacerdocio como sacramento

El camino del sacerdocio constituye en nuestra Iglesia católica un sacramento, que se llama sacramento del orden. Al recibir este sacramente de manos del obispo la persona que consagrada a su ministerio sacerdotal, es constituida un signo visible de la presencia de Cristo y de su misión en medio de las personas.

Cuando el obispo considera que el seminarista, que se ha estado preparando durante muchos años, ya está preparado, es admitido para que reciba el sacramento del orden. Por este sacramento se recibe una gracia especial del Espíritu que capacita para la tarea que se ha de cumplir. El sacerdote queda constituido “otro Cristo”, porque recibe y participa de la capacidad y misión que el mismo Jesús realizó.

Para poner en práctica

Dialogar con alguno de los sacerdotes que conocemos para conocer un poco más, aclarar dudas o inquietudes sobre el sacerdocio. O participar en el grupo vocacional.