Juan Pío Dávalos

 De mediana estatura, ostentaba un físico fuerte y bien formado. Cara y frente amplia iluminaba honestidad e inteligencia a través de unos ojos vivaces e incrustadores. Estaría entonces en los treinta años de edad. Aparentemente tranquilo era de un espíritu inquieto y curioso. Tenía sed de sabiduría. Se interesaba aún en los más mínimos detalles, con un espíritu investigador propio de un científico.

 Se había casado con mi tía Lidia, con la cual formaban un matrimonio feliz. El de temperamento fuerte y obstinado; ella tranquila, suave, amorosa y con la humilde bondad de una santa. El de un rostro serio, adusto y de pocas palabras; ella lánguida como una caña de bambú llevaba en su alma el alegre colorido de su alegría de vivir. Pasaba con la sonrisa en los labios, inquieta en su quehacer cotidiano. Era la reina del hogar y su marido la respetaba con especial devoción y amor. Yo la quería mucho, pues siempre era atenta y generosa conmigo. Cuando pasaba por las mañanas - camino obligado pues su casa quedaba enfrente mismo de la escuela - ella me saludaba con tanto cariño invitándome a quedarme unos minutos para ofrecerme un plato de miel con queso o maní. Me sentía muy complacido por ser homenajeado, y era la única a quién se le ocurría atender y obsequiar a un niño, perder su tiempo en medio de tantos quehaceres domésticos. Entre todos los parientes, era ella la que más me distinguió siempre con su bondad. Guardo en el corazón ese cálido y dulce sabor de la miel y el queso de la tía Lidia, sirviéndome bajo el amplio y fresco techo de las hojas formado por una frondosa parralera que cubría todo el patio, mientras miraba quemarse los leños en el centro de la cocina y las opulentas ollas de hierro colgadas de los trípodes cocinando mandioca y el rico puchero de carne de caracú.... Toda una imagen grata y enternecedora a través del tiempo.

 Tío Juan Pío tenía la profesión de sastre, que era su trabajo de sustentación. Tenía su taller en una de las piezas más grande de la casa, la cual daba a la calle. Recuerdo que su ayudante tenía el apellido de Ruiz Diaz. Un hombre delgado que pasaba sentado cociendo con el dedal puesto; cubría su taller una larga estantería de libros antiguos, pues el tío era aficionado a la lectura, le seducía la historia griega, su mitología y la vida de sus grandes grandes filósofos y pensadores. Sentía en su espíritu como una sensacíon grata de embriaguez al descubrir los episodios fascinantes de la civilización helénica. El punto mas culminante de su admiración fué el filósofo de Estagira: Aristóteles. En su honor dió su nombre a uno de sus hijos. Platón y su idea de un estado sui generis lo impresionó profundamente, tanto que a veces pensaba que Yegros era el lugar perfecto donde implantar ese sistema tan maravilloso como original.

Había heredado de su padre el patrimonio político de pertenecer al Partido Colorado, sentimiento que fué fortaleciendo con enorme fervor y entusiasmo. Se vinculó a los jovenes activistas y realizaban reuniones para encontrar la fórmula de una acción siempre constante y positiva. En varias oportunidades el govierno del Partido Liberal lo hizo apresar, lo persiguió con saña y hasta fué confinado lejos de su familia. Su espíritu de lucha era inexpugnable. Sus adversarios lo temían y sobre todo lo respetaban. En poco tiempo ganó posiciones partidarias de gran relevancia hasta que llegó a escalar la cima de Presidente del Partido de nuestro pueblo. Ocupó además distintos nombramientos como la de Intendente Municipal, Juez de Paz; Alcalde en lo Político y Presidente del Club Social 14 de Mayo, en lo social. Conquistó el liderazgo máximo del gran conglomerado partidario constituyéndose en el caudillo absoluto. Esta presencia seria y respetable otorgó una suerte de tranquilidad y garantía a la población. Hay que considerar la época, cuando no existían rutas ni caminos que acercarn a los pueblos. El ferrocarril cumplía precariamente el enlace con la capital. El aislamiento, la distancia y la carencia, a veces de productos vitales hacían que se conformara en la mentalidad pueblerina una conciencia colectiva de aceptar la realidad como un factor del destino. El pueblo en si mismo constituía un mundo aparte.

 Teníamos nuestras autoridades que eran la que representaban el poder y la ley. En esa inmensa aréa estaba asentada más de un millar de familias, en su mayoría compuesta por extrangeros. La cultura, la tradición, sus costumbres basadas en un vivir de civilización vanguardista, de un modernismo avanzado, permitía la observación de una población "suis generis", muy especial. En las calles, en los negocios, o donde haya una necesidad especial era posible y frecuente encontrar a los rubios alemanes hablando su idioma de origen al igual que a los hijos de la romántica Galia, o a los de Italia o a los integrantes de la Colonia Cosme de los flemáticos Albión. Era posible que en la torre de Babel hubiera mayor conocimiento de unos a otros. Nuestro guaraní nativo era asi un idioma más en ese mundo de mixtura universal. El resto, los buenos modales, el gesto amable, el trato gentil y todas esas particularidades de buen gusto y fina educación, hizo que nuestro pueblo resultare algo ejemplar muy superior a la mayoría de los demás de la República. Era un privilegio y un lujo vivir en Yegros.

 Las autoridades pueblerinas debían adaptarse a esa mentalidad. Era fácil ejercer la autoridad en una población tan bien educada y culta. Lo difícil era, a veces, encontrar los Comisarios o Alcaldes que estuvieran a la altura de las necesidades del pueblo. Como irónica paradoja hubo de soportarse - por imposición guvernativa- a autoridades analfabetas y carentes de la misma condición social. Lo lamentable era que esos funcionarios consideraban como un escudo de honor tal condición. Era frecuente escucharlos alegar de que nos quisimos aprovechar de "su ignoracia....".

Don Juan Pío se esforzó por estar siempre a la altura de las exigencias de una población laboriosa y esforzada. Deseosa que toda esa bella inquietud y afanes tengan una manifestación más amplia y difundida, tuvo una idea genial y oportuna. Editar un diario; una voz informativa de la región, un vehículo de publicidad para el comercio en su política de expansión. Un rico venero donde se pueda evaluar la energía de una cultura en ebullición y donde los intelectuales y estudiantes puedan manifestar sus ideas e inquietudes Este quincenario denominado "El Campesino" se constituyó en el factor histórico más relevante del pueblo, que con el fluído eléctrico otorgaba una calidad de ciudad, bella, resplandeciente y moderna. Por las noches el pueblo era un cielo estrellado. Las calles iluminadas, las casas con sus radios encendidas irradiando música y alegría. Se practicaban y organizaban competencias deportivas: Tennis, y Volley Ball. Potentes reflectores convertían las noches en día. La metamorfosis que experimentó el aldeano tranquilo y sencillo fue súbita y espectacular. Oprimir un botón y disponer de luz; abrir la puerta de la heladera y tener a mano cubos de hielo en época estival, usar la plancha eléctrica; todo un cambio maravilloso de comodidad y bienestar.

Los lugareños recuerdan siempre con socarrona ironía, del día de la inaguración de la usina eléctrica de don Emilio Napout. Como la noticia llegó a todos los mas lejanos confines del país, algunos comerciantes de Caazapá y de Yuty, llegaron a Yegros para adquirir a precios de oferta las lámparas de Petromax que quedaron en desuso. Recuerdo la imagen familar de un buen hombre muy querido por mi familia do Pancho Lopez; quién tenía un camión de transporte de carga y pasajeros, este señor - comerciante visionario - fué quién mas lámparas consiguió. Yo mismo me ofrecí en ayudarlo para empaquetarlas con cuidado. En esa época Caazapá pasaba inadvertida como pueblo de alguna importancia. La falta de una ruta que lo comunicara directamente con Asunción lo relegaba como aldea marginal por mas que ostentaba el título de la capital de la región. Para llegar a Caazapá había que tomar el tren, descender en la estación de Maciel y subirse a esos surkis de enormes ruedas tirados por dos caballos. Era una proeza viajar en época de lluvia, el coche se empantanaba y solo con la ayuda de los viajeros podía vencer la succión del barro gredoso. Para tal efecto había que descalzarse, remangar los pantalones y sin importar la fuerte lluvia que lo anegaba todo...

"El Campesino", el quincenario Yegreño llegaba a la mayoría de los pueblos aledaños: Yuty, Isla Saca, Sosa, Maciel, Caazapá y a las compañias que componen el distrito de nuesto pueblo.

 Creo que a nuestra rutilante ciudad le faltaba en esa época solamente una imprenta. Debido a esa carencia, el quincenario se editaba en la ciudad de Encarnación. Allá estaba a cargo de su compaginación, corrección e impresión unos de los hijos de don Juan Pío Dávalos, que fuera uno de los más aventajados alumnos de la escuela local y que a la sazón ocupaba el cargo de Jefe de Estación del Ferrocarril en tan importante ciudad. Es oportuno registrar el hecho de que este joven Yegreño fué uno de los pocos paraguayos que llegó a escalar una de las posiciones mas elevadas en la jerarquía de la administración del Ferrocarril, manejada tan celosamente por los ingleses. Llegó a ser designado Jefe de Tráfico. Estos nombramientos llegan a su plena realidad después de un estudioso y analítico exámen de los antecedentes del candidato, que por ser de carácter gerencial, solamente se le otorgaba a la nómina de los indicados por la central de Londres. Constituía por lo tanto un significativo honor y un reconocimiento a la capacidad, inteligencia y talento de un digno compatriota quien de esa forma rompía el esquema convencional de los gringos en sus aptitudes discriminatorias. Su digna modestia hizo que tal mérito pasara desapercibido a los ojos indiferentes de sus copueblanos. Astolfo Dávalos fué mente y brazo para el éxito de "El Campesino". Esa humildad y anonimato en la que siempre actuó don Astolfo Dávalos no hace sino honrar el ilustre apellido de su padre.

"El Campesino" significó, sin lugar a dudas, el punto culminante de la época de oro por la que vivió ese pueblo cosmopolita, laborioso y feliz. El auge económico marcaba indíces altamente satisfactorios con el aporte de más de tres fábricas de caña, alcohol obtenido por la destilación de la miel; varias empresas de vinicultores; un molino de Yerba Mate; aserraderos; curtiembres; cientos de fábricas de esencias de Petit Grain y una enorme variedad de artículos artesanales que conformaron la potencia comercial de nuestro pueblo, omitiendo la inmensa riqueza ganadera y caballar, que pacen y rumian sobre las verdes praderas que se extienden e incrustan entre bosques, ríos y arroyos.