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Agenita Terezinha Souza Ameno es casada, con cinco hijos, nació en Coronel Fabriciano y vive en Belo Horizonte, MG (Minas Gerais). Licenciada en Ciencias Sociales por la UFMG (Universidade Federal de Minas Gerais), en 1986. Analista Judicial en la Justicia Federal, Sección de Minas Gerais. Fundadora del NEPS (Núcleo de Estudos e Pesquisas Sociais).
Todo comenzó con los libros cuando mi padre me regaló una caja llena de ellos en cuanto aprendí a leer. Tal vez él no fuese entonces consciente de que no me estaba ofreciendo libros, sino una caja de armas. Todavía hoy continúo con la sensación de que leer y escribir es andar armado. No quería decir que siempre he sido una mujer cuya imagen oscila en la pupila de los ojos ajenos. Reservada, casi extraña, estudiosa (incluso demasiado en una época en la que nada costaría ser más irresponsable), a menudo despertando antipatías por ser una "empollona", también he sido difícil, por ser tímida, y, principalmente, solitaria y desconcertada en la inmensidad de mi universo femenino.
El mundo me fue cercando de hombres por todos lados: mi padre, mis tres hermanos, después mis cuatro hijos varones, Caetano, César, Tales y Alexandre (Ísis llegó la última, "por mi obstinación en querer una niña", decía mi padre, algo que yo contradecía de inmediato). No me puedo quejar de los hombres. Fue con ellos, con todos ellos, como aprendí a ser mujer. No sé si fue por casualidad, pero todos me amaron en la medida que yo necesitaba y soportaba. Si los hombres me enseñaron el amor, las mujeres me enseñaron la lucha, el coraje. La imagen que tengo de la mujer es la imagen laboriosa de mi abuela, la de las espinas que mi madre tuvo que extraer a la fuerza de la propia vida para mostrarnos su alma rosada, la de la persistencia de Isis para llegar al mundo, a su pequeño reino familiar, dominado por hombres. Esta biografía tal vez se transforme en un rosario de agradecimientos a: Julieta, Júnia, Rosali, Regiane, Stela, Ana, Flávia, Lilian, Claudia, Juscelina, Jô, Leila y a todas las que me acompañaron en la construcción de mis sueños. Pero me veo obligada a hacer una interrupción para contar cosas menos importantes, como, por ejemplo, que me licencié en 1986 en Ciencias Sociales por la UFMG, que fundé el NEPES -Núcleo de Pesquisas e Estudos Sociais- con la mera intención de vestir un uniforme institucional que me autorizase a indagar en las vidas ajenas y a realizar mis interminables investigaciones sociológicas. Que gané algunos pequeños certámenes literarios, que soy muy perezosa a la hora de preparar material para concursos públicos y que, ya que estoy hablando de ellos, superé muchos hasta lograr trabajar en la Justicia Federal, donde permanezco desde hace doce años, y donde me encuentro extremamente cómoda en todos los aspectos, aunque no ahorre críticas al Poder Judicial y a las demás estructuras del Poder.
¿Qué más? Ah, sí: desarrollo proyectos en el área social, he trabajado en la concienciación popular para la recogida selectiva de desperdicios y creo en la fuerza y en el trabajo silencioso de los que van a la caza de productos reciclables; Realicé, junto a algunos amigos, talleres culturales y educativos; Doy conferencias y participo en debates, así como he impartido cursos sobre sexualidad femenina y concienciación de las trabajadoras domésticas; En 1999 publiqué un libro al que tildan de "polémico" (La función social de los amantes, Editora Autêntica). Glosar la repercusión de este libro llevaría otro completo: por su causa sufrí linchamientos, lapidaciones, suscité aversión y debates acalorados. Después toleré que moralistas y conservadores, que habían juzgado precipitadamente el libro por el título, me pidieran disculpas. Hoy está traducido al esperanto por iniciativa de un señor que defiende la monogamia con uñas y dientes. La función social de los amantes se convirtió para mí en una incógnita, pues hoy es amado tanto por los más liberales como por los conservadores y ortodoxos. Se le ha llamado la Capitu de las Ciencias Sociales. No sé, sinceramente, cuál es el problema de interpretación que entraña el libro. Ya me cansé de avisar a los incautos de que no defiendo la traición, ni tampoco acuso a los traidores, no estoy aquí para hacer juicios de valor. Pero hace falta leer para creer. E infelizmente el preconcepto es la anteojera más poderosa y perniciosa que cualquier ser humano puede tener. Escribo también ficción, pero con mucho miedo de parecer mediocre.
En definitiva, esta biografía, como la llama Luís Peazê, tan sólo tiene algún interés para los que me quieren, aquellos para los que me propongo entregarme en la lectura. ¿Qué más he de decir? Que hablo esperanto y que ya charlé con personas de todo el mundo, al mismo tiempo, sólo en este idioma. Que el esperanto resulta fácil de aprender y que está desvinculado del mundo porque no pertenece a ninguna nación con poderío económico.
Finalmente, tras todo lo dicho, cómo explicar al mundo, sin parecer idiota, que las palabras que realmente me gustaría escribir acerca de mí únicamente se refieren al amor: inmenso por mis padres e hijos, intenso por mis amigos y por mi marido.