Glorioso título
El
corazón consagrado está dedicado a la transformación en un similar al
Inmaculado Corazón de Maria: sin pecado, lleno de amor. Aquellos que viven su
consagración son testigos del Triunfo ya alcanzado en ellos. Ellos han
permitido ser convertidos. Siguen a Jesús sin reservas. Invitan a otros a
la misma auto-donación del corazón entero al Señor. Sus corazones reflejan la
bondad y amabilidad del Corazón de Maria. El Inmaculado Corazón de Maria, la
perfecta respuesta a Jesús, se hace visible en las vidas de aquellos
consagrados a este Corazón.*
Por todas estas razones, todos deberían considerar seriamente consagrarse personalmente al Inmaculado Corazón. Quienes ya lo han hecho pueden testificar el rápido poder de transformación de la consagración. Ellos sienten que al haberse encomendado completamente a los protectores brazos de Maria, que está continuamente presente en ellos de una nueva forma. Saben que ellos están recibiendo gracias que en otros caso no tendrían, porque su Madre, Maria Inmaculada, les está cuidando. Permiten que Ella sea en ellos, lo que Dios quiere que Ella sea. Confían en Ella en una forma nueva debido a que su consagración será el seguro para su salvación.
La consagración es un asunto simple. Nosotros entregamos nuestro ser entero en el misterio de ser adoptados maternalmente por Maria. En esto imitamos a Jesús, quién, como un pequeño infante, estuvo en Ella, y quién nunca revocó este regalo de Él mismo a Ella. Decimos "Sí" a Maria como Él hizo. Nosotros creemos que Dios obra poderosamente a través de Ella, y que nosotros estamos inmersos en ese poder a medida que llega a través de Su Corazón. La consagración puede expresarse más concisamente afirmando que es lo mismo que decir "Sí" a Maria, el Inmaculado Corazón, exactamente como Ella es, y como Dios nos concede Ella a nosotros. Así aceptamos el regalo que Dios nos hizo cuando desde la Cruz dijo a su amado discípulo, "Ésta es tu Madre". Entonces nosotros la adoptamos, esto es, la hicimos nuestra en todo lo que tenemos y somos.
No atribuimos a Ella nada más, ni nada menos, que lo que Dios mismo hace. Él hizo a Maria Su Madre, y nosotros lo reconocemos. También suponemos que es nuestra Madre porque Él nos la concedió cuando murió en la Cruz. Ella reina con Él, debemos extender Su reino sobre nosotros. Ella es sin pecado, y nosotros aspiramos a serlo también.
*Ésta
es una bonita explicación de la devoción del Escapulario del Monte Carmelo.
Consultar el libro: Sign of Her Heart, AMI Press, Washington, NJ 07882.
Ella está llena de amor y así queremos serlo nosotros también. Nos consagramos a nosotros mismos a todas estas verdades sobre Maria como nos consagramos a Su persona. Sintonizamos con Ella tal como Dios ha revelado a Ella la forma de ser, y nosotros no impediremos a nada de Su gloria que Dios mismo la ha concedido.
Con la consagración se abre uno totalmente al ilimitado poder de Dios llegando a través del vehículo del Inmaculado Corazón. Ella es uno de los secretos de Dios, que nunca podemos llegar a comprender completamente: la gracia y amor ilimitados alcanzándonos por medio de la más pequeña, Maria. Los más humildes y sencillos son siempre los más probablemente elegidos por el Señor para ser los canales de Su poderío. La consagración al Inmaculado Corazón supone esta clase de fe. Cree que Dios puede hacer sus más poderosas obras a través de alguien tan sencilla y débil como Maria, la Virgen de Nazaret. Ella no es Dios, sino una de nosotros, compartiendo nuestro estado y esperanza humanas. Sin embargo, Ella está llena de la fuerza de Dios como las jarras de agua de Caná, desbordadas por el poder de Dios en vino exquisito para la boda. Ella concede este vino de gracia para los demás. Ella nos lo da a beber a través de su amor y oración. Lo comparte en la meditación de Cristo. Esto no nos debería asombrar. Como miembros del Cuerpo de Cristo transmitimos la misma gracia de Cristo cuando bautizamos, perdonamos, intercedemos, amamos. Pero en Ella no existe el impedimento de compartir la gracia de Dios con la que nos pertenece a nosotros debido a su ausencia de pecado. En su caso, como Ella es Inmaculada (sin pecado), el Espíritu de Jesús se transmite con tal exuberante poderío que no queda nada más allá del ámbito de su influencia. La consagración reconoce Su reino universal con Cristo y le da la bienvenida. La persona consagrada al Inmaculado Corazón se ha presentado complacidamente al plan de Dios para actuar a través de Maria, y se deleita en la alegría de haber tomado esta decisión. La consagración es un acto de humildad, por el cual nos agachamos como Jesús hizo cuando lavó los pies de sus discípulos. Admitiendo la pequeñez de uno mismo, se abre el corazón humano a los milagros de la transformación. Esto acelera la reforma de los corazones de este mundo. Esto agiliza el triunfo y la Era de la Paz. Esto aparta el Castigo aprovechándose de la gracia de Dios, que llega a través de la Madre llena de gracia. Esto acorta el tiempo de Tribulación, incluso provocando su fin. La consagración nos asegura la salvación y nos confiere la posibilidad de interceder de una manera más efectiva y seria en la salvación de los pecadores. Este es uno de los ingredientes más necesarios del plan de paz de Nuestra Señora, y actúa a favor de su rápido cumplimiento.