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MARIA FERNANDES NOVAES

EFLUVIOS DE UNA NOCHE MAIA

Eras tu...
Venías de lejo lleno de añoranza
Y me habías encontrado triste y silenciosa,
Esperando por ti.

Habías venido calmo y sereno
Y me habías encontrado viviendo el dulce encanto
Del sueño de vovlver a verte
Y estar contigo, sin jamas perderte
Havías llegado, finalmente, habías llegado
Y iluminaste mi vida.

Trajiste luz a mi vivir
Y paz a mi alma apasionada
Havías venido de léjo, sin saber porqué
Y me habías encontrado...

Tuviste una sorpresa, en aquel día,
Cuando te miré en los ojos
Y comprendí que te amava.

Y encontraste absurdo mi súbito amor,
Pero, también, lo habías sentido...
Y tuviste miedo Y, como yo, huiste.
Tenías, entonces, un camino a seguir
Y lo preferiste al desconocido sentimiento
Que te arrebataba en las noches calmas
De lunar suave y blanda.

¡Ah! Acuerdate bién, de aquella noche linda,
Llena de estrellas, de la Diosa luna,
La Diosa que conocia los secretos
Que nuestros corazones insistian en ocultar
Pero que nuestros ojos,
Fundiéndose unos en los otros,
Insistian en anunciar.

Eras bello,
Tenias la belleza del misterio que te escondía.
Tus ojos, ocultos por la complicidad de la penumbra,
Poseían la oscuridad brillante de la obsidiana
Que, un día, conocimos tan bién.
Y mis ojos, sumergidos en los tuyos,
Tenian el brillo del jade,
Expuestos a la luz celeste de las noches Maias.

Éramos, otra vez, nosostros dos
Tu y yo, nuevamente juntos,
Viviendo el aroma del pasado,
Bajo las fuerzas del presente.
Me amabas y yo lo sentía
En el mirar de tus ojos en los míos.
Como si la noche y la aurora
Se fundiesen, de repente
En una combinación de colores y luces de matices diversos,
Donde predominaban el esplendor de la negritud
Y el verde de la chalchivitl.

Guardavas en el pecho la ansia de la libertad
Y tenías impreso en el rostrola marca de la nostalgia
Pero habías huido y no habías comprendido
La rozón de la fuerza misteriosa que nos unía.

Tuviste miedo...
Y no rencuniaste a tu camino...
Y me perdiste...
Sin embargo, yo había seguido tus pasos
Como brisa despertando las flores en el amanecer.
Te busqué como un nómada,
Para suscitarte del sueño hipnótico
Que te adormecía la mente.

Havías llegado, entonces, el día y había recordado,
Me había sentido, otra vez, presente
Y te refugiaste, otra vez,
En la inquietud de su propio miedo de sentir.
Sin embaro como todas las conchas serradas,
Protegiendo la perla querida,
En la lucha por la defensa,
Sufriste el dolor de la herida,
Que la perla amada, presionada, había causado.
¡Y fuiste obligado a expelerla!



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