Alfa. Revista de la AAFI.


SIETE TESIS SOBRE EL HUMANISMO

Antonio de Lara Pérez*

1. Es una constante de nuestra cultura -y probablemente de toda cultura que tome conciencia crítica de sí misma- la reivindicación del humanismo en cuanto signo de su propia identidad.

Cuando la cultura occidental ha tratado de buscar sus raíces, aparece siempre el humanismo. Esto es lo que sucedió en el Renacimiento: la vuelta a la antigüedad no fue sino la justificación de una nueva concepción del hombre, "el hombre universal". También en la Ilustración, con esa búsqueda kantiana formulada en la pregunta "¿qué es el hombre?". Y más tarde, a finales del XIX, con ese nuevo hombre propugnado por Nietzsche.

También el nacionalismo es un signo de identidad cultural, pero particular, excluyente y acrítico. El vínculo de unión es siempre emotivo y sentimental, basado en unos rasgos comunes que sólo unos pocos pueden compartir. Por el contrario, el humanismo es universal, integrador y crítico; se refiere a todos los hombres y se basa en la razón. En consecuencia, la identidad nacionalista es siempre mítica: los nacionalismos generan mitologías; mientras que la identidad humanista es siempre filosófica.

2. La reivindicación del humanismo ha estado históricamente relacionada con el desarrollo de la ciencia.

Ciencia y humanismo ya estuvieron relacionados en la Atenas clásica, y más recientemente, en el Renacimiento. El humanismo renacentista no fue sólo literario: su reivindicación de la antigüedad grecorromana afectó a todas las esferas del saber.

3. El carácter específico de la ciencia moderna, con sus disociaciones entre hipótesis y experimento, razón y experiencia, fenómeno y realidad, ha cercenado el desarrollo del humanismo.

La ciencia moderna, cuyo nacimiento fue potenciado por el humanismo renacentista, presenta notables diferencias con la ciencia antigua (o griega). Es una ciencia experimental, no "theórica", que no trata de describir la realidad sino de explicar los fenómenos. Es también una ciencia que busca la especialización mediante la determinación precisa de las diversas clases de fenómenos. Como consecuencia se oscurece la idea de realidad, entendida ahora como un "en-sí" incognoscible, y se abandona la concepción universal del saber, sustituida por una multiplicidad de disciplinas científicas.

El oscurecimiento de la idea de realidad afecta no sólo a la naturaleza física sino también a la naturaleza humana. El sujeto se disuelve convertido en un conjunto de leyes, en un haz de estados de ánimo o en una colección de conductas. La división positivista del saber en dos campos, ciencias de la naturaleza y ciencias humanas, no deja de ser ficticia, como si la realidad se hubiera escindido en dos esferas: la naturaleza y la cultura, "lo que es o parece ser" y "lo que debe ser". Pues las ciencias humanas son sólo un reducto en permanente regresión, en donde han quedado arrinconados los saberes todavía refractarios al método científico, especialmente la filosofía.

No hay posibilidad de elaborar un humanismo partiendo del método científico. La ciencia jamás podrá comprender conceptos como "conciencia", "voluntad" o "libertad". Cualquier tipo de humanismo que tenga en cuenta los resultados de la ciencia, será un humanismo externo, realizado fuera de los patrones de la ciencia, aunque en diálogo con ella.

4. El avance científico de la Edad Moderna ha ido convirtiendo a la técnica en el primer factor de desarrollo social. De ser un instrumento -aunque imprescindible- de la ciencia ha pasado a ser un fin en sí.

La relación ciencia-técnica se ha invertido. El desarrollo de la ciencia se subordina a la consecución de objetivos técnicos. La técnica se convierte en el soporte de la actividad industrial y recurre a la ciencia para su perfeccionamiento. La técnica se transforma en tecnología. La investigación científica depende cada vez más de las necesidades tecnológicas.

5. Sin embargo, la acción técnica presenta unos rasgos novedosos que la diferencian de la práctica científica y de otras formas de acción humana.

A diferencia de la práctica científica, en la acción técnica hay un entrelazamiento entre hechos y valores, entre lo fáctico y lo axiológico. A diferencia de otras formas de acción humana, la relación medio-fin deja de ser unidireccional: los medios se subordinan a los fines y los fines a los medios.

6. Las novedades de la técnica científica o tecnología favorecen la aparición de un nuevo humanismo: el humanismo tecnocientífico.

Con la tecnología la realidad vuelve al primer plano. Desaparece la escisión positivista entre naturaleza y cultura, desaparece la ruptura entre el mundo físico y el mundo moral, sin que por ello se recupere la subordinación tradicional del segundo al primero. Lo físico y lo moral (o sociomoral) se entrecruzan y autocondicionan, porque la realidad no es algo en sí sino algo construido por la misma tecnología.

A través de la tecnología el hombre no sólo construye la realidad, se construye sobre todo a sí mismo.

7. El nuevo humanismo o humanismo tecnocientífico convierte la presencia de la filosofía en la sociedad en una necesidad urgente, tal como no se ha conocido en otra época histórica.

Dado el carácter construido de la realidad, el filósofo debe intervenir en la sociedad a través de tres clases de actuaciones: ética (elaborando códigos deontológicos sobre las nuevas realidades tecnológicas), interdisciplinaria (integrando las aportaciones de las distintas disciplinas en una nueva concepción unitaria del saber) y crítica (tratando de fundamentar la nueva -o nuevas- concepción de la realidad en bases racionales).

Realidad y ficción se han acercado peligrosamente. La realidad se ha hecho virtual. La fabricación de una cosmovisión racional no es sólo una tarea teórica sino eminentemente práctica, si no queremos que nuestra cultura caiga en manos de creencias interesadas, las que interesan al sistema productivo de nuestra sociedad.

* Profesor de Filosofía del I. E. S. "Ciudad Jardín" de Sevilla. Vicepresidente y vocal de la AAFI por Sevilla.


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