Yegros

 

 

Te recuerdo, oh pueblo mío, desde tan lejos en el tiempo, pero tan cerca del corazón.

Me separaron de tí, de tu dulce seno maternal, cuando más duele la ausencia y es más ávido el olvido.

Fuístes siempre tú, mi Yegros querido, el sol quemante de todas mis más nobles inquietudes.

Te llevé siempre en mi pensamiento como una madre a su niño más querido apretado entre sus brazos protectores.

Estan vivos en el amplio escenario del recuerdo, cada instante de aquellos días dorados de la niñez, de la riente y soñadora juventud.

Con la linterna de la imaginación en alto, y de retorno a la querencia, deseamos percibir, a la distancia, en el ámbito de aquel pasado, tal como lo dejamos, sin tiempo años atrás.

Tierno y nítido, como al irnos, embellecido por el buen recuerdo con perennidad, luminoso, estimulante, como petrificado en un minuto ideal. Y en ese minuto, no solo el recuerdo está estático sobre el paisaje, su contexto de personajes y palabras están fijados en el tiempo inmóvil.

En ese recuerdo detenido las voces familiares amigas renacen juveniles, más frescas todavía que cuando al partir se guardaron en la memoria sensitiva de un archivo sentimental.

 

 Osvaldo González Britez

Confusio dijo: -

"Hay tres cosas sobre el hombre superior que no me ha sido posible lograr. El hombre verdadero no tiene preocupaciones y es feliz; el hombre sabio jamás se encuentra perplejo; y el hombre bravo no conoce el temor", su discípulo respondió: - Pero, Maestro, os estáis describiendo!!".