ðHgeocities.com/Vienna/Opera/9845/ORO1.htmgeocities.com/Vienna/Opera/9845/ORO1.htm.delayedxµ]ÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿȰÁžahOKtext/htmlpáƒ9ahÿÿÿÿb‰.HWed, 19 Apr 2000 07:23:06 GMT\Mozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *µ]ÕJah ORO1

PRELUDIO Y PRIMERA ESCENA

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En el fondo del Rin

Verdeante amanecer, más claro hacia arriba, más oscuro hacia abajo. La altura está cubierta de ondas que fluyen constantemente de derecha a izquierda. Hacia el fondo la corriente se diluye en una húmeda niebla cada vez más tenue, que se extiende sobre el piso en penumbra, de manera que el espacio parece estar, desde el suelo hasta la altura de un hombre, totalmente libre de agua, la cual se desliza sobre el fondo nocturno como masas de nubes. Por todas partes se elevan agudos peñascos que limitan el escenario; el piso forma un tortuoso y agrietado laberinto, de manera que en ninguna parte aparece firme y despejado, y en todas direcciones permite adivinar, en las más densas tinieblas, gargantas y pasos más hondos. Describiendo círculos alrededor de un peñasco que, en el centro del escenario, se eleva con su fino pico hasta la región por donde fluye la más densa y crepuscular corriente de agua, nada con graciosos movimientos una de las hijas del Rin. Constante ondular de las aguas.

WOGLINDE da vueltas alrededor de la roca central ¡Weia! ¡Waga!

¡Onda, tú, ola, ondula a la cuna! ¡Wagala weia!

¡Wallala weiala weia!

VOZ DE WELLGUNDE desde arriba. Woglinde, ¿velas sola?

WOGLINDE. Wellgunde y yo fuéramos dos.

WELLGUNDE desciende desde la corriente alta hacia el peñasco. ¡Deja ver cómo velas!

Intenta atrapar a Woglinde.

WOGLINDE la esquiva, nadando. ¡A salvo de ti!

Las dos bromean e intentan alcanzarse jugando.

VOZ DE FLOSSHILDE desde arriba. ¡Hejala weia! ¡Salvajes hermanas!

WELLGUNDE. ¡Flosshilde, nada! Woglinde se escapa: ¡ayúdame a coger a la escurridiza!

FLOSSHILDE desciende nadando y se interpone entre las juguetonas.

¡Mal veláis el sueño del oro! Guardad mejor el lecho del durmiente; ¡si no, ambas expiaréis el juego!

Ambas nadan por separado con alegre griterío: Flosshilde intenta atrapar primero a la una, luego a la otra; las dos se le escabullen y se reúnen, finalmente, para intentar dar caza a Flosshilde de común acuerdo. Así van ligeras de roca en roca como peces, bromeando y riendo.

En el ínterin, Alberich ha aparecido por una de las oscuras grietas y ha trepado penosamente a una roca. Allí se detiene, todavía envuelto en tinieblas,y sigue el juego de las hijas del Rin con creciente placer.

ALBERICH. ¡Eh, eh! ¡Vosotras, ondinas! ¡Qué graciosas sois, pueblo deseable! De la noche de Nibelheim viniera yo de buen grado, si os inclinarais a mí.

La muchachas interrumpen su juego al oír la voz de Alberich.

WOGLINDE. ¡Eh! ¿Quién hay ala?

FLOSSHILDE. Alguien sube, y llama.

WOGLINDE. Veamos quién nos acecha.

 Se sumergen mas hondo y reconocen al nibelungo.

WOGLINDE Y WELLGUNDE. ¡Puf! ¡El asqueroso!

FLOSSHILDE, nadando ligera hacia arriba.

¡Vigilad el oro! Padre nos previno contra tal enemigo.

Las otras dos la siguen y todas se reúnen rápidamenle alrededor del peñasco central.

ALBERICH. ¡Eh, las de arriba!

LAS TRES. ¿Que quieres tú ahí abajo?

ALBERICH. ¿Estorbo vuestro luego si estoy aquí admirándolo? Si bajarais un poco, con vosotras jugara y disfrutara el nibelungo de buen grado.

WOGLINDE. ¿Quiere jugar con nosotras?

WELLGUNDE. ¿Estará burlándose?

ALBERICH. ¡Cuán luminosas y bellas brilláis entre estas inciertas luces! ¡Con cuanto agrado ciñera mi brazo el esbelto talle de una, si se deslizara propicia aquí abajo!

FLOSSHILDE. Ahora me río del miedo: ¡el enemigo esta enamorado!

Las tres ríen.

WELLGUNDE. ¡El lascivo tipejo!

WOGLINDE. ¡Dejadle que nos conozca!

Desciende hasta la punta del peñasco, a cuya base la llegado Alberich. 

ALBERICH. Ahí baja una.

WOGLINDE. ¡Ahora acércate a mi!

Alberich trepa con agilidad de duende hacia la punta del peñasco, pero deteniéndose repetidas veces.

ALBERICH, vehemente. ¡Asquerosa mica, lisa y resbaladiza! ¡Cómo me escurro! ¡Con manos y pies ni me agarro ni me sostengo en la lamida superficie! Húmedo limo me llena la nariz... ¡Maldito estornudo!

Ha conseguido acercarse a Woglinde.

WOGLINDE, riendo. ¡Estornudando se acerca la magnificencia de mi pretendiente!

ALBERICH. ¡Sé mi amante, niña-mujer!

intenta abrazarla.

WOGLINDE, evitándolo. ¡Si quieres pretenderme, preténdeme aquí!

Nada hacia otra roca más arriba. Las otras das ríen.

ALBERICH, rascándose la cabeza. ¡Oh, dolor! ¿Escapas? ¡Vuelve aquí!

Difícil me fuera lo que a ti te es tan fácil.

WOGLINDE se mueve hacia un tercer peñasco a mayor profundidad. Baja, pues, al fondo:

aquí seguro que me agarras.

ALBERICH, descendiendo ligero. ¡Mucho mejor ahí abajo! Woglinde escapa rápida hacia una roca lateral más elevada. ¡Pues ahora, hacia arriba!

WELLGUNDE Y FLOSSHILDE, riendo. ¡ja, ja, ja, ja, ja!

ALBERICH. ¿Cómo cogeré a saltos al escurridizo pez? ¡Aguarda, falsa!

Se dispone a trepar en su busca.

WELLGUNDE ha descendido hasta una roca más honda en el otro lateral

Heia, hermoso,¿no me oyes?

ALBERICH, volviéndose. ¿Me llamas a mí?

WELLGUNDE. Te aconsejaré bien: vuélvete a mí. ¡Deja a Woglinde!

ALBERICH mientras corre a trepar en dirección a Wellgunde.

Mucho más bella eres tú que esa huraña, que reluce menos y es muy escurridiza... pero bucea más hondo, si quieres serme útil.

WELLGUNDE, descendiendo un poco mas.

¿Estoy ahora cerca de ti?

ALBERICH. ¡Aún no lo bastante! ¡Los gráciles brazos anuda en torno a mi, que yo te palpe, jugando, la nuca y con cariñoso ardor me estreche a tu seno turgente!

WELLGUNDE. Si estás rijoso y ansioso de amor, déjame ver, oh, el más bello, qué tal resultas a la vista... ¡Quita allá, peludo y corcovado fatuo! ¡Negruzco, calloso, enano azufroso! ¡Búscate una amante a la que gustes!

ALBERICH intenta detenerla por la fuerza.

¡Yo no te gustaré, pero te cogeré bien fuerte!

WELLGUNDE, nadando veloz hacia el peñasco central. ¡Pues tenme, que si no, me escabullo!

WOGLINDE Y FLOSSHILDE, riendo. ¡ja, ja, ja, ja, ja!

ALBERICH, increpando a Woglinde lleno de ira.

¿Falsa criatura! ¡Frío, espinoso pez! Si no te parezco bello, gracioso y agradable, lampiño y resplandeciente..., hei, ¡haz pues el amor con anguilas, si mi piel te es repugnante!

FLOSSHILDE. ¿Qué refunfuñas, duende? ¿Ya tan desalentado? Has pretendido a dos: ¡si preguntases a la tercera, dulce consuelo te proporcionara la amorosa!

ALBERICH. Delicioso canto suena hacia mí... Qué bien que vosotras no seáis una sola: entre muchas gusto al menos a una, ¡si fuerais una, no me eligiera ninguna!... ¡Si debo creerte, deslízate, pues, abajo!

FLOSSHILDE nada hacia Alberich.

¡Qué tontas sois, estúpidas hermanas! ¿No os parece éste hermoso?

ALBERICH, acercándose a toda prisa.

Por feas y necias puedo tenerlas a ellas desde que te veo a ti, la más deliciosa!

FLOSSHILDE. ¡Oh, sigue cantando tan fina y dulcemente!... ¡Cómo seduce mis oídos!

ALBERICH, tocándola confiado.

Me tiembla, salta y golpea el corazón, pues me sonríe tan dulce lisonja.

FLOSSHILDE, rechazándolo con suavidad.

¡Cómo tu donaire alegra mis ojos! ¡Cómo me solaza el ánimo la dulzura de tu sonrisa!

Lo atrae hacia sí tiernamente.

¡Hombre dichosísimo!

ALBERICH. ¡Muchacha dulcísima!

FLOSSHILDE. Si me fueras propicio...

ALBERICH. Si te tuviera yo siempre...

FLOSSHILDE. ¡Tu punzante mirada, tu inculta barba, oh, viérala, acariciárala yo siempre! ¡Los cerdosos rizos de tu erizado cabello, oh, rodearan siempre ondulantes a Flosshilde! ¡Tu figura de sapo, el graznido de tu voz, oh, pudiera yo, embelesada y muda, sólo verla y escucharlo!

WOGLINDE Y WELLGUNDE han bajado cerca nadando, y ahora ríen. ¡ja, ja, ja, ja, ja, ja!

ALBERICH, estremeciéndose asustado. ¿Os reís de mi, malvadas?

FLOSSHILDE, apartándose de él de improviso.

¡justo al final de la canción!

Nada hacia arriba rápidamente con sus hermanas.

WOGLINDE Y WELLGUNDE, riendo. ja, ja, ja, ja, ja, ja!

ALBERICH, con voz chillona.

¡Ay! ¡Ay, desdicha! ¡Oh dolor! ¡Oh dolor! La tercera, tan amable, ¿también me engañó? ¡Desvergonzadas, taimadas, viciosa y pérfida chusma! ¿Alimentáis sólo mentiras, infiel ralea de ondinas?

LAS TRES HIJAS DEL RIN. ¡Wallala! ¡Heia! ¡Heia! ¡ja, ja! ¡Averguénzate, enano! ¡No refunfuñes ahí abajo! ¡Oye lo que te decimos! ¿Por qué tú, cobarde, no ataste a la muchacha que deseas? Fieles somos, y sin engaño, al pretendiente que nos coge... Alarga la zarpa y no temas:

¡Wallala! ¡laalaleia, leialalei! no escapamos con facilidad en la corriente. ¡Wallala! ¡Lalaleia! ¡Leialalei! ¡Heia! ¡Heia! ¡Hahei!

Nadan por separado de aquí para allá, ahora más abajo, luego más arriba,

provocando a Alberich para que intente darles caza.

ALBERICH. ¡Cómo, en los miembros, ardiente fuego me abrasa y quema! ¡Rabia y deseo, salvajes y poderosos, excitan mi animo!... ¡Aunque reís y mentís, lascivamente os deseo, y una ha de rendírseme!

Emprende la persecución haciendo un esfuerzo desesperado: con terrible agilidad trepa de peñasco en peñasco, salta del uno al otro, trata de alcanzar primero a ésta, después a aquélla de las muchachas, que siempre le esquivan con alegres gritos. Tropieza, rueda hasta el fondo y vuelve a trepar veloz, para reemprender la caza. Las ondinas descienden un poco, y casi las alcanza; pero vuelve a tropezar, y otra vez repite el intento... Alberich se detiene por fin sin aliento, echando espumarajos de rabia, y levanta el puño extendido hacia las muchachas.

ALBERICH. ¡Si cogiera a una este puño!...

Permanece así mudo de rabia, mirando hacia arriba, y en esta posición seguirá, fascinado de repente por el acontecer escénico. A través de la corriente, viniendo de arriba abajo, se ha abierto paso una claridad casta vez mas intensa, que poco a poco enciende en un punto alto del peñasco central un deslumbrador fulgor de oro; una rn4a luz áurea rompe desde aquí a través de las aguas.

WOGLINDE. ¡Mirad, hermanas! El despertador sonríe en las profundidades.

WELLGUNDE. Por entre las verdes ondas saluda al delicioso durmiente.

FLOSSHILDE. Ahora le besa sus ojos, para que los abra.

WELLGUNDE. Ved, sonríe con luminoso brillo.

WOGLINDE. ¡Por la corriente fluye su resplandeciente estrella!

LAS TRES HIJAS DEL RIN, nadando juntas graciosamente en corro alrededor del peñasco. ¡Heiajaheia! ¡Heiajaheia!¡Wallalalalala Ieiajahei! ¡Oro del Rin! ¡Oro del Rin! ¡Luminoso gozo, cómo ríes tan claro y augusto! ¡Ardiente brillo refulge de fi sagrado en las ondas! ¡lleiajahei!¡Heiajaheia! ¡Vela, amigo, vela alegre! Deliciosos juegos te ofrecemos: ¡refulge el río, centellea la corriente, giramos alrededor de tu lecho, nadando, danzando y cantando en dichoso baño! ¡Oro del Rin!¡Oro del Rin! ¡Heiaja heia! ¡Heiaja heia! ¡Wallalalalala leiajanei!

La muchachas nadan dando vueltas alrededor de la roca con un gozo cada

vez más travieso. Toda la corriente brilla con áureo fulgor.

ALBERICH, cuyos ojos, fascinados por el resplandor; están clavados en el oro.

¿Qué es eso, escurridizas, que allí así brilla y resplandece?

LAS TRES MUCHACHAS. ¿Dónde vives, pues, ignorante, que no has oído del oro del Rin?

WELLGUNDE. ¿Nada sabe el enano de los ojos del oro, que cambiante vela y duerme?

WOGLINDE. ¿De la deliciosa estrella del fondo de las aguas, que atraviesa augustamente las ondas?

LAS TRES MUCHACHAS. ¡Mira cuan felices nos deslizarnos en la claridad! ¡Si quieres, cobarde, bañarte en ella, entonces nada y disfruta con nosotras! ¡Wallala lala leia la lei! ¡Wallala lalaleia jahei!

ALBERICH. ¿Para vuestros juegos natatorios fuera útil el oro tan sólo? ¡Entonces, de poco me sirviera!

WOGLINDE. ¡No injuriara él a la áurea joya, si supiera todos sus prodigios!

WELLGUNDE. ¡La herencia del mundo ganara en propiedad quien del oro del Rin hiciera el anillo que le confiriera inmenso poder!

FLOSSHILDE. El Padre lo dijo, y nos ordenó guardar con prudencia el claro tesoro, para que ningún falso lo arrebate a la corriente: ¡callad, pues, tropa de charlatanas!

WELLGUNDE. Sagacisíma hermana, ¿acaso nos acusas? ¿No sabes, pues, a quién solo le es dado forjar el oro? WOGLINDE. Sólo quien renuncia al poder del amor, sólo quien rechaza la alegría de amar, sólo él logra el prodigio de forzar al oro a sortija.

WELLGUNDE. Bien seguras estamos y libres de preocupación, pues lo que vive quiere amar: ninguno quiere privarse del placer.

WOGLINDE. El que menos, ése, el lascivo duende: ¡quisiera consumirse de fiebre amorosa!

FLOSSHILDE. No le temo tal como lo hallé: casi me abrasó el ardor de su deseo.

WELLGUNDE. Un ascua azufrosa en el fluir de las ondas: ¡bien fuerte que silba de rabia de amor!

LAS TRES MUCHACHAS. ¡Wallala! ¡Wallaleia lala! Graciosísimo elfo, ¿no ríes tú también? ¡Cuán bello refulges en el brillo del oro! ¡Oh, ven, encantador, ríe con nosotras! ¡Heiajaheia! ¡Heiajaheia! ¡Wallalalalala leiajahei!

Nadan en la claridad subiendo y bajando, entre risas.

ALBERICH, aunque con los ojos siempre fijos en el oro, ha seguido atentamente la conversación de las hermanas.

¿La herencia del mundo por ti ganara yo en propiedad? Si no alcanzase yo amor, ¿no alcanzara con astucia placer? Terriblemente alto.

¡Burlaos, pues! ¡El nibelungo se acerca a vuestro juego!

Salta salvajemente hacia el peñasco central y trepa con espantosa celeridad hacia su punta. Las muchachas se separan chillando, y nadan en distintas direcciones.

LAS TRES HIJAS DEL RIN. ¡Heja! ¡Heja! ¡Heiajahei! ¡Salvaos! ¡El duende está rabioso! En el agua chisporrotea por donde él salta: ¡el deseo lo ha trastornado!

Riendo.

¡ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!

ALBERICH alcanza con un último salto la punta. ¿Aún no tenéis miedo?... ¡Entonces, haced ahora el amor en tinieblas, raza viscosa!

Extiende Las manos hacia el oro.

Os apago la luz, le arrebato a la roca el oro, forjaré el anillo vengador. Pues óigalo la corriente: ¡así maldigo el amor!

Arranca el oro al peñasco con espantosa violencia y corre veloz con él al fondo, donde desaparece en seguido. Densa noche se extiende de improviso por todas partes. Las muchachas se sumergen rápidamente en persecución del ladrón.

FLOSSHILDE. ¡Detened al ladrón!

WELLGUNDE. ¡Salvad el oro!

WOGLINDE Y WELLGUNDE. ¡Socorro! ¡Auxilio!

LAS TRES MUCHACHAS. ¡Dolor! ¡Dolor!

La corriente desciende con ellas hacia el fondo. Viniendo de lo mas hondo del abismo, se oye la sarcástica risa de Alberich. Los peñascos se desvanecen entre densas tinieblas; todo el escenario está invadido de arriba abajo por negras olas, que durante algún tiempo parecen descender cada vez mas. Poco a Poco las ondas se han transformado en una nubosidad que, a medido que aumenta la iluminan crepuscular, se clarea en fina niebla. Cuando la niebla, formando graciosas nubecillas, se pierde completamente por lo alto, se hace visible a La luz del amanecer un collado en las cumbres montañosas. Wotan y a su lado Fricka, ambos durmiendo, yacen en un lateral sobre el florido suelo.

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19/04/00

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