Alfa. Revista de la AAFi.
OCTAVIO PAZ, INDIAS ADENTRO
Antonio Durán*
El éxito de un viaje depende en gran medida de la experiencia
del guía.
Salir de los límites de nuestras provincias conceptuales y vencer el temor a lo extraño siempre es un reto estimulante. En esta obra el premio Nobel mejicano Octavio Paz trata de acercarnos al corazón de culturas tan dispares como la india, la mejicana y la europea. Es un guía que merece toda confianza, pues tiene ese respeto y elegancia de la gente de alma grande y generoso corazón que son capaces de pensar y sentir por encima de las fronteras.
Mestizaje de civilizaciones
Nos sobrecoge escuchar de labios de un mejicano cómo las culturas de su país vivieron en una inmensa soledad histórica porque jamás conocieron la experiencia cardinal de las sociedades del Viejo Mundo: la experiencia del otro, la intrusión de civilizaciones extrañas. En efecto, los pueblos de la India, Mesopotamia, Persia, Grecia, Roma, China y Mongolia viven en continua relación, lo que supone una interfecundación enriquecedora al máximo, cosa que no se da en México.
Interfecundación que no excluye diversidad: mientras la unificación que se lleva a cabo en el Mediterráneo y el Oriente Próximo por obra del helenismo, y luego Roma, tiene un carácter político, económico y administrativo, en la India la unificación se hace sin Estado. En efecto, serán los reformadores religiosos y sus adeptos: monjes, corporaciones de sacerdotes, sectas... los que tengan la primacía sobre lo político a la hora de unificar a esa masa ingente de hombres. Gandhi es un buen ejemplo de ello: "Las civilizaciones - nos dice - van y vienen; lo único que queda en pie es la humilde verdad sin más espada que la no-violencia".
Todo eso nos lo explica Octavio Paz de forma magistral; pasando después revista a la función de la religión cristiana en Europa, función de unificación pero también de puente con la infraestructura del Imperio y la tradición cultural grecorromana. Eso es lo que ha hecho posibles esas crisis de crecimiento que fueron la Reforma y el Renacimiento, dos movimientos fundamentales para la modernidad y para la posterior dilatación de la cultura europea.
En la India no ocurre nada parecido. La religión brahmánica original sufrió numerosos cambios siendo el más decisivo el budismo, una religión que predica la liberación personal por el autocontrol de los deseos. Después de distintos altibajos fue barrido de la India por obra de los musulmanes, yéndose a refugiar en China y Japón.
Musulmanes e hindúes anduvieron siempre a la greña. Así como los teólogos cristianos lograron bautizar a Platón y a Aristóteles y meterlos en sus esquemas, los árabes no digirieron ni los Vedas ni los Upanishad y demás tradiciones de la India. Algo cogieron de los griegos, pero sin mucha convicción. Tal vez sea por esto, nos dice el autor, que ni la civilización islámica ni la hindú hayan tenido nada comparable al Renacimiento.
Los españoles en México
- ¿Por qué la irresistible expansión de la cultura occidental? - se pregunta Paz.
- Las culturas con que se encuentra estaban petrificadas.
En este choque corren suerte diferente estas culturas orientales
y las mesoamericanas. Aquellas sobreviven y estas no.
Nuestro Nobel atribuye este fenómeno no sólo a la inferioridad científica, filosófica, técnica y política, sino sobre todo a la cultura de guerra que predominaba en centroamérica. Para los aztecas la guerra cósmica de las divinidades astrales da origen al mundo nacido de la sangre de los dioses. Las batallas son repeticiones rituales de aquellos orígenes: terminan con el sacrificio de los guerreros vencidos en lo alto de la pirámide. Su sangre es alimento divino y divinización de la víctima. Esto y la soledad histórica que les hace indefensos física y psíquicamente al virus extranjero fue fatal para aquellas poblaciones.
Estos pueblos encuentran en el cristianismo una sublimación de sus creencias: el sacrificio de un dios que derrama su sangre para redimir al mundo que había escandalizado a griegos y romanos, hindúes y chinos, encaja perfectamente en la tradición mejicana.
El catolicismo hispano fue intolerante muchas veces... sin embargo, heredero de Roma, poseía una capacidad para asimilar cultos extraños de la que carecían el cristianismo protestante, mucho más rígido y estrecho y, por supuesto, el mahometismo. Un ejemplo es el santuario de la Virgen de Guadalupe que sustituye el de una diosa prehispana.
Españoles y portugueses se proponían convertir a los infieles y no retrocedieron ante el uso de la coacción para lograrlo. Los ingleses, por el contrario, nunca manifestaron demasiado interés en cristianizar a los pueblos sometidos.
Y he aquí la conclusión a que llega el pensador mejicano:
En la dominación española no todo fue horror como quieren
los franceses, ingleses y holandeses envidiosos: "sobre las ruinas del
mundo precolombino los españoles y portugueses levantaron una construcción
histórica grandiosa que, en sus grandes trazos, todavía está
en pie. Unieron a muchos pueblos que hablaban lenguas diferentes, adoraban
dioses distintos, guerreaban entre ellos o se desconocían. Los unieron
a través de leyes e instituciones jurídicas y políticas
pero, sobre todo, por la lengua, la cultura y la religión". Y concluye:
"Si las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas."