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TERCERA ESCENA

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Nibelheim

Viniendo de una galería lateral, Alberich trae agarrado por las orejas al chillón Mime.

ALBERICH. ¡je, je! ~e, je! ¡Para acá! ¡Para acá! ¡Pérfido enano! ¡Vas a ver cómo te pellizco de firme si no acabas ahora, como la encargué, La fina joya!

MIME, aullando. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Au! ¡Suéltame! Acabada está tal como ordenaste, con esfuerzo y sudor está ajustada: ¡quítame, pues,

Chillan.

las unas de las orejas! Alberich. ¿Por qué vacilas entonces, y no la enseñas? Mime. Yo, pobre de mí, temía que aun faltara algo.

ALBERICH. ¿Qué no estuviera aún acabado? Mime. Aquí... y allá...

ALBERICH. ¿Cómo aquí y allá? ¡Acá la joya!

Quiere agarrarle de nuevo por las orejas; del susto, Mime deja caer un tejido de malla metálica que sostenía convulsamente en las manos. Alberich lo recoge ligero y lo examina detenidamente.

¡Mira, bribón! Todo forjado y encajado en su sitio como lo ordené. ¿Así quería engañarme taimadamente el necio? ¿Quedarse con la magnífica joya que mi astucia le enseñó a forjar? ¿Te conozco, estúpido ladrón?

Se pone ¿a malla en la cabeza cono Tarnhelm.

El yelmo se ajusta a la cabeza: ¿se mostrará también el encanto?

En voz muy baja.

¡Noche y niebla..., nadie igual!

Su figura desaparece; en su lugar se advierte una columna de niebla.

¿Me ves, hermano?

MIME mira alrededor, asombrado.

¿Dónde estás? No te veo.

ALBERICH, invisible.

¡Entonces, siénteme, miserable perezoso! ¡Toma esto por tus veleidades de robo!

MIME se encoge bajo una lluvia de latigazos, cuyo restallar se percibe sin que sea visible el látigo.

¡Ay! ¡Ay! ¡Au! ¡Au! ¡Au!

ALBERICH, riendo invisible.

Ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Gracias, necio! ¡Tu obra da buen resultado! ¡Hoho! ¡Hoho! ¡Nibelungos todos, inclinaos ahora ante Alberich! En todas partes estará él ahora, para vigilaros; descanso y reposo desaparecieron para vosotros; tendréis que producir para él: ¡donde no le veáis, donde no lo advirtáis, allí estará él esperándoos! ¡Súbditos le seréis para siempre!

Chillón.

¡Hoho! ¡Hoho! ¡Oídle, él se acerca: el señor de los nibelungos!

La columna de niebla des~arece por el foro: se oye cada vez más lejos la furiosa llegada de Alberich entre los enanos. Mime se retuerce de dolor, tendido

en el suelo. Wolan y Loge se dejan caer desde un Pasadizo.

LOGE. He aquí Nibelheim. A través de la pálida niebla, ¿por qué centellean allí ígneas chispas?

MIME, en el suelo.

¡Au! ¡Au! ¡Au!

WOTAN. Aquí se quejan en voz alta:

¿qué yace en las rocas?

LOGE, inclinándose sobre Mime. ¿Qué portentos lloriqueas aquí?

MIME. ¡Ay, ay!

¡Au! ¡Au!

LOGE. ¡Vamos, Mime! ¡Animoso enano! ¿Qué te oprime tanto y aflige así?

MIME. ¡Déjame en paz!

LOGE. Eso haré, por supuesto, y aún más: ¡escucha! Quiero ayudarte, Mime.

Lo pone trabajosamente de pie.

MIME. ¿Quién me ayudara? Tengo que obedecer a mi hermano, que me tiene atado.

LOGE. ¿Atarte a ti, Mime? ¿Qué le dio el poder?

MIME. Con pérfida astucia Alberich se hizo del oro del Rin una amarilla sortija: ante su poderosa magia todos temblarnos asombrados; con ella nos domina a todos, al nocturno ejército de los nibelungos.. Herreros sin preocupaciones, otrora forjábamos contentos adornos para nuestras mujeres, deliciosas joyas, lindas baratijas de los nibelungos; alegres nos reíamos del esfuerzo... Ahora el malvado nos obliga a deslizarnos en los abismos, a trabajar siempre para él solo. Mediante el oro del anillo su codicia descubre dónde se ocultan nuevos filones en las minas: allí tenemos que buscar, rastrear y cavar, fundir el botín y forjar el metal, para, sin descanso ni reposo, acumularle al señor el tesoro.

LOGE. ¿Así que a ti, perezoso, te alcanzó su cólera?

MIME. A mi, el más desgraciado, ¡ay!, a mí me obligó a lo peor. Un yelmo forjado me mandó soldar; ordenó exactamente cómo ajustarlo. Sagaz, bien advertí que alguna poderosa fuerza le era propia a la obra que yo tejía con metal; por esto para mí quise guardar el yelmo, para librarme por su magia del yugo de Alberich: quizá..., sí, quizá incluso vencer en astucia al tirano, someterlo a mi poder, arrebatarle el anillo, para que, como ahora yo esclavo del audaz,

Chillón.

entonces él mismo lo fuera de mí, el libre!

LOGE. ¿Por qué, astuto, no te dio resultado?

MIME. Ay, yo hice la obra, pero la magia que la encantaba, la magia no supe descubrirla: el que me indicó la obra y me la arrebató, ése me enseñó ahora - por desgracia demasiado tarde- qué astucia yacía en el yelmo. Desapareció de mi vista; pero su callosa mano golpeó invisible al ciego.

Hipando y sollozando.

¡Este es el pago que, necio, me di a mí mismo!

Se rasca la espalda. Wotan y Loge ríen.

LOGE a Wotan.

Admite que no será fácil la captura.

WOTAN. ¡Pero el enemigo caerá, si tu astucia ayuda!

MIME observa a los dioses con mayor atención.

Tanto preguntar... ¿Quiénes sois, extranjeros?

LOGE. Amigos tuyos; ¡de su desdicha libraremos nosotros al pueblo de los nibelungos!

MIME se sobresalta, Pues oye que Alberich se acerca de nuevo.

Poneos en guardia. Alberich se acerca.

Corre de aquí para allá lleno de miedo.

WOTAN, sentándose con tranquilidad en una piedra.

Aquí le aguardaremos.

Alberich, que se ha quitado de la cabeza el Tarnhelm y lo ha colgado del cinto, viene empujando delante de sí a golpes de látigo, desde los pasadizos más profundos, un tropel de nibelungos: éstos están cargados con joyas de oro y plata que, bajo el permanente apremio de Alberich, amontonan en forma de tesoro.

ALBERICH. ¡Por acá! Hacia allá! ¡je, je! ¡Hoho! ¡Ejército de holgazanes! ¡Apilad ahí en un montón el tesoro! ¡Tú, allí, arriba! ¿Quieres tú avanzar? ¡Pueblo miserable! ¡Abajo las joyas! ¿Tendré que ayudaros? ¡Todo aquí!

De repente descubre a Wotan y Loge.

¡Eh! ¿Quién hay allí? ¿Quién entró aquí? ¡Mime, a mi lado! ¡Roñoso traidor! ¿Estuviste parloteando con ese par de vagabundos? ¡Fuera de aquí, haragán! ¿Querrás forjar y producir igualmente?

Empuja a Mime a latigazos al montón de nibelungos.

¡Vamos, al trabajo! ¡Fuera de aquí todos! ¡Abajo, de prisa! ¡Extraedme el oro de los nuevos pozos! ¡El látigo os acariciará si no caváis ligeros! Mime me garantiza que ninguno estará ocioso; ¡si no, difícilmente se esconderá a los golpes de mi látigo! ¡Que estoy en todas partes, donde nadie me imagina, él lo sabe, me parece, muy bien!... ¿Todavía vaciláis? ¿Todavía esperáis?...

Extrae de su dedo el anillo, lo besa y lo tiende amenazadoramente.

¡Teme y tiembla, domesticado ejército! ¡Obedeced prestos a' anillo del señor!

Entre gritos y gemidos se dispersan los nibelungos - entre ellos Mime- y se deslizan en todas direcciones en las minas.

ALBERICH observa larga y desconfiadamente a Wotan y a Loge.

¿Qué queréis aquí?

WOTAN. Del nocturno país de Nibelheim oímos recientes gestas; magníficos prodigios obrara aquí Alberich; para deleitarnos con ellos, a nosotros, viajeros, nos trajo aquí el deseo.

ALBERICH. A Nibelheim os guía la envidia: ¡conozco bien, creedme, a tan atrevidos viajeros!

LOGE. ¿Me conoces bien, simplísimo duende? Dime, pues: ¿quién soy, para que así ladres? En el frío agujero donde te ovillabas, ¿quién te diera luz y cálidas llamas, si Loge jamás te sonriera? ¿Para qué te sirviera tu forjar, si yo no te calentara la fragua? Primo tuyo soy, y fui tu amigo: ¡por eso no me parece muy fina tu gratitud!

ALBERICH. ¿A los elfos de la luz sonríe ahora Loge, el astuto bribón? Si tú, falso, res su amigo como amigo fuiste un día para mí, ja, ja, me alegra!... Entonces nada temo de ellos.

LOGE. Creo así que puedes confiar en mí.

ALBERICH. ¡En tu infidelidad confío, no en tu fidelidad! Además, tranquilo os desafío a todos vosotros.

LOGE. Sumo valor te presta tu poder; ¡terriblemente grande creció tu fuerza!

ALBERICH. ¿Ves el tesoro que mi ejército me ha amontonado ahí?

LOGE. Nunca vi otro tan envidiable.

ALBERICH. Esto es sólo por hoy, un miserable montoncillo. Audaz y poderosamente debe ser aumentado en lo sucesivo.

WOTAN. ¿Pero para qué te servirá el tesoro, si Nibelheim carece de alegría y nada se compra aquí con riquezas?

ALBERICH. Para producir riquezas, y para guardarlas, me sirve la noche de Nibelheim. Pero con el tesoro amontonado en la gruta pienso obrar después prodigios: ¡el entero mundo ganaré con él para mí en propiedad!

WOTAN. ¿Cómo comenzarás eso, benévolo enano?.

ALBERICH. A los que entre amables brisas allí arriba vivís, reís y amáis...: ¡con áureo puño os cogeré a todos vosotros, los divinos! ¡Como yo he rechazado el amor, todo lo que vive debe renunciar a él! ¡Con oro atraídos, sólo debéis codiciar aun oro! En las deliciosas alturas, en las dichosas brisas os mecéis; ¡al elfo negro despreciáis, eternos gozadores! ¡Tened cuidado! ¡Tened cuidado! ¡Pues si vosotros, los hombres, servís primero a mi poder, a vuestras hermosas mujeres, que rechazan mis pretensiones, para su placer las obligará el enano, aunque no le sonría el amor!...

Riendo salvajemente.

ja, ja, ja, ja! ¿Habéis oído? ¡Guardaos! ¡Guardaos del nocturno ejército, si el tesoro del nibelungo sale a la luz desde las sombrías profundidades!

WOTAN, poniéndose de pie, encolerizado.

¡Muere, fatuo criminal!

ALBERICH. ¿Qué dice ése?

LOGE, interponiéndose.

¡No pierdas la cabeza!... ¿Quién no se maravillara, si supiera la obra de Alberich? Si tu magnífica astucia te consigue lo que pretendes con el tesoro, tendré que alabarte como el más poderoso: pues la luna y las estrellas y el sol resplandeciente tampoco podrán otramente, tendrán que servirte... Pero... ante todo considero importante que los amontonadores del tesoro, el ejército de los nibelungos, se dobleguen ante ti sin envidia. Tocaste atrevidamente una sortija, ante ella tembló de miedo tu pueblo...: pero si durante el sueño se te acercara cautelosamente un ladrón, te quitaría el anillo con maña. ¿Cómo te defenderías entonces, sabio?

ALBERICH. Loge se cree el más astuto, piensa siempre que los demás son tontos: ¡que yo necesitara de su consejo y servicio, para agradecérselos caros, con agrado oyera eso ahora el ladrón! El yelmo ocultador yo mismo lo inventé: el más cuidadoso herrero, Mime, tuvo que forjármelo: para llevarme veloz, para mudarme la figura segur mi deseo, sirve el yelmo. Nadie me ve cuando me busca, pero estoy en cualquier parte, oculto a la mirada. ¡Así, sin cuidado, estoy incluso a salvo de fi, amable y preocupado amigo!

LOGE. He visto mucho, he encontrado rarezas; pero tal prodigio jamás lo eché de ver. Esa obra sin igual, no puedo creerla; si esto fuera posible, ¡entonces tu poder perdurara eternamente!

ALBERICH. ¿Piensas que yo miento y fanfarroneo como Loge?

LOGE. Hasta que no lo compruebe, dudaré de tu palabra, enano.

ALBERICH. ¡Ante la inteligencia el idiota se hincha hasta reventar! ¡Ahora te atormenta la envidia! De acuerdo, ¿en qué figura debo aparecer de improviso ante fi?

LOGE. Con la que quieras; ¡hazme enmudecer de estupor!

ALBERICH se pone el yelmo.

¡Serpiente gigante repte enroscándose!

Desaparece inmediatamente. En su lugar repta por el suelo una monstruosa y gigantesca serpiente, que se endereza y alarga las abiertas fauces hacia Wotan y Loge.

LOGE simula estar transido de miedo.

¡Ay! ¡Ay! ¡Terrible serpiente, no me devores! Perdona a Loge la vida! Wotan. Ja, ja, ja! Ja, ja, ja! Bien,Alberich! Bien, malvado! Cuán deprisa creció el enano a reptil gigante! La serpiente desaparece; inmediatamente se hace visible en su lugar Alberich, de nuevo en su verdadera figura.

ALBERICH. Je, je! ¡Listos! ¿Me creéis ahora?

LOGE con voz temblona.

¡Mi temblor te lo demuestra! En una gran serpiente te convertiste en seguida: porque lo he visto, creo ahora en el prodigio. Mas, al igual que creciste, ¿puedes hacerte también pequeño e insignificante? Lo más inteligente me pareciera esto, para escapar astutamente a peligros: ¡pero lo considero demasiado difícil!

ALBERICH. ¡Demasiado difícil para ti, porque eres demasiado tonto! ¿Cuán pequeño debo ser?

LOGE. Tanto que te contenga la mínima rendija donde se oculta, medroso, el sapo.

ALBERICH. ¡Bah, nada más fácil! ¡Mira aquí!

Se pone el yelmo.

Giboso y gris, arrástrate, sapo.

Desaparece: los dioses descubren entre las piedras un sapo que se arrastra hacia ellos.

LOGE a Wotan.

¡Allí, el sapo! ¡Atrápalo, rápido!

WOTAN pone su pie encima del sapo: Loge lo agarra por la cabeza y sostiene en la mano el Tarnhelm.

ALBERICH. ¡Ay! ¡Maldición! ¡Estoy atrapado!

LOGE. Sujétalo bien, hasta que lo ate.

Alberich ha vuelto a hacerse visible de repente en su verdadera figura, como si se debatiera bajo el pie de Wotan. Loge le ata los pies y las manos con una tira de piel.

LOGE. ¡Ahora, de prisa hacia arriba! ¡Allí será nuestro!

Ambos cogen al maniatado, que intenta defenderse furiosamente, y lo arrastran con ellos hasta la sima por la que bajaron. Desaparecen allí, ahora subiendo. La escena se transforma como antes, pero en sentido inverso. La mutación pasa de nuevo por las fraguas y luego continúa hacia arriba.


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