El Triunfo del Inmaculado Corazón
" ¡ Mi Inmaculado Corazón triunfará ! ". Esta profecía de Nuestra Señora de Fátima, a diferencia de la mayoría de las otras, es incondicional; Esto sucederá, y nada impedirá que ocurra. El triunfo es una certeza. El propósito por el que la Madre de Dios ha estado visitándonos durante tanto tiempo es lograrlo. "Al final" Ella nos asegura "Mi Inmaculado Corazón de Maria" triunfará". En el momento álgido de la batalla entre el bien y el mal, entre la Iglesia (especialmente Maria) y el Dragón (Satanás y sus seguidores), la bondad triunfará totalmente sobre la maldad. La batalla habrá terminado. El Mal será derrotado, su cabeza será aplastada por su pie. La Mujer vencerá.
El significado del Triunfo es la victoria sobre el pecado. En el propio Corazón de Maria, el bien ha triunfado ya absolutamente. No hay pecado en Ella. Ya está glorificada en el Cielo, sin ser alcanzada en modo alguno por la contaminación del mal. La victoria sobre el mal ha alcanzado su cenit en su Inmaculado Corazón. La llegada del Triunfo de este Corazón, sin embargo, debe significar algo más que su propio triunfo personal. La profecía se refiere a su triunfo ocurriendo en nosotros, cuando el pecado sea expulsado a través del arrepentimiento, y el amor reine en el mundo. En el momento del Triunfo, nuestros corazones se harán como el suyo.
Su Triunfo es la victoria sobre el mal en nuestros propios corazones. Esto es lo que ocurre en el momento de nuestra conversión sobre el pecado. El Triunfo del Inmaculado Corazón toma lugar cuando un corazón vuelve hacia Dios con la fe en Maria y se entrega. Cuando decimos "Si" a Dios, declarando nuestro compromiso como Ella también lo hizo, así el Triunfo comienza en nosotros. Maria permitió a Dios estar en Ella. Como mensajera de Dios, Ella nos invita a aceptar el poder de salvación de Dios, llamándonos al arrepentimiento. Nuestro Triunfo comienza cuando decimos "Sí" a Él, y crece y hecha raíces más profundas el día que ascendamos con Cristo, al igual que Maria lo hizo en la Asunción. El Triunfo aparecerá en la tierra "al final", cuando cada uno del mundo consienta en repetir el "Sí" de Maria dado a Dios cuando Ella consintió en convertirse en Madre de Su Sagrado y Único Jesús.
El Triunfo ya comenzó, por lo tanto, puesto que muchos, a lo largo del mundo, ya han escuchado los mensajes Marianos a través de los años, y han hecho la elección que Ella pedía. Ellos han dicho "Sí" al Señor, y se han unido a Maria en la oración y sacrificio para ayudarnos a salvarnos a todos y traer la Era de Paz. En algunos, el triunfo de un lleno de fe "Sí" ha estado presente en sus corazones durante muchos años, incluso desde la niñez. La vida virtuosa y plena de oración de estas personas ciertamente han traído santidad y protección a una generación perdida. Pero para la inmensa mayoría, el Triunfo parece no haber comenzado todavía. Es a estos hijos suyos a los que la Santísima Virgen dirige sus llamadas. Ella no los quiere perder. Son los que deben volver al Señor y ser salvados. A ellos, entonces, les llegará el Triunfo.
Por la profecía arriba citada, la Reina de los Cielos nos asegura que la actual situación será invertida por la intervención de Dios. Por su gran Misericordia, por la intercesión del Inmaculado Corazón de Maria y de quienes se unan con Ella en sus esfuerzos para para dar la vuelta a la situación del mundo, ello se logrará. No solo Rusia, sino el mundo entero se convertirá. Maria ha prometido esta conversión; El Aviso que recientemente conocimos nos lo demanda imperiosamente. Pronto será contemplado el Milagro de Garabandal que tiene como propósito la conversión del mundo entero. El Castigo, si llega, lo garantizará. La conversión del mundo es seguro que se hará. El mundo se transformará por nuestra conversión y por Su intervención. El Triunfo del Inmaculado Corazón llegará.
El Triunfo glorificará a Maria, la Madre de Dios. Pues Dios "desea establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón". Él glorificará a Su Madre en la tierra. Su intención es en este concepto es obvio cuando consideramos las implicaciones de su Asunción, un misterio que nos asegura que Él ha concedido ya a su personalidad toda la gloria que Ella puede recibir. La llenó con gloria a través de Jesús, su Hijo, quién tiene esta gloria como Suya propia. Él quien está "lleno de gracia y de verdad", "el Único engendrado del Padre", "sobre el que Su favor permanece", "quiere glorificar al máximo a su propia Madre, dándola a Ella la plenitud de la Resurrección que Él mismo ha recibido del Espíritu Santo".
Nosotros estamos apoyándole a Él en esta empresa. Pues glorificamos a Maria junto a Él. Pero antes todos los hombres y mujeres debemos reconocer la obra maravillosa que ha realizado en Ella, haciéndola más hermosa que el sol y las estrellas, más linda que la luna, coronándola como Reina de todo en las deslumbrantes vestiduras de la luz del Señor.
Y la forma que tenemos de glorificarla es obedeciendo sus llamadas perennes al arrepentimiento, imitando su respuesta a Jesús, proclamando su nombre como Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Dios quiere que el mundo conozca que el triunfo del bien sobre el mal está a punto de llegar, y ciertamente llegará, a través del Inmaculado Corazón de Maria. Ella será glorificada en la tierra, tanto por Dios como por nosotros, y por ello se hará manifiesto que Dios ha logrado el triunfo a través de Ella.
El Triunfo será un acontecimiento de conversión que será tan poderoso y universal que todos estarán obligados a alabar a Dios por su magnífica obra que Él ha hecho en su criatura, Maria. Entonces ese sorprendente acto de la cooperación de la humilde sierva en la redención del mundo se hará perfectamente claro a nuestros ojos. El Triunfo será reconocible en la total conversión del mundo --un evento histórico de tal magnitud que ensombrecerá a todos los demás momentos de gloria anteriores--. Dios otorgará una inmensa gloria a Maria, el Inmaculado Corazón, y nosotros comenzaremos a comprender la gloria con la que Él pretende engalanarnos a cada uno de nosotros, cuando hayamos cambiado. Maria va por delante, mostrando el camino hacia el Triunfo, la gloria inestimable prometida a la Iglesia (cada uno de nosotros). Nuestro destino es el mismo al de Ella, si nos arrepentimos de nuestros pecados y buscamos al Señor con todo nuestro corazón. También seremos glorificados por Dios con Jesús y Maria, y con la misma gloria del Espíritu Santo que Ellos han recibido del Padre.