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MARÍA, NUESTRA MADRE

 

Objetivos

--Que los jóvenes descubran en María un modelo de creyente y fiel servidora al proyecto de Dios.

--Que los jóvenes vean en María una madre que les quiere, anima e intercede por ellos en el camino de fe, y vivan una verdadera devoción a María.

Miramos nuestra realidad

Después de haber tratado sobre los sacramentos, ahora en este tema vamos a hablar sobre María, nuestra Madre, y su importancia en nuestra fe. Comenzamos mirando nuestra realidad, para ver cómo se vive la devoción a María en nuestras comunidades y cómo la vivimos nosotros. Luego iluminaremos esa realidad para comprender el verdadero sentido de la devoción a María y las implicaciones que esta devoción tiene para nuestra vida cristiana. Para mirar nuestra realidad, por grupos dialogamos sobre las preguntas que se proponen a continuación.

1.¿Qué celebraciones a la Virgen María se hacen en nuestras comunidades?

2.¿Cómo es la participación de la gente en estas celebraciones?

3.¿Los jóvenes participan con verdadera fe en las celebraciones marianas?

4.¿Se nota algún cambio en la vida de los que siempre rezan el rosario?

Ahora ponemos en común las respuestas.

Iluminamos nuestra realidad

María ha ocupado siempre un lugar importante en la fe del pueblo cristiano católico Bajo gran cantidad de advocaciones (Madre de la Consolación, Virgen del Rosario, Virgen de dolores, Virgen del Carmen, etc.) el pueblo ha buscado en María una maternal protección y aliento en el camino de la fe. Vamos a reflexionar sobre algunos rasgos de la figura de María que pueden ayudarnos a cultivar una auténtica devoción mariana.

María, mujer sencilla, elegida de Dios (Lucas 1, 26-38)

María, como mujer de su tiempo, conocía muy bien la historia de su pueblo oprimido y también la promesa de parte de Dios de un Mesías liberador, anunciada tantas veces por los profetas. Como todas las jóvenes de Israel llevaba en sí la esperanza de su pueblo. María sobresale entre los humildes y los pobres del Señor que esperan la salvación. Su grandeza no se apoya en ningún tipo de poder, sino precisamente en su condición de mujer sencilla del pueblo; y que sólo desde esa misma sencillez sabe reconocer que Dios ha puesto sus ojos en ella y la ha escogido porque ama a los humildes.

Las leyes y la cultura Judía reconocían y favorecían al hombre más que a la mujer. Pero Dios, que no se deja dominar por las leyes ni las costumbres culturales, elige precisamente una mujer para comunicarle su plan de salvación y contar con su colaboración. Esta joven, en un acto de libertad y responsabilidad acepta la encarnación del Hijo de Dios en ella. No duda en poner su ser de mujer y todas sus energías al servicio de Dios y del Reino. Este compromiso de María afectará radicalmente su vida; habrá de asumir esta gran misión abandonándose plenamente en las manos de Dios.

En María Dios dignificó a la mujer. En ella se unen lo humano y lo divino, el cielo y la tierra. María encarna el Evangelio y hace posible el Reino, porque el Evangelio es la misma persona de Jesús y el Reino comienza con él. La mujer de hoy apoyándose en María, debe seguir tomando conciencia de su dignidad, de su valor como persona. Pero María no es sólo modelo de la mujer sino del creyente, de toda persona que desea ser fiel a Dios colaborando en el cambio de la sociedad, para hacer posible la justicia y la paz verdadera.

María, mujer de fe (Lucas 1, 39-45; 2, 41-51)

María, después de creer el anuncio del ángel y responder positivamente (Hágase en mi según tu palabra) tuvo que madurar en un camino de fe hasta la cruz de Jesús, pero que culminó en la Resurrección. María es modelo de fe.Ella es la perfecta discípula del Señor que se abra a su palabra: cuando no la comprende no la rechaza, sino que la medita y la guarda en su corazón.

A la luz de la fe de María podemos aprender a dejarnos conducir por los caminos de Dios, que a veces no podemos comprender, pero vamos encontrando la fuerza necesaria para seguir caminando sabiendo que él está presente en nuestra vida y nos guía.

Nuestra fe, como la de María es costosa, no oculta los problemas, no nos garantiza una vida fácil; al contrario nos exige no rendirnos ante el mal ni antes el fracaso; seguir creyendo en la vida aunque a nuestro alrededor veamos que domina el pecado, la violencia y la muerte. El verdadero creyente sabe que su fe lo compromete en el cambio de la sociedad, en la construcción de un mundo nuevo; pero para lograr esto tiene que hacerse discípulo, escuchar la palabra como María: no temas, María, el Señor esta contigo...

En la anunciación María se ha abandonado completamente en las manos de Dios, manifestando la obediencia de la fe. Ha respondido con toda su persona, y en esta respuesta de fe estaban su cooperación y su disponibilidad a la acción del Espíritu.

El cristiano por su fe, como María, toma la difícil decisión de entrar de manera consciente y responsable en el proyecto de liberación que Dios ha preparado para su pueblo, para colaborar en la creación de una nueva sociedad.

María, profeta de la liberación (Lucas 1, 46-56)

El Magníficat es el canto en el que María anuncia la voluntad de Dios de liberar a los pobres y profetiza sobre la misión salvadora de su hijo Jesús. María se revela en el Magníficat como una mujer que conoce perfectamente el gran proyecto de Dios, y también ha contemplado la realidad de opresión y de injusticia opuesta a ese proyecto. María sabe que su Hijo para liberar a las personas de todo mal, para anunciar una sociedad nueva, una nueva manera de vivir; y que ante todo trae la buena noticia para los pobres. Ella, como mujer profeta, se adelanta al anuncio de Jesús y en su canto de alabanza proclama que Dios no está a favor de los poderosos, sino de los humildes y oprimidos.

La actitud de María nos revela que entraren relación con Dios nos hace libres para ponernos al servicio de su plan de liberación. Por eso comprometió toda su vida en la misión liberadora de su hijo. Esta mujer pequeña y libre, apoyada en Dios, es portadora de alegría y de esperanza para todos, pero principalmente para los que sufren.

María, solidaria con los necesitados (Juan 2, 1-11)

María, al hacerse sierva del Señor, se hace también servidora de las personas. En las Bodas de Caná, María se revela como una mujer atenta a las necesidades de los demás, sensible y solidaria; que ha vivido las penalidades de los pobres y ha intervenido para solucionar sus necesidades.

María conoce las necesidades de los pobres; está presente y se adelanta para interceder. Sabe que su hijo ha venido a socorrer la desventura humana, a liberar al hombre del mal que bajo diversas formas pesa sobre su vida. María cree, se arriesga, intercede, exponiéndose incluso a la negativa de Jesús. Con esta actitud María nos enseña a estar atentos a la realidad, a ser conscientes de nuestras necesidades y problemas, analizándolos y tratando de buscar soluciones; a superar dificultades y a estar dispuestos a aceptar los riesgos que nos pueda traer el compromiso.

María, nuestra Madre (Juan 19, 25-27)

En el momento culminante del Misterio Pascual, al pie de la cruz, Jesús nos entrega a su Madre para que la recibamos como Madre nuestra. Como Madre nuestra, María está siempre atenta a nuestras necesidades, nos acompaña en el camino de la fe y constantemente nos conduce a Jesús, dando a luz a Jesús en nuestras vidas.

La devoción a María

Hay personas que acuden a los santuarios en busca de milagros, haciendo de María una semidiosa capaz de solucionar sus problemas, sin darse cuenta que están fomentando sentimentalismos religiosos que no les ayuda en nada a crecer en la fe ni al compromiso cristiano. María no es soberana sino servidora, no es meta sino camino, no es semidiosa sino la pobre de Dios, no es todopoderosa sino intercesora.

La tradición latinoamericana marcó mucho la devoción y l a veneración de María; pero poco la imitación de su vida. Hoy se quiere mantener esa devoción. Pero centrada en el Evangelio, al lado de Cristo y teniéndola a ella como modelo de nuestra fe y de nuestra vida.

María nos enseña ante todo a dar el paso de la religiosidad a la fe comprometida, a vivir el Evangelio, a construir el Reino de Dios en nuestro mundo. El verdadero culto a María debe ser entre nosotros punto de encuentro que fortalezca nuestra unión como creyentes para un compromiso eficaz con la verdad, la justicia y la paz.

Para poner en práctica

Dedicamos un rato al día para hacer una oración a nuestra Madre María, para contar siempre con su protección. Cuando participemos en los rosarios intentaremos hacerlo con sentido. Nos comprometemos a vivir los valores cristianos que María nos enseña.