Edit. #81, Pueblo sin dolientes

 

Ramón Antonio Veras, Periódico Hoy   República Dominicana   12/11/06

Cuando la desconfianza, el recelo, la suspicacia, la inseguridad y la incredulidad se fijan en la conciencia del pueblo, no resulta fácil convencerlo de que no se le está engañando con el comportamiento de los que no han sido honestos en las actividades políticas. El desbarajuste y la confusión han sido de la esencia de grupos politiqueros irresponsables.

No es por casualidad que las masas populares se han formado la idea de que tienen muy poca o ninguna seriedad los planteamientos que hacen algunos de los dirigentes de los partidos tradicionales respecto a las necesidades más graves del pueblo en el orden social, económico y político.

Resulta sumamente difícil creer en las promesas de quienes habiendo estado en el gobierno nada han hecho para que el país salga del atraso en que se encuentra. Se puede ver como una ofensa a la inteligencia de los dominicanos y dominicanas venir ahora a decirles que se acabará con la pobreza o que se está pensando en el ser humano al buscar el poder.

Las necesidades más imperiosas del pueblo dominicano están vigentes desde hace muchos años y hasta ahora ninguna administración se ha dispuesto eliminarlas. Se ha jugado a la politiquería con el hambre, la miseria, el analfabetismo y la insalubridad. Con el agravante de que hoy se presentan como salvadores políticos iguales o peores que los que han controlado el Estado en los últimos cuarenta y cinco años.

Si en verdad se hubiera querido hacerle frente a los problemas sociales hace tiempo que estuvieran resueltos, pero el poder ha sido utilizado para satisfacer aspiraciones de grupos minoritarios, no de los que son los más, de los que llevan sobre sus hombros el peso de las injusticias que genera el sistema bajo el cual estamos viviendo.

Solamente en coyunturas electorales se recuerdan los políticos negociantes de que el pueblo dominicano está abandonado a su suerte en lo que se refiere a educación, salud pública, viviendas y empleo.

El alto índice de mortalidad, la desnutrición que golpea a los niños hijos de los pobres y el estado de marginación en que vive la mayoría de los dominicanos y dominicanas, es un fiel reflejo de la indiferencia de los políticos y partidos tradicionales. No hay que hacer mucho esfuerzo para comprender que nada busca el pueblo depositando su confianza por los que han hecho del engaño, la trampa y la falsedad una línea de conducta política.

Están equivocados los que creen que cambiando de un gobierno igual por otro semejante puede el país salir del atolladero en que se encuentra. La crisis que nos afecta no es de forma, es de fondo. El sistema social engendra los males; los que llegan al gobierno guiado y dominado por los principios de la formación económica vigente no hacen otra cosa que reeditar las calamidades que padece la gran mayoría de la población.  

Dirigentes y partidos con métodos atrasados, tradicionales, no son los que necesita el país. Nuevas fuerzas políticas han de surgir para que los que aquí son los más cambien su situación en el orden material y espiritual. El pueblo dominicano está sin dolientes. Es la triste realidad, aunque no siempre será así.