Aunque decir la verdad se haya vuelto "anticuado", allí reside un posible camino de heroicidad cotidiana.

El hombre que no teme a las verdades, nada tiene que temer a las mentiras. . . Thomas Jefferson

Sin veracidad, de nada sirve recitar plegarias.

En grandes porfías, la verdad se pierde. . . Séneca

Algunas veces lo verdadero puede no ser verosímil. . . Boileau

El humano deseo alcanza mejor la lisonja mentirosa que la verdad segura. . . Lope de Vega

"Sin veracidad, toda veneración es fútil. Sin veracidad, el ascetismo es tan poco fructífero como echar una semilla en suelo inférti1... La veracidad es el mejor ascetismo".

El amor o el odio hacen que el juez no conozca la verdad. . . Aristóteles

El buen sentido es el instinto de la verdad. . . Jacob

Las mentiras son como arena movedizas que devoran nuestros mejores empeños anulándolos en el olvido.

El error se precipita por un plano inclinado, mientras que la verdad tiene que ir precisamente cuesta arriba.

El lenguaje de la verdad debe ser simple y sin artificios. . . Séneca

 

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VERACIDAD

Supongamos por un momento que decidiéramos mentir todo el tiempo y en cualquier circunstancia. ¿Podríamos sobrevivir, como individuos o como sociedad? La respuesta es un rotundo NO. Esto complicaría nuestra vida infinitamente, y podría tener consecuencias fatales.

La veracidad, en cambio, es promotora de vida. Simplifica nuestro trato humano, lo ennoblece y dignifica. Al compartir con otro lo que creemos verdadero, nuestra veracidad nos hace partícipes de la verdad misma.

Es fácil observar a nuestro alrededor los efectos caóticos que tiene la falta de veracidad, sobre todo la de nuestros dirigentes, en la vida diaria. Hacer política se ha vuelto casi sinónimo de mentir y engañar. En el ámbito de los negocios, la mentira se considera un medio expeditivo para evitar una caída de las utilidades. Decir la verdad se ha vuelto anticuada para la mentalidad moderna, habituada a sufrir una amplia variedad de engaños. En los campos de la política, la propaganda, las relaciones personales, estamos sometidos a la simulación y la mentira.

Creemos en las mentiras piadosas y hay toda una zona gris donde reina soberana una mezcla de verdad y falsedades. Es cierto que no todo es blanco o negro, que la vida es una red de múltiples matices y que es bueno haberse dado cuenta de que ya no son válidas las grandes verdades de otras épocas. Pero tendemos a aplicar este nuevo saber en forma indiscriminada, a menudo con la esperanza de obtener algún beneficio personal.

Por cierto que en algunas ocasiones decir la verdad puede ocasionar choques brutales e innecesarios. En muchas circunstancias, el dolor que causemos con la verdad evitará males mucho mayores a largo plazo. Ser veraces exige coraje y confianza.

No debemos sorprendemos de que tradicionalmente se haya celebrado la veracidad como la más alta virtud moral y el fundamento de todas las demás, al ser veraces, somos fieles a nuestra naturaleza superior.

La veracidad tiene múltiples aspectos. Uno de ellos es la sinceridad, que es absolutamente esencial para el camino espiritual. El espiritualista sincero se ve de continuo ante el desafío de no perder de vista en su mente y en su corazón la verdad última, pero esa gran aspiración se sustenta en las incontables verdades pequeñas que exigen ser respetadas a lo largo de la jornada.

Todas las tradiciones espirituales del mundo, y en particular el yoga. contienen agudas aseveraciones sobre la naturaleza de la verdad y la veracidad, tan vigentes hoy como siempre.

Para el yogui tradicional, la veracidad es una manifestación de la verdad absoluta, de la divinidad. Ser veraz significa adherir a lo divino, respetarlo y comunicarse con ello. Allí radica el poder de la verdad.