¿ Qué es lo que acelerará el Triunfo ?

 El Triunfo se ha retrasado. Incluso en los comienzos de este siglo (N.T.:el pasado siglo XX) , una época de grandes guerras y sufrimiento, Nuestra Señora intentó dejar claro que la paz podría llegar rápidamente si el pueblo tuviera en cuenta sus peticiones "Si el pueblo hace lo que pido, habrá paz"; si no ¡ calamidades !. El Triunfo podría haber ocurrido en 1917, si hubiéramos escuchado y hecho caso. Nuevamente, en 1929, Ella vino y pidió la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón, diciendo "ahora es el momento". Esto hace más de medio siglo. Repetidamente, ha abogado por nosotros, y lo sigue haciendo mientras el Triunfo no haya llegado. Se ha retrasado, trasladándose a una mayor lejanía.

 Pero de la misma manera que puede ser retrasado, seguramente ¡ también puede ser acelerado !.  Y debería ser acelerado porque el tiempo se está agotando. En Garabandal Nuestra Señora del Carmen aseguró que "Ahora estáis recibiendo los últimos avisos". Debemos apresurarnos y convencer a los demás a apresurarse. El Aviso nos obliga a ello. Muchos son los que están en peligro de perdición. Son hermanos y hermanas nuestros. Debemos ayudarles haciendo lo máximo que podamos para hacer llegar lo antes posible el Triunfo del Inmaculado Corazón.

 Rezar acelera el Triunfo. Porque acelera la transformación del corazón. Únicamente la oración puede provocar el proceso que produce en el corazón la clase de santidad presente en los corazones de Jesús y Maria. Sólo la oración abre el corazón al amor transformador del Padre. Incluso Jesús, el auténtico Hijo del Padre, igual a Él en todas las cosas, tenía que rezar. Él rezaba tan bien que Su vida humana completa se convirtió en una oración. Como Él rezó perfectamente, el Espíritu Santo formó su Sagrado Corazón en el glorioso receptáculo de la Vida Divina que ahora sabemos que es. El mismo Espíritu que moldea continuamente nuestros corazones por Su gracia, de acuerdo al grado que nosotros lo abrimos a Él en la oración. A medida que rezamos, Él actúa con poder y amor en nuestros corazones para hacerlos más como los corazones de Jesús y Maria. El Triunfo se acelera en nosotros por nuestra oración personal.

 Nuestra Señora siempre nos recordó cuando nos visitó en las apariciones que la oración es una actividad fundamental. Ella nunca cesó de insistir en la oración, diciendo a las visionarias que rezasen y señalándonos a nosotros a través de ellas para que regresemos a la oración. No hay otro camino para alcanzar a Dios. Estamos rodeados por la inexpresable amor misericordioso del Padre. Estamos inmersos en Su ser que es amor mismo, sin embargo, si no rezamos podemos de alguna manera permanecer ajenos a Su presencia, La oración abre la mente a las realidades de nuestro entorno que son fuente de vida y dicha eterna. Si reconocemos que somos criaturas que podemos tener una profunda relación con el amor de Dios, cuando nos dirigimos a Él para rezar, y admitimos nuestra necesidad de Su amistad para obtener felicidad. Lo cual supone no sólo la posibilidad sino la necesidad de que Dios nos conceda la salvación, y rendirnos a la evidencia de que no podemos salvarnos por nosotros mismos. Mediante la oración reafirmamos que no estamos solos, y además que no queremos estar solos. Tenemos la responsabilidad de acudir a Quien nos ama y Quien es nuestro Dios. El propósito de la oración no sólo es estar con Dios, sino que también es el foco principal de nuestra existencia.

 La oración permite a Dios actuar en el mundo. Es nuestro mundo porque Él nos ha concedido su dominio. Pero quiere que le consideremos como el Señor del mundo, de tal manera que Su dominio y el nuestro sea compartido, como entre el Padre y el Hijo. Él no nos coaccionará nunca,  pero únicamente con el completo respeto para nuestra libertad --el regalo que nos hace completamente humanos y tan semejantes a Él--. Si Él está dispuesto a actuar en nuestros corazones, entonces debemos darle esta libertad como muestra de sumisión, en la fe, a Su reino. El reino llegará a la tierra  sólo cuando se lo permitamos, pues el reino de Dios es una forma de gobernar los corazones que son libres. Únicamente la oración libera nuestros corazones de tal manera que podamos ofrecérselos a Él y a Su Reino.

 Maria comprende esto muy bien, porque Ella lo experimentó todo en su propio Corazón, un Inmaculado Corazón que no presenta resistencia a Dios. Ella está llena de amor, otorgado completamente al reino de Dios. Y Ella es así no sólo porque Dios la concedió la gracia de convertirse así, sino porque Ella rezó, de esta manera el Padre siempre hizo con Ella lo que era su deseo. "Sea hecho en mi según Tú palabra", le dijo a Él. Conoce perfectamente, puesto que le ocurrió a Ella, que Dios vierte Su amor abundantemente en los corazones de aquellos que se abren en oración. Ella ha experimentado en su propia vida que la oración es la respuesta a todas las enfermedades del mundo.

 Así nos lo recomienda a nosotros. A menudo Ella ordenó a las visionarias de Garabandal que rezasen el Rosario, esa tierna y terrenal oración que simboliza la necesidad de empequeñecernos. Así Ella revela a Lucia de Fátima que Dios ha dotado al Rosario con un poder especial para los tiempos modernos; tal que cuando recemos el Rosario, Ella oirá nuestras oraciones. El Rosario es el objetivo principal del programa de oración que la Santísima Virgen urge al mundo.

 Pero el rosario no es la única forma de oración que Ella recomienda. Uno de los niños de Fátima, Francisco, es rápidamente llevado a una profunda y mística contemplación durante y después de las apariciones, y así fue dado la tarea de "consolar a Dios", Jacinta es casi obsesionada con una pasión divina a interceder por los pecadores y por el Santo Padre; mientras que Lucía permanece en la tierra dedicada a una largo apostolado contemplativo para guardar vivo el mensaje de Fátima y para expandir la devoción al Inmaculado Corazón de Maria. Todos ellos rezan el rosario, pero también otras formas de oración emergen en su vida espiritual. No es tanto una clase especial de oración la que marca la diferencia (sin embargo Maria insiste en el Rosario), sino la oración misma es lo más importante.

 La penitencia y reparación también aceleran el Triunfo. Todos los que vieron a la Santísima Virgen fueron de la misma manera llamados a un especial camino de penitencia y reparación. Los sufrimientos de Santa Catherine Laboure fueron continuos a lo largo de toda su vida, pero la mayoría de ellos fueron interiores y completamente ocultos para los demás. Santa Bernadette en sus últimos años de su corta vida tuvo que atravesar una agonía atroz tanto de cuerpo como de mente. Los niños de Fátima sufrieron no sólo durante las apariciones, sino después de ellas. Jacinta y Francisco se auto-impusieron penitencias que Nuestra Señora aprobó, pero que en realidad eran muy duras. Estos dos niños sufrieron terribles dolores físicos debido a las enfermedades por las que ellos finalmente fallecieron, primero Francisco después Jacinta. Nuestra Señora los llevó al cielo, como Ella había prometido hacer, pero no sin un perdurable gran sufrimiento previo "por los pecadores". En su primer encuentro la Virgen les preguntó si serían capaces de aceptar todo el sufrimiento que Dios podría enviarles para la conversión de pecadores y reparación del pecado. Los tres respondieron "Sí". A esto Nuestra Señora replicó, "Entonces vosotros tendréis que sufrir mucho, pero la gracia de Dios os confortará".  Y así ocurrió. Cuando más tarde Ella retornó para anunciarles que la Primera Guerra Mundial finalizaría pronto debido a sus oraciones, penitencia, y reparación que habían doblegado a la oleada del mal, no lo habían hecho las armas y el poderío del hombre". 

 Ninguno de los mensajes dados a los visionarios es exclusivo para ellos. En sus experiencias con su visitante celestial, ellos de alguna manera siempre nos representan a todos. Parte del sufrimiento que soportan es excepcional, para reincidir en que el sufrimiento tiene su significado y poder --poder para redimir el mundo--. Deberíamos comprender esto simplemente por nuestra atenta observación  a Jesús crucificado en la Cruz, pero al parecer necesitamos que se nos recuerde que la lección se aplica también a nuestros sufrimientos. Nosotros, los miembros del Cuerpo de Cristo Jesús, como los niños de Fátima i todos los que vieron a Nuestra Señora, estamos llamados a la penitencia y la reparación que puede acelerar el Triunfo y traer la paz al mundo. 

 El deber cotidiano es penitencia y arrepentimiento. Unos años después de las apariciones,  Nuestro Señor dijo a Lucía de Fátima que la penitencia que ahora buscaba y requería de nosotros es que encaremos nuestras obligaciones cotidianas a las que nos enfrentamos. No desea nada fuera de lo común, únicamente que aceptemos completamente la disciplina diaria que entraña el deber, y el dolor que trae asociado. Tal fidelidad acelerará el Triunfo, puesto que pone en práctica lo que ha ocurrido en el corazón. Podemos rezar y convertirnos interiormente, pero nuestra conversión debe emerger en el cumplimiento de los quehaceres cotidianos y en la conducta responsable. El amor no es amor mientras no quede expresado en forma humana. Debe hacerse visible en nuestras relaciones con los demás, si deseamos que se convierta en real.

 Hay una considerable penitencia en la vida cuando nos aplicamos en nuestro deber cotidiano. No necesitamos buscar demasiado entre las exigencias diarias de la vida si queremos descubrir auto-sacrificio y amor. El deseo del padre se halla oculto en las responsabilidades de cada día. Ni siquiera Jesús realizó una penitencia especial que nosotros conozcamos, Él simplemente cumplió el deseo del Padre, al ir haciendo el bien. Por Sus esfuerzos fue crucificado, y con Su sufrimiento redimió al mundo. Así ahora el sufrimiento está con todos nosotros. La Virgen en Fátima no dijo a los niños "¿ Queréis elegir la penitencia más dura imaginable para la reparación del pecado del mundo ?", sino esto otro: "¿ Aceptaréis todo el sufrimiento que Dios enviará ?". Pues Dios envía sufrimiento a la vida de cada persona. Los aspectos y circunstancias de cada día nos señalan el trayecto de amor que Dios desea que sigamos. Nuestros actos de penitencia y reparación están limitados a las cosas pequeñas, aparentemente insignificantes, que nos empujan momento a momento, diciéndonos: "Esta es la forma de amar, esta es la forma de amar". El deseo del Padre es evidente si nosotros estamos dispuestos a abrazar el amor y dolor que ello incluye. Haciendo el deseo del Padre con amor es la forma más perfecta de acelerar "el Triunfo del Inmaculado Corazón y la Era de la Paz".

 Corregir nuestra vida acelerará el Triunfo. Nuestra Señora de Fátima declaró: "Los hombres deben enmendar sus vidas", también dijo "El hombre debe dejar de ofender a Nuestro Señor, que está ya demasiado ofendido". Si lo que tratamos es traer el triunfo lo antes posible debemos apartarnos del pecado y convertirnos en imitadores de Jesús y Maria. La condición fundamental de la renovación del mundo es la renovación de nuestras vidas. A menos que nos enmendemos y cambiemos nuestras vidas, no habrá suficiente oración y penitencia como para traer la Era de la Paz. No habrá paz, ni triunfo, hasta que nos reformemos. Como no hemos prestado atención a este cambio hemos tenido finalmente que ser sometidos al Aviso. El pecado nos amenaza con una catástrofe. El pecado debe ser abandonado. Debemos seguir los mandamientos de Dios y renunciar a nuestros caprichos y actos egoístas. La destrucción amenaza nuestra civilización, nuestra seguridad, nuestras preciadas vidas. " naciones enteras serán aniquiladas" si la situación actual no cambia. Corregir la vida es el elemento imperativo en el programa de Dios para salvarnos del desastre. Más rápidamente que cualquier otra cosa que nosotros podamos hacer, el arrepentimiento verdadero apartará el Castigo y acelerará el Triunfo. Debemos enmendar nuestras vidas porque "Nuestro Señor está ya muy ofendido".

 La Consagración al Inmaculado Corazón acelerará el Triunfo. Enmendar nuestras vidas tan radicalmente, sin embargo, es como mover una montaña. Seguramente es por esto que el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de Maria. Ella proclamó "A los que abracen esta devoción les prometo la salvación". La devoción a Su Corazón nos traerán las gracias que en el fondo necesitamos para enmendar nuestras vidas. Necesitamos seriamente considerar cómo abrazar esta devoción y permanecer con plena fe en ella. Lo cual nos asegura nuestra propia victoria sobre los pecados de nuestro interior. Nuestro ser encomendado al Inmaculado Corazón de Maria acelerará el triunfo sobre el mal a lo ancho del mundo como fue profetizado por Nuestra Señora de Fátima.

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