La muerte siega la vida física de los justos aquí en la Tierra, pero su alma se abre, como flor, en plena luz de la eterna aurora.

Observamos con los ojos del cuerpo y vemos con los ojos del alma. La ceguera más triste es la del hombre que observa pero no quiere ver.

La vida es una tela incolora que cada cual pinta a gusto de su propio temperamento y con las tintas de su propia imaginación.

El mejor tiempo de la vida es el momento que vivimos en el presente.

Lo más acertado es adaptar las condiciones de la ida a la vida del alma, y no someter el alma a las exigencias del medio.

El recuerdo del hombre bueno permanece en el corazón de todos.

Muchos miran la Tierra como si ella les perteneciese.

Consideramos la muerte normal, pero... para los otros, porque nos ilusionamos con la idea de que nuestra ocasión de morir está todavía muy lejos.

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Existe un plan de vida para cada uno de los hijos de Dios, que somos todos nosotros. No hay accidentes, casualidades ni coincidencias. Todo opera de acuerdo con la ley natural y esa ley es perfecta porque ha sido concebida por la mente perfecta del Padre.

No existen excepciones a esta ley natural que provee a todo cuanto vive, no solamente en nuestro universo, sino también en el cosmos inconmensurable. Dondequiera se mire ella opera. Nada es demasiado pequeño para ser ignorado ni demasiado grande para estar fuera de su marco. Actúa en cada uno y en. todo en el universo entero.

Así, hemos de saber que la acción y la reacción son iguales y opuestas. Hemos de penetrar en las profundidades antes de poder llegar a las alturas. Muchos de nosotros ya hemos atravesado las profundidades, pero no hemos llegado aun a las alturas. Entonces solemos dudar respecto a la sobrevivencia.

Pero sobreviviremos, sean cuales sean nuestras convicciones al respecto. Ello no significa que .lo haremos de un modo permanente en este mundo, porque la inmortalidad no forma parte de la existencia del cuerpo. Todo lo material dispone de un período en el cual ha de completar sus tareas. Luego se disuelve, se desintegra y vuelve al origen de su existencia. El cuerpo físico cumplirá también este esquema corno parte de un algo preordenado, pero cada uno de nosotros sobrevivirá porque no tiene otra alternativa, porque la sobrevivencia es parte de la ley natural.

Sobreviviremos porque el espíritu viene a la Tierra para su desarrollo, progreso y perfeccionamiento y para prepararse para su verdadero hogar y no para el transitorio albergue que provee nuestro planeta. Volveremos a la casa del Padre de la que provenimos y en la que seguiremos viviendo, luego de haber dejado todo cuanto la Tierra nos ofreció para que podamos representar nuestra parte en el gran esquema universal, porque a todo hijo de Dios le corresponde un papel preciso en la infinita representación ideada por Dios...