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MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS

 

Objetivos

--Que los jóvenes conozcan las causas por las que murió Jesús y el significado de su muerte para nuestra fe.

--Que los jóvenes reconozcan que Jesús ha resucitado y está vivo, y comprendan el significado de su resurrección para nuestra vida.

--Que los jóvenes se comprometan a continuar la causa de Jesús, entregando su vida por el Reino, y den testimonio de que Cristo está vivo.

Miramos nuestra realidad

Hasta este momento estamos tratando los temas religiosos, y hemos estado hablando sobre Jesús, para conocerle un poco mejor y así poder confiar en él, amarlo y seguirlo. En el último tema hablamos de su actitud ante la ley y el templo y el sentido que les dio. En este tema, el último que dedicaremos a Jesús, vamos a hablar sobre su muerte y resurrección. Antes de entrar en el tema vamos a mirar nuestra realidad guiados por algunos textos de la Biblia, para ver lo que conocemos y la experiencia que tenemos de la muerte y resurrección de Jesús. Leemos los siguientes textos, los dramatizamos, y luego dialogamos sobre las preguntas que se plantean.

 

Textos # 1

Jesús entró en la Sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban acechando para ver si lo curaba en sábado para poder acusarle. Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte en medio.” Y dijo a los fariseos: “¿Está permitido en sábado hacer el bien en vez de el mal, salvar una vida en vez de destruirla?” Pero ellos no decían nada. Entonces Jesús, enojado y apenado por su dureza de corazón, dijo al hombre de la mano paralizada: “Extiende tu mano.” El la extendió y quedó curada. Cuando los fariseos salieron, se pusieron de acuerdo con el grupo de los herodianos para ver como lo eliminaban. (Marcos 3, 1-6)

Cuando se acercaba la fiesta de la Pascua, Judas, uno de los discípulos, fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia del templo para ponerse de acuerdo en la manera de entregarles a Jesús. Se pusieron de acuerdo en darle dinero a Judas por entregarlo. Judas aceptó y estaba buscando el momento para entregarlo sin que la gente se diera cuenta. (Lucas 22, 1-6)

Jesús fue con sus discípulos a un huerto llamado Getsemaní, y les dijo: “Quédense aquí mientras y voy a orar.” Cuando volvió de orar les dijo: “Levántense y vámonos”. Entonces llegó judas con un grupo que tenían espadas y palos. Judas se acercó a Jesús, lo saludó y le dio un beso. Entonces el grupo se acercó y apresaron a Jesús. Uno de los que andaba con Jesús sacó su espada y le cortó la oreja a uno del grupo. Jesús le dijo: “Guarda la espada, porque el que usa la espada a espada muere.” Entonces los discípulos le abandonaron y huyeron. (Mateo 26,36. 45-56)

 

 

Textos # 2

Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote y se reunieron los sacerdotes, los ancianos y los escribas. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte. Algunos testigos daban falsos testimonios contra él pero los testimonios no estaban de acuerdo. Entonces el Sumo Sacerdote le preguntaba a Jesús pero él no respondía nada. Siguió insistiendo y le preguntó de nuevo: “¿Eres tú el Cristo, el hijo de Dios bendito?” Entonces Jesús le dijo: “Sí, yo soy”. Entonces el Sumo Sacerdote se rompió la ropa y dijo: “Ya no tenemos necesidad de testigos, ha dicho una blasfemia.” Entonces todos decidieron que merecía la muerte. Algunos se burlaban de él, le escupían y pegaban. (Marcos 14, 53-65)

Entonces se levantaron todos y lo llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle diciendo: “Este estaba alborotando al pueblo, prohibiendo pagar los impuestos y diciendo que él era el Cristo, el Rey.” Pilato le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió: “Sí, tú lo dices.” Entonces Pilato dijo a todos: “No encuentro ningún crimen en este hombre.” Pero los judíos insistieron: “Está levantando al pueblo.” Pero Pilato, al saber que Jesús era Galileo se lo envió a Herodes, que era el encargado de esa región. Herodes lo devolvió. Entonces Pilato convocó a los sumos sacerdotes y al pueblo y les dijo: “No encuentro nada en este hombre que merezca la muerte, así que lo voy mandar a azotar y lo soltaré” Entonces la gente empezó a gritar: “¡Crucifícalo, crucifícalo! Y como insistían mucho, Pilato entregó a Jesús para que lo crucificaran. (Lucas 23, 1-24)

Entonces, mientras se burlaban de él. Lo sacaron fuera para crucificarlo. Mientras Jesús iba de camino con la cruz, obligaron a un hombre que venía del campo para que le ayudara a cargar la cruz. Lo llevaron a un lugar llamado Calvario, y allí lo crucificaron. Los que pasaban por allí lo insultaban y decían: “¡Sálvate a ti mismo, bájate de la cruz!” Lo mismo los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban de él diciendo: “¡Salvó a otros y a él mismo no se puede salvar!” (Marcos 15, 20-24.29-31)

 

 

 

Texto # 3

El primer día de la semana, muy temprano, las mujeres fueron al sepulcro con ungüentos para ungir el cuerpo de Jesús, pero encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no estaba. Entraron pero no encontraron nada. Entonces se les presentaron unos hombres vestidos de blanco y les dijeron: “¿Por qué están buscando ente los muertos al que está vivo? No está aquí, son que ha resucitado” Entonces las mueres regresaron y dijeron a los discípulos lo que les había sucedido. Pero los discípulos no les creyeron. (Lucas 24, 1-11)

 

 

Texto # 4

Por la tarde, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos, se presentó Jesús y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Les enseñó sus manos y su costado. Entonces los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz está con ustedes. Como el Padre me envió, así también yo los envío. Sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo.” Tomás, uno de los discípulos no estaba presente cuando Jesús se presentó. Los otros se lo contaron pero él no les creyó. Ocho días después, estaban los discípulos reunidos y Tomás estaba con ellos. Entonces Jesús se presentó y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Después le dijo a Tomás: “Mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Entonces Tomás exclamó: “Señor mío y Dios mío.” (Juan 20, 19-28)

Después de dramatizarlos dialogamos sobre las siguientes preguntas:

 

1.¿Por qué condenaron y crucificaron a Jesús?

2.¿Actualmente pasan cosas parecidas? Comentar algún caso.

3.¿Qué importancia tiene para nuestra fe que Jesús haya resucitado?

4.¿Experimentamos que Cristo está vivo? ¿Damos testimonio de su vida?

 

Iluminamos nuestra realidad

¿Por qué mataron a Jesús?

Como vimos en el tema anterior, la actitud de Jesús ante la ley y el templo, el sentido que les dio, sus enseñanzas y los signos que hacía, le enfrentaron a los dirigentes religiosos del pueblo, que lo miraban como peligroso y pensaban que tenían que quitarlo del medio. Son varias las razones por las que los dirigentes querían su muerte. Unos lo acusan de blasfemar contra Dios, porque se hacía igual a Dios (Mateo 9, 3; Juan 19, 7). Otros decían que predicaba la subversión del pueblo, que estaba en contra de pagar los impuestos y en contra del Rey (Lucas 23, 2).

La verdad es que Jesús criticó fuertemente a los fariseos (Mateo 23), que era uno de los grupos religiosos más importantes de su tiempo. Pero en definitiva, Jesús puso en crisis todo el sistema religioso judío. Su nueva doctrina, su enseñanza sobre Dios, van en contra de la manera como los judíos entendían a Dios.

La actitud de Jesús, que se acerca a los pecadores y enfermos, a quienes los judíos rechazaban por considerarlos impuros o castigados por sus pecados, no agradaba a las autoridades judías. Además, Jesús habla de un Dios que es Padre de misericordia que se alegra por la conversión de un pecador (Lucas 15, 7), mientras los judíos ven a Dios como un juez que castiga y solo se preocupa del que cumple la letra de la ley.

El juicio contra Jesús

Las autoridades judías habían decidido matar a Jesús, pero tenían que buscar excusas para que la condena pareciera dentro de las leyes. Por eso lo acechan para atraparlo violando alguna de las leyes (Marcos 3, 2), y finalmente lo acusan y condenan por blasfemo, por declararse Hijo de Dios (Marcos 14, 64). Pero como no podían aplicar la pena de muerte, lo acusan ante las autoridades romanas de alborotar al pueblo en contra de los romanos, de estar en contra de los impuestos y en contra del Rey (Lucas 23, 2).

Significado de la muerte de Jesús para nuestra vida

En la muerte de Jesús tenemos que reconocer una prueba de su amor por las personas y una muestra de fidelidad a su misión. Por amor a las personas Jesús se encarnó para revelarnos a Dios y enseñarnos el camino de la liberación, el camino que nos lleva al Reino de Dios, a la verdadera vida. Esa misión encontró enemigos, pero Jesús no se echó atrás, no tuvo miedo a la persecución ni a la muerte, sino que se mantuvo firme en su camino. Su gran amor hacia las personas y la fidelidad a su misión, le hizo capaz de entregar su propia vida, como sacrificio por todo el mundo.

¡Jesús está vivo, ha resucitado!

Pero Jesús no se quedó bajo el poder de la muerte, sino que, como lo había anunciado antes de su pasión (Mateo 16, 21) resucitó al tercer día. Los cuatro evangelios coinciden en anunciar la resurrección de Jesús (Mateo 28, 6; Marcos 16, 6; Lucas 24, 6; Juan 20). Los discípulos experimentaron la resurrección de Jesús que cambio su vida, cambió su tristeza en alegría (Juan 20, 20). De tener miedo (Juan 20, 19) se convierten en valientes testigos del resucitado (Hechos 3, 11-15).

Cuando Jesús fue crucificado, los que habían creído en él se sintieron defraudados, se desanimaron y algunos se regresaron a su vida anterior (Lucas 24). Pero al experimentar la presencia de Cristo resucitado cambia su vida. Llenos de ánimo y fortalecidos en la fe, regresan junto a los demás discípulos. Así se forma la primera comunidad cristiana, apoyada en la fe en la resurrección. La experiencia de la resurrección se convierte en el fundamento de la fe de los discípulos y de los primeros creyentes. Con razón dirá San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado en vano tenemos fe” (1ªCor 15, 14).

La resurrección de Jesús completa su muerte, la llena de sentido. Al resucitar a Jesús el Padre Dios ha manifestado que Jesús tenía razón, que la causa de Jesús es la causa de Dios; fue una aprobación de su palabra, de su vida. Queda de manifiesto que la injusticia y la muerte no tiene la última palabra, sino que en la historia la última palabra la tiene Dios, y esa palabra es una palabra de vida en plenitud.

Para poner en práctica

Así como Jesús entregó su vida por ser fiel a la misión que Dios le había confiado, nosotros tenemos que comprometernos a entregar nuestra vida por la causa de Jesús, por su Reino. Con su muerte Jesús destruyó el poder del mal, del pecado y de la muerte. Tenemos que pensar qué cosas malas hay en nuestra vida que tenemos que destruir. Además tenemos que dar testimonio de que Jesús está vivo, y que su vida no llena de alegría, de fe, de esperanza, de ánimo y valentía para continuar anunciando su Evangelio, para hacer presente su vida y su palabra a través de nuestra propia vida.