TRADICIONALISMO INTEGRAL.

(ver también las secciones JULIUS EVOLA y RENÉ GUENON).

 

ANANDA K. COOMARASWAMY

 


Ananda Kentish Coomaraswamy nació el 22 de agosto de 1877, en Colombo, Ceilán, como hijo de un distinguido caballero ceilandés, Sir Mutu Coomaraswamy, el primer hindú que fue llamado a la judicatura londinense, y autor de la primera traducción al inglés de un texto budista pali. Sir Mutu murió antes de que su hijo tuviera dos años de edad, y el niño fue educado en Inglaterra por su madre británica (que sobrevivió hasta 1942). Ananda Coomaraswamy no volvió a su tierra natal hasta casi un cuarto de siglo más tarde. Primeramente, fue educado en el colegio Wycliffe, en Stonehouse, Gloucestershire, y después en la Universidad de Londres. Aunque no hay duda de que el joven ceilandés sintió todas las influencias de John Ruskin y William Morris, difundidas en el despertar de los años noventa del siglo pasado, su interés más profundo estaba enfocado en la ciencia -en particular en la geología y la mineralogía. A los veintidós años, colaboró en un artículo titulado "Ceylon Rocks and Graphite" para el Quarterly Journal of the Geological Society; y a los veinticinco años, fue nombrado director de la Mineralogical Survey of Ceylon. Pocos años después, su trabajo sobre la geología de Ceilán le ganó el título de Doctor en Ciencias por la Universidad de Londres. La vida en Ceilán, abrió sus ojos a la plaga arrolladora que se abatía sobre sus artes y oficios nativos por la invasión del industrialismo occidental. Valiente e inequívocamente, el joven Coomaraswamy se convirtió en el defensor de aquellas culturas y artesanías nativas que estaban amenazadas de exterminio por la "furia proselitista" de la civilización occidental.

 Desde 1917, Coomaraswamy ha estado en el Boston Museum of Fine Arts, como miembro investigador en el arte oriental, elaborando su inmejorable departamento del arte indio; reuniendo, interpretando y exponiendo, a los conservadores del museo, la filosofía tradicional de la vida y la función del arte en la sociedad humana; demostrando que todas la expresiones significativas, ya sea en los oficios o en los juegos y otras "obras", son los diferentes dialectos y las actividades simbólicas del único lenguaje del espíritu.

 Coomaraswamy ha sido etiquetado como un experto en arte oriental: pero su "orientalismo" no tiene nada en común con el pseudo-ocultismo y el teosofismo sincretista que difunden los autodesignados profetas de esos "cultos". Ama punzar el engaño estereotipado del "misterioso" y "mistificante" oriente, y ha afirmado que podría obtenerse un informe fiel del hinduismo por un desmentimiento categórico de la mayoría de las afirmaciones (por ejemplo, sobre la "reencarnación") que se han hecho sobre él, no sólo por los eruditos europeos, sino incluso por los eruditos indios que han sido enseñados en los hábitos escépticos y evolutivos del pensamiento contemporáneo.

Su pluma es un instrumento de precisión. La fábrica tupida del tejido de su pensamiento es el modelo mismo de la denotación explícita -una virtud de la expresión escrita que se está redescubriendo hoy día. Para este erudito, la exégesis de los textos antiguos es sobre todo una indagación científica, considerada como el medio hacia una vida más abundante. Coomaraswamy no se enorgullece nunca de introducir frases de su propiedad y no hace nunca exposiciones para las que no puede citar el capítulo y el versículo. Su prosa, condensada y compacta, presenta a menudo un mosaico severo en la página impresa, que no ofrece nada a modo de incitación a los perezosos ojos contemporáneos, excepto el hecho de desafiar la atención debido a su rigurosa exactitud, semejante a la de una demostración matemática. No infrecuentemente, un material que bastaría para todo un artículo, se comprime en una nota de pie de página. En el despliegue de este intelecto "de una miríada de facetas" -desde la geología a la arqueología, y de allí a todas las artes y expresiones, desde las aspiraciones más humildes a las más altas de toda la humanidad- uno se siente tentado de encontrar un paralelo en los intereses universales de Leonardo.

 Comenzando, como hemos visto, por la geología y la mineralogía, las investigaciones de Coomaraswamy se han convertido en universales y omniabarcadoras, en un espectro que va desde la filología en una docena de lenguas a la música y la iconografía, y desde las metafísicas más antiguas a los problemas más contemporáneos de la política, la sociología, y la antropología. Este coraje es especialmente manifiesto en los ensayos de Coomaraswamy dedicados al arte. Él es hoy nuestro defensor más elocuente de la filosofía tradicional del arte -la doctrina ejemplificada en los artefactos que nos han llegado de la Edad Media y del Oriente. Esta filosofía, Coomaraswamy la ha interpretado muchas veces y con una abundancia de referencias explícitas; y en contraste con ella, ha señalado los aspectos patológicos de nuestros estetas contemporáneos, que coleccionan lo exótico y lo primitivo con la codicia de la urraca que roba trozos de cinta coloreada con los que "decorar" su nido.