Cuentos Para los Niños

 


La Ratita Presumida

La ratita presumida vivía muy feliz en su linda casita. Era muy hacendosa y todas las mañanas barría con esmero su escalera. Un buen día se encontró una monedita de oro.

-         ¡ Qué suerte la mía! – exclamó alborozada.

-         ¿ Qué me podría comprar con ese dinero?

Y después de pensar mucho tiempo en que podría gastarse el dinero, exclamó: -¡Sí, sí, me compraré unos sombreritos de lindos colores que me favorecen mucho y así tendré muchos pretendientes.

Y se fue corriendo a la tienda más cercana.

Y asomándose a la ventana espero a que llegaran a pedir su mano. No pasó mucho tiempo cuando apareció el primer pretendiente. - ¡ Buenos días! – dijo el patito Cua-Cua. -¿Te quieres casar conmigo ratita?

-¡No! ¡Te balanceas igual que un barco!

El pato se marchó cabizbajo y enseguida llegó andando despacito el bueno de Don Oso. – Ratita ¿ Te quieres casar conmigo?- preguntó. – Tu voz es demasiado fuerte y me asustarías cada vez que me hablaras. No, quiero casarme contigo- respondió.

Al  poco tiempo llegó el perro Rabicorto que se había vestido con su traje más elegante y que lucía un hermoso sombrero. Guau, guau- carraspeó-¿Quieres ser mi esposa? ¡Oh no!- Respondió la ratita contigo solo comería huesos.

Al fin se presentó Don Gato Bigoteslargos tan atildado y presumido como la ratita.

-         Miau, ¿ quieres casarte conmigo, preciosa ratita? – Preguntó con su melodiosa voz.

-Que elegante y educando- pensó la ratita. – Si, si ya lo creo que quiero! – respondió.

Y al día siguiente la presumida ratita se casó con el apuesto Don Gato Bigoteslargos en medio de una gran fiesta.

-¡ Al fin he podido encontrar el marido ideal se decía ella mientras se encaminaba hacia su casita los muy felices!.

Pero lo que no podía sospechar era lo que le guardaba. Don Gato era tan presumido que la ratita no tenía ni un momento de reposo, pues todo el día se pasada lavando y planchando las camisas de su marido. Y así por su vanidad tuvo el castigo merecido.

 

Blanca Nieves y los Siete Enanitos

Había una vez un rey y su amada reina, ellos tuvieron una hermosa bebe, a la que le llamaron Blanca Nieves.

La reina enfermó y murió , el rey volvió a casarse con una mujer que era muy celosa de Blanca Nieves.Ella siempre preguntaba a su espejo quién era la más hermosa y se enojó al descubrir que Blanca Nieves era la más bella. 

La Reina enojada la envió al cuarto de sirvientas, pero ella era tan dulce y fue la favorita entre ellos. 

La Reina mandó a un cazador a matarla, pero él la dejó escapar hacia el bosque.

En la mañana los animales del bosque la condujeron a la casa de los siete enanitos.

Blanca Nieves permaneció con los enanitos y ellos se encariñaron con ella.

La reina al descubrirla viva se disfrazó de anciana y la engañó invitándole una manzana envenenada. 

De pronto, cayó dormida bajo el hechizo de la malvada reina.

Los enanitos construyeron una cama de cristal y oro para su amada Blanca Nieves y la colocaron en el bosque.

Aquel beso la liberó del hechizo, luego se fue con el príncipe a su reino, donde vivieron muy felices. 

 


El Travieso Tulum-Tulum

Hace muchos años a orillas de un río muy grande, había una tribu: El cacique se llamaba: “Aracaiquin”; tenía un hijo muy travieso. Era el indiecito Tulum – tulum.

Tulum – tulum cierta noche no podía dormir. Esperaba con ganas el amanecer...

           Abría un ojito y cerraba el otro. El rey el cielo no aparecía...¡ Cuánto tardaba en aparecer! ¿Quién era ese rey?...El sol.

¡ Por fin! Un pícaro rayito se asomó entre las ramas. Tulum tulum dio un salto, tomó su arco y la flecha y despacito...despacito...abandonó su tribu.

         Con cuánto alegría corrió entre las ramas...  Habló con los pajaritos porque Tulum – tulum era un indiecito muy querido. Todas las avecillas lo saludaban:

  -         Buenos días Tulum – tulum – decían – No corras tanto ¡ Ten cuidado!.

Así nuestro indiecito llegó a la orilla del mar.

  ¡Cómo le gustaba el agua!...  Pensaba sacar muchos pececitos. Quería demostrar a su padre, el cacique, que era el indiecito más trabajador de la tribu. Llegó a la playa y allí mojó sus piececitos en el agua fría.¡ Qué feliz se sentía!... De pronto...  ¡ qué susto! Tulum – tulum, vio que no estaba solo en la playa.

  Un gran barco llegaba cargado de gente  extraña. El indiecito corrió y se ocultó detrás de un árbol. ¡ Como temblaba! Perdió su arco y las flechas...  y casi, se le cayó la linda plumita que su cabecita adornaba...

         Cuando estuvo más tranquilo asomó un ojito, vio gente de piel blanca, que por allí andaba... ¿Quiénes eran?.

           Pensaba ¿ Quienes serían esos seres nunca vistos? ¿Estaría enojado el Dios Sol y para castigarlo mandaba a esos hombres?...    ¡ Pobre Tulum – tulum! ¡ Qué temeroso estaba! De pronto, se acercó uno de esos hombres, se le fue  acercando hasta estar parado a su lado; cuando el indiecito lo tuvo cerca creyó estar viendo fantasmas, pues los indios tenían miedo de los blancos porque no los conocían. Tulum – tulum, echó a correr. Sus piececillos parecían tener alas...

           Por fin llegó a la tribu.. pero, se encontró con una gran sorpresa, su papá el “cacique Aracaiquin”, estaba conversando y riendo con esos hombres blancos que tanto miedo despertaban en el indiecito.

           Al verlo llegar el cacique, muy orgulloso les dijo que Tulum – tulum era su hijo, uno de los más fuertes de su tribu, y entonces al oír estos halagos a Tulum – tulum se le fue el miedo; y desde ese día Tulum – tulum siguió escapándose, a la orillita del mar, pero no para pescar sino a esperar los barcos de sus amigos: los hombres blancos.

 

La Carachupita Shitarera

Cuando una carachupa ( armadillo) estaba pescando shitaris en un río, se le acercó un tigre y le dijo: “Sobrino carachupa”, regálame un shitarillo”. Y la carachupa le regaló dos.

Como el tigre le pidiera más y más, la carachupa le dijo : “ Tío, ya vas a acabar mi shitarillo; entra tú también al río a buscar”.

El tigre se metió al río, pero no podía pescar shitaris, porque flotaba demasiado. Entonces, la carachupa de dijo: “ Tío, voy a buscar una soga en el monte para amarrarte 2 piedras en el pescuezo, y puedas así “buzar” en el río y agarrar shitaris”.

         La carachupa regresó del bosque trayendo una soga y le amarró al tigre 2 grandes piedras en el pescuezo. Este con el peso, se hundió por completo en el río y se iba a ahogar, pero con manotadas y sacudones logró romper la soga y libertarse, persiguiendo inmediatamente a la carachupa, la cual al darse cuenta del peligro, corrió y se subió a un árbol, llevando una piedra grande y cuatro shitaris. Cuando el tigre llegó junto al tronco, la carachupa le dijo: “ No me comas, tío tigre, te voy a dar estos cuatro shitaris; abre tu boca y cierra tus ojos”.

         El tigre hizo lo que le decía su sobrino carachupa y éste, en vez de los shitaris, le soltó la piedra y le rompió las muelas. El tigre, reanimado luego del golpe, volvió a perseguir a la carachupa; la cual, viendo que el tigre: iba a darle alcance, se paró y el dijo:”Espera tiíto, espera tiíto; quiero leerte esta carta que acabo de recibir.

Escucha......”  ( La carta era una hoja en blanco de setico). La carachupa leyó en voz alta: “ Amigo carachupa: Te escribo para avisarte que en este momento va a haber un diluvio para todos los tigres, sin excepción”.

         Luego, dirigiéndose al tigre, le dijo: “ Ya ves, tío, corres tremendo peligro; sube inmediatamente a este árbol; entonces, la carachupa sacó un fósforo de su bolsillo y encendió el árbol diciendo al tigre: “ Tío, ya viene el diluvio, Ya viene el diluvio”.

El tigre murió carbonizado y la carachupa regresó al río a pescar de nuevo, tranquilamente. 


La Cigarra y la Hormiga

En un campo de trigo vivían un hormiga muy trabajadora y una cigarra muy perezosa. Durante el verano, la cigarra se pasaba el día tumbada cantando y tomando el sol. La hormiga, mientras tanto, trabajaba todo el día llevando los pesados granos a su hormiguero.

¿Que haces tan laboriosa con este calor? ¡Ven Conmigo y verás que bien te lo pasas! - ! le decía la perezosa cigarra.

Me preparo para el invierno. Ahora tengo mucho trabajo, pero cuando llegue el frío tendré comida y no pasaré hambre. Tú también deberías hacerlo - contestaba la sudorosa hormiguita.

Yo no quiero pasar todo el verano tan cansada como tú. Ahora es tiempo de cantar, de reir y disfrutar.

¿Para qué me voy a preocupar del mañana? - Replica la cigarra mientras entonaba una nueva canción.

Así pasó el verano. Mientras la hormiguita llevaba a su agujero todos los granos que podía cargar, la cigarra canturreaba constantemente sin pensar en el futuro y riéndose de la hacendosa hormiga.

Llegó el crudo invierno con sus tormentas y su frió. Todos los animalitos estaban escondidos. El campo se había quedado solo. Había nieve por todos los lugares y ni una sola hoja en los árboles para que la cigarra comiera.

La hormiguita estaba tranquila. Tenía comida para todo el verano. Mientras tanto, la cigarra se moría de frío bajo una piedra.

Una mañana se acercó la cigarra temblando por el frió hasta el hormiguero. Tenía mucha hambre y le pedía a gritos a la hormiga que le ayudara.

¿No tienes nada qué comer? le preguntó la hormiga desde dentro de su casa.

No, he sido tan necia que no he guardado nada para el invierno. Solo pensaba en cantar, pero ahora me arrepiento de ello - Contestó la cigarra.

La hormiga se compadeció de la pobre cigarra. Le abrió la puerta y la dejó pasar allí el invierno.


LA LEYENDA DEL PALO BORRACHO

Hace muchísimo, pero muchísimos años, el dios de la Selva según se cuenta habitaba en las raíces del Yuchán o Palo Borracho.

En su tronco se ocultaban granos y alimentos para nutrir a los hombres y a los pájaros.

         

Si los campos estaban secos y las flores sedientas, él les daba de beber.

También en el interior de su tronco se criaban grandes y sabrosos pececitos.

Pero un día un indiecito mataco, glotón y perezoso, propuso darse una gran comilona.

Teniendo su arco le lanzó un tremendo flechazo, cortando su abultada panza. Dejó escapar entonces de su interior al “Padre de los peces”, un pez de gran tamaño que salió dando grandes coletazos se metió en el río más cercano y sembró de peces todos los ríos del lugar. Pero entonces los indios de la tribu no tuvieron la facilidad de recurrir al para proveerse de propios medios, y a veces con gran trabajo, ejercitándose en la casa y en la pesca.

Tal es la leyenda de palo borracho aunque no siga alimentando como antes a los indios aún es útil.

Sus grandes flores tienen color acremado.

No debe ni poco ni mucho, aunque lo llaman “Borracho” por la forma abultado de un gigantesco tronco color verde claro cubierto de espinos.

De su fruto se extrae una especie de algodón fino y sedoso que llama Paina y a pesar de que manera flota y no tiene utilidad merece ser bien tratado porque lleva belleza en su figura y alegría los parques donde juegan los niños.

LA LUCIÉRNAGA

Rendidos  por el cansancio, llegaban a Belén, San José y Santa María. Como no hallaron lugar donde pasar la noche, se vieron obligados a refugiarse en una cueva, entre 2 animales.

Era de noche y hacía mucho frío.

De repente un bichito, que allí había, se acercó a San José y a la Virgen María y se compadeció de ellos. Para ayudarlos de algún modo y alumbrar un poquito el lugar cargó sobre sus espaldas un rayito de luna, y con su lucecita a cuestas, se aproximó más a la virgen.

Tranquilo y orgulloso a los pies de María vio aparecer en los brazos de ella al niño Jesús, que venía al mundo, festejado por los Ángeles.

Admirado estaba el bichito y el le dijo:         

         -Quiero premiar tu vigilancia y tus servicios.

         -Quieres que tus alas brillen como un metal?

         -No señor mío

         -Quiere ser trabajador como la hormiga?

         -Tampoco señor

         -Quieres fabricar dulces, miel como la abeja?

         -No, no señor mío.

         -Pues, que deseas?

-Señor, concédeme tan sólo que pueda conservar en mi espalda el rayo de luz, que he quitado a la luna, con él podré guiar a los pasajeros en la noche; oscura, y alegrar la soledad de los caminantes.

-Lindo animalito, eres muy bueno. No sólo  te concedo que lleves como prestado un rayito de luna; sino que brote de ti: Tú serás la Luciérnaga.

 


 

BOCA ANCHA, EL GRAN PEZ

Había una vez un pez grande, fuerte y robusto que tenía una gran boca, más que boca: una bocaza. Por ello todos los pececillos lo llamaban Boca Ancha. Así vivían en el mar.

Todos sus amiguitos lo respetaban y a la vez le temían. A él y a su boca ancha, pues era muy presumido.

-         ¡Ah! – gritaba Boca ancha  

- Soy el más grande y fuerte de todos. Los pececillos no valen nada. Son demasiado pequeños. Y no son fuertes. No pueden luchar como yo lo hago.

En ese momento ¡PLAFF! Cayó al mar una red, de esas que usan los pescadores para atrapar muchos peces. Y Boca Ancha junto con otros compañeritos fueron atrapados. Ocurrió, que la red era resistente, pero de tejido muy abierto y los pequeños pececillos pudieron escapar por las aberturas del tejido. Pese a que el grande y fuerte Boca Ancha trató de liberarse, quedó prisionero.

Cuando desde arriba los pescadores tiraron de la red, Boca Ancha con lágrimas en los ojos, miró a los pequeños pececillos que nadaban alegres y felices. Y pensó.

Ojalá yo no hubiera sido tan fuerte, tan gordo y tan grande.

Moraleja :  No debemos menos preciar a los más pequeños

                                                      

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