Alfa. Revista de la AAFi.
CRISIS DE VALORES
Antonio Durán*
Cuando hablamos de valor enseguida nos viene a la cabeza el valor de las cosas, sobre todo el precio en el mercado, o el valor como valentía o solvencia de una persona, o el valor de nuestras cosas colectivas, nuestro arte, nuestras fiestas, nuestro equipo de fútbol...
En general puede decirse que tiene valor todo aquello en lo que nos sentimos cómodos, desde unos zapatos hasta una fiesta de amigos. Todo aquello con lo que estamos a gusto y que, por tanto, suscita nuestro interés.
Así nos sentimos bien
-con un traje, un coche, una casa,...: tienen valor económico, precio.
-oyendo música, en el cine, o "viendo los barcos venir al amanecer del día"..., valores estéticos.
-aprendiendo cosas, viajando, el disfrute de conocer y saber..., valores culturales.
-sintiéndonos unidos a los intereses de otros hombres, de todos los hombres, identificándonos con el sentir colectivo... valores morales.
Hablar de valores es lo contrario de hablar del mundo y las cosas
en forma objetiva, es hablar en forma interesada, apasionada. ¿Pero
es que hay algún pensar o un hacer que no lleve por medio algún
interés?
Hablar de valores es hablar de todo aquello que está negado, reprimido, distorsionado, de todo lo que no es y está pugnando por ser, de todo lo que trata de abrirse camino con pasión.
Hablar de valores es hablar de un tipo de hombre que se vislumbra y trata de perfilarse en competencia con otros que le obstruyen el paso con iguales pretensiones de legitimidad.
Hablar de valores es hablar de deseos de que todo lo que vive y crece llegue a ser plenamente, de espacios respirables en los que sea posible la libertad.
En definitiva, valor es interés en su más amplio sentido, e interés es aquello que nos saca de nosotros y nos interrelaciona con el mundo y con los hombres.
Los valores, en última instancia, estarán constituidos por todo aquello que da respuesta a las aspiraciones más elementales del hombre, que son la aspiración a la supervivencia y la aspiración a la reproducción y recreación de la especie. A la supervivencia proveemos mediante el trabajo y a la reproducción mediante la relación hombre-mujer y las demás relaciones familiares, sociales y políticas que garantizan y amplían las posibilidades de esta relación elemental.
El trabajo, fuente de valor
El trabajo es la actividad productiva que transforma el medio a nuestro aire, haciéndolo habitable, previsible, acumulando unos remanentes que nos permiten desentendernos en gran parte de las necesidades inmediatas; el trabajo es la fuente que genera los valores económicos.
El trabajo socializado actual es capaz de producir excedentes como para liberar a la sociedad entera de la servidumbre económica y permitirle crear nuevas formas de vida y recrearse con nueva cultura.
Hasta aquí muy simple.
Pero la organización social del trabajo trae consigo todas las adherencias de las viejas sociedades esclavistas, militares, colonialistas; sociedades de indigencia donde lo que se administra es la escasez y donde la autoafirmación de unos tiene que ser a costa de la negación de otros; sociedades donde sólo unos pocos, sea por su inteligencia o dotes de organización o sea por su mayor capacidad depredadora, pueden disfrutar de esa abundancia que permite el ocio y la libertad para crear y para recrearse en formas de vida diferentes.
Cierto que esto no es tan del pasado.
Pero afortunadamente en la actualidad la organización social del trabajo ha sufrido una serie de transformaciones que permiten mirar al futuro con otras perspectivas. Aunque todavía la serpiente sigue sin cambiar de camisa.
Hoy son tales los excedentes de producción que podemos sin duda
considerarnos en una sociedad de abundancia en comparación con las
épocas pasadas. Y hoy además asistimos a un fenómeno
nuevo:
- si en el viejo sistema capitalista eran el trabajador material y el capital los agentes pricipales de la producción,
- hoy asume el protagonismo un sujeto nuevo, hoy es patente que sin cooperación no hay producción, hoy nadie duda de que el sujeto de la producción es todo el entramado social.
. La producción de la fábrica pierde su centralidad,
los resortes de la producción están en manos del colectivo
de científicos y técnicos que manejan la automatización
y la informatización, que a su vez dependen de la sociedad que los
cultiva y mantiene. Puede decirse que se ha generalizado un nuevo sujeto
de la producción que aúna saber y trabajo y se han uniformado
las formas de producción conforme a estas exigencias.
. Por lo que toca al capital, su necesidad de mano de obra barata desplaza la producción al tercer mundo y con ella el mercado; los países periféricos pasan a formar parte de la economía-mundo que ha generado la nueva forma de producción. La economía punta crea sistemas de producción que se exportan a la periferia con lo que hoy tenemos un inmenso mercado unificado.
Hoy más que hablar de un tercer mundo en sentido geográfico tenemos que hablar de integrados y excluidos tanto en las nuevas áreas como en las metrópolis.
Ante esta panorámica hemos de preguntarnos: ¿Hay crisis de valores económicos?
Y la respuesta sería: Nunca ha habido una época en que se haya generado una masa de valores económicos tan ingente como en la nuestra, nunca ha habido mayor cantidad de bienes materiales, nunca ha habido mayores posibilidades de bienestar.
Entonces, )dónde está la crisis?
No es crisis de producción precisamente, sino crisis de apropiación y distribución de esa producción.
La crisis desde la perspectiva económica consiste en que
La comunicación, generadora de valor
Un segundo camino por el que el hombre sale de sí mismo para reencontrarse y recrearse y que constituye su máximo interés, lo que más valora, es, claro está, el encuentro con sus semejantes; desde la relación hombre-mujer, la más elemental, hasta las más generales formas de convivencia.
Las relaciones de pareja reflejan las de la sociedad y viceversa. Lo mismo en una que en otra es la comunicación la que hace la convivencia y la cooperación. Cuando la comunicación falla o se da en una sola dirección aparecen las relaciones de poder y sumisión; sólo cuando hay comunicación y búsqueda conjunta de la verdad es posible la libertad, el más cotizado valor.
También aquí arrastramos unas estructuras sociales marcadas por las viejas taras de noblezas a cobro revertido, de salvadores altruistas que nos pasan factura por su generosidad, de privilegiados y meritócratas que se empeñan en ahorrarnos el pensamiento y la palabra. De nuevo la sociedad piramidal, pero ahora en vez de acaparar plusvalía económica acaparan lo que llama mi amigo Juan Batalloso plusvalía política o, si se quiere, la información.
La información es comunicación expropiada a sus agentes, sacada de sus contextos y vaciada de su contenido humano. En unas estructuras jerárquicas no cabe la comunicación: el de arriba posee los secretos y el de abajo recibe la información. Sólo somos sujetos pasivos de la comunicación o, mejor, de información.
En estas sociedades jerárquicas el valor dominante es la autoridad; para ellos crisis de valores es crisis de autoridad.
Pero el principio de autoridad sólo sirve para la sociedad militar; ya hace mucho tiempo que las sociedades democráticas se montaron en base al principio de racionalidad.
Hoy vivimos una nueva realidad social basada en la cooperación y la comunicación, los nuevos agentes sociales integran trabajo material e intelectual, la conciencia de que somos un entramado de relaciones está pidiendo con insistencia cauces de comunicación apropiados.
La crisis en este campo es crisis de comunicación, crisis de
instituciones y partidos que logren canalizar las demandas de la nueva
realidad. Y está claro que esos cauces no están marcados
ni por las leyes D;Hont, ni por las listas cerradas, ni por los partidos
políticos o las instituciones establecidas.
La crisis
¿Crisis de valores?
Pero sin confundir.
Nada de rearme moral en abstracto. Las soluciones morales sólo engendran sentimientos de culpa o tal vez autosatisfacción por la propia excelencia; pero dejan intactos los problemas. Ante el sufrimiento o la injusticia no tiene sentido una conmoción que bloquee la reflexión y que sólo se resuelva en autoinculpaciones o condenas. Si nuestra moral no corresponde a nuestra praxis, o cambiamos de moral o de praxis.
Entoces ¿realismo político aceptando el orden racional existente, dar por suficiente el marco parlamentario para que se nos marque el ámbito de nuestras libertades?
Ni la conmoción del alma piadosa inoperante o la del terrorista que reacciona individualmente ni el cinismo parlamentario son el camino hacia los nuevos valores. Atacan más que a las causas de la falta de libertad a sus efectos; suponen que los individuos aislados pueden resolver los problemas, sea con las buenas intenciones, sea por la violencia o por el voto.
Nuestra crisis de valores es crisis de apropiación. La crisis está en que cada vez hay menos cosas, personas e instituciones con las que podamos identificarnos, a las que podamos considerar nuestras. Si sólo podemos identificarnos con nuestro equipo de fútbol o nuestros toreros es que nos han dejado sin todo lo demás. Está claro que unos son los que generan valores y otros son los que se los apropian, en lo que pueden. Y pueden sobre todo en todo aquello que logran hacer entrar en las cadenas del mercado.
La crisis radica en que hay una parte de nosotros mismos que se nos va de las manos, que escapa a nuestro control.
El mercado es una cosa muy importante para organizar la economía del mundo, para generar y distribuir los valores económicos; pero lo que no debe es invadir los demás campos de valores. Cuando lo que se vende es nuestra relación con las personas, nuestra cooperación y comunicación, nuestros lugares y tiempos de encuentro, nuestra actividad a tiempo pleno, nos dejan sin espacios en los que podamos reencontrarnos, sin posibilidades de ejercer de persona, confundidos con una mercancía más.
Afortunadamente no todo es vendible.
La solución
¿Los caminos para afrontar la crisis?
-reapropiarnos del fruto de la cooperación,
-conquistar espacios para la comunicación.
Reivindicar la cooperación significa reivindicar
- bienes colectivos:Reivindicar la comunicación significa.ese Estado de bienestar con sus prestaciones sociales, que son un derecho y no un regalo;- calidad de vida, reparto del disfrute:
.ese reparto del trabajo reduciendo horas, aun sabiendo la problemática que eso encierra..un medio ambiente no contaminado que podamos disfrutarlo todos;
.una desarticulación de la amenaza nuclear y la carrera de armamentos; .unas formas de trabajo menos penosas y más tiempo libre.
- más medios de comunicación al servicio de la sociedad y no del capital o del poder.
Afortunadamente los hay.
- unos cauces de participación política más conectados a la sociedad, más abiertos.
- mayores parcelas en la sociedad civil para el encuentro, para la libertad, para la fiesta, para el recreo, para la discusión...
La palabra es el poder de los sin poder.
Pero por encima de todo tenemos un valor que escapa a las redes del mercado, que escapa a los predicadores del rearme moral y regeneradores de la vida política, un valor que es difícil quitárselo al pueblo: es el humor, el sentido estético de la vida, no el talante gruñón del perro atado, o de las personas que han crecido en la sujeción, sino el buen temperamento de quien, convaleciente de las fiebres revolucionarias o dogmáticas, mira tanto al pasado como al futuro asumiendo lo que sigue valiendo con espíritu confiado.
El humor no es la verdad, pero es la dinamita que nos abre camino.
* Profesor del I.E.S. "Gustavo Adolfo Bécquer" de Sevilla.