FECHA:11-SET-1997 

COLOMBIA: LA MODA BLINDADA

(Por Walter Goobar) El cliente, un candidato a diputado, alcanza a explicar que necesita un traje de buena calidad para lucir durante la campaña electoral que concluye en octubre. Sin mediar palabra, el sastre Miguel Caballero desenfunda una pistola 9 milímetros y dispara dos tiros sobre su socio John Murphy. Murphy trastabilla y cae, pero no hay sangre derramada. La táctica del disparo a quemarropa es la base del éxito comercial de la empresa de "Murphy & Miguel Caballero Ltd", que obtiene beneficios de medio millón de dólares anuales por la venta de chalecos y ropa de alta costura a prueba de bala. "Es el mejor control de calidad que podemos hacer al producto", afirma Miguel Caballero mientras guarda la pistola en la sobaquera. La pareja de empresarios convirtió la alta tasa de muertes violentas en un buen negocio. Sobre todo ahora, en plena campaña electoral, es cuando los políticos se convierten en blanco de los paramilitares y la guerrilla. Los comicios del 26 de octubre han disparado las ventas de vestuario blindado. A comienzos de este mes, el Congreso sancionó el uso obligatorio de chalecos antibalas para los legisladores bajo amenaza de que sus familiares perderán indemnizaciones y seguros de vida por un millón de dólares, más el sueldo de por vida si mueren en un atentado.

"La idea es masificar el uso de estas prendas en Colombia, un país donde las elecciones se saldan con muchos muertos y los problemas se solucionan con plomo", afirma John Murphy. La decisión del Congreso se tomó tras el asesinato del senador liberal Jorge Cristo, atribuido a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, pero desde abril, 20 candidatos a alcaldías y concejos han sido asesinados y 151 secuestrados.

"Lo importante es que el chaleco antibalas se ajuste a las necesidades de la campaña", explica Miguel Caballero. "El candidato presidencial Luis Carlos Galán fue asesinado a pesar de llevar chaleco blindado. Levantó los brazos para saludar durante un acto y dejó el estómago sin protección. Entraron las balas porque la prenda era demasiado corta".

Bajo el lema "comodidad, discreción y seguridad", la empresa diseña y fabrica prendas que pasen desapercibidas, camuflando materiales antibalas ultralivianos, como Kevlar y Spectra, en camperas, sacos y chalecos. Cuando se conocieron en la universidad, Caballero vendía sacos de cuero para pagarse los estudios. Murphy ofrecía un servicio de blindaje de automóviles a los taxistas de Bogotá. "Decidimos unificar nuestro trabajo cuando un amigo guardaespaldas se quejó por lo incómodo de la ropa protectora", cuenta Caballero.

Comenzaron fabricando sacos de cuero reforzados para los jóvenes pistoleros de Bogotá en 1992. Pero esas prendas tenían uno o dos defectos técnicos. "La primera vez que le disparé a John de cerca, tuvo heridas graves en el abdomen y hemorragia interna," confieza Caballero. Sin desalentarse, volvieron a la tabla de dibujo y perfeccionaron sus diseños a tiempo para la feria del cuero de Colombia en 1993. La demanda creció de manera vertiginosa y en dos años habían ampliado su gama de productos a smokings, trajes para ejecutivos, vestidos de fiesta para damas.

La ropa que ofrecen varía en su resistencia balistica. Por 500 dólares, se puede comprar una campera "nivel uno" que desviará las balas de armas pequeñas. Por 800 dólares los clientes reciben una protección de "nivel cuatro" contra armas de grueso calibre como las ametralladoras Uzi de 9mm. Su carpeta de clientes incluye seis ministerios gubernamentsles colombianos, varias multinacionales extranjeras, y una larga nómina de figuras del mundo de la farándula y de la política.

Este año Caballero planea lanzar una linea de ropa para niños y ofrecer trajes hechos por sastre a medida. También espera emplear a un diseñador para crear colecciones de temporada quie incluyan desde camisas de verano a sobretodos. Sus principales clientes son los organismos de seguridad del Estado, policías y fiscales, comerciantes y políticos. Pero no faltan los encargos de traficantes de esmeraldas aliados al narcotráfico o campesinos que tratan de defenderse de las sectas satánicas. "Incluso hemos recibido pedidos de túnicas blindadas para sacerdotes", dice Caballero. Entre sus creaciones hay botas blindadas para minas antipersonales, cascos a prueba de balas para motociclistas y chalecos antibalas salvavidas. Pero la demanda no se restringe a Colombia, y ahora la exportación es un rubro importante del negocio.

Los clientes en la línea de fuego pueden pasear tranquilos en América Central, España, Corea del Sur, los Estados Unidos y la ex Unión Soviética. Caballero espera que las exportaciones superen las ventas internas. "Creo que la gente en el exterior piensa que si nuestra ropa antibalas es buena para Colombia, entonces debe ser buena para ellos también."