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JESÚS, DIOS CON NOSOTROS

 

Objetivos

--Que los jóvenes reconozcan que en la persona de Jesús Dios se ha acercado a nosotros, para compartir nuestra vida y que podamos unirnos a él.

--Que los jóvenes se acerquen a Jesús para conocerlo mejor, amarlo, confiar en él y seguir su camino.

Miramos nuestra realidad

En el tema anterior hablamos de la fe. Decíamos que la fe es confiar el alguien que nos ha demostrado que le podemos dar nuestra confianza y entregarle nuestra amistad. También decíamos que nuestra fe en Dios la vivimos en nuestra confianza en Jesús, que es quien nos ha revelado a Dios y su proyecto de salvación para nosotros.

Si nuestra fe significa confiar y entregarnos a Jesús para seguirlo, entonces en necesario que conozcamos quién es ese Jesús en quien vamos a confiar y seguir. Por eso en este tema y en siguientes, vamos a hablar sobre Jesús, para que le conozcamos y podamos amarlo, confiar en él y entregarnos a él. En este tema hablaremos de Jesús como Dios con nosotros, que al encarnarse se ha acercado a nosotros para que podamos unirnos a él. Para entrar en este tema vamos a mirar nuestra realidad, para ver si encontramos alguna experiencia que nos ayude a entender el hecho de que Dios, en Jesús, se haya acercado a nosotros. Leemos el siguiente hecho de vida y dialogamos sobre las preguntas que se plantean.

 

Hecho de vida

José Manuel era un abogado muy conocido en Toto. Tenía mucha fama por ser un buen abogado; le llamaban de Guate y de otros departamentos para que se hiciera cargo de casos importantes. Siempre se relacionaba con personas muy importantes y de mucho dinero. El también se había hecho rico. Un día tuvo que ir a juicio a defender a un finquero que había sido acusado de explotar a sus trabajadores. En todo el proceso del juicio José Manuel se fue dando cuenta de que estaba defendiendo a un poderoso en contra de los pobres campesinos. Tanto de llegó esta situación, que después de reflexionar y pensarlo decidió no defender nunca más a los poderosos, sino dedicarse a los necesitados. Dejó su oficina de Guate, la de Xelaju y la de Toto y fue a vivir a una aldea. Allí se dedicó a organizar y orientar a los campesinos, enseñar a los jóvenes y promover proyectos de desarrollo para la comunidad. Poco a poco la comunidad fue progresando: escuelas para los niños y jóvenes, salud, deporte, cooperativas, etc. La gente de la comunidad admiraba mucho a José Manuel, le querían y le respetaban.

 

Dialogamos sobre las siguientes preguntas:

 

1.¿Pasan cosas como la que cuenta el hecho de vida? Comentar alguna.

2.¿A qué renunció José Manuel? ¿Con quiénes se fue a vivir? ¿Por qué?

3.¿Qué importancia tuvo para la comunidad la presencia de José Manuel?

4.¿En qué se parece esta historia a la Encarnación de Jesús en el mundo?

 

Ponemos en común las respuestas.

Iluminamos nuestra realidad

Si miramos nuestra realidad nos damos cuenta de que casos como el que cuenta el hecho de vida se dan de verdad. Quizá no son la mayoría, pero hay personas que renuncian a su situación de bienestar y comodidad para entregarse por el bien de los demás. Este es el caso de Jesús, el Hijo de Dios Padre. EL dejó su situación de felicidad eterna en el cielo junto al Padre Dios para encarnarse, hacerse uno de nosotros, compartir nuestra vida y darnos la posibilidad de alcanzar la salvación.

Lo mismo que para la comunidad en la que se fue a vivir José Manuel, también para nuestro mundo la encarnación de Jesús ha sido lo más importante que nos ha podido pasar. Por Jesús hemos conocido a nuestro Dios, que es un Padre y una Madre para nosotros, hemos conocido su proyecto de salvación para nosotros, hemos experimentado su amor, y se nos ha enseñado el camino a seguir para llegar a la salvación.

Jesús, Dios con nosotros

Siempre se nos ha dicho que la encarnación del Hijo de Dios, el hecho de que Jesús sea de verdad el Hijo de Dios y al mismo tiempo verdadero hombre como nosotros, es un misterio que por más que entendamos nunca llegamos a terminar de comprenderlo del todo con nuestros pensamientos. Por eso sólo desde la fe, desde la confianza y la entrega podemos acercarnos a ese misterio de la encarnación para aceptarlo y vivirlo.

Una vez que por la fe hemos aceptado el misterio de la encarnación por el que Dios se ha acercado a nosotros, tenemos que llegar a comprender todo lo que ese misterio significa para nuestra vida para vivirlo. Es una experiencia de encuentro con Dios por medio de Jesús, en el que Dios se nos acerca para que nos podamos unir a él. Digamos que la encarnación de Jesús es la mayor prueba que Dios nos ha dado para que tengamos fe en él, en su amor, y nos entreguemos a vivir de acuerdo a su voluntad, confiando en que lo que él quiere es nuestro bien y felicidad, nuestra salvación.

Jesús nos da a conocer a Dios

“Felipe le dijo: ‘Señor, muéstranos al Padre y nos basta’. Jesús le dijo: ‘¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces? El que me ha visto a mi ha visto al Padre... ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mi? Las palabras que les he dicho, nos las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras’.” (Juan 14, 8-10). En este texto del evangelio de San Juan se nos dice claramente que Jesús es el que nos da a conocer al Padre Dios, Jesús es el rostro humano de Dios, en el que podemos conocerlo plenamente.

Jesús nos enseña cómo es Dios, qué es lo que quiere de nosotros y cuál es su proyecto de salvación para nosotros. Con sus palabras y sus obras, con toda su vida, Jesús nos ha manifestado a Dios como un Padre, una Madre que nos ama como hijos, que nos cuida y quiere que vivamos unidos a él como verdaderos hijos suyos, de acuerdo a su voluntad, para así podamos alcanzar la salvación que él nos promete.

Jesús nos enseña el camino para llegar al Reino de Dios

“Tomás le dijo: ‘Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?’. Jesús le dijo: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es por mi’.” (Juan 14, 5-6). El único camino seguro que nos lleva al Padre, al Reino de salvación es Jesús. El se encarnó para que nosotros conociéramos el camino por el que tenemos que caminar para llegar a la salvación. Por eso, si tenemos fe en Dios y queremos entrar en comunión con él, si de verdad queremos confiar en Dios y vivir de acuerdo a su plan de salvación para con nosotros, el único camino que tenemos es Jesús: creer en él, confiar en él y entregarnos a él para seguir su camino. Tener fe en Jesús significa confiar en su palabra, en su promesa y entregarnos a seguir su ejemplo de vida con la seguridad de que él no nos va a fallar, que su camino no nos va a llevar a la perdición, sino a la verdadera salvación.

En Jesucristo Dios nos da la verdadera vida

“Yo he venido para que tengan vida, y la tenga abundantemente” (Juan 10, 10). En esta frase Jesús resume el objetivo de su encarnación. El no ha venido a nuestro mundo para pasearse porque se aburría en el cielo. El no vino a nuestro mundo para aprovecharse de nosotros, hacer valer su condición divina para que le sirviéramos, sino que él ha venido a servir al proyecto del Reino y a dar su vida para que todos tengamos en él la vida eterna.

Con su encarnación Jesús nos ha reconciliado con Dios, restableciendo la unión entre Dios y el hombre que el pecado había separado. En esta comunión con Dios está nuestra verdadera vida. A partir de la encarnación de Jesús ya nuestro Dios nos será un Dios lejano, escondido en su cielo desde el que nos vigila para castigarnos cuando nos apartamos de su ley; desde la encarnación nuestro Dios es un Dios cercano, con rostro y corazón humano, un Dios con nosotros, que camina junto con nosotros para conducir nuestra historia hacia la plenitud de su Reino de vida.

A partir de la encarnación de Jesús la persona tiene que tomar consciencia de la grandeza y dignidad de la vida humana y de todo lo que existe en nuestro mundo. Dios nos ha dado la vida y ha creado todo por amor. Pero además, en la encarnación de Jesús Dios se ha metido en la vida humana, se ha hecho parte de nuestra historia humana, ha asumido todo lo humano elevándolo a un altísimo valor. Por eso es necesario que nosotros, además de recibir la vida que Dios nos da, también la valoremos, respetemos, defendamos y promocionemos: promover la educación, la cultura, el desarrollo integral y el respeto a la dignidad humana y a la naturaleza.

Dar testimonio de nuestra fe en el Dios encarnado

Creer en el Dios que en Jesús nos da la vida nos exige rechazar todo lo que va en contra de la vida humana y de la naturaleza. Creer en el Dios de la vida significa comprometernos en la defensa de la vida, de los Derechos Humanos y de la libertad de las personas. Creer en el Dios que se acerca a nosotros en la encarnación de su Hijo Jesús significa vivir el ejemplo de Jesús, encarnarnos en el corazón de nuestro pueblo, asumir sus angustias y esperanzas para entregarnos para colaborar en su liberación.

Para poner en práctica

Miramos si de verdad estamos encarnados en la realidad de nuestro pueblo, si hemos asumido los problemas y necesidades de nuestras comunidades y estamos entregándonos para mejorar la vida de nuestras comunidades. Además buscamos qué cosas vamos hacer para mejorar nuestra “encarnación” siguiendo el ejemplo de Jesús.