...::: Julio Cortázar :::...
Historias de cronopios y de famas (selección) - 1962
VIAJES
Cuando los famas salen de viaje, sus
costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y
averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las
alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los
muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus
valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de
guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la
plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a
beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta
danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles
llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren
llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque
creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se
dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la
noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro
día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y
los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se
molestan.
CONSERVACIÓN DE LOS RECUERDOS
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a
embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y
señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado
contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: «Excursión a Quilmes», o:
«Frank Sinatra».
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios,
dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por
el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No
vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones.» Es por eso que las
casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios
hay una gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los
cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las
etiquetas están todas en su sitio.
EL ALMUERZO
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer
un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y
curriculum vitae.
Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una
esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que
el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida.
En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por
poesía que por verdad.
A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a
sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no
era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia,
que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la
infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el
pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres
las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban
solamente pedacitos sueltos de la muerte.
COMERCIO
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon
a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios
estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras
verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas
se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto.
Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y
bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en
seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la
repetición de tales hechos.
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron
circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando
encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban
para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer
bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una
ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para
regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de
modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los
padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba.
Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos
monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en
pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las
esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las
esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
-Crueles cronopios cruentos. ¡Crueles!
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Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas,
las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las
esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos:
regar los jardines verdes con mangueras rojas.
Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de
discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes
suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no
habían caído en las trampas del rosedal, porque las otras se habían quedado con
pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
EL CANTO DE LOS CRONOPIOS
Cuando los cronopios cantan sus canciones
preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar
por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en
los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a
escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo
escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si
sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del
Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para
los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el
señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas
son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se
recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.
HISTORIA
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la
puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el
dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues
para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.
INCONVENIENTES EN LOS SERVICIOS PÚBLICOS
Vea lo que pasa cuando se confía en los
cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este
cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir
todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la
Argentina.
A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus
receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol
y del Aceite Cocinero que es de todos el primero.
Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente
entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían
los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango Esta noche me
emborracho, y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba
atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas
reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre.
Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al
cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el
pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el
ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de
Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un
farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado,
y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y
de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en
la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no
encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían
comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la
señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior
Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban
caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en
Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.
LA FOTO SALIÓ MOVIDA
Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles.