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19/04/00

Historia de Tristán e Isolda

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Eliza Wille

Cuando todavía estaba en proceso el "desarreglo vecinal" (como más tarde Wagner calificó benévolo los tempestuosos días del año 1858), la composición de Tristán e Isolda progresó considerablemente. Desde principios de febrero hasta el 3 de abril de 1858 había trabajado en la partitura orquestal del primer acto. El 4 de mayo empezó a componer el segundo acto. Es increíble: en sólo siete semanas concluyó este, uno de los actos de ópera más largos del repertorio universal. Y debieron ser siete semanas en las que no pudo haber habido paz exterior y menos aún interior.

El 5 de Julio comenzó con el esbozo orquestal de este acto que ya no pudo concluir en Zurich. El 15 de julio Minna regresó de su temporario alejamiento, "una cura de reposo". El 21 de julio Hans y Cosima von Bülow, desde hacía unos días en la ciudad, se alojaron en la casa de Wagner. También fue de visita Marie d'Agoult, la madre de Cosima, y amante de Liszt en otros tiempos. Y, cuando a algunos más se sumó el alumno de Liszt, Karl Klindworth, animaron los últimos días en el "asilo" excitantes veladas musicales. Wagner presentó a sus huéspedes El Oro del Rin y La Valquiria, cantó partes enteras con su voz no hermosa, pero expresiva y que caracterizaba con agudeza, y Klindworth tocó de manera "sublime" de la partitura manuscrita. A mediados de agosto la casa quedó vacía. Seria por largo tiempo el último hogar que Wagner había tenido a su disposición como refugio.

"Sin lágrimas", como él mismo informa, la abandonó el 17 de agosto. El 6dejulio ya había redactado una larga carta de despedida a Mathilde. A partir de ese momento le esperaban nuevas etapas en su vida, una vida inestable, un descenso casi inimaginable a los abismos cada vez más profundos de la soledad, de la indigencia y por última de la desesperanza. Sin embargo, las dos obras que salvó de su ruina dieron a su existencia una continuidad no subestimable: ElAnillo del Nibelungo, obra de la que ya tenía concluidas las dos terceras partes, y Tristán e Isolda, cuyo segundo acto debía desarrollarse en base al boceto de la composición y cuyo tercer acto estaba por componerse. Estos propósitos vuelven a renovar su coraje, su energía y voluntad de vivir. Era de aquellos que no se entregan hasta haber realizado su cometido, el cometido en su totalidad.

Durante algunos días lo demoraron en Ginebra por problemas de pasaporte, luego prosiguió su viaje por Lausana, el Simplón, el Lago Mayor y Milán rumbo a Venecia adonde llegó el 29 de agosto de 1858. Arrendó para él solo el viejo Palazzo Giustiniani, junto al Gran Canal. Enseguida mandó empapelar a nuevo sus aposentos. Para él siempre tuvo más importancia el revestimiento de pisos y muros que el mobiliario y no pocas veces se dejó arrastrar al más increíble de los despilfarros. Su buen amigo Otto Wesendonk pagaba todo y seguramente esa vez no lo haría a disgusto. Sus primeros días en Venecia los empleó para ver los alrededores. El 30 de setiembre le informaba a su buena amiga Eliza Wille, residente en Meilen junto al Lago de Zurich: "...Todavía no vivo aquí una vida cabal, de ella no podrá hablarse sino cuando haya vuelto a poner manos a la obra. ¡El piano no me ha llegado aún! Por consiguiente tendrá que contentarse usted con la descripción del terreno, en el cual tuve que resignarme a vivir. ¿No me escribió usted que conocía esta región? Mi palacio se encuentra aproximadamente a mitad del camino de la Piazzetta a Rialto, cerca del recodo que describe aquí el Canal y hace más abrupto el vecino palacio Foscar (en el presente un cuartel); oblicuamente, tengo enfrente el palacio Grassi... Mi casero es un austríaco que debido a mi nombre famoso, me acogió con gran entusiasmo y se muestra muy servicial en todo (él es asimismo, la causa de que mi llegada fuera anunciada enseguida en los periódicos). Usted ha leído, que mi presencia aquí se consideró como una jugada política para introducirme en Alemania a través de Austria, con tiento, mediante artimañas..."

Durante toda su estada en Venecia, la policía no dejó de observarlo si bien siempre a respetuosa distancia. Seguía siendo aún un fugitivo político, perseguido por las autoridades alemanas por vía de requisitoria. Su situación en la Venecia austríaca no era muy segura. Sin embargo, bien pudo haber alegado que por el momento Viena tenía cosas más importantes que hacer en sus posesiones del norte de Italia: Lombardia y Venecia, que complicarle la vida a un fugitivo sajón.

Llegó el piano de cola Erard y fue colocado en el "gran salón" cuyo cielo raso ostentaba un "fresco pasable". Además la estancia tenía un "espléndido piso de mosaicos" y una soberbia acústica", la deseada para el piano. El 15 de octubre Wagner reanudó su trabajo en el esbozo orquestal del segundo acto del Tristán. Le dedicaba las mañanas. "...Alrededor de las cinco es llamado el gondolero, pues donde vivo es menester cruzar el agua para llegar hasta mi (lo cual me asegura un agradable aislamiento). Pero por las angostas callejuelas a derecha e izquierda, aunque (como usted sabe) 'sempre dritto` se va a la Plaza de San Marcos, al restaurante donde por regla me encuentro con Ritter. De allí, sempre dritto, en la góndola hacia el Lido o el Giardino pubblico, donde de ordinario doy mi pequeño paseo para regresar luego a la Piazzetta en góndola y caminar otro poco de un lado a otro, tomar mi vaso de helado en el Café de la Rotunde y dirigirme entonces al traghetto que me lleva por el melancólico canal, envuelto en las primeras sombras de la noche, de vuelta a mi palacio, donde a las ocho me espera la lámpara encendida...

Como se ve, una vida bastante cómoda, nada comparable a las miserias sufridas por las corrientes de fugitivos del siglo XX. Sus pretensiones de vida eran bastante exageradas, y casi siempre sabía procurarse los medios necesarios para satisfacerlas. Resulta obvio pues, que a corto plazo y en cada lugar donde se asentaba lo apremiaran, lo agobiaran las deudas en vertiginoso aumento. Sin embargo, siempre encontraba amigos que no lo dejaban hundirse, y cuando estos ya no podían prestar su ayuda, la mayoría de las veces aparecía en el campo de lo posible un salvador cambio de lugar. La cosa sólo se tornaba peligrosa cuando los acreedores amenazaban con la prisión por deudas, un castigo aplicado en muchos países en aquel entonces. La posteridad debe tener a honra a los amigos de Wagner que lo liberaron del apremio de procurarse el diario sustento. ¡Qué importan las deudas de dinero en comparación con la maravilla de un Tristán, un El Anillo del Nibelungo que sólo pudieron materializarse sobre esa base!

Por cierto, le gustaba dramatizar su vida. "Aquí se está concluyendo el Tristán, a porfía de todas las furias del mundo. Si regreso entonces, podré verte, consolarte, hacerte feliz con él!" anota el 3 de setiembre en el diario que lleva para Mathilde. Las "furias del mundo" hablan sido las escenas de celos que le hiciera una esposa humillada y engañada a menudo. En aquel momento todavía no sabía que, a pesar de haber concluido Tristán, no le estaría permitido volver a la vecindad y a los brazos de Mathilde, probablemente tampoco quisiera saberlo o barruntarlo. Y menos aún que no seria necesario "consolarla" ni "hacerla feliz" pues de eso se había encargado Otto Wesendonk. El matrimonio se esforzó en mantener la amistad con Wagner durante largos años, y ese empeño se manifestaba en ocasionales reuniones, como en su continua y generosa ayuda material. Sin embargo, había quedado roto el hechizo de las incontables horas de íntima familiaridad, de esa suprema compenetración artística y humana, y ya no podrían volver a conjurarlo. Hay situaciones que son únicas, irrepetibles. Lo que Wagner vivió al lado de Mathilde fue lo bastante intenso como para mantener latente la inspiración y lograr Tristán e Isolda, aún más allá de la separación, hasta la conclusión de esta obra única. ¡GSM! ¡Bendita sea Mathilde!

Para Minna, el "asilo" tuvo un desenlace peor. "Desgraciado el hombre que está destinado a ser yunque en lugar de martillo" escribió Manuel de Falla (en La Vida Breve). Minna fue un yunque. Toda mujer que se acercó al compositor fue un yunque, con excepción de Cosima, pero para entonces Wagner no levantaba ya un martillo tan pesado, tenía más anos, se habla tornado más sereno y hasta más sabio. En cambio, para Minna los martillazos fueron muy dolorosos, si bien - como toda mujer celosa- no responsabilizó por ellos a las "furias del mundo" ni a su marido, sino a la rival. Antes de su divorcio le escribe una carta notable no sólo por la ausencia de casi todas las comas: "Distinguida señora: Antes de mi partida y con el corazón sangrante quiero decirle que logró usted separar de mía mi esposo después de casi veintidós años de matrimonio. Que este noble acto contribuya a su tranquilidad, a su felicidad..."

Una enfermedad le impidió a Wagner continuar su trabajo en Venecia. Debió guardar cama casi todo el mes de noviembre de 1858. Aprovechó ese tiempo para leer mucho, otra vez a Schopenhauer, el autor capaz de mantener la disposición de ánimo que le era menester para el Tristán. El 8 de diciembre agrega algunas páginas nuevas al diario para Mathilde que ya abarca centenas. Después de un informe final sobre su enfermedad, dice: "...Desde ayer he vuelto a dedicarme a Tristán. Todavía no he pasado del segundo acto. Pero ¡qué música será ésta! Podría trabajar toda mi vida sólo en esta música. ¡Oh, se hace profunda y bella, y cómo se ajustan al sentido las más sublimes maravillas! Hasta ahora nunca he realizado nada igual, pero yo también me consumo por entero en esta música. Ya no quiero oír nada respecto a cuando quedará terminada. Vivo en ella eternamente..." El 22 de diciembre anota para Mathilde: "...Desde hace tres días le estoy dando vueltas al pasaje ´Wen du umfangen, wem du gelacht´ e 'In deinen Annen dir geweiht', etc. Perdí el hilo por largo tiempo y no volví a encontrar el recuerdo preciso en la ejecución. Me provocó un serio descontento. No pude seguir adelante. De pronto el duendecillo se me mostró como musa propicia. En un abrir y cerrar de ojos el pasaje me resultó claro; me senté al piano y lo escribí tan rápidamente como silo hubiera sabido de memoria desde hacia mucho. Quien sea estricto encontrará en esto algo de reminiscencia: allí trasguearon los "Sueños" (El poema de Mathilde, puesto en música por Wagner). ¡Tú habrás de perdonarme! ¡Amada! ¡No, jamás te arrepientas de amarme! ¡Es celestial!" Cosas parecidas le habrá musitado a Mathilde en los momentos pasados en el "asilo".

Alborea el nuevo año 1850. El 1º de enero Wagner hace otra entrada en el diario, cuyo texto es "tristanesco": "¡No! ¡Jamás te arrepientas de esas caricias con las que adornaste mi vida mezquina! ¡No conocía esas flores deliciosas, brotadas del purismo suelo del más noble amor! Lo que soñé como poeta debía hacerse realidad para mi de tan maravillosa manera; sobre el suelo vil de mi terrenal existencia, debía caer alguna vez ese rocío de goce vivificante y transfigurador. Nunca lo esperé y de pronto es como si siempre lo hubiera sabido. Ahora estoy ennoblecido, he recibido el más excelso espaldarazo. En Tu corazón, a Tus ojos, por Tus labios fui separado del mundo. Toda pulgada en mi es ahora libre y noble. Como con santo temor ante mi magnificencia, tengo plena conciencia de haber sido amado por ti en tan total abundancia, con tan dulce ternura y sin embargo, tan íntimamente casta. ¡Ah, todavía aspiro el hechizante perfume de esas flores que me trajiste de tu corazón: no eran brotes de la vida; así huelen las flores maravillosas de la muerte celestial, de la vida de la eternidad..."

Pero ya al día siguiente, el 2 de enero de 1859, escribe de manera bien distinta. En una carta a Franz Liszt toca las cosas prosaicas de la vida: "...No puedo aceptar un puesto ni nada que se le iguale, ni lo haré jamás.... Lo que pretendo, en cambio, es la fijación de una pensión decorosa y sustancial, con el único y solo propósito de poder crear mis obras de arte tranquilo, en completa independencia de los triunfos exteriores..." Liszt, quien junto a sus otros amigos y bienhechores, se preocupaba por lograr una amnistía política que posibilitara su regreso a Alemania, vino a enterarse por esta carta que eso de ninguna manera representaba una meta primordial para el "fugitivo". ¿Qué podía hacer en Alemania en ese momento? No quería un puesto de director de orquesta, ni siquiera en una corte, donde las condiciones de trabajo hubieran coincidido ampliamente con sus deseos. No tenía obras nuevas que ofrecer. Las óperas anteriores "ya se dan por todas partes" (como le escribía a Minna); en tanto, Tristán y El Anillo del Nibelungo estaban aún bastante lejos de su conclusión. No, lo que Wagner necesitaba y aspiraba era exactamente lo que ponía en conocimiento de su gran amigo: una renta, una donación permanente que le viniera de parte de alguien encumbrado o acaudalado, sin obligación alguna de restitución de su parte.

En ese momento, disfrutaba una situación como la precitada. El amante romántico del "asilo" zuriqués, se convirtió en artista del Renacimiento, alojado en un palazzo veneciano. Mantenido con largueza por un mecenas - lejano por añadidura- determinaba su labor creadora a su antojo. Sin embargo, en su vida nada es durable. Sus astros parecen señalar hacia circunstancias que cambian repentina y fundamentalmente. El idilio veneciano se aproxima a su fin: el 1º de febrero de 1859, las autoridades disponen la expulsión del forastero. Pero un Richard Wagner ya no iba a dejar que lo echaran sin más ni más. Personajes bien dispuestos hacia él, a los que acudió en procura de ayuda, solicitaron un aplazamiento, y el gobernador general austríaco en la Alta Italia, accedió de buen grado. Era tan luego el archiduque Maximiliano, uno de esos Habsburgo con inclinaciones por las artes, para quien tan a menudo Estas y sobre todo la música, tenían prioridad a la política del día (poco más tarde, Napoleón III lo iba a entronizar como emperador de México por egoístas intereses políticos. En ese país le esperaría la resistencia de los patriotas y la muerte por fusilamiento).

El 9 de marzo de 1859, Wagner concluyó la instrumentación del segundo acto de Tristán. Al día siguiente se lo comunicó a Mathilde: "...Por fin, ayer he terminado con mi segundo acto, el gran problema (musical) tan grave para todos y lo sé resuelto, como ninguno. Es la coronación de mi arte hasta aquí..." Una semana más tarde quedó concluida también la partitura del segundo acto; así vino al mundo una pieza de música sublime, única en su género, un arrollador torrente de música, detrás de cuyas corrientes románticas ya no se palpa la estructura, la construcción consciente de la obra. Tal vez, la característica más grandiosa de la música de este nacido en Géminis sea que, de acuerdo con su signo zodiacal, pueda ser maestro en dos extremos: sobre su música extática, que fluye como en un sueño, siempre rigen una sólida comprensión del arte, una preponderante disposición de la forma y una firme capacidad de construcción que doblega todos los excesos efectivos.

El horizonte político se oscurece. Al menos, así lo ve Wagner, cuya paz peligra. Aquí también vuelve a estar en oposición natural a su rival italiano Verdi, que en la jubilosa excitación del aire matinal empieza a adivinar la libertad y la unidad de su amada patria. En verdad, su manera de pensar y sentir no es tan distinta como suelen verla sus adeptos o hasta sus enemigos. ¡Si estos titanes hubieran podido cambiar impresiones una única vez! El movimiento de independencia de Italia, el "Risorgimento", gana día a día en fuerza e ímpetu, amenaza el dominio austríaco en Lombardia y en el Véneto, donde la potencia invasora refuerza las medidas de seguridad. El momento de la partida de Wagner ya es inaplazable. Y no le pesa demasiado. El, persona amante del sol y del calor, ha pasado el invierno en latitudes más gratas que la inhóspita Zurich en esa estación, y a la sazón, al norte de los Alpes ya se anuncia la primavera, a la que tanto ama. En consecuencia, el 25 de marzo de 1859 abandona Venecia, pasa un día en Milán que aprovecha para asistir a una función en La Scala y se lleva la impresión más desfavorable de la situación de la ópera en Italia (como la que ya tenía Verdi desde hacia mucho, al extremo que por años se había negado firmemente a confiar al teatro de su país la representación de sus nuevas óperas).

A través de Como, ingresa en Suiza donde vuelve a alojarse cómodamente en el hotel "Schweizerhof" de Lucerna. Al cabo de cuatro días vive el momento tan ansiado: vuelve a ver a Mathilde. "Ciertamente, el tiempo provoca muchos cambios..." Difícilmente, podría describirse mejor el suceso que con esta frase del couplet de Nestroy. Poco después llega su piano desde Venecia y Wagner puede empezar a trabajar en la última parte de su Tristán. El tercer acto es compuesto en su totalidad en una habitación de hotel, pero aquí también Wagner tiene la suerte de quedar al margen de los problemas materiales y las perturbadoras "furias del mundo". El compositor prevé que su trabajo se encauzará por pautas menos difíciles ya que descarta la posibilidad de "creaciones totalmente nuevas": "Tengo bien en claro que jamás crearé algo nuevo: aquella época de máximo florecimiento ha echado en mí tal abundancia de brotes, que en adelante no tendré sino que echar mano de mis reservas, para hacer crecer la flor con sencillos cuidados..." dice en una carta del 10 de abril a Mathilde, y continúa: "También tengo la impresión de que este acto en apariencia tan pleno de sufrimiento, no me atacará con tanta fuerza, como sería de pensar. El segundo sí lo hizo. El supremo fuego de la vida llameaba en mi tan abrasador que casi estuve a punto de quemarme y consumirme. A medida que se sofocaba hacia el final del acto y brotaba de las brasas la suave claridad de la transfiguración por la muerte creció la calma en mí. También ejecutaré esta parte para usted, cuando venga..."

Sin embargo, las cosas sucederían de otra manera. Puesto a trabajar, Wagner volvió a ser presa de una fuerza impetuosa y avasalladora, ni que hablar de una creación tranquila, menos excitada. En la carta precitada escrita a Mathilde, se refiere al tercer acto como "algo terrible" y manifiesta el temor de que la obra sea prohibida, pues una buena representación haría "enloquecer a la gente". "¡¡¡A tanto debía llegar aún!!!" añade. No muy en serio, como sucede con el tenor de la carta, pues en el fondo es feliz, inmensamente feliz por "haber llegado a tanto", a que Tristán se convirtiera en algo "terrible" y por poder escribir una música capaz de representar un peligro para el equilibrio psíquico y mental de las personas. De su verdadero estado de ánimo durante esta última fase de su creación brindan elocuente testimonio otras cartas a Mathilde: "¡Hija! ¡Hija! No puedo contener las lágrimas mientras compongo esto - Kurwenal: sobre tus propios prados y goces/ bajo los rayos del sol de antaño y aquí serás sanado de la muerte y las heridas (Auf eig'ner Weid' und Wonne/ im Schein der alten Sonne,/ darin von Tod und Wunden/ du selig soltst gesunden). Esto será muy conmovedor aunque no cause impresión alguna en Tristán y todo le pase como si sonara a hueco. "Es de una enorme dramaticidad impresionante, todo!...

El 1º de mayo de 1859 comienza la instrumentación del tercer acto. Representa la fase media de su proceso de creación; si bien no siempre esto significa que la primera - la composición- deba estar concluida. A veces, comienza la tercera, la de pasar en limpio la partitura, antes de que la segunda esté terminada por completo. Mientras Wagner trabaja en el boceto orquestal - en el que se fijan las bases de la muy importante instrumentación- todavía no ha concluido la composición. Nuevamente, son algunas cartas a Mathilde las que nos permiten echar una mirada a este periodo de creación. En la del 29 de mayo, leemos: "...En este momento estoy abocado a los retoques de la primera mitad de mi acto. Los pasajes de sufrimiento me hacen perder mucho tiempo, en el mejor de los casos es muy poco lo que logro de un tirón. En cambio, las partes frescas, vivas, fogosas salen mucho más a prisa. Al realizar la parte técnica, también lo vivo todo 'con pena y alegría' (Invertido, una cita de Egmont de Goethe). (Leidvoil und freudvoil) y estoy plenamente pendiente del objeto. Este último acto es una verdadera fiebre intermitente: - profundo y el más inaudito sufrir y consumirse y, acto seguido, un júbilo y regocijo inauditos. Sabe Dios, hasta ahora nadie ha tomado tan en serio la cosa..." El 3 de junio dice: "¡Hija! ¡Hija! ¡Esta es una historia terrible! ¡El maestro ha vuelto a hacer bien las cosas! Acabo de ejecutar la primera mitad ya retocada de mi acto y me dije lo que una vez el buen Dios, cuando comprobó que todo le había salido bien. No tengo persona alguna que me alabe, tal como le sucedió al buen Dios - hace unos 6.000 años -, y entonces me dije entre otras cosas: ¡Richard, eres un campeón!

¡Bueno, ahora me doy cuenta por qué esta cosa me causó semejante aflicción hipocondríaca! Uno tiene que buscar continuamente - sabe Dios adónde -, para aportar sólo las piedras más pequeñas para la construcción. ¡Y a pesar de todas las calamidades se pretende aún al final que suene bello, arrobador, como para que la pena llegue al corazón sin siquiera darse uno cuenta de cuán feo es el asunto! Todo sale perfectamente: no he encontrado pasajes demasiado prolijos ni monotonías, por el contrario, vida apasionada hasta la desbordante alegría, hasta la risa del desvarío! No, nunca hice nada igual. Un día, cuando lo escuche, se sorprenderá. - Ahora tranquilidad, paz y una sonrisa del destino para concluir pronto la segunda mitad (del tercer acto). ¡Entonces me sentiré como recién nacido! ¡Ayúdeme! Si no lo hace usted, nadie me ayudará. ¡Los que están allá afuera son todos unos necios, todos, todos!

El 7 de junio de 1850 Wagner despierta sobre el monte Rigi, el bello punto panorámico del lago de los cuatro Cantones, adonde iba con frecuencia desde la cercana Lucerna, pues el lugar lo atraía. Allí escuchó una trompa alpina, cuyo "cómico soplar" le inspiró el "aire alegre" con el que el pastor anuncia en el tercer acto de Tristán la llegada del barco, esperado con tanta ansiedad. Con lógica, Wagner trueca la trompa alpina en un corno inglés, de naturaleza y sonido completamente distintos. Otros compositores, a los que el magnífico instrumento montañés, aunque limitado en sus sonidos, les sugirió ambientaciones dignas de imitar, hicieron lo mismo, por ejemplo Rossini en Guillermo Tell y Brahms en la frase final de su primera sinfonía.

La creación de Wagner dependerá - como la de tantas personas- del tiempo, respecto a lo cual habla en varios pasajes de sus cartas. Cuando el cielo estaba gris, cargado de nubarrones, su estado de ánimo decaía tanto que con frecuencia debía apelar a todas sus fuerzas de voluntad para trabajar; en cambio, el sol radiante lo ponía enseguida en disposición para crear. Nunca dejaba de dar sus paseos, a menudo prolongados, fuese cual fuere el lugar donde se encontraba. Durante los meses pasados en Lucerna los alternó - por primera vez- con la equitación, una notable experiencia para él. Muy pronto, nació una verdadera camaradería entre este sincero amigo de los animales y el caballo que el hotel puso a su disposición para sus diarias cabalgatas.

A diferencia de Venecia, en Lucerna se acentuó el peligro de perturbaciones más frecuentes a través de las visitas que a él no le interesaban. Tampoco quería saber nada de los enviados de publicaciones musicales que lo entrevistaban ocasionalmente para obtener información sobre sus "planes". ¿Cómo hubiera podido explicarles que no sólo trabajaba en una nueva obra, sino estaba abocado a crear una música totalmente nueva? No lo hubiesen entendido y probablemente sólo confirmaran su prejuicio acerca de su "engreimiento" y "arrogancia".

Únicamente un psicólogo muy bueno podría lograr comprender y explicar la singular disposición anímica de un artista creador mientras trabaja en una gran obra. De ninguna manera este estado, puede calificarse de "normal", si con este concepto se quiere definir la conducta regular de un ciudadano común. Necesariamente, se abre aquí una brecha que en el caso de Tristán bien pudo llegar a ser un abismo. ¿Cómo puede volver un hombre que acaba de crear los sones inauditos, en el verdadero sentido de la palabra, de esta música, el hombre que de la nada hizo surgir como por arte de magia, la hora de amor de Tristán e Isolda en la azulada noche estival en el parque, que trocó en palabras y sonidos los padecimientos del solitario consuntiva añoranza por la venida de Tristán herido de muerte, su la del país de la fantasía al suelo firme de amada, cómo puede volver semejante hombre ileso la tierra en la cual vive, a la rutina de la gente, a la comida, a la bebida, al sueño, a platicar sobre cosas fútiles? Es como de trance, de una hipnosis, de la total despertar de un estado inconsciencia, es como el regreso de un astronauta a la atmósfera terrestre. ¿De ser necesario, puede repetirse cada día, cada hora, este despertar, sin exigir retorno, demasiado a la psique y, en definitiva, "locura", cuántos suicidios también al cuerpo? ¿Cuánta de artistas causa no reconocida? creadores no serian atribuibles, finalmente, a esta

El 23 de junio de 1859 Wagner le anuncia a Mathilde: "...Estoy a bordo del tren y me he propuesto, si Dios no me abandona del todo, no acercarme a usted hasta poder entregarle la carpeta roja con el contenido completo. Este es mi deseo. No sé si podré realizarlo. ¡Si fuera posible! En su carta del 1º de julio, o sea ocho días más tarde, hay algo que caracteriza su estado en aquel momento: "...En estos últimos días mi ánimo está un poco decaído por el tiempo: pero en general todavía se mantiene alto. El trabajo prospera y eso me hace sentirme maravillosamente bien. En una oportunidad mencioné algo de las mujeres de la India que se arrojan a un oloroso mar de llamas. Es llamativo cómo los aromas, nos hacen rememorar cosas del pasado. Hace poco, mientras realizaba un paseo me llegó de repente una oleada de perfume de rosas: a un lado del camino habla un jardincillo de rosas en plena floración. Esto me hizo evocar el último goce del jardín del asilo: jamás me interesaron las rosas como entonces. Todas las mañanas cortaba una y la ponía en un vaso sobre mi mesa de trabajo: sabia que me estaba despidiendo del jardín. Ese aroma se entrelazó con estas sensaciones: el bochorno, el sol estival, el perfume de las rosas y... la despedida. Así proyecté aquella vez la música del segundo acto. Lo que entonces me rodeaba tan actual, casi embriagador, vuelve a revivir como en un sueño: verano, sol, perfume de rosas y... despedida. Pero ya no hay angustia, zozobra: todo se ha transfigurado. Este es el estado de ánimo, en que espero terminar ahora mi tercer acto. Nada me puede afligir, nada me puede conmover: mi existencia no está atada siquiera al tiempo y al espacio. Sé que viviré en tanto tenga que crear: así pues, no me preocupo por la vida, sino creo..."

A veces, Wagner busca lograr en sus cartas un contrapeso respecto a su trabajo. Cuando éste llega a un punto particularmente turbulento, que lo trastorna, es absolutamente comprensible que su alma condolida busque alivio en comunicaciones llenas de humor: el 9 de julio de 1859 le informa a Mathilde que en el hotel lo han trasladado a una dependencia, en la cual ha logrado obtener su "independencia", pues a pesar de la innegable sensación que tiene de haber sido confinado, ha podido independizarse de vecinos bullangueros y amigos de hacer música. Y continúa: "...La mayoría de las veces, al menos día por medio trabajo feliz. De ordinario, suele intercalarse algún día menos favorable porque el día bueno me hace desbordar de alegría y entonces me excedo en el trabajo. Esta vez no he tenido esa sensación de angustia, como si fuera a morir antes de la última nota. Por el contrario, estoy tan seguro de la terminación que anteayer, durante la cabalgata compuse una canción popular sobre la obra. Dice así: 'En el Schweizerhof de Lucerna/lejos de la casa y del hogar allí murieron Tristán e Isolda,/ tan triste él y ella tan dulce:/ murieron libres, murieron con gusto/ en el Schweizerhof de Lucerna. (Im Schweizerhof zu Luzern/ von Heim und Haus weit und fern-,/ da starben Tristan und Isolde,/ so traurig er und sie so holde:/ sie starben frei, sie starben gern/ im Schweizerhof zu Luzern).

¿Se habrá reído Mathilde de esta "canción popular", de esta espantosa trivialidad, que sólo tiene explicación si consideramos que la mente tensa al punto del desgarramiento de quien la compuso necesitaba desahogarse, su alma desangrada de vivir necesitaba asegurarse que todavía existía el mundo de la gente común? La carta prosigue en tono parecido: "...Tristán está bastante acabado" dice luego, pero aquí Wagner no se refiere a la ópera sino a su protagonista que está "bastante acabado" o sea - en la jerga popular- muerto. "E Isolda, pienso, también tendrá que expirar este mes. Entonces los arrojaré a ambos y a mi mismo en los brazos de Härtel..." con lo cual hace alusión a la editorial Breitkopf & Härtel de Leipzig, que adquirió esta obra "fácil de representar" y "de rápida difusión".

Perdura el buen talante y de seguro este depende del gozo de ver cada día más cercana la conclusión de la gran obra. No obstante, resulta inconcebible que las mismas manos, el mismo cerebro estuvieran en condiciones de producir casi al mismo tiempo las últimas escenas de Tristán e Isolda y esos fragmentos de cartas: "¡Hija mía! Peores cosas que las que sucederá en mi trabajo, no pueden haber pasado en Solferino, pues ahora que ellos han dejado de verter sangre, seguiré yo con esa labor, estoy haciendo una limpieza tremenda. Hoy maté a Melot y a Kurwenal..." escribe hacia mediados de julio. Y el 24 del mismo mes, dice en tono más serio: "...Ahora me entrego al trabajo con mucha pasión y siempre considero como una victoria moral sobre mí cuando por fin hago una pausa y entrego la página del día. ¿Cómo me sentiré cuando haya concluido del todo? Todavía me quedan por hacer unas treinta y cinco páginas de partitura. Pienso concluirías en doce días. ¿Cómo me sentiré entonces? Creo que al principio algo agotado. Hoy ya siento mareos. ¡Ay, y cómo dependo del tiempo...!"

De todos los plazos que Wagner da a conocer en sus cartas a amigos, mecenas y editores durante su vida, muy pocos fueron respetados. A estos pertenece el precitado. Wagner conoce su ritmo de trabajo cuando puede disponer de tiempo sin ser molestado: tres páginas de partitura por día. Está a punto de alcanzar la meta anhelada, pero es bastante prudente como para no querer incrementar este rendimiento. Esta vez la cuenta le salió bien; el 4 de agosto comunica a Mathilde: "...tres días más y Tristán e Isolda estará terminado. ¿Qué más se puede pedir?"

El gran momento, la "hora estelar" (Stefan Zweig) llegó el 6 de agosto de 1859. A las cuatro y media de la tarde, Wagner puso el punto final. Esa misma noche fue a visitarlo el matrimonio Wesendonk. En la reunión debe haber reinado un clima relajado. La misión de Mathilde en la vida de Wagner había sido cumplida. La Valquiria ya le debía mucho en inspiración. Pero Tristán e Isolda era la obra de su amor por Wagner, de su fe en él - más aún-del amor del músico por ella. En esta obra maestra se encarnó una extraña, íntima y única relación humana. La abnegación de Mathilde fue justificada - si es que era necesario- ante un tribunal superior al humano. También la tolerancia de Otto Wesendonk. En cambio, se condenó la intervención de Minna. Sin embargo, los tribunales superiores no son competentes para el individuo común, y cualquier tribunal terrenal le hubiera dado la razón cien veces...

Al mes de concluida su obra, el 6 de setiembre de 1859, Wagner abandona Lucerna. Se dirige a Zurich, donde vuelve a encontrarse con los viejos amigos Herwegh, Keller y Semper. Proliferan las discusiones políticas pues el conflicto franco-austriaco ha irritado los ánimos. Pero Wagner se abstiene de tomar partido y tampoco concuerda con Semper, quien cree reconocer en la Austria vencida "la derrota del principio del nacionalismo alemán" como relatará más tarde en Mein Leben. Pasa unos días "bien atendido" en casa de los Wesendonk. Esta estancia parece haber estado motivada menos por un intercambio sentimental de recuerdos con Mathilde, que la celebración de un trato con su marido. Otto adquirió por 6.000 francos los derechos de publicación de El Anillo del Nibelungo que aún esta lejos de haber estado terminado.

El 10 de setiembre, Wagner continúa viaje a París, donde después de pasar poco tiempo en un alojamiento provisorio, adquiere una mansión señorial en la rue Newton, para cuya atención necesitó varios empleados domésticos y un camarero personal, su actitud desaprensiva respondía a sus ilusiones: tenía en el bolsillo los honorarios de Wesendonk, creía firmemente poder contar con lucrativas representaciones de sus óperas en París y abrigaba la esperanza de que pronto se llegaría a una resolución favorable respecto al estreno de Tristán en Karlsruhe. Minna llega a París el 17 de noviembre, en respuesta a una insinuación que le hizo Wagner en una de sus cartas. La mujer dejó todo plantado y enseguida fue a su encuentro pero le costó admitir que Wagner buscaba en ella sólo un ama de llaves y no una esposa. Por lo tanto, la alegría recíproca de volver a verse duró un día, nada más. Tal vez, ella esperó encontrar a un hombre cambiado, solitario, envejecido, necesitado de ayuda, al que podía brindar su apoyo. Pero la recibió un hombre expansivo como siempre, eufórico, joven, lleno de ilusiones, arrogante. Prosigue su intercambio epistolar con Mathilde - Minna no es la mujer en la que en él advierta o interprete a su favor una tónica del todo cambiada -, y como tan a menudo, Wagner vive una vida muy por encima de sus recursos. La primera acción de Minna es despedir al personal con excepción de una empleada y reducir los egresos hasta donde le es posible. Sobre todo no está dispuesta a tomar las expectativas por certezas como tiene por costumbre Wagner. Y a él le molesta su "insipidez" y vuelve a alimentar la convicción de que "ella no lo entiende".

Sin embargo, Minna no estaba errada: los planes para Tristán en Karlsruhe fracasaron. Su teatro no disponía de un tenor para desempeñar el papel protagónico de tantas exigencias. Las conexiones con París también empeoraron en lugar de mejorar. Los tumultuosos acontecimientos que se desencadenaron durante las funciones de Tannhäuser emponzoñaron las relaciones más cordiales que por fin empezaban a encauzarse entre Wagner y Francia. Pero a pesar de todo, no pudo desprenderse de la opinión que París era el centro de la ópera, más aún de la música. Arrienda pues, el Teatro Italiano para dirigir tres conciertos integrados por obras propias. Incluye en ellos un final de concierto que habla creado para el preludio de Tristán e Isolda. Mientras que los fragmentos de Lohengrin y la obertura de El Holandés Errante hallaron eco, y el "Cortejo de los Huéspedes" de Tannhäuser mereció tempestuosos aplausos, después del preludio de Tristán e Isolda cundió entre el público una manifiesta desorientación. De todos modos, como resultado de los conciertos se vislumbró, en el dominio de las posibilidades, una edición francesa de sus obras. Para prepararle publicidad dirige bajo el título "Música del Futuro" que la prensa alemana utilizará más tarde furiosa contra él- una "Carta a un amigo francés" al que no nombra (se llamaba François Villot). En esta carta, publicada por expreso deseo de Wagner, dice sobre Tristán e Isolda: "...Me permito imponer a esta obra mis exigencias más rigurosas que emanan de mis aseveraciones teóricas: no porque la haya formado según mi sistema, sino, porque en ella me movía con absoluta libertad y sin tener en cuenta para nada las consideraciones teóricas, de una manera tal que aun durante su realización me permitió descubrir en qué medida había desbordado mi sistema. Créame, no hay un bienestar mayor que esta manera de producir del artista, esta total falta de escrúpulos, como la que yo experimenté al crear mi Tristán...

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