Alfa. Revista de la AAFI.
José D. Montoya Lozano
"¿Puede un científico creer en Dios?" Este interrogante sirvió de título a una conferencia del Profesor Juan A. Estrada en la Universidad de Almería. Antes de iniciar mi reflexión he de confesar que no me siento la persona más adecuada para defender esta cuestión, porque no fui yo quien la enunció y no sé cuál debe ser su interpretación correcta. Tal vez el autor de la pregunta no se sienta identificado ni "defendido" con lo que voy a decir, ni tiene por qué. Pero, a pesar de todo, el ejercicio del debate y la confrontación de argumentos son demasiado tentadores para los que nos dedicamos a esto de la filosofía.
El objetivo de estas líneas es simplemente aportar argumentos en favor de la "pertinencia" de la pregunta ")Puede un científico creer en Dios?", puesto que creo que quien no la considere una pregunta pertinente diría lo contrario: "no tiene sentido preguntar al científico, esa pregunta no es adecuada, no hay nada especial en el científico que lo ponga en situación de plantearse mejor esa pregunta que cualquier otro ser racional, por lo tanto no debemos limitar la pregunta al científico". Mi intención es mostrar que hay razones para preguntar esa pregunta y dirigirla precisamente al científico.
Pero volvamos al título completo de la conferencia: ")Puede un científico creer en Dios? Pensamiento científico y creencia religiosa". Tomemos en consideración la totalidad, ya que es poco lo que tenemos y no debemos autolimitarnos. Y es que la segunda parte del título ya nos advierte que se trata de examinar una relación: entre Ciencia y Fe; relación que, efectivamente, ha sido problemática. Cuando preguntamos si se puede hacer algo queremos saber si hay algún obstáculo que lo impida. Por eso preguntamos esa pregunta para saber si dedicarse a la ciencia impide creer en Dios. También cabe plantear la pregunta al revés )Puede un creyente ser científico?, )algún obstáculo impide al creyente dedicarse a la ciencia?.
Podemos encontrar razones para preguntarnos estas preguntas examinando someramente la historia de las relaciones entre la ciencia moderna y la religión. Estamos ante una historia de enfrentamientos desde el mismo inicio de la ciencia moderna; ante un rechazo que parte de la religión, a pesar de la condición de creyentes de casi todos los científicos (Copérnico, Kepler, Galileo, Newton...) y su nula intención de enfrentarse a la fe. La interpretación dogmática de las Escrituras por parte de las autoridades religiosas provoca la condena de la nueva imagen del mundo instaurada por la ciencia moderna. Desde la religión, se ve en en la ciencia una amenaza para la fe, llegando al extremo de B. Pascal, que considera que tiene que dejar de ser científico para creer en Dios. Pero no caían en la cuenta de que ese rechazo, esa condena radical de la nueva ciencia, esa escisión entre Ciencia y Fe que obliga a optar por una u otra, estaba precisamente obligando al científico a dejar de creer en Dios para seguir siendo científico y a sustituir la Fe en Dios por la Fe en la Ciencia como nueva religión (Comte).
Ahora que está "de moda" asumir responsabilidades históricas, hemos de reconocer que tanto desde la religión (dogmática y miedosa) como desde la ciencia (arrogante y autosuficiente) se ha contribuido bastante a problematizar la relación entre "pensamiento científico y creencia religiosa". Hasta tal punto esa relación se ha hecho confrontación que nos proporciona razones para preguntarnos por nuestra pregunta. Y, además, tiene sentido planteársela en la Universidad, el lugar de la ciencia (natural o social), en el que se forman los "científicos".
Pero no sólo la historia nos proporciona alguna razón para plantear nuestra pregunta al científico. Tenemos que reconocer la existencia de una mentalidad cientificista que excluye del ámbito de la racionalidad todo lo que no es "objetivo", "medible" y "experimentable". Según este planteamiento, que hace una lectura sesgada y parcial de Kant reduciendo la razón a su uso teórico, lo ético o lo religioso pertenecen al ámbito de los sentimientos y de las vivencias personalísimas de cada uno. Parece, por tanto, que la ciencia es amoral y atea, puesto que el científico cuando escudriña los cielos, estudia el mapa genético o analiza los entresijos de la mente, no encuentra por ningún lado los valores, ni mucho menos a Dios. Por lo tanto, el científico no tiene por qué plantearse problemas éticos o religiosos.
Esta actitud del "científico que no se hace preguntas" puede dar lugar a un abanico amplio de posibilidades que iría desde un "científico ateo" que sólo cree en la ciencia como fuente de sentido hasta un "científico supersticioso" que deja la racionalidad en el laboratorio y no la emplea en el resto de las dimensiones de su vida. En ambos casos renuncian a plantearse la pregunta por la legitimidad racional de la fe en Dios porque reducen la razón a razón científica. Sin embargo, a pesar de la división metodológica de Kant, no tienen en cuenta que la razón (teórica y práctica) es una y la misma en ambos casos y que son dos dimensiones cuyo ejercicio nos humaniza (en el doble sentido de hacernos humanos y de darnos dignidad).
Por lo tanto, creo que el sentido de la pregunta ")Puede un científico
creer en Dios?" no está en que el científico nos dé
unos argumentos especiales en favor (o en contra) de la creencia en Dios.
Se trata, por el contrario, de eliminar cualquier obstáculo que
pueda haber entre la Ciencia y la Fe y que nos lleve a pensar que el científico
no necesita hacerse tal pregunta porque le basta la ciencia y que la creencia
es una cuestión totalmente subjetiva y no racional ni racionalizable.
Con esto sólo estaríamos fomentando una concepción
del hombre (muy extendida en nuestro tiempo) dividido en compartimentos
estancos: vida profesional-pública, vida personal-privada.