|
CARTA DE AGUSTÍN
A UN JOVEN
Querido amigo:
|
|
|
|
|
Yo no fui, de joven, ni mejor ni peor que la mayoría... No
me dedicaba a abusar de la gente, pero tampoco estaba dispuesto a que
abusasen de mí...
Si acaso..., era más inquieto que la media...
Ya desde los años del colegio no me conformaba fácilmente:
quería saber qué había detrás..., que sentido tenía todo esto...
Y durante treinta años anduve de acá para allá preguntando,
mirando, comparando, sintiendo...
|
|
|
En ese tiempo supe lo que era
ambicionar una posición..., llegar a tener un porvenir asegurado..., probé
los frutos de la sensualidad y, desde luego, no he pasado a la historia de la
Iglesia como un santo ñoño...
Conocí lo que significa amar y ser amado por una mujer...,
el orgullo de ser padre..., experimenté asombrado lo profunda que puede
llegar a ser la amistad...
Con el corazón en la boca, yo pedía cada día más: más
felicidad..., más placer..., más verdad..., más..., ¡más!...
Luego llega una edad en la vida en la que te dicen: “Pues
ya no hay más... Y si quieres ser maduro,
acostúmbrate a contentarte..., a conformarte con lo que hay, a ser
realista”...
La sociedad común está llena de gente “madura”, que
saben conformarse con lo que tienen, incluido ese poquito de rebeldía que los
tiempos y el buen gusto permiten...
Yo..., decidí no conformarme... Pedí más...
Y..., en medio de una crisis general, donde no veía como
salir adelante, descubrí de una vez por todas que mi corazón había sido hecho
para recibir al Amor que hizo el amor..., y que estaría
inquieto hasta descansar en él...
Mi mujer, mi hijo, mis libros, mis amigos..., todo estaba
allí y yo lo amaba..., pero todo se quedaba manco sin Dios y
sólo con Dios tenía sentido todo: la vida y la muerte, y el amor
y la amistad y la verdad y el perdón de los enemigos y la honradez y la
pobreza...
Esa fue mi experiencia...
No es poesía..., ni ganas de cubrir el expediente...
Mentiría si lo contara de otro modo...
|
|
|
En mis libros, especialmente en las “Confesiones”,
tienes escrito de mi puño y letra
mi itinerario, qué fue lo que me pasó...
Claro que no voy a pedirte que tú...,
que eres diferente de mí..., lo repitas...
Puede ser..., (puede ser...), que tú seas de los que no le
piden más a la vida... Entonces, todo esto te parecerá un
rollo...
Pero también puede ser que lo mío te suene familiar..., que
también tú andes buscando aquí y allá, y te sientas hoy lleno de amor y
mañana de vacío...
A ti te escribo esta carta, para animarte a la inquietud...,
a que sigas buscando..., para que no te rindas todavía...,
aunque todo te invite a rendirte...,
para que seas en todos los momentos de tu vida honrado contigo mismo...
Y si no encuentras a Dios, no importa: él te encontrará a ti...
Yo sé que no es fácil, tal como están las cosas, hablar de
Dios... Para muchos, por desgracia, Dios no
es hoy una elección personal sino una costumbre...
Pero Dios es tu profundidad... No
lo huyas sin más ni más..., porque estás huyendo de tu centro...
Y si quieres estar seguro de no estar hablando contigo
mismo, de no estar haciéndote un dios a tu imagen y semejanza..., ahí está el
Dios presentado por el Jesús del Evangelio,
hombre como nosotros, con palabras como las nuestras, con un mensaje social
exigente, con una ética que no son pamplinas, Dios y hombre
con los amigos...
Probablemente luego querrás comunicar tu experiencia con otros... Y
vendrá la Iglesia, dura realidad donde a veces apenas se reconoce el Evangelio...
Pero..., ¿acaso se ha de dejar la casa grande porque
haya algunos cacharros rotos?
|
|
|
En fin..., siempre es delicado
aconsejar...
Tú vives cuando el Cristianismo lleva ya
dos mil años..., ha hecho mucho camino...,
ha habido muchos otros testigos...
De mí, solamente puedo decirte, de despedida...,
que me hizo dichoso quien me hizo...
Suerte amigo...
El que te escucha no está fuera de ti...
No somos gran cosa cada uno de nosotros, pero...,
aunque alguien opine lo contrario, fuimos creados para ser felices...
Te deseo, pues..., que haya felicidad en la obra que se
representa en el teatro de tu pecho..., pequeño teatro..., pero Dios
te mira...
Canta y anda...
|
|
|
Agustín,
el del corazón
inquieto
|
|
|
|
|
|
|
JOSÉ LUIS CORTÉS, Agustín, el del
corazón inquieto, SM, Madrid 1986
|