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P o e m a s p u e r t o r r i q u e ñ o s |
Y ENTONCES Sylvia Rexach Recuerda que tan sólo de verme tú, temblabas... Si me quisiste así, pobre de tí si es que ahora tratas de olvidar... Se ve que no conoces, que poco tu has vivido. Te advierto que es difícil y muy lento ese proceso de olvidar... Y aunque un aparente olvido a ti te asombre dime qué harás cuando alguien sin querer me nombre Y esa lluvia de recuerdos caiga en tu alma otra vez Y entonces... Si al comenzar el día rehusas recordarme Ay, pobre de tus noches si las usas para olvidarte de mí... A MIS AMIGOS José Gautier Benítez Cuando no reste ya ni un solo grano de mi existencia en el reloj de arena, al conducir mi gélido cadáver, no olvidéis esta súplica postrera: No lo encerréis en los angostos nichos que llenan la pared formando hileras, que en la lóbrega, angosta galería jamás el sol de mi país penetra. El campo recorred del cementerio, y en el suelo cavad mi pobre huesa; que el sol la alumbre y la acaricie el aura, y que broten allí flores y hierbas. Que yo pueda sentir, si allí se siente, a mi alrededor y sobre mí, muy cerca, el vivo rayo de mi sol de fuego y esta adorada borinqueña tierra. VALLE DE COLLORES Luis Llorens Torres Cuando salí de collores fue en una jaquita baya, por un sendero entre mayas arropas de cundiamores. Adiós, malezas y flores de la barranca del río, y mis noches del bohío, y aquella apacible calma, y los viejos de mi alma, y los hermanitos míos. Que pena la que sentía, cuando hacia atrás yo miraba, y una casa se alejaba, y esa casa era la mía. La ultima vez que volvía los ojos, vi el blanco vuelo de aquel maternal pañuelo empapado con el zumo del dolor. Mas allá, humo esfumándose en el cielo. La campestre floración era triste, opaca, mustia. Y todo, como una angustia, me apretaba el corazón. La jaca a su discreción, iba a paso perezoso. Zumbaba el viento, oloroso a madreselvas y a pinos. Y las ceibas del camino parecían sauces llorosos. No recuerdo como fue (aquí la memoria pierdo) Mas en mi oro de recuerdos, recuerdo que al fin llegue, la urbe, el teatro, el café, la plaza, el parque, alacera... Y en una novia hechicera, halle el ramaje encendido, donde colgué el primer nido de mi primera quimera. Despues, en pos de ideales. Entonces, me hirió la envidia. Y la calumnia y la insidia y el odio de los mortales. Y urdiendo sueños triunfales, vi otra vez el blanco vuelo de aquel maternal pañuelo empapado con el zumo del dolor. Lo demás, humo esfumándose en el cielo. Ay, la gloria es sueño vano. Y el placer, tan solo viento. Y la riqueza, tormento. Y el poder, hosco gusano. Ay, si estuviera en mis manos borrar mis triunfos mayores, y a mi bohío de Collores volver en la jaca baya por el sendero entre mayas arropas de cundiamores. |
A PUERTO RICO, AUSENCIA José Gautier Benítez Puerto Rico patria mía, la de blancos almenares, la de los verdes palmares, la de la extensa bahía. ¡Qué hermosa estás en las brumas del mar que tu playa azota como una blanca gaviota dormida entre las espumas! En vano, patria, sin calma, muy lejos de ti suspiro; yo siempre, siempre te miro con los ojos de mi alma. En vano me trajo Dios a un suelo extraño y distante; en vano está el mar de Atlante interpuesto entre los dos. En vano se alzan los montes con su manto de neblina; en vano pardas colinas me cierran los horizontes. Con un cariño profundo en ti la mirada fijo: ¡para el amor de tu hijo no hay distancias en el mundo! Y brotas a mi deseo como espléndido miraje; ornada con el ropaje del amor con que te veo. Te miro, si, placentera de la Isla separada, como una barquilla anclada muy cerca de la ribera. Da el viento sobre las olas te lleva en son lastimero, del errante marinero las sentidas barcarolas. Y céfiros voladores que bajan de tus montañas, los murmullos de tus cañas, los perfumes de tus flores. El mar te guarda, te encierra en un círculo anchuroso, y es que el mar está celoso del cariño de la tierra. Y yo, patria, que te quiero, yo que por tu amor deliro, que lejos de ti suspiro, que lejos de ti me muero. Tengo celos del que mira tus alboradas serenas, del que pisa tus arenas, del que tu aliento respira. Tú das vida a la doncella que inspira mi frenesí, a ella la quiero por ti, y a ti te quiero por ella. Ella es la perla brillante, en tus entrañas formada, tú, la concha nacarada que guarda la perla amante. Es paloma que en la loma lanza su arrullo sentido, y tú, patria, eres el nido donde duerme la paloma. Si yo te vi indiferente, si mi amor no te decía, ¡ay patria, yo no sabía lo que es el llorar ausente! Mas hoy que te ven mis ojos de tu mar entre las brumas, como una ciudad de espumas forjada por mis antojos. Hoy que ya se lo que vales, hija del sol y del viento, que helarse mi sangre siento con las brisas invernales. Hoy diera en la tierra hispana, el oro que el mundo encierra, por un puñado de tierra de mi tierra americana. EN LA BRECHA José De Diego ¡Ah desgraciado si el dolor te abate, si el cansancio tus miembros entumece! Haz como el árbol seco: reverdece y como el germen enterrado: late. Resurge, alienta, grita, anda, combate, vibra, ondula, retruena, resplandece... Haz como el río con la lluvia: ¡crece! Y como el mar contra la roca: ¡bate! De la tormenta al iracundo empuje, no has de balar, como el cordero triste, sino rugir, como la fiera ruge. ¡Levántate!, ¡revuélvete!, ¡resiste! Haz como el toro acorralado: ¡muge! O como el toro que no muge: ¡embiste! |