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JESÚS, UNA
PERSONA DEL PUEBLO
Objetivos
--Que los jóvenes reconozcan a Jesús como una persona del pueblo, que vivió los problemas de la gente y asumió la causa de su pueblo.
--Que los jóvenes vivan identificados con su pueblo, compartan sus problemas y sufrimientos, y se comprometan con la causa de su pueblo.
Miramos nuestra realidad
Al comenzar el bloque de temas de contenido religioso nos planteamos la fe como un encuentro personal con Jesús, un encuentro de confianza y entrega a él para amarle y seguirle. Pero para poder entregarnos a él primero tenemos que conocerlo. Por eso, a partir del primer tema del bloque religioso nos hemos dedicado a conocer a Jesús. En este tema vamos a ver a Jesús como una persona de su pueblo, que vivía la vida del pueblo, sus problemas, sus esperanzas, y que asumió la causa de su liberación. Antes de entrar en el tema, vamos a mirar nuestra realidad para ver qué experiencia tenemos de “ser del pueblo”, para poder entender luego el hecho de que Jesús sea una persona del pueblo. Leemos el siguiente hecho de vida y dialogamos sobre las preguntas que se plantean.
Hecho de vida
La familia Hernández se mudaron de Guate a la Aldea de Saqab’aj, en Totonicapán. Los vecinos de la Aldea pensaban que no se iban a llevar bien, porque la familia Hernández eran ladinos, y parecía que tenían dinero. Sin embargo alquilaron una casa como la de los demás de la Aldea. Muy pronto se hicieron amigos de sus vecinos y se ganaron su cariño. Los niños iban a la escuela de la Aldea con los demás niños, y empezaron a aprender a hablar en K’iche’. Participaban de la vida de la Aldea, se reunían con la comunidad, hablaban de los problemas y juntos buscaban soluciones.
En una ocasión la Aldea hizo una manifestación para que las autoridades le construyeran una escuela y un puesto de salud. Don Federico, el papá de la familia Hernández estaba en primera fila, reclamando los derechos del pueblo a tener salud y educación para los niños. La policía entró en la Aldea y se llevó presos a los líderes de la manifestación, y entre ellos a Don Federico.
Ante las autoridades Federico fue el que realmente dio la cara, expuso las razones de la protesta y convenció al Alcalde y al Gobernador para que hicieran algo. Al día siguiente los dejaron libres y varios días después el Alcalde se comprometió ante la aldea a gestionar los fondos para construir la escuela. Lo mismo hizo el Gobernador, que habló ante el gobierno para que se construyera un puesto de salud en la Aldea.
Al enterarse de estas noticias la Aldea de llenó de alegría e hicieron una fiesta para celebrar el éxito de su manifestación, por haber conseguido lo que necesitaban para mejorar la vida de la comunidad. Todos agradecían a Don Federico, porque sabían que gracias a él se logró el éxito. Algunos comentaban: Don Federico si es uno de los nuestros, es un hombre de nuestro pueblo.
Dialogamos sobre las siguientes preguntas:
1.¿Pasan cosas como las que cuenta el hecho de vida? Comentar alguna.
2.¿Podemos decir que Don Federico era “del pueblo”? ¿Por qué?
3.Y nosotros, ¿somos de nuestro pueblo? ¿En qué lo demostramos?
4.¿Qué significa “ser del pueblo”?
5.¿Podemos decir que Jesús era un hombre “de su pueblo”? ¿Por qué?
Ponemos en común las respuestas.
Iluminamos nuestra realidad
Mirando a nuestra realidad nos damos cuenta de que en muchas ocasiones oímos decir la frase “yo soy de la Aldea...”. Y también nosotros decimos “somos de la Aldea... o del cantón...”. Sin embargo ser de una Aldea, de un cantón, de un pueblo es más que el solo hecho de nacer o vivir en él. Es fácil decir “yo soy de la Aldea Raxb’e”, pero ya no es tan fácil vivir la vida de la Aldea, participar de sus problemas, sentirlos como propios, compartir sus esperanzas y comprometerse con su causa, trabajando para solucionar sus necesidades y mejorar su vida.
¿Qué significa “ser del pueblo”?
Cuando decimos “yo soy del pueblo” podemos entender que somos parte de un grupo social, de la clase sencilla y pobre. También “ser del pueblo” se puede referir a que pertenecemos a un determinado territorio (“soy del pueblo de Toto”), a un conjunto determinado de personas. Pero además de esto, “ser del pueblo” significa tener conciencia de que somos parte de una determinada clase social (la clase popular), sentirnos identificados con la vida, las tradiciones, las costumbres, los problemas, las esperanzas y los proyectos de esa clase a la que pertenecemos. Ser del pueblo es comprometerse con la causa de ese pueblo, para liberarlo de las esclavitudes y opresiones sociales, económicas, políticas y culturales, y así propiciar la vida digna para el pueblo.
Jesús, una persona del pueblo
Jesús, el Hijo del Padre Dios, al encarnarse en nuestro mundo asumió nuestra naturaleza humana. Pero él no nació en cualquier condición sino que nació en un pueblo determinado y como parte de una clase social determinada. El nació y se crió en una Aldea marginada, sin importancia, miembro de una familia pobre y trabajadora. Como todos los de su pueblo trabajó para ganarse el pan de cada día. Y como todos, también sufrió la opresión de los dominadores romanos, teniendo que pagar pesados impuestos (Mateo 17, 24-27).
Los Evangelios nos presentan a Jesús como una persona del pueblo: comparte y vive los acontecimientos de la gente del pueblo; participa en las fiestas, tanto sociales (Juan 2, 1-2) como religiosas (Lucas 2, 41-43); siente los sufrimientos de la gente (Lucas 7, 12-13); crece como los niños de su pueblo (Lucas 2, 52); como muchos de su pueblo experimentó la persecución y el exilio (Mateo 2, 13); como todos sintió el cansancio y la sed (Juan 4, 5-7); como cualquier persona del pueblo sintió la tentación (Mateo 4). Jesús, al encarnarse, se hizo uno del pueblo, pobre como la mayoría de su pueblo, vivía entre la gente despreciada: leprosos, prostitutas, enfermos, pecadores.
Jesús asume la causa del pueblo pobre
Jesús no solamente pertenece al pueblo y comparte con él sus problemas, angustias, sufrimientos y esperanzas de un futuro mejor, sino que Jesús hace suya la causa del pueblo, él alimenta la esperanza del pueblo y se entrega a la misión de abrir un nuevo camino, el camino de la verdadera liberación de las esclavitudes y opresiones que vive el pueblo. Este camino de liberación se llama el Reino, que implica un cambio radical en las personas y en la estructura injusta e inhumana de la sociedad.
Por eso, cuando Jesús anuncia su causa, para la que ha sido enviado por el Padre, lo deja bien claro: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena noticia a los pobres, para proclamar la liberación de los cautivos, y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de salvación del Señor” (Lucas 4. 18-19). Es esa la causa de Jesús, a la que entregó su vida, la causa del pueblo.
Jesús enseña en el lenguaje del pueblo
Jesús proclama la Buena Noticia a todos y en todas partes, sin discriminación ninguna (Juan 18, 20). Pero de manera especial su Evangelio se dirige a la gente del pueblo, a la mayoría rechazada y marginada, a los pobres, enfermos y pecadores, “porque de ellos es el Reino de Dios” (Lucas 6, 20). Y a ese pueblo pobre, cuando le hablaba del Padre Dios y de su Reino, no lo hacía con bonitas palabras que la gente no pudiera entender; al contrario, les hablaba de la manera que el pueblo entendía, en parábolas, con ejemplos sacados de la vida diaria del pueblo, de la experiencia de la vida del campo, de los pescadores, de los pastores, de los comerciantes (Mateo 13). De esa manera el pueblo podía entender su mensaje y aplicarlo a la vida.
Para poner en práctica
En primer lugar podríamos
hacer un examen para ver si de verdad somos del pueblo o, por el contrario,
aunque hemos nacido en el pueblo, nos hemos alejado de él en nuestra manera de
vivir, de pensar y en nuestras aspiraciones para el futuro. Ver si de verdad
sentimos como nuestros los sufrimientos y necesidades de nuestro pueblo, o por
el contrario, nos preocupamos de mejorar nuestra vida de manera individual, sin
importarnos lo que pase a nuestro pueblo. En segundo lugar, deberíamos hacer un
firme compromiso de seguir el ejemplo de Jesús, ser de verdad del pueblo,
identificarnos con su manera se ser y vivir, sus valores, tradiciones y
costumbres, y asumir su causa como nuestra, para trabajar en mejorar la
situación de nuestro pueblo.