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LA EUCARISTÍA:
CELEBRAMOS
NUESTRA SALVACIÓN
Objetivos
--Que los jóvenes descubran en la Eucaristía la celebración festiva del misterio de nuestra salvación.
--Que los jóvenes vivan la Eucaristía cada día, manifestando la comunión con la vida y la misión de Jesús.
Miramos nuestra realidad
Continuamos nuestros temas dedicados a los sacramentos. En el último tema hablamos de la reconciliación. En este tema vamos a hablar de la Eucaristía. Pero antes, como acostumbramos hacer, vamos a mirar nuestra realidad para ver en ella cómo entendemos y vivimos el sacramento de la Eucaristía. Luego iluminaremos esa realidad para llegar a comprender el verdadero sentido de la Eucaristía y comprometernos a vivirla cada día con nuestro testimonio y compromiso cristiano. Lo leemos el siguiente hecho de vida y en grupos dialogamos sobre las preguntas que se proponen.
Hecho de vida
El mes pasado en Maczul los jóvenes celebraron un encuentro juvenil y lo culminaron con la celebración de la Eucaristía. Muchos de los jóvenes que habían participado en el encuentro, a la hora de la misa se fueron, porque decían que la misa es algo muy aburrido y que no entienden. Rosa, una de las coordinadoras de Pastoral Juvenil, cuando les encontró unos días después, les preguntó: ¿Y por qué ustedes se fueron y no participaron en la misa? Marcos, uno de los jóvenes, le contestó: Es que nosotros nos aburrimos en la misa y no la entendemos. Nos gusta estar en los encuentros, jugar y cantar, pero la misa nos aburre. Entonces Paula, que acompañaba a Rosa, les dijo: Pero si la misa es el sacramento más importante, en él celebramos la muerte y resurrección del Señor, celebramos que él nos ha salvado. Mario, uno de los jóvenes, dijo: Pero si es algo tan importante, y se celebra la entrega del Señor por nosotros, por qué vemos que muchas personas participan en la misa y después no viven el ejemplo del Señor, de amor y servicio por los demás. Por eso nosotros decimos que de verdad no será algo tan importante, porque las personas no la viven.
Dialogamos en grupos sobre las siguientes preguntas:
1.¿Pasan cosas como las que cuenta el hecho de vida? Comentar alguna.
2.¿Tiene razón Paula en lo que dice? Y Mario, ¿tiene razón?
3.¿Cómo piensa la mayoría de la gente, como Paula o como Marcos?
4.¿Qué tiene que ver la celebración de la Eucaristía con el testimonio?
Ahora ponemos en común las respuestas.
Iluminamos nuestra realidad
Mirando a nuestra realidad nos damos cuenta de que muchas personas, entre ellas los jóvenes, participan en la Eucaristía porque es una costumbre, pero no la viven con verdadero sentido. A unos le aburre o al menos no le dice mucho porque no la entienden. Otros participan en la Eucaristía pero luego ya no viven lo que celebran en la Eucaristía, no dan testimonio de la fe y de la vida de Jesús que reciben en la Eucaristía.
Celebración de la muerte y resurrección de Jesús
En la Eucaristía celebramos el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, por el que recibimos la salvación. Jesús entregó su vida en la cruz, como prueba de su gran amor a las personas, y como muestra de fidelidad a la misión que Dios le había encomendado. Por establecer el Reino y enseñarnos el camino que nos lleva a ese Reino que es vida, que es salvación, Jesús fue crucificado. Pero el Padre Dios lo resucitó, destruyendo así el poder del mal, del pecado y de la muerte, y haciéndole entrar en la plenitud de la vida en el cielo.
Eso es lo que celebramos en cada Eucaristía: que Jesús entregó su vida por amor a nosotros y por fidelidad a la causa del Reino, y que al resucitar destruyó el pecado y la muerte y nos abrió a todos la puerta de la salvación. Por eso cada Eucaristía es una acción de gracias a Dios por la entrega de Jesús y por el regalo de una nueva vida por medio de su muerte y resurrección. Es una celebración porque recordamos el acontecimiento más importante de nuestra vida: nuestra salvación.
Pero en la Eucaristía no sólo recordamos algo que pasó hace muchos siglos, sino que en cada Eucaristía realmente se realiza lo que celebramos, porque en ella recibimos la vida que Jesús nos entrega con su cuerpo y sangre. Cristo ha querido que su entrega de amor y su vida se quedaran entre nosotros para siempre, por eso estableció el sacramento de la Eucaristía, para que cada vez que lo celebremos participemos de su muerte y su resurrección.
Comulgar es vivir en comunión con Jesús
Cuando participamos en la Eucaristía recibimos a Jesús que se nos entrega en el pan consagrado, que es para nosotros el mismo Jesús sacramentalmente presente entre nosotros. El quiso dejarnos su vida en el pan que recibimos al comulgar (Mateo 26, 26). Pero el comer ese pan es un signo de lo que realmente vivimos. Al comulgar estamos manifestando que nuestra vida se une a la de Jesús, que nuestra vida se llena con la vida de Jesús, que entramos en comunión con Jesús.
Pero si recibimos el pan de la Eucaristía, si comulgamos la vida que Jesús nos da y realmente no vivimos esa vida, de verdad no estamos en comunión con él, entonces somos hipócritas, comulgamos indignamente. Si nuestra vida de cada día está alejada de Jesús, si no vivimos su palabra, si no seguimos su camino, si no continuamos con su tarea de construir el Reino, aunque comulguemos, no recibimos los frutos de su entrega salvadora. San Pablo al hablar de esto es muy exigente y dice que quien comulga indignamente el cuerpo de Jesús, come su propia condenación (1Cor 11, 27-28).
Vivir la Eucaristía
Lo que celebramos en la Eucaristía tenemos que manifestarlo en nuestra vida de cada día. Comulgar el cuerpo de Cristo, el pan que nos da su vida, significa que participamos de su muerte y de su resurrección. Pero eso tenemos que demostrarlo en nuestra vida. Nuestra vida tiene que ser un testimonio de que de verdad participamos en la muerte y resurrección de Jesús. Participar de su muerte significa morir como él, por la casa del Reino. Significa también que en su muerte ha sido destruido el poder del pecado, que ya no somos esclavos del pecado. Y participar en su resurrección significa pasar a una vida nueva, la vida de Jesús. Es dar testimonio de su vida y de su palabra.
Celebrar de verdad la Eucaristía significa expresar sacramentalmente que nuestra vida participa del misterio pascual de Cristo, de manera que así como el ha resucitado a una vida nueva, nosotros vivamos esa vida nueva, libres de la esclavitud del pecado. Comulgar su cuerpo y su sangre significa unirnos a él, participar de su mensaje, de su vida y su misión, para que nuestra vida sea un testimonio vivo de su vida y compromiso por la construcción del Reino de Dios.
Para poner en práctica
La Eucaristía es una celebración, una fiesta, en la que expresamos nuestra alegría y agradecimiento a Dios por la salvación que nos regala por la muerte y resurrección de Jesús. ¿De verdad vivo yo las Eucaristías como una fiesta, como una acción de gracias? Tenemos que ver qué podemos a hacer para que nuestras celebraciones de la Eucaristía sean de verdad una fiesta.
La Eucaristía nos compromete a dar testimonio de la vida de Jesús que recibimos al comulgar su cuerpo. Tenemos que examinar nuestra vida para ver si de verdad estamos en comunión con la vida de Jesús. Y tenemos que comprometernos a dar testimonio de que la muerte de Jesús nos ha liberado del pecado, y vivir la nueva vida que Jesús nos ha dado por su resurrección.