SOBRE LA POBLACIÓN

En proporción similar a los pueblos de su entorno La Redonda fue vaciándose de gente. A medida que las
ciudades engrosaban su volumen, las casas de nuestro pueblo fueron cerrando sus puertas y atrancando sus
postigos. No hay que achacar todo al éxodo migratorio, otros moradores cargados de lustros y fatigas
partieron un día dejándonos su recuerdo.
Atrás quedaron también los primeros años del siglo XX, años en los que nuestros padres y abuelos,
movidos por la necesidad y tal vez por la aventura, emigraron a América cargados de ilusiones. Las
dificultades fueron enormes, sin haberse alejado de la infancia, algunos tuvieron que afrontar la incierta travesía
huérfanos de la familia; pocos sueños se cumplieron y al cabo del tiempo hubo regresos con desigual fortuna.
Durante años la población envejeció, las salas se vaciaron de cunas para mecer, los corrales de yuntas para
labrar, y en las calles los silencios testificaban ese abandono.
La carretera ignorante del asfalto, fue perdiendo sus formas, baches y roderas, pretexto alegado para que
el coche de línea dejara de pasar cada tarde. Subir a Salamanca para una simple visita al especialista, abrazar
al hijo que interno en un colegio pretendía abrirse camino a través de los estudios o acudir a una boda familiar,
se hacía costoso hasta llegar a Lumbrales casi de madrugada; unos a lomos de borriquillo, otros en algún viejo
coche de alquiler que ruidoso y renqueante hacía el corto camino sorteando piedras y desniveles.
Con frecuencia intermitente también fueron apareciendo los que un día marcharon con esperanzas de
mejorar; al principio en ese autobús que más tarde nos quitarían, y que bajando por la Cruz de Piedra
anunciaba su presencia con pitidos estruendosos y nubes de polvo. Como caracoles después de la lluvia
aflorábamos desde todos los rincones para llegar a la parada, expectantes e ilusionados antes de que el primer
viajero pisara tierra, y entre abrazos, saludos y miradas percibir su situación o seguir el rastro a esa maleta que
abultada y desigual dejaba adivinar que regalo surgiría.
A medida que las condiciones fueron mejorando los veraneantes llegaron en modestos utilitarios que con
disimulado orgullo mostraban a los vecinos, haciendo pensar a estos en la suerte que habían dejado escapar al
no haberse arriesgado a marchar ellos también.
Fueron años duros para el campo, tiempos donde los ingresos eran mínimos y los esfuerzos para levantar la
familia enormes; sin otra ayuda que los brazos para trabajar, los días se juntaban con las noches sin tregua
para el descanso. Las tareas diarias requerían el aporte de todos, la mujer dura y delicada atendía tanto a
ganados, siegas y acarreos como escarmenaba la lana, tejía calcetines, prensaba el queso de oveja o bordaba
sábanas y colchas con esmerado primor.
Transcurridos los años, radios y televisores empezaron a copar los rincones más codiciados de las casas; el
teléfono tantas veces solicitado y nunca conseguido llegó cuando ya la mayoría de los pueblos disponían de él.
Los horizontes se abrían y muchas costumbres quedaban en el olvido, a veces engañados por lo nuevo como
sinónimo de mejora se dejaron marchar antiquísimos objetos a cambios de barreños de plástico o monedas
de poco valor.
Pudiera parecer que era una vida monótona y oscura, pero nosotros dueños de tan poco, vivíamos felices
con nuestras carencias. La distancia en el tiempo ha ido colocando cada cosa en su lugar, después de años de
desdén hacia lo antiguo, muchos han comprendido que en lo sencillo y natural también está la belleza; que en
los juegos de un niño no habría mejor escondite que un pajar en el boíl, mejor columpio que una soga en la
viga del corral, ni mejor pista de patinaje que el grueso carámbano de la charca en los crudos días del
invierno.
La Redonda incorporada tarde a las nuevas tecnologías va abriéndose paso lentamente. Algunos jóvenes
animados por las mejores condiciones de vida que ofrece el progreso y conocedores de las dificultades para
encontrar trabajo en la ciudad, han optado por establecerse en ella dedicándose al cuidado de ganados y
fincas familiares. Los niños han vuelto a correr por sus calles, aunque deban abandonarlas durante el día para
asistir a la escuela comarcal de Lumbrales.
Algunas casas deterioradas por el paso del tiempo, están siendo restauradas por los hijos y nietos de
aquellos que durante años permanecieron en ellas.
Nunca la industria supuso una actividad importante para la comunidad rural; durante años el taller de
carpintería fue motor del trasiego de gentes que venían con sus arreos para aserrar vigas y tablones. Durante
horas se reunían los hombres en interminables charlas animados por su dueño, mientras que éste alegre y
socarrón, recomponía una puerta o construía aquellos carros de labranza, que artísticamente decorados
rodarían por los contornos.
De tabernas del pasado solo queda el recuerdo, las tiendas que existieron cerraron las puertas por el peso
de los años, y nadie se arriesgó abrir comercio alguno hasta nuestros días. Actualmente el bocinazo del
vinatero de Aldeadávila de la Ribera anuncia cada semana que la despensa ha de abastecerse, raudas corren
todas las lugareñas con sus bolsos y serones para efectuar la compra semanal.
Envejecida la población, pensionistas copan su censo. Madres ansiosas esperan el regreso de sus hijos e
hijas; gallinas, huertos y paseos distraen su monotonía, mientras desde su soledad piensan en esos nietos y
nietas que volverán algún día para llenar de entusiasmo las estancias de sus casas. Casas, sencillas y
acogedoras, refugio seguro en tantas noches y testigos fieles de tantas vidas.


Población activa

123 personas.
Varones: 56 varones.
Mujeres: 67 mujeres.

Población activa por sectores:

  Mujeres Varones Total
Agricultura 2 23 25
Ind. Extractivas 0 0 0
Ind. Manufacturación 0 0 0
Pro. Energ. Eléctrica 0 0 0
Construcción 0 2 2
Comercio 0 0 0
Otros servicios 0 6 6

 


Estadísticas La Redonda


Superficie: 17 km2.
Población de hecho (1991): 117 habitantes.
Varones: 55 varones.
Mujeres: 62 mujeres.
Población de derecho (1991): 138 habitantes.
Varones: 65 varones.
Mujeres: 73 mujeres.
Densidad de población (1991): 6,88 Hab/km2.
Evolución de la población de hecho
Año 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1981 1991
Nº hab. 392 396 339 340 307 275 274 203 147 117

Nivel de estudios

Analfabetos: 0 varones.

Analfabetas: 0 mujeres.

Sin estudios: 1 persona.

Estudios primarios: 108 personas.

Bachillerato: 7 personas.

Diplomados: 7 personas.

Licenciados: 2 personas.

Doctores: 0 personas.