Alfa. Revista de la AAFi.
Introducción
La doctrina de Locke acerca de la noción de sustancia es una de las que más identifican histórico-filosóficamente a su autor. Pero, por ello mismo, es una en cuya interpretación se muestra más claramente la deficiente comprensión, a nuestro juicio, del significado general de su obra epistemológica capital, el Ensayo sobre el entendimiento humano (1). Esta de la "sustancia" podría considerarse la noción crucial en torno a la cual se decide sobre el alcance y la coherencia de dicha obra. Y, por tanto, aquélla en cuyo análisis se juega también la plausibilidad de una lectura revisionista (2). Efectivamente, no sólo este punto está considerado hoy de hecho como quizá la cuestión interpretativa más disputada (3), sino que, como muy bien ha visto y analizado E. Cassirer, cabe ver en él el centro de gravedad teórica de toda la metafísica anterior a la modernidad. Y, como consecuencia, aquél cuya reinterpretación sistemática focaliza la nueva pauta epistemológica moderna (4). Por su parte, M. R. Ayers, uno de los más conspicuos especialistas en Locke, a un tempranero y polémico artículo de cuyo autor debemos la sugerencia decisiva que inspiró nuestro propio análisis, considera que en la noción lockeana de sustancia cabe ver el núcleo teórico en torno al que se articula la investigación del Ensayo, entendido como una filosofía de la ciencia (5).
Pero, contra la tradición interpretativa, como apuntábamos, no nos parece atinado entender la de "sustancia" en Locke meramente como una noción residual heredada del pensamiento tradicional, al que así se rendiría un tributo indecisamente crítico. Ni tampoco como expresión -según ha querido la moderna línea interpretativa de filiación "analítica"- de un recalcitrante pseudoproblema lógico ("metafísico") a que nos conjura determinada estructura sintáctica de nuestro lenguaje: dos visiones básicas comunes que coinciden en contemplar la noción como un elemento extraño en el cuerpo doctrinal del Ensayo. En cambio, creemos que la crítica de Locke a la misma es el resultado sistemático coherente en el que convergen naturalmente los diversos cañamazos de la urdimbre teórica de su obra, y en el que, por tanto, ésta encuentra una razón comprensiva global y sintética de sí misma. (Obra y resultado, por lo demás, cuya significación no puede advertirse sin reparar en su relación con el contexto coetáneo de debate, aún crucialmente vigente, sobre la idea de la "ciencia" y sus exigencias metodológicas.)
A nuestro juicio, aún no se han llegado a captar las claves comprensivas tanto de la noción misma como, consiguientemente, de la obra de Locke: "conexión necesaria" y "existencia real". Sólo mediante su advertencia puede resistir la concepción lockeana la confrontación con un planteamiento epistemológico de su "filosofía de la ciencia" (el que le opone Cassirer, sobre todo, autor cuya interpretación consideramos relevante por la extendida influencia de su obra), así como mantener la pretensión de su coherencia crítica frente al reduccionismo logicista de la ontología que supone el planteamiento epistemológico cassireriano (6).
En este trabajo, sin embargo, y debido a los límites editoriales
impuestos, nuestra propuesta se atendrá a dos restricciones. Por
una parte, nos ocuparemos en detectar sólo la clave de la "conexión
necesaria" (cuya tematización crítica, contra lo que constituye
un lugar común en la historia de las ideas filosóficas, se
debe primeramente a Locke, y no a Hume). Por otra, se articulará
sobre la lectura de algunos lugares textuales del Ensayo no visitados
por la crítica habitual, dejando para una siguiente ocasión
el análisis de los textos principales y más conocidos.
El estado de la cuestión
El solo hecho de hablar de una "doctrina" acerca de la sustancia ya resulta problemático, a la vista del estado general de la cuestión. Porque la afirmación lockeana que ha encontrado más eco -y menos análisis- es aquella diversamente reiterada que la hace consistir en "no sabemos qué" (I,iv,18). De acuerdo con tal declaración, quiere verse en ella una noción inconsistente con la epistemología general de la obra, y afectada de diversas confusiones. Por una parte, la posición lockeana sobre esta noción sería consecuencia de la acrítica hipóstasis del concepto lógico de "sujeto" u "objeto en general" (tesis que cabría atribuir al propio Kant, sin que haga mención explícita de Locke en su análisis de la misma) (7). Por otra parte, tendría que ver con la crítica a las "esencias reales", aunque la relación entre estas dos doctrinas resulte ambigua. Por fin, también es un supuesto bastante generalizado el de que en ella se con-fundiría el problema del representacionismo (8).
Todas estas interpretaciones, por lo demás, coinciden en considerar la noción sobre todo desde su acepción primaria tradicional de "hypokeimenon", sujeto individual de las propiedades observables; la "sustancia primera", según la doctrina aristotélica. Casi sólo Ayers, por su parte, cree que hay que verla más bien en el sentido de la "sustancia segunda" o, propiamente, "esencia" (la cual, por cierto, como es doctrina aristotélica sabida, también puede ser "sujeto" lógico de predicación esencial), ya que es esta perspectiva la que interesaría a Locke para su doctrina filosófica sobre la ciencia.
Tanto Copleston como Finance y Melendo interpretan que Locke concibe la sustancia como un soporte oculto independiente de las cualidades y ajeno al cambio, aunque no se definen en cuanto a la relación de la noción de "sustancia" con la de "esencia". Ven implicados, pues, en la noción los temas del representacionismo junto con una confusión acerca del tema de la unidad del individuo concreto, su esencia y su reflejo lógico-lingüístico (9).
Los intérpretes de la línea "analítica" también ven implicado o confundido el tema del representacionismo en lo que asimismo consideran una confusión lockeana sobre el concepto lógico de objeto o individuo particular. Pero se definen más en cuanto al problema de la relación "sustancia"/"esencia", ya que, en general, creen que Locke predica dos "ignorancias" distintas (10).
Por su parte, en cambio, E. Cassirer capta mejor la estrecha relación establecida por Locke entre las dos nociones (sustancia y esencia), en virtud del problema de la necesaria estructura de la objetividad. Aunque para él la razón por la que Locke predica un nivel oculto y desconocido de la realidad objetiva se relaciona con la afirmación de la "existencia independiente" de la misma (11).
En cuanto a los autores cuya exégesis no depende de una concepción sistemática particular, algunos se limitan a expresar la presunta "confusión" de la doctrina de Locke en todos los respectos indicados (12). Otros son más justos exegéticamente. Así, Brehiér empieza por declarar que la simplicidad de la doctrina sólo es aparente. Él ve tan clara la relación entre "sustancia" y "esencia", en virtud de la noción de la "causa de unión" de las ideas o cualidades (aunque sin captar la relación de ésta con la de "conexión necesaria" y su relación con la filosofía de la ciencia), que no considera siquiera el problema del "substratum" como distinto (13). Abbagnano es más preciso aún al distinguir dos dimensiones de la crítica de Locke. Por la primera se descalifica la noción tradicional de "hypokeimenon" o "substratum". Por la segunda y más importante, se critica el presunto conocimiento de las "esencias reales" que nos permitiría delimitar exactamente unas sustancias de otras. Aquí Abbagnano, además de no advertir tampoco la fundamentalidad de la noción de "conexión necesaria" imperceptible y su relación con la dimensión empirista de la ciencia newtoniana, nos remite al Libro III: cuando, como veremos en seguida, dicha crítica se encuentra ya en II,xxiii (14).
Por último, merece citarse aparte la lectura de M. R. Ayers. Ante todo, este autor interpreta la crítica a esta noción como en coherencia con la tesis epistemológica del peculiar racioempirismo de Locke. En concreto, además, insiste en que la noción de "sustancia" que le interesa, científico-críticamente, a Locke es la que la relaciona con la "esencia"; captando igualmente que la noción de "substratum" es una claramente criticada por Locke en su interpretación metafísica, en lugar de ser confundido por ella. Esta es una lectura, pues, que se encuentra en la línea de la de Abbagnano, sólo que se prueba con un análisis más explícito y detenido en los textos. No obstante, tampoco Ayers capta la relación de la noción, en última instancia, con la de "conexión necesaria" que, para nosotros, da razón epistemológica del desconocimiento o ignorancia a que se refiere Locke, separándola nítidamente del presunto problema representacionista: problema fundamental que ningún intérprete ha pretendido siquiera analizar y decidir con la debida atención.
Por nuestra parte, hemos de reconocer que las afirmaciones de Locke sobre la "sustancia", al no haberse inhibido aquí su recurrente ironía polémica, prima facie resultan contradictorias o ambiguas. Junto a la afirmación de IV,iii,23 según la cual "la sustancia misma es el fundamento de todo lo demás" (en la realidad y en nuestro conocimiento), está su ridiculización de la misma tanto en II,xiii,13 y ss. como en II,xxiii,2, por ejemplo. Pero permanece el hecho de que no niega su necesidad, sino que la declara no conocida, junto al de que la usa profusamente al hablar de "nuestras ideas complejas de las sustancias naturales".
Sin embargo, para nosotros es relevante resaltar ante todo que, sea cual sea su estatuto onto-lógico propio, la de sustancia es, ante todo, una "idea". Es cierto, en este sentido, que quizá el tópico interpretativo más generalizado y unánime sobre la filosofía del Ensayo sea el del "representacionismo", que se basaría en la problemática concepción y uso lockeano de "idea". El cual, de suyo, dada la peculiaridad etimológica de "su-stancia", analizada por el propio Locke en II,xiii,19-20 y xxiii,2, tiene una innegable conexión objetiva con ella. "Sustancia", en efecto, es quizá la "idea" que más propiamente remite al objeto de nuestro conocimiento o la "realidad". Esto implica que no cabría una clarificación plena de la cuestión sobre la "sustancia" sin analizar ese otro tópico que, desde luego, nunca pretende basarse, al menos primaria y exclusivamente, en la teoría sobre la sustancia, aunque la crítica apenas ha reconocido y abordado esta cuestión (15).
No obstante, creemos que el problema en torno a la idea lockeana de
"sustancia" es resoluble con tal de que se relacionen los diversos textos
pertinentes, gran parte de los cuales no son tenidos en cuenta por la crítica.
Ello ha sido debido, como cabe constatar en la bibliografía, a que
el pensamiento epistemológico de Locke ha sido recibido más
desde la mediación de Hume que desde una lectura directa y completa
de su obra. De ahí que, en este trabajo, en lugar de polemizar detalladamente
con las interpretaciones aludidas, abordemos el análisis textual
y exegético de la noción, y propongamos nuestra visión
sobre esta "idea" de un modo más bien directo y constructivo que
polémico.
Nuestra propuesta
Lo que queremos mostrar, ante todo, es que la noción susodicha ha de tener para Locke un origen y significación propiamente racional. De modo, igualmente, que, si se la critica de alguna manera, no sea porque el elemento racional no tiene relevancia epistemológica para Locke, sino porque su reinterpretación criticista de lo racional supone una reducción limitativa de su uso y alcance "positivo" al ámbito de la experiencia sensible. Así, en concreto, defenderemos la tesis de que Locke reconoce efectivamente el carácter propiamente intelectual de dicha noción, aunque no es eso lo que, como de costumbre, desea enfatizar. Que la misma es imprescindible para la comprensión de la experiencia. Pero que es la experiencia la que la suscita en la mente, y su contenido no alcanza a darnos más conocimiento que el que nos ofrecen los datos "positivos" de la experiencia misma. Defenderemos asimismo que es entendida y abordada por Locke, sobre todo, desde la perspectiva de la "sustancia segunda" o "esencia" (como piensa Ayers), y que aquello que Locke niega respecto a nuestro conocimiento de las "esencias reales" es exactamente lo mismo que lo que niega respecto a nuestro conocimiento de la "sustancia". Sin que ello, por lo demás, suponga escepticismo declarado o latente sobre la racionalidad de lo real o de nuestro conocimiento, sino un límite crítico que nos remite al control de la experiencia en todas nuestras afirmaciones (científicas) particulares.
De este modo, para nosotros, son tan parcialmente ciertas como en general falsas las tesis enfrentadas de Ayers y el resto de los comentaristas. Efectivamente, a Locke le interesa exclusivamente la noción desde el punto de vista, científicamente operativo, de las "esencias"; del mismo modo que las "esencias" son entendidas, sin embargo, y pese a la falta de reconocimiento de Cassirer, como veremos, desde la nueva pauta gnoseológica moderna que acentúa la dimensión de relación legal entre los fenómenos más bien que la clasificación de las "formas" de los individuos. Pero no por ello es ajeno a, o es confudido por, su significación onto-lógica primaria de "sujeto" concreto (individuo) o la de sujeto lógico. Sin embargo, mientras que Locke no incurre en una confusión onto-lógica al respecto de la noción de sujeto, lo que ocurre es que tampoco Ayers capta la noción crucial por la que las de "sujeto" y "esencia" pueden identificarse en el Ensayo, así como relacionarse con lo más decisivo del patrón moderno, relacional, de objetividad elucidado por Cassirer.
Tal noción radical común, que orilla por completo la sombra del representacionismo, es la de "conexión o coexistencia necesaria" de las cualidades que observamos como com-ponentes de lo que llamamos y distinguimos como relativas "clases" ("sorts"; no "species") de "sustancias". La no percepción ni conceptibilidad de la "conexión necesaria" entre las ideas componentes de nuestras "ideas complejas de sustancias" es lo que determina para Locke que no pueda hablarse de conocimiento, ni por tanto de ciencia, desde el punto de vista del ideal deductivista cartesiano que constituye una de las aspiraciones metódicas más decisivas y características de la modernidad (16). Aunque no por eso niega Locke la objetividad, en general, de la tarea de la ciencia, cuyo presupuesto ontológico ineludible es la racionalidad (legalidad) de lo real. Al contrario, su redefinición crítica del estatuto de la ciencia concreta, teniendo ya él mismo en cuenta más bien el patrón newtoniano, constituye una inflexión decisiva desde el ideal metódico racionalista del siglo XVII al de la dieciochesca "nueva alianza entre el espíritu 'positivo' y el 'racional'". Un giro analizado agudamente por Cassirer, quien, sin embargo, sólo tímida -e injustamente- reconoce la contribución lockeana.
Lo controvertido de la cuestión, pues, exige que dediquemos al
análisis exegético de la noción una detención
mayor que la que se suele. Así, antes de acudir a los textos clásicamente
principales (los de II,xxiii) para analizar y revelar lo que nos parece
su significado (en conexión con los temas restantes de la obra allí
latentes o insinuados), haremos un repaso somero de sus ocurrencias previas
en la obra.
El análisis
a) La idea de "sustancia" hace su primera aparición técnica y formal en el Ensayo en el Libro I. Locke viene a decir allí que tal idea no es innata. (La expresión "innata" no aparece expresamente en esa sección, pero si se omite es por evitar la reiteración, pues se está pasando revista a las distintas nociones fundamentales -la de "Dios", entre otras- que no son innatas.) (17) Pero reconoce no ya que no nos la ofrecen la sensación ni la reflexión, sino que no pueden ofrecérnosla. Ni es, por tanto, un dato empírico, ni podría serlo, dada la naturaleza de la noción, que aquí no se analiza. Por eso, dice, no es una idea "clara en absoluto". Para nosotros, entonces, el significado de esa palabra es "sólo una incierta suposición de no sabemos qué", que "se considera el substratum o soporte de las ideas que conocemos". Por tanto, encontramos aquí una primera caracterización crítica -no escéptica ni irónicamente ambigua-, pero no un análisis. Se declara que tal noción no puede ser candidata a ser innata, pero con la clara manifestación de que ello constituye una deficiencia de nuestro conocimiento.
b) En II,i,10, (18) al criticar la tesis cartesiana de que el alma piensa "siempre", rechaza la tesis de que podamos considerar el pensamiento como "esencia" del "alma". Hay "algo en nosotros que tiene la potencia de pensar". Pero si esa "sustancia" piensa "perpetuamente" o no, "no podemos asegurarnos más allá de lo que la experiencia nos informa", ya que tampoco es "una proposición de suyo evidente [self-evident]". La "sustancia", propiamente, sería ese "algo" que posee la esencia que sea (Locke no entra en esta cuestión: señala que, a su criterio, el pensar es para el alma "no su esencia, sino una de sus operaciones"). Pero aparece también el dato no sólo de que la "esencia" es algo que opera o se muestra permanentemente, sino de que, si no podemos saber si la esencia del alma es pensar, es porque esa proposición no es "de suyo evidente".
"Sustancia", pues, aparece usada claramente aquí en el sentido de sujeto de sus propiedades o portador concreto de una esencia o naturaleza. Pero, igualmente, como se ve, hay un uso intercambiable de "esencia" y "sustancia". Entre ellas no habría una distinción ontológica y referencial, sino lógica: la que va de lo abstracto y determinable a lo particular y determinado. No conocer la sustancia "que tiene la potencia de pensar" en nosotros se hace aquí expresión equivalente y alternativa -indistinta- a que no conocemos, ni por experiencia ni por intuición evidente, la esencia del ser pensante.
c) Cuando en el capítulo II,viii se expone la teoría corpuscularista o atomista de la materia, no aparece en absoluto, sin embargo, la noción de "sustancia" como relevante. El único término relacionable es el de "sujeto" ("subject"), al que se aplica la noción de inherencia (sección 7), y se emplea en el sentido de sujeto deíctico (referencial físico) y de predicación,(19) o unidad propiamente objetiva (20). Se habla, en cambio, de "corpúsculos", de "partes sólidas" (observables o "insensibles"), con-stituidos por sus "cualidades primarias o reales", así como de su configuración, considerada como la hipotética "causa" del resto de cualidades sensibles observables (las cualidades "secundarias" -los "sensibles propios" escolásticos-). Igualmente, se llama la atención sobre el hecho de que éstas, las cualidades sensibles "secundarias", no son sino "potencias" de las cualidades "primarias" para producirlas como "efectos". Pero también se observa que la "conexión" entre estas "causas" y "efectos" no es descubrible, observable. Ni la sensación, ni la imaginación ni la razón, dice allí Locke, nos muestran la "conexión" o "congruencia" entre unos y otros fenómenos. Su conexión y "producción" es algo que "concluimos", pero que se realiza por "vías... desconocidas" (21).
d) En II,xii,1, antes de que en la sección 3 aparezca de nuevo la idea de sustancia como el componente "primero y principal" de uno de los tres tipos básicos de ideas "complejas", Locke advierte que la experiencia misma nos muestra ideas complejas, esto es: que observamos que algunas ideas -tipos de ideas, naturalmente- suelen coexistir, o que algunas combinaciones dadas de ideas simples son recurrentes. Son las ideas de "objetos externos" (22). En la sección 6 matiza que las "ideas de substancias son tales combinaciones de ideas simples que se considera que representan distintas cosas particulares que subsisten por sí mismas; en las cuales la supuesta o confusa idea de substancia, tal como es, es siempre la primera y principal". Y continúa el texto:
Aquí, pues, Locke utiliza las "sustancias" -en plural- como una irrenunciable categoría de ideas "complejas", que son las ideas de plexos sensibles recurrentemente co-existentes que registramos y consideramos que son objetos o cosas (23). La idea de sustancia en sí misma, no obstante sea "confusa", es la idea de lo que hace de tales objetos objetos precisamente: expresa el dato de su unidad, que es propiamente un postulado ("suposición"). Hay que reconocer que Locke, aun considerándola necesaria, la declara confusa porque no es una apariencia sensible más. Ahora bien: nos parece decisiva la observación de que, si Locke no se contenta con advertir -como lo hace claramente- el origen y carácter no sensible de la idea (origen mental; o a priori, si se quiere), es precisamente porque la considera un constitutivo de la realidad misma, que sólo en ella puede estar fundado. De ahí que se refiera a tal unidad utilizando la categoría ontológica tradicional de "subsistencia". A nivel lógico es consciente de que se trata de la idea de unidad, que no es una idea sensible. Pero, en cuanto remite al fundamento desconocido de la realidad de los objetos "externos" como tales ("objetos": cuya unidad compleja existe independientemente de nosotros), la considera un fundamento desconocido de dicha unidad. Lo cual nos recuerda lo que anotamos sobre la inimaginable e inconcebible conexión entre las partes de la materia o entre sus cualidades.
e) En II,xiii,17 y ss. vuelven a aparecer las nociones de "sustancia", "subsistencia", y las correlativas de "accidente" e "inherencia", al tratarse el tema del espacio. Y Locke nos dice que de ella, como de sus correlativas, no tiene una idea "clara y distinta": por lo cual no puede decidir, dice con cierto sarcasmo, si el espacio es una sustancia o un accidente. Por eso hace el reproche de que, al declarar "sustancia" o "accidente" tanto al espacio como a Dios o la materia o los espíritus finitos, en realidad no se dice nada informativo o inteligible. Locke no tiene clara su "significación", pero resulta obvio que es porque la considera objetiva, ontológica, y, sin embargo, no accesible para el entendimiento del modo sensible ordinario.
Mas la sección 19, que brilla por su ausencia en los comentarios habituales, afina mucho más decisivamente el sentido de la doctrina de Locke. Por una parte, Locke revela su entendimiento de que la concepción de la sustancia -al modo "del pobre filósofo indio (que imaginaba que también la tierra necesitaba algo que la sostuviera)"- como un soporte físico es absurda e inservible: no es ésta la fundamentación que se requiere; es antieconómica y conlleva, glosaríamos también, un regreso ad infinitum (24). Lo que censura expresamente a los "filósofos europeos" (25), a quienes analoga en esto con el "pobre filósofo indio", es que consideren una "suficiente respuesta y buena doctrina" la de que el mero "nombre" de "substancia, sin saber lo que es, sea eso que soporta los accidentes". Y entonces concluye con una crucial afirmación que debería descartar todas las lecturas tanto de ambigüedad como de confusión e ineptitud lógico-analítica:
Pero la sección siguiente, la 20, es decisiva para probar aquello
por lo que Locke inquiere respecto a "la sustancia", y por lo que critica
el mero uso de un nombre que, o bien piensa él que se interpreta,
o bien piensa que puede interpretarse sarcásticamente como una implícita
e ingenua hipóstasis cosificadora. Aquí, en efecto, afirma
que lo que se inquiere es "la naturaleza de las cosas". Esto es: Locke
no ve genuina ni ingenuamente problemática la noción de "sustancia"
en su dimensión ontológica ni, mucho menos, puramente lógica
(lógico-lingüística) de unidad de lo con-creto o com-plejo.
Esa función por la que tanto la tradición escolástica
como el propio uso ordinario, quizá desde ella incorporado, que
él asume (en II,viii, passim) habla de "sujeto" ("subject").
La dimensión que le interesa, porque es la que importa a la ciencia
moderna en cuyo curso él mismo está diversamente implicado,
es la de la "esencia" (28): la naturaleza o, científicamente
expresado, "constitución" o estructura de los cuerpos; sólo
que ésta interesará en su aspecto de "ley", y no de mera
"forma" clasificatoria y discriminadora de individuos (29).
La idea hipostática de un soporte inconsistentemente independiente
de las cualidades de que dependerían las cosas en modo alguno expresa
el propio entendimiento lockeano de la cuestión de la "sustancia".
Muy al contrario, esta es la concepción que él atribuye,
al menos hipotética y polémicamente, a los filósofos
tanto "indios" como 'europeos'. En cualquier caso, lo que le parece es
que la fraseología de las "formas sustanciales", como dirá
en posteriores lugares, oculta una ignorancia tan inconfensada como -quizá-
inadvertida de "la naturaleza de las cosas".
Conclusiones provisionales
Hasta aquí, pues, hemos podido comprobar que Locke se muestra claramente consciente del significado propio y lógicamente distinto de la idea de "sustancia", en general, respecto a las ideas de sustancias -particulares, y en plural-, "objetos externos" o "cosas". No sólo sabe sino que elucida que expresa la "unidad" de las "ideas" en tanto que discernibles unidades complejas que se observan regularmente coexistentes, e incluso a las que atribuimos las "potencias" de operaciones o efectos visibles, como una "conclusión" "supuesta", aunque invisible o inconcebible (30). Y ha asociado esta acepción "primera y principal", esto es, fundamental, a las de "sujeto", "objeto", "algo que" y "cosa". Pero la interpretación de la misma como "substratum" o "soporte" ("support") no es una en la que él mismo incurra ingenuamente. Al contrario, la atribuye polémicamente a ciertos "filósofos". Para él tal "soporte", en su dimensión física de localización o identificación referencial, ha sido y volverá a mostrarse que es no otra cosa que las mismas "partes sólidas" o cualidades "primarias", en lo que afecta a las sustancias físicas. Lo que en absoluto se le ocurre es reducir esta noción a su dimensión puramente lógica o/y abstracta (31). No se le ocurre que la "unidad" y la "conexión" por la que los objetos son tales sea algo que quepa atribuir efectivamente al entendimiento (cual será la posición kantiana), como no se le ocurre tampoco dudar que la legalidad su-puesta en la regularidad por la que clasificamos los objetos en sustancias sea cuestionable.
Por otra parte, hemos comprobado que a Locke le interesa la sustancia desde la perspectiva de la "esencia" o "naturaleza", y que es la inquisición de un conocimiento más positivo de la misma aquello por lo que critica el mero uso de los nombres de sustancia, accidentes y esencias. Y, por último, hemos podido advertir ya que la perspectiva o el núcleo realmente problemático de esta noción -que se enlaza con, aunque supera, el modelo "sustancia segunda"-, cara a un conocimiento rigurosamente científico (deductivo) es la de la "conexión necesaria". Hay, pues, para Locke, objetos o sustancias cuya naturaleza se trata de inquirir, y cuyo "soporte" buscado no es tanto un sub-stratum como el fundamento de la "conexión" de las cualidades o "accidentes".
Sin embargo, antes todavía de llegar a nuestro primer texto capital en II,xxiii, podemos encontrar alusiones y referencias significativas que corroboran algunos de los puntos que hemos podido consignar hasta ahora. Por ejemplo, en II,xxi,4, refiriéndose a las "cosas sensibles", expide Locke esta expresión: "sus cualidades sensibles, esto es, sus sustancias mismas". Punto que, a nuestro juicio, no puede entenderse, de acuerdo con lo visto, en el sentido de una fluctuación inconsistente. Sino, más bien, en el de que Locke no considera problema propio el de la mera identificación de los sujetos de denotación deíctica y predicación esencial. Como tampoco considera problematizable, ciertamente, la atribución netamente ontológica de que en cualesquiera sujetos referidos, reside la "potencia" de operación o causación de cualesquiera "efectos" o "cualidades sensibles" observables. Así lo manifiesta rotundamente, por ejemplo, en II,xxi,16: "Porque, )quién es quien no ve que las potencias pertenecen sólo a los agentes, y son atributos sólo de sustancias, y no de las potencias mismas?" Una "sustancia" es un "agente" (ib.). Y en la sección 74 habla de "la sustancia que tiene movimiento o pensamiento".
II,xxii,11, por su parte, une las nociones de "potencia", "sustancia" (o "sujeto") y "causa" en esta inicial declaración: "Siendo la potencia la fuente de donde toda acción procede, las sustancias en las que estas potencias están, cuando ejercen esta potencia en acto, se llaman causas..." Pero tales declaraciones no le impiden dejar constancia del punto o perspectiva en que se sitúa para él el problema del conocimiento efectivo de las "sustancia" y la "eficiencia". Porque líneas adelante puntualiza que
Profesor del I.E.S. "Sierra Sur"
de Valdepeñas de Jaén. Doctor en Filosofía. Tesorero
de la AAF y Co-director de ALFA.
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NOTAS.
1) Obra que mencionaremos, en adelante,
sólo como Ensayo. Tenemos a la vista la edición crítica,
hoy ya canónica, de Peter Nidditch (Oxford, Clarendon Press, 1975),
que traduciremos por nuestra cuenta, ya que, a nuestro juicio, ninguna
traducción española es satisfactoria, aunque, entre ellas,
consideremos la menos inconfiable la de Edmundo O'Gorman en Fondo de Cultura
Económica, México, 199230. La citación
remite a Libro (la obra consta de cuatro) y capítulo, en números
romanos, y sección, en número arábigo. En nuestra
traducción, hemos seguido en este trabajo, fundamentalmente analítico,
el criterio de la literalidad, sacrificando la adecuación estilística.
2) Como la que propusimos en nuestra
Memoria de Licenciatura, impresa posteriormente como parte I de nuestra
Tesis doctoral, editada por el Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Granada, en sistema de microfichas, en 1993, con el título: "Idea
y realidad en el Ensayo de J. Locke: elementos para una lectura
criticista".
3) Cfr. Tipton.
4) Léase Cassirer (1),II,598:
"La función del concepto de sustancia se reduce, por tanto, a crear
relaciones objetivamente válidas entre los fenómenos.
La pugna entre el concepto de sustancia y el concepto de relación,
a que veníamos asistiendo desde los días del Renacimiento,
ha llegado a su término: la misma sustancia no pretende ser, ahora,
sino un caso específico de la relación."
5) Cfr. Ayers,141.
6) En este trabajo no podremos discutir
con el imprescindible detalle este enjuiciamiento. Pero, como muestra de
lo que queremos decir, hemos de aludir al hecho de que Cassirer censura
por doquier, como el prejuicio inadmisible en que consiste la
"metafísica", la apelación al concepto de "existencia absoluta"
o "existencia independiente", como si ello implicara necesariamente una
hipóstasis y reduplicación de la objetividad (Cfr., por ejemplo,
ib.,I,500; II,219,433). Con ello, sin embargo, a nuestro juicio, lo único
que demuestra el autor es una confusión entre la absolutez de la
distinción entre la existencia y la esencia, concepto u objeto,
y la afirmación de una "existencia" absolutamente independiente
de cualquier objeto respecto a la conciencia (incluida, pues, su dimensión
esencial, eidética o fenoménica). Así, es él
mismo el que, por vía negativa y opositiva, sostendría el
mismo prejuicio hipostático.
7) Así nos parece que cabe efectivamente
interpretar esta afirmación kantiana de KrV, A 414 (subrayado nuestro):
"... lo sustancial... no significa sino el concepto del objeto
en general que subsiste (en la medida en que sólo lo pensamos como
sujeto trascendental desprovisto de predicados)".
8) Problema que se constituyó
en el central de nuestra investigación doctoral (parte II), arriba
referida.
9) Cfr. Copleston V,92,95,107; Finance,262;
Melendo,114.
10) Cfr. A. J. Ayer,45,58; Bennett,120;
Woolhouse,128.
11) Cassirer (1),II,220,232 y ss.
12) Véase Aaron,178; Rábade
(2),38-39 y Yolton (1),139.
13) Brehiér II,250-251.
14) Ver Abbagnano II,292.
15) Es la cuestión, precisamente,
que abordamos en nuestra tesis doctoral.
16) Yolton (3),10-11,74-75 sí
ha captado la relevancia de la noción de "conexión necesaria"
como lo característico, para Locke, del conocimiento en sentido
estricto ("knowing") frente a la alternativa metódica del "collecting"
u "observing". Pero, por un lado, no conecta esta noción con el
problema de la "sustancia"; y, por otro, no entra en matices sobre la naturaleza
del "observing" lockeano. Así, éste se enlazaría sólo
con el ideal baconiano de ciencia, cuando el empirismo científico
de Locke está más bien en la línea newtoniana del
análisis matemáticamente auxiliado de los fenómenos,
tal como ha sido delimitado por Cassirer (2). Intérprete éste
otro, por lo demás, que reconoce en (1),II,221-227 este ideal de
conocimiento en Locke, aunque lo tergiverse mediante la incomprensiva descalificación
de la noción de "existencia" que Locke tiene en cuenta en su concepción.
17) I,iv,18. Transcribimos aquí
el texto (subrayado nuestro): "Confieso que hay otra idea que sería
de general utilidad que la humanidad tuviera, ya que se habla de ella
generalmente como si se tuviera; y esa es la idea substancia; la
cual no tenemos ni podemos tener por sensación ni reflexión.
Si la naturaleza se tomara la molestia de proveernos de algunas ideas,
bien podríamos esperar que debieran ser las que no podemos procurarnos
nosotros mismos; pero vemos, por el contrario, que puesto que por esas
vías por las que otras ideas son traídas a nuestras mentes
no lo es ésta, no tenemos tal idea clara en absoluto; y por
tanto no se significa nada por la palabra substancia sino sólo
una incierta suposición de no sabemos qué, esto es,
de algo de lo que no tenemos ninguna idea positiva distinta particular,
que consideramos que es el substratum o soporte de esas ideas que
conocemos."
18) Este es el texto a que nos referimos
(subrayado nuestro): "...la percepción de las ideas es (según
lo concibo) para el alma lo que el movimiento es para el cuerpo: no su
esencia, sino una de sus operaciones... Conocemos, ciertamente,
por experiencia, que algunas veces pensamos; y de ahí se
sigue esta infalible consecuencia: que hay algo en nosotros que
tiene una potencia para pensar. Pero si esa sustancia piensa
perpetuamente o no, no podemos estar seguros más allá
de lo que la experiencia nos informa. Porque decir que el pensar actual
es esencial al alma, e inseparable de ella, es incurrir en
petición de principio [is to beg what is in question], y no probarlo
por razón, lo que es necesario hacer si no se trata de una proposición
autoevidente [self-evident]..."
19) De con-cretum, podríamos
decir. Esto es, con-gregatum o com-positum: las ideas "complejas" observables
como regularmente coexistentes (cfr. II,ii,1 y xii,2), de cuyas ideas abstractas
se formarán nuestras ideas de "clases particulares de sustancias"
o, en II,xxxi,12 y en el Libro III, "esencias nominales" de sustancias.
20) "Objetiva" precisamente en el sentido
de "objeto" (com-positum), en tanto que distinto de meras ideas o apariencias
"simples".
21) Ver II,viii,18 y 25.
22) He aquí el texto: "Como las
ideas simples se observa que existen unidas juntas en diversas combinaciones,
así la mente tiene una potencia para considerar varias de ellas
unidas juntas como una idea; y eso no sólo como ellas están
unidas en los objetos externos, sino como ella misma las une."
23) En la "naturaleza": objetos externos
regularmente observables, a diferencia de las ideas de "modos" y "relaciones".
24) La sección II,xiii,18 es
uno de los muchos lugares en que Locke advierte de las "falacias" en que
se suele incurrir muchas veces al entender "las palabras por cosas" (punto
que evoca, cuando menos, la tesis general de Kant en la "Dialéctica
Trascendental" de la KrV, cuando critica los "paralogismos" y "antinomias",
por ejemplo; aunque él diga "pensamientos" en lugar de palabras).
De manera que la tesis interpretativa "analítica" (de Bennett y
Woolhouse, por ejemplo) en cuanto a que Locke no se haya aclarado
sobre la significación puramente lógica de noción
de "sustancia", en tanto noción lógica de "objeto", no puede
explicarse sino por la consabida miopía metafísica de tantos
representantes del "Análisis" contemporáneo. Junto a la falta
de lectura seria de Locke.
Lo mismo cabe decir, sin embargo, de la interpretación
escolástica (de Copleston, Finance, etc.) que asume la crítica
que ya hiciera Leibniz en sus Nuevos Ensayos sobre el entendimiento
humano, en el sentido de que Locke parece cosificar él mismo
la noción. La clave, en cambio, como veremos, para entender a Locke
estriba en la conexión de la noción de sustancia con la de
la imperceptible "conexión o coexistencia necesaria", a través
de su equivalencia con la de "esencia real". Un límite epistemológico
radical en el que nuestro autor fundamentará el carácter
probabilístico de todo cuerpo científico concreto y la relatividad
de todo discurso ontológico particular, como diría en nuestros
días W. Quine: una correlación sorprendentemente practicable
hasta en sus detalles, en la que aquí no podemos abundar. No obstante,
hemos de consignar que ya ha habido quienes han empezado a analizarla.
Como ejemplos -aparte la mera mención de este punto en Acero et
al.,114- pueden valer estas referencias, que sólo hemos podido
conocer por su recensión en la revista bibliográfica "Philosopher
Index": K. Squadrito, "Locke, Quine and natural kinds", The modern Schoolman,
Enero de 1972; J. E. Smith, "The reflexive turn, the linguistic turn, and
the pragmatic outcome", The Monist, Octubre de 1969.
25) Denominación general que
inevitablemente ha de afectar en este caso no sólo a los frecuentemente
-en su época- denostados "escolásticos", sino también
a los "cartesianos".
26) II,xiii,19, al final. Subrayado
nuestro.
27) Sobre este punto puede verse, por
ejemplo, III,iii,16; IV,iii,16. De todos modos, a la vista de lo indicado,
ha de resultar claro por qué los planteamientos bien lógico-lingüísticos
(o analíticos), bien lógico-trascendentales o bien meramente
metafísicos (escolásticos) son insuficientes para comprender
el alcance tanto de lo que Locke dice como, por ello -con razón
a nuestro entender-, del asunto que se trata. Para expresarlo con términos
de la filosofía tradicional aristotélica, Locke, como abanderado
del nuevo saber científico y "positivo", está interesado,
como "físico" además de "metafísico", por la "esencia"
de las sustancias: pero no meramente en el sentido de la "función"
por la que se definen ("eîdos") sino en el de la "estructura" física
que la posibilita ("morphé"): véase Calvo,108-109 para una
clara referencia sobre las nociones que acabamos de aplicar. Por supuesto,
es necesario insistir en que la diferencia específicamente crítico-científica
moderna del planteamiento de Locke estriba en la alusión a la necesidad
de las conexiones físicas observadas; la cual, de ser también
observada o conocida, facilitaría el establecimiento general de
relaciones legales entre los fenómenos físicos.
28) Nuevamente, en las secciones siguientes
aparece la noción de "esencia" mientras que desaparece la de "sustancia".
Evidentemente, Locke las usa sobre todo en lo que de equivalente o intercambiable
tienen, sin ser ajeno a la diferencia lógica de la sustancia ("sujeto")
con la esencia ("naturaleza" del sujeto). Véase el sucinto y preciso
texto de II,xiii,26: