1. Ante todas las cosas,
queridísimos Hermanos, amemos a Dios y después al prójimo, porque estos son los
mandamientos principales que nos han sido dados.
2. He aquí lo que mandamos
que observéis quienes vivís en comunidad.
3. En primer
término ya que con este fin os habéis congregado en comunidad, vivid en la casa
unánimes tened una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios.
4.Y no poseáis nada propio, sino que todo lo tengáis
en común, y que el Superior distribuya a cada uno de vosotros el alimento y
vestido, no igualmente a todos, porque no todos sois de la misma complexión,
sino a cada uno según lo necesitare; conforme a lo que leéis en los Hechos de
los Apóstoles:: “Tenían todas las cosas en común y se repartía a cada uno según
lo necesitaba”..
5. Los que tenían algo en el
siglo, cuando entraron en la casa religiosa, pónganlo de buen grado a
disposición de la Comunidad.
6. Y los que nada tenían no
busquen en la casa religiosa lo que fuera de ella no pudieron poseer. Sin
embargo, concédase a su debilidad cuanto fuere menester, aunque su pobreza,
cuando estaban en el siglo, no les permitiera disponer ni aun de lo necesario.
Mas no por eso se consideren felices por haber encontrado el alimento y vestido
que no pudieron tener cuando estaban fuera.
7. Ni se engrían por verse
asociados a quienes fuera no se atrevían ni a acercarse; más bien eleven su
corazón y no busquen las vanidades terrenas, no sea que comiencen a ser las
Comunidades útiles para los ricos y no para los pobres, si sucede que en ellas
los ricos se hacen humildes y los pobres altivos.
8. Y quienes eran
considerados algo en el mundo no osen menospreciar a sus Hermanos que vinieron
a la santa sociedad siendo pobres. Más bien, deben gloriarse más de la
comunidad de los Hermanos pobres que de la condición de sus padres ricos. Ni se
vanaglorien por haber traído algunos bienes a la vida común, ni se
ensoberbezcan más de sus riquezas por haberlas compartido con la Comunidad que
si las disfrutaran en el siglo. Pues sucede que otros vicios incitan a ejecutar
malas acciones, la soberbia, sin embargo, se insinúa en las buenas obras para
que perezcan.. ¿Y qué aprovecha distribuir las riquezas a los pobres y hacerse
pobre, si el alma se hace más soberbia despreciando las riquezas que lo fuera
poseyéndolas?
9. Vivid, pues, todos en
unión de alma y corazón, y honrad los unos en los otros a Dios, de quien habéis
sido hechos templos.
10. Perseverad en las oraciones fijadas para horas y tiempos de
cada día.
11. En el oratorio nadie
haga sino aquello para lo que ha sido destinado, de donde le viene el nombre;
para que si acaso hubiera algunos que, teniendo tiempo, quisieran orar fuera de
las horas establecidas, no se lo impida quien pensara hacer allí otra cosa.
12. Cuando oráis a Dios con
salmos e himnos, que sienta el corazón lo que profiere la voz.
13. Y no deseéis cantar sino
aquello que está mandado que se cante; pero lo que no está escrito para ser cantado,
que no se cante.
14. Someted vuestra carne
con ayunos y abstinencias en el comer y en el beber, según la medida en que os
lo permita la salud.
Pero cuando alguno no pueda
ayunar, no por eso tome alimentos fuera de la hora de las comidas, a no ser que
se encuentre
enfermo.
15. Desde que os sentáis a
la mesa hasta que os levantéis, escuchad sin ruido ni discusiones lo que según
costumbre se os leyere, para que no sea sola la boca la que recibe el alimento,
sino que el oído sienta también hambre de la palabra de Dios.
16. Si los débiles por su
anterior régimen de vivir son tratados de manera diferente en la comida, no
debe molestar a los otros, ni parecer injusto a los que otras costumbres
hicieron más fuertes. Y éstos no consideren a aquellos más felices, porque
reciben lo que a ellos no se les da, sino más bien deben alegrarse, porque
pueden soportar lo que aquellos no pueden.
17. Y si a quienes vinieron
a la casa religiosa de una vida más delicada se les diese algún alimento,
vestido, colchón o cobertor, que no se les da a otros más fuertes y por tanto
más felices, deben pensar quienes no lo reciben cuánto descendieron aquellos de
su vida anterior en el siglo hasta ésta, aunque no hayan podido llegar a la
frugalidad de los que tienen una constitución más vigorosa. Ni deben querer
todo lo que ven que reciben de más unos pocos, no como honra, sino como
tolerancia, no vaya a ocurrir la detestable perversidad de que en la casa
religiosa, donde en cuanto pueden se hacen mortificados los ricos, se
conviertan en delicados los pobres.
18. Empero, así como los
enfermos necesitan comer menos para que no se agraven, así también después de
la enfermedad deben ser cuidados de tal modo que se restablezcan pronto, aun cuando
hubiesen venido del siglo de una humilde pobreza; como si la enfermedad
reciente les otorgase lo mismo que a los ricos su antiguo modo de vivir. Pero,
una vez reparadas las fuerzas, vuelvan a su feliz norma de vida, tanto más
adecuada a los siervos de Dios cuanto menos necesitan. Y que el placer no los
retenga, estando ya sanos, allí donde la necesidad los puso, cuando estaban
enfermos. Así, pues, créanse más ricos quienes son más fuertes en soportar la
frugalidad; porque es mejor necesitar menos que tener mucho.
19. Que no sea llamativo vuestro porte, ni procuréis agradar con
los vestidos, sino con la conducta.
20. Cuando salgáis de casa,
id juntos, cuando lleguéis adonde os dirigís, permaneced juntos
21. Al andar, al estar
parados y en todos vuestros movimientos, no hagáis nada que moleste a quienes
os ven, sino lo que sea conforme con vuestra consagración.
22. Aunque vuestros ojos se
encuentren con alguna mujer, no los fijéis en ninguna. Porque no se os prohíbe
ver a las mujeres cuando salís de casa lo que es pecado es desearlas o querer
ser deseados de ellas. Pues no sólo con el tacto y el afecto, sino también con
la mirada se provoca y nos provoca el deseo de las mujeres. No digáis que
tenéis el alma pura si son impuros vuestros ojos, pues la mirada impura es
indicio de un corazón impuro. Y cuando, aun sin decirse nada, los corazones
denuncian su impureza con miradas mutuas y, cediendo al deseo de la carne, se
deleitan con ardor recíproco, la castidad desaparece de las costumbres, aunque
los cuerpos queden libres de la violación impura.
23. Asimismo, no debe
suponer el que fija la vista en una mujer y se deleita en ser mirado por ella
que no es visto por nadie, cuando hace esto; es ciertamente visto y por quienes
no piensa él que le ven. Pero aun dado que quede oculto y no sea visto por
nadie, ¿qué hará de Aquél que le observa desde arriba y a quien nada se le
puede ocultar? ¿O se puede creer que no ve, porque lo hace con tanta mayor
paciencia cuanta más grande es su sabiduría? Tema, pues, el varón consagrado
desagradar a Aquél, para que no quiera agradar pecaminosamente a una mujer. Y
para que no desee mirar con malicia a una mujer, piense que el Señor todo lo
ve. Pues por esto se nos recomienda el temor, según está escrito: “Abominable
es ante el Señor el que fija la mirada”
24. Por lo tanto, cuando
estéis en la Iglesia y en cualquier otro lugar donde haya mujeres, guardad
mutuamente vuestra pureza; pues Dios, que habita en vosotros, os guardará
también de este modo por medio de vosotros mismos.
25. Y si observáis en alguno
de vuestros Hermanos este descaro en el mirar de que os he hablado,
advertídselo al punto para que lo que se inició no progrese, sino que se
corrija cuanto antes.
26. Pero si de nuevo,
después de esta advertencia o cualquier otro día le viereis caer en lo mismo,
el que le sorprenda delátele al momento como a una persona herida que necesita
curación; sin embargo, antes de delatarle, expóngaselo a otro o también a un
tercero, para que con la palabra de dos o tres pueda ser convencido y
sancionado con la severidad conveniente. No penséis que procedéis con mala
voluntad cuando indicáis esto. Antes bien, pensad que no seréis inocentes si,
por callaros, permitís que perezcan vuestros Hermanos, a quienes podríais
corregir indicándolo a tiempo. Porque si tu Hermano tuviese una herida en el
cuerpo que quisiera ocultar por miedo a la cura, ¿no seria cruel el silenciarlo
y caritativo el manifestarlo? Pues, ¿con cuánta mayor razón debes delatarle
para que no se corrompa más su corazón?
27. Pero, en caso de
negarlo, antes de exponérselo a los que han de tratar de convencerle, debe ser
denunciado al Superior, pensando que, corrigiéndole en secreto, puede evitarse
que llegue a conocimiento de otros. Empero, si lo negase, tráigase a los otros
ante el que disimula, para que delante de todos pueda no ya ser argüido por un
solo testigo, sino ser convencido por dos o tres. Una vez convicto, debe
cumplir el correctivo que juzgare oportuno el Superior Local o el Superior
Mayor, a quien pertenece dirimir la causa. Si rehusare cumplirlo, aun cuando él
no se vaya de por sí, sea eliminado de vuestra sociedad. No se hace esto por
espíritu de crueldad, sino de misericordia, no sea que con su nocivo contagio
pueda perder a muchos otros.
28. Y lo que he dicho en lo
referente a la mi rada obsérvese con diligencia y fidelidad en averiguar,
prohibir, indicar, convencer y castigar los demás pecados, procediendo siempre
con amor a los hombres y odio para con los vicios.
29. Ahora bien, si alguno
hubiere progresado tanto en el mal, que llegara a recibir cartas o algún regalo
de una mujer, si espontáneamente lo confiesa, perdónesele y órese por él; pero
si fuese sorprendido y convencido de su falta, sea castigado con una mayor
severidad, según el juicio del Superior Mayor o del Superior Local.
30. Tened vuestros vestidos
en un lugar común bajo el cuidado de uno o de dos o de cuantos fueren
necesarios para sacudirlos, a fin de que no se apolillen. Y así como os
alimentáis de una sola despensa, así debéis vestiros de una misma ropería. Y, a
ser posible, no seáis vosotros los que decidís qué vestidos son los
adecuados para usar en cada tiempo, ni si cada uno de vosotros recibe el mismo
que había usado o el ya usado por otro, con tal de que no se niegue a cada uno
lo que necesite. Pero si de ahí surgiesen entre vosotros disputas y
murmuraciones, quejándose alguno de haber recibido algo peor de lo que había
dejado, y se sintiese menospreciado por no recibir un vestido semejante al de
otro Hermano, juzgad de ahí cuánto os falta en el santo vestido del corazón,
cuando así contendéis por el hábito del cuerpo. Mas si se tolera por vuestra flaqueza
recibir lo mismo que dejasteis, tened, no obstante, lo que usáis, en un lugar
común bajo la custodia de los encargados.
34. No se niegue tampoco el
baño del cuerpo, cuando la necesidad lo aconseje; pero hágase sin murmuración,
siguiendo el dictamen del médico, de tal modo que, aunque el enfermo no quiera,
se haga por mandato del Superior lo que conviene para la salud. Pero si no
conviene, no se atienda a la mera satisfacción, porque a veces, aunque
perjudique, se cree que es provechoso lo que agrada.
35. Por último, si algún
siervo de Dios se queja de algún dolor latente en el cuerpo, créasele sin
dudar; empero, si no hubiese certeza de si para curar su dolencia conviene lo
que le agrada, entonces consúltese al médico.
36. No vayan a los baños o a
cualquier otro lugar adonde hubiere necesidad de ir menos de dos o tres. Y al
que necesite ir a alguna parte, no vaya con quienes él quiere, sino con quienes
manda el Superior.
37. Del cuidado de los
enfermos, de los convalecientes o de quienes, aun sin tener fiebre, padecen
algún achaque, encárguese a un Hermano para que pida de la despensa lo que cada
cual necesite.
38. Los encargados de la
despensa, de los vestidos o de los libros sirvan a sus Hermanos sin
murmuración.
39. Pídanse cada día los
libros a la hora determinada y, si alguien los pidiere fuera de la hora
señalada, no se le concedan.
40. Los vestidos y el calzado, cuando quien los pide es porque los necesita, no difieran en dárselos quienes los guardan bajo su custodia.
41. No haya disputas entre vosotros, o, de
haberlas, terminadlas cuanto antes para que el enojo no se convierta en odio y
de una paja se haga una viga, convirtiéndose el alma en homicida: pues así
leéis: “El que odia a su hermano es homicida”.
42. Cualquiera que ofenda a
otro con injuria, con ultraje o echándole en cara alguna falta, procure
remediar cuanto antes el mal que ocasionó y el ofendido perdónele sin
discusión. Pero si mutuamente se hubieran ofendido, mutuamente deben también
perdonarse la deuda, por vuestras oraciones, que cuanto más frecuentes son, con
tanta mayor sinceridad debéis hacerlas. Con todo, mejor es el que, aun
dejándose llevar con frecuencia de la ira, se apresura sin embargo a pedir
perdón al que reconoce haber injuriado, que otro que tarda en enojarse, pero se
aviene con más dificultad a pedir perdón. El que, en cambio, nunca quiere pedir
perdón o no lo pide de corazón, en vano está en la casa religiosa, aunque no
sea expulsado de allí. Por lo tanto, absteneos de proferir palabras duras con
exceso y, si alguna vez se os deslizaren, no os avergoncéis de aplicar el
remedio salido de la misma boca que produjo la herida.
43. Pero cuando la necesidad
de la disciplina os obliga a emplear palabras duras al cohibir a los menores,
si notáis que en ellas os habéis excedido en el modo, no se os exige que pidáis
perdón a los ofendidos, no sea que por guardar una excesiva humildad para con
quienes deben estaros obedientes, se debilite la autoridad del que gobierna. En
cambio, se ha de pedir perdón al Señor de todos, que conoce con cuánta
benevolencia amáis incluso a quienes quizá habéis corregido más allá de lo
justo. El amor entre vosotros no debe ser carnal, sino espiritual.
44. Obedézcase al Superior Local como a un
padre, guardándole el debido respeto para que Dios no sea ofendido en él, y
obedézcase aún más al Superior Mayor, que tiene el cuidado de todos vosotros.
45. Corresponde
principalmente al Superior Local hacer que se observen todas estas cosas y, si
alguna no lo fuere, no se transija por negligencia, sino que se cuide enmendar
y corregir. Será su deber remitir al Superior Mayor, que tiene entre vosotros
más autoridad, lo que exceda de su cometido o de su capacidad.
46. Ahora bien, el que os
preside, que no se sienta feliz por mandar con autoridad, sino por servir con
caridad. Ante vosotros, que os proceda por honor; pero ante Dios, que esté
postrado a vuestros pies por temor. Muéstrese ante todos como ejemplo de buenas
obras, corrija a los inquietos, consuele a los tímidos, reciba a los débiles,
sea paciente con todos, Observe la disciplina con agrado e infunda respeto. Y
aunque ambas cosas sean necesarias, busque más ser amado por vosotros que
temido, pensando siempre que ha de dar cuenta a Dios por vosotros.
47. De ahí que, sobre todo
obedeciendo mejor, no sólo os compadezcáis de vosotros mismos, sino también de
él; porque cuanto más elevado se halla entre vosotros, tanto mayor peligro
corre de caer.
48. Que el Señor os conceda observar todo
esto movidos por la caridad, como enamorados de la belleza espiritual, e
inflamados por el buen olor de Cristo que emana de vuestro buen trato; no como
siervos bajo la ley, sino como personas libres bajo la gracia.
49. Y para que podáis
miraros en este librito como en un espejo y no descuidéis nada por olvido,
léase una vez a la semana. Y si encontráis que cumplís lo que está escrito, dad
gracias a Dios, dador de todos los bienes. Pero si alguno de vosotros ve que
algo le falta, arrepiéntase de lo pasado, prevéngase para lo futuro, orando
para que se le perdone la deuda y no caiga en la tentación.