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JESÚS ANTE LA
LEY Y EL TEMPLO
Objetivos
--Que los jóvenes conozcan el significado de la Ley y el Templo para los judíos en tiempo de Jesús, y cuál fue la actitud de Jesús ante ellos y el sentido que les dio.
--Que los jóvenes vivan cumpliendo con sentido la Ley de Dios y hagan de la comunidad eclesial un verdadero Templo, dando un verdadero culto.
Miramos nuestra realidad
En el último tema hablamos de Jesús como verdadero profeta, que nos hace ser jóvenes profetas del Reino. Ahora vamos a hablar sobre la Ley de los judíos y el Templo, sobre su significado y la importancia religiosa que tenían en tiempo de Jesús. Nos vamos a fijar en la actitud de Jesús ante esta ley y el templo, y cuál es la enseñanza de Jesús sobre ellos.
Pero para entrar de lleno en el tema, vamos a mirar nuestra realidad, guiados por la lectura de algunos textos de los Evangelios, para ver lo que conocemos del significado de la ley y el templo para los judíos y la actitud de Jesús frente a ellos, ver cómo entendemos y vivimos hoy las leyes religiosas y el culto en nuestra Iglesia. Leemos los siguientes textos y respondemos a las preguntas que se proponen.
Textos
En aquél tiempo, Jesús dijo a la gente: No piensen que he venido a destruir la ley y los profetas. No he venido a destruir, sino a darles cumplimiento de manera perfecta. (Mateo 5, 17).
Un sábado, Jesús pasaba por un campo sembrado, y sus discípulos empezaron a arrancar espigas del campo. Unos fariseos le dijeron a Jesús: Mira, ¡por qué tus discípulos están haciendo lo que no está permitido en la ley?... Y Jesús les dijo: el sábado está puesto para el hombre y no el hombre para el sábado. (Marcos 2, 23-27)
Jesús subió a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Y encontró en el templo a los vendedores y a los cambistas. Haciendo un látigo con cuerda, los echó a todos fuera del templo, y les dijo: ¡Quiten esto de aquí; no hagan de a casa de mi Padre un mercado! (Juan 2, 1316)
La Samaritana le dijo a Jesús: Nuestros padres adoraron en este monte y ustedes dicen que Jerusalén es el lugar donde se tiene que adorar. Jesús le dijo: Llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Porque los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad. (Juan4, 19-23)
Dialogamos sobre las siguientes preguntas:
1.¿Jesús estaba en contra de la ley judía? ¿Qué pensaba Jesús sobre la ley?
2.¿Cómo se comportó Jesús ante la ley? ¿La cumplía o no la cumplía?
3.¿Jesús estaba en contra del templo de Jerusalén? ¿Qué pensaba sobre él?
4.¿Qué sentido damos a las leyes de la Iglesia? ¿Cómo las cumplimos?
5.¿Cuál es la importancia que damos al templo?
Ponemos en común las respuestas.
Iluminamos nuestra realidad
Mirando a nuestra realidad nos damos cuenta de que quizá no conocemos mucho sobre la ley judía y el templo, y lo que ellos significaban para el pueblo. Poco sabemos de la actitud de Jesús ante la ley y el templo, qué pensaba y cómo se comportó frente a ellos. Pero sí tenemos la experiencia de que en nuestra Iglesia tenemos unas leyes, y también tenemos templos, oratorios en los que nos reunimos para celebrar nuestra fe.
Es posible que no estemos de acuerdo con las leyes que nuestra Iglesia nos propone para poder vivir nuestra fe, y quizá las cumplimos obligados, pero sin sentido. También es posible que nos reunamos en el templo o en el oratorio a celebrar nuestra fe, a encontrarnos con Dios, y pensemos que fuera de ese lugar ya no encontramos a Dios o no tenemos que vivir nuestra fe. Vamos a ver cuál fue la actitud de Jesús ante la ley y el templo, cuál es el sentido que Jesús les dio, para aprender de él y vivirlos con sentido.
La importancia de la Ley para los judíos
La Ley (TORAH en el idioma hebreo) es la enseñanza que Dios comunicó al pueblo y que se encuentra en los cinco primeros libros de la Biblia. Cuando en el Nuevo Testamento se habla de la ley, se refiere generalmente a esta ley que guiaba la vida del pueblo judío y era fundamento de su religión. Pero por qué era tan importante la ley para los judíos. Es que cuando el pueblo fue expulsado de su tierra a un país extranjero en el siglo VI antes de Cristo, lo único que pudieron llevarse para mantenerse unidos con su patria y mantener su religión fue los libros de la ley. Entonces esta ley se convirtió en instrumento, y también mantenía viva su esperanza en que Dios actuaría para salvarles y devolverles a su tierra. Por eso cuando en el año 538 antes de Cristo regresan a su tierra, la Torah se convierte en la ley que gobierna al pueblo.
Dada la gran importancia de la ley, que no sólo era una ley religiosa, sino que en base a ella se gobierna la sociedad, surgen los fariseos como grupo religioso dedicado a estudiar los libros de la ley y a enseñarla al pueblo. Este grupo se caracteriza por conocer bien la ley y cumplir cabalmente y al pie de la letra todo lo que ella manda. Es por eso que en los evangelios aparece Jesús enfrentado a los fariseos, ya que la enseñanza de Jesús y su manera de interpretar la ley choca con la de los fariseos.
Actitud de Jesús ante la ley
Jesús no rechaza la ley. Como buen judío, él aprendió a cumplir la ley. Pero Jesús interpreta la ley para darle su verdadero sentido (Mateo 5, 17). Jesús quiere enseñar cuál es el verdadero espíritu de la ley, la voluntad de Dios que está escondida en la ley. Por eso Jesús enseña que lo importante es descubrir y cumplir la voluntad de Dios, aunque al cumplir esa voluntad nos apartemos de lo que manda la ley (Mc 7, 10-14). Jesús critica duramente a los fariseos porque se preocupan de cosas poco importantes, mientras se olvidan del amor y la justicia, que realmente es lo importante para Dios (Mt 23, 23). Se preocupan de lavarse bien las manos, según indica la ley, pero se olvidan de mantener limpio el corazón (Mc 7, 1-7).
El amor es el fundamento de la ley
Para Jesús el verdadero sentido de la ley está en el amor. El amor es la base sobre la que tiene que estar apoyada a ley. Por eso cuando unos conocedores de la ley le preguntan que cuál es el mandamiento más importante de todos los que se encuentran en la ley, Jesús responde que es el amor: amor a Dios y amor al prójimo (Mateo 22, 34-40). Vivir de verdad el amor a los demás es cumplir la verdadera ley de Dios. Es por eso que a Jesús no le importa faltar a la ley que prohibía realizar cualquier actividad el día sábado, si ese día tiene que ayudar a alguna persona (Marcos 3, 1-6).
La importancia del Templo para los judíos
Para los judíos del tiempo de Jesús el templo era el centro de su religión. Para ellos el templo era el lugar en el que habitaba Dios y del que vendría la salvación. Pero los judíos no siempre tuvieron esta idea. En el tiempo de Abraham y los demás patriarcas no se pensaba que Dios estuviera en un lugar fijo, sino que Dios caminaba con su pueblo y se le podía ofrecer culto en cualquier lugar. Cuando el pueblo establece la alianza con Dios por medio de Moisés, se hace un símbolo: el Arca de la Alianza, que es una especie de anda que el pueblo lleva a donde quiera que va para significar la presencia de Dios en medio del pueblo.
Pero cuando el pueblo se establece en la tierra prometida (Canaán), se construye un templo como lugar de la presencia de Dios. Poco a poco el templo se convirtió en centro del poder económico y político del pueblo. El culto estaba separado de la vida: se ofrecían sacrificios a Dios en el templo pero luego no se vivía de acuerdo a la voluntad de Dios, no se practicaba la justicia. Por eso los profetas no se cansarán de criticar la hipocresía del culto del templo que no era expresión de la fidelidad a Dios ni estaba unido con la práctica de la justicia (Is 58, 1-11; Jer 7, 1-15).
Actitud de Jesús frente al Templo
Jesús no rechaza el templo como lugar de encuentro con Dios (Lucas 2, 41-46), pero rechaza lo que se había hecho del templo. Por eso Jesús asume la misma actitud de los profetas, rechazando la hipocresía del culto oficial y los abusos que habían hecho del templo un negocio (Juan 2, 13-16). Para Jesús un verdadero templo tiene que ser un lugar en el que se el encuentro de las personas con Dios. Por eso la comunidad reunida en nombre de Jesús es el mejor templo en el que nos encontramos con Dios.
Necesitamos tener un templo en el que reunirnos para celebrar nuestra fe y la presencia de Dios en medio de nosotros. Pero no podemos caer en el error de pensar que Dios sólo está entre las cuatro paredes de nuestro templo. El encuentro con Dios no depende únicamente de un lugar, sino de que se haga en espíritu y en verdad (Juan 4, 19-23). El mejor lugar para encontrarnos con Dios es en los hermanos, y el mejor culto que podemos darle es practicar la justicia y el amor al prójimo.
Para poner en práctica
Revisamos las cosas que la Iglesia nos manda para ver si las cumplimos sin sentido sólo porque están mandadas, e intentamos descubrir su sentido, el espíritu de la ley, para vivirlas con sentido. Nos comprometemos a vivir la ley del Amor. También nos comprometemos a hacer del templo de nuestra comunidad un lugar de encuentro fraterno con el Señor, y a dar verdadero culto a Dios con nuestra vida de amor y justicia.