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EL MATRIMONIO:
COMUNIÓN DE
VIDA Y AMOR
Objetivos
--Que los jóvenes entiendan el matrimonio como una comunidad de vida y amor entre el hombre y la mujer, santificada por Dios para dar testimonio de la fe y el amor.
--Que los jóvenes sean conscientes de la importancia de llegar al matrimonio maduros y preparados para dar testimonio de amor, de unidad, de entrega y fidelidad.
Miramos nuestra realidad
En esta ocasión nos vamos a fijar en el sacramento del matrimonio. Casi seguro que todos hemos asistido alguna vez a la celebración de algún matrimonio. Pero, ¿será que sabemos cabalmente qué es y el sentido del sacramento del matrimonio? Antes de entrar en el tema vamos a mirar nuestra realidad, para ver qué experiencia matrimonial se vive en nuestras comunidades: cómo se entiende el sacramento del matrimonio, las razones por las que la mayoría de las personas se casan y cómo viven realmente el matrimonio. Leemos el siguiente hecho de vida y dialogamos sobre las preguntas que se plantean.
Hecho de vida
Alberto era mecánico y
trabajaba en el pueblo en el taller de Don Atanacio. Un día pasó por el taller
Maricarmen, que iba todos los días a la ENRO, donde estaba terminando la
carrera de magisterio. A Alberto le gustó desde la primera vez que la vio, y
todos los días se paraba en la puerta del taller para esperar a que Maricarmen
pasara. Cuando Maricarmen pasaba Alberto la piropeaba: ¡Adiós, guapa, labios de fresas maduras! Maricarmen al principio no
hacía caso, aunque le gustaba escuchar los piropos de Alberto. Pero acabó
sonriéndole y contestando a su saludo: ¡Adiós,
daña carros! --le decía en son de broma. Después que Maricarmen pasaba
Alberto se ponía a comentar con sus compañeros: ¿Se han finado en los ojos que tiene?... ¡Qué lindos son! Y su
pelo... Y sus caderas me enloquecen. --Tenés
razón, vos, Alberto, está como para comer --comentaban sus cuates del
taller. A las dos semanas Alberto se atrevió a esperarla a la salida de la
ENRO, y le acompañaba hasta cerca de su casa. Así pasaron varios meses, hasta
que un día Alberto, lleno de valor, le propuso que se casaran, que él la quería
de verdad y que la iba a hacer muy feliz. Maricarmen aceptó y hicieron las
correspondientes pedidas, se fijó la fecha de la boda e hicieron su reparación
para el matrimonio. Tras el matrimonio, los primeros meses todo iba muy bien.
Maricarmen terminó su carrera y se fue a vivir con Alberto a la aldea de Nimixoq.
Pero pronto las cosas
cambiaron. Alberto no quería que Maricarmen trabajara como maestra; llegaba
tarde a la casa y la regañaba porque la cena estaba fría; muchas veces llegaba
borracho y cuando Maricarmen le regañaba le pegaba; los fines de semana se iba
con sus cuates a jugar a futbol y se olvidaba de Maricarmen; y como los ojos,
el pelo y las caderas de Maricarmen ya no les parecían tan bonitos y atractivos,
encontró a otra que le resultaba más atractiva y le era infiel a Maricarmen con
ella. Maricarmen, infeliz y desesperada, sólo se lamentaba. Susana, una amiga
compañera de estudios en la ENRO, le fue a visitar; y al darse cuenta de su
estado, le intentó animar. Maricarmen, llorando, le contó todos los
sufrimientos en su matrimonio. Entonces Susana, alterada, le preguntó: ¿Y no eran ustedes felices? Cuando se casaron
estaban bien contentos y tú me decías que Alberto te quería de verdad, y que él
decía que te iba a hacer feliz. ¿Qué fue lo que pasó? Entre lágrimas, Maricarmen
dijo: Me engañó, no me quería nada, sólo
estaba encaprichado conmigo porque le gustaba mi cuerpo, pero no estaba
enamorado de mi persona. Y como ahora encontró una que le gusta más, me engaña
con ella. Además yo no conocía su carácter; es muy enojado, no está conforme
con nada y se emborracha a cada rato. Yo no sabía que él era así. --¿Y para qué te casaste con él, si no lo
conocías bien?-- preguntó Susana. Para
eso está el tiempo del noviazgo, para que los novios se conozcan y vean si de
verdad se comprenden, se aman y van a poder entregarse el uno a otro y
compartir toda la vida con fidelidad. Porque el sacramento del matrimonio no es
un juego, es algo muy serio. Es un
compromiso con Dios, ante la Iglesia, y con la pareja de vivir el verdadero
amor, la entrega, el respeto y la fidelidad
para toda la vida.
Ahora dialogamos en grupos sobre las siguientes preguntas:
1.¿Pasan hechos como este en nuestras comunidades? Comentar alguno.
2.¿Por qué se casaron Alberto y Maricarmen? ¿Por amor?
3.¿Por qué se casan la mayoría de los jóvenes de nuestras comunidades?
4.¿Tenía razón Susana en lo que le dijo a Maricarmen sobre el matrimonio?
5.¿Los que se casan entienden y viven el matrimonio y sus compromisos?
Ponemos en común las respuestas.
Iluminamos nuestra realidad
Mirando a nuestra realidad nos demos cuenta que muchas de las personas que se casan por la Iglesia no comprenden el verdadero sentido del matrimonio ni los compromisos y responsabilidades que implica. Muchos se casan por la Iglesia porque de ese modo se cumple con la Iglesia, se cumple con una costumbre que hacen todos, y además dicen que así no se vive en pecado. Pero en realidad no lo hacen porque la fe les mueve a santificar su unión matrimonial delante de Dios, para vivir su matrimonio desde la fe y desde el proyecto de Dios, y para que su unión sea un signo del amor de Dios a su Pueblo, del amor de Cristo a su Iglesia.
El matrimonio es parte del plan de Dios
Cuando un muchacho y una muchacha se hacen novios, muchas veces las motivaciones que les unen son casi exclusivamente el atractivo físico, la sexualidad. Y en principio eso está bien. Dios en su proyecto de creación ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer la atracción mutua (Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne: Génesis 2, 21-24). Pero la relación de pareja no puede quedarse en este atractivo físico.
Esta atracción física entre un muchacho y una muchacha es el primer paso. Pero luego tienen que irse conociendo bien: cómo piensan, cómo sienten, si se comprenden y respetan, sin comparten su vida, no solo los besos y caricias. Entonces nacerá el verdadero amor, cuando la otra persona llena mi vida, me hace sentir verdaderamente feliz. No sólo su físico, sino toda ella. Es cuando se está en condiciones de decidir si se quiere unir las vidas para siempre, para realizar el proyecto de Dios de que el hombre y mujer formen una familia para continuar extendiendo su amor, la fecundidad, la justicia, la felicidad y la paz por el mundo.
El matrimonio es un sacramento
El matrimonio es un sacramento, es una unión sagrada y para toda la vida (Mateo 19, 3-9), porque Dios ha querido santificarla con su gracia para que por medio de esta unión de vida y amor el mundo conozca el amor que él tiene por su pueblo. Por eso San Pablo en su carta a los Efesios 5, 21-33, exhorta a los esposos a dar testimonio con su amor del amor que existe ente Cristo y su Iglesia.
San Pablo es bien claro, y dice a los maridos: Amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla... (Ef 5, 25). Por eso el marido debe amar, respetar y cuidar a su esposa de la misma manera que Cristo ama a su Iglesia. Y Cristo la ama de tal manera, que ha entregado su vida en la cruz para que ella tenga vida. De igual modo los esposos han de desvivirse por sus esposas, entregar su vida para servirlas, por su bien, cuidado y felicidad.
Pero en la realidad parece más bien lo contrario: los esposos se sirven de las esposas; en muchos casos se convierten en sus esclavas para todas las tareas del hogar, y también a veces se convierten en las esclavas de sus suegros y cuñados. Esto sin contar los maltratos y violencias que tienen que sufrir las mujeres de sus maridos. Pareciera que se olvida que la mujer es imagen de Dios, lo mismo que el hombre (Génesis 1, 27), y que ambos tienen igual dignidad ante Dios; y que Dios los creó para ser compañeros, una sola carne. Por eso toda ofensa, maltrato o violencia a la mujer es ofensa, maltrato y violencia al mismo Dios, de quien ella es imagen. El hombre y la mujer son compañeros, llamados a unir sus vidas para crecer juntos y mejorar el mundo según el proyecto de Dios, que es su Reino de amor.
Para poner en práctica
Miramos en nuestra comunidad
a las personas que conocemos que se han casado por la Iglesia y ver si de
verdad viven este misterio de amor y vida que es el matrimonio. Si de verdad
dan testimonio del amor de Dios y de una vida según los valores cristianos.
Analizamos nuestras intenciones en relación al matrimonio. Cuando pensamos en
la pareja con la que quisiéramos compartir la vida, ¿qué es lo que buscamos en
ella? ¿Qué es lo que esperamos del matrimonio? También, para poner en práctica
nos comprometemos a vivir el noviazgo como etapa de conocimiento y preparación
al matrimonio, a valorar el matrimonio en su verdadero sentido, y ayudar a los
demás jóvenes a entender y vivir de verdad su noviazgo y su futuro matrimonio.