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Empiezo a hacer una colección diferente, muy especial, de trozos de musgo de varios tipos. Me vuelvo una verdadera andarina, caminando alrededor del río, de los terrenos baldíos, del cementerio. Paso horas recogiendo musgo verde claro, verde oscuro, muy terciopelado y menos, del grande, del medio, del pequeño. Tengo orgullo de mi colección, arreglada en una caja. Musgo es una de las cosas más bellas y suaves que existen, más aún que seda pura.
En la fiesta de cumpleaños de la prima, un chico dice que es coleccionador de estampillas. Los niños hablan de sus colecciones, mientras comen dulces y pasteles (mi tía es muy elegante, solo ofrece dulces de buena calidad en su casa). Estoy loca para que llegue mi momento de hablar, pues nadie posee una colección tan rara como la mía. Puedo prever la envidia de todos, cuando contar la noticia. Los niños se miran, desilusionados, y un chico gordo crea coraje: - colección de lodo, imagínate! Trozos de tierra en una caja, que tontería! – No es lodo, digo. No es lodo, es musgo, mus-go, algo muy distinto. Musgo es el terciopelito aquél suave de tocar, como melocotón, como piel de nene. Conocen ustedes musgo?
Salgo de la fiesta corriendo, mi colección es un fracaso. Qué desilusión, que ganas tengo de destruirla! A nadie se le ocurre que musgo es una cosa linda? Vuelvo a la casa, abrazo la caja y le hablo de mi afecto.RIO DAS PEDRAS ("Río de Piedras"). Editora Secretaria de Cultura do DF- Brasília - 2002. Novela. pág. 50
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