Un dia, mi padre nos permitio a mi hermano
mayor, Jay, y a mi,
deslizarnos por el reluciente poste de descenso
de los bomberos.
En un rincón de la estacion se hallaba
la plataforma con
redecillas que se empleaba para meterse bajo
los camones a
repararlos. Mi padre me indicaba que me sujetara
bien y me daba
vueltas en el carrito hasta dejarme mareado.
Junto al lugar
donde se guardaba la plataforma había
una maquina expendedora
de bebidas gaseosas que despachaba las
botellas verdes originales de Coca-Cola por
diez centavos de
dolar. Esa maquina representaba el momento
culminante de
nuestras visitas a la estación.
Tenia diez anios, cuando lleve a la estacion
a dos de mis amigos
para presentarles a mi padre, de quien me
sentia muy
orgulloso. Pregunte a mi papa si nos podia
comprar un
refresco antes de que fueramos a casa a comer.
Percibí una ligerisima vacilacion en
su voz. Pero accedio y nos
dio tres monedas de diez centavos. Corrimos
a la maquina,
ansiosos de ver si alguno tenia la suerte
de encontrar
la estrella que venia en el interior de la
tapa de algunas
botellas.
Vaya suerte! La mia la traia. Solo me faltaban
dos para poder
exigir un premio.
Dimos las gracias a mi padre y nos fuimos a
casa a comer, y luego
a nadar en le lago, aprovechando que era verano.
Al volver a casa, oi que mis padres hablaban.
Mi madre, que
parecía disgustada, menciono mi nombre:
-Debiste explicarle que no tenias dinero para
comprar refrescos.
Brian habría comprendido. No nos sobra
dinero, y tu necesitas
almorzar.
-Le dijo.
Mi padre, como era habitual en el, resto importancia
al asunto.
Antes de que me sorprendieran escuchando,
subi a toda prisa a
la habitación que compartía
con mis cuatro hermanos.
Me vacie los bolsillos, dispuesto a guardar
la nueva tapa junto
con las siete que ya tenia, y de pronto cai
en la cuenta del
gran sacrificio que mi padre había
hecho por mi. Esa noche me
prometi una cosa: algún ida le revelaría
que estaba al tanto
del sacrificio que habia realizado esa tarde
y en tantas
otras ocasiones, y que nunca lo olvidaria.
En el transcurso de 20 anios siguientes, la
vida que llevaba mi
padre fue minando su salud, pues tenia tres
empleos para poder
mantener a los nueve miembros de la familia.
Sufrio cuatro
infartos y tuvieron que implantarle un marcapasos.
Una tarde en que su vieja camioneta estaba
averiada, me pido que
pasara por el y lo llevara al medico.
Al llegar a la estacion de bomberos, vi que
el y algunos
compañeros charlaban en la calle en
torno de una flamante
camioneta. Yo elogie el vehículo,
y mi padre dijo:
-Algun dia tendre una asi.
Nos reimos. Siempre habia soniado con eso...
y siempre había
parecido un sueño inalcanzable. A mi
y a mis hermanos nos iba
bien en los negocios, y ya le habiamos ofrecido
comprarle una
camioneta, pero el se negaba rotundamente:
-Si no la pago yo, no sentire que es mia-decia.
Mi padre salio del consultorio medico con el rostro ceniciento.
-Vamonos-fue todo lo que dijo.
Viajamos en silencio. Segui la ruta larga de
vuelta a la
estación. Pasamos por nuestra vieja
casa, el campo deportivo, el
lago, la tienda de la esquina, y mi
padre se puso a hablar
acerca de los recuerdos que cada uno de esos
lugares le traia.
En ese momento comprendi que se estaba muriendo.
Me miro, y asintió.
Yo entendi.
Nos detuvimos en la Heladeria Cabot y comimos
juntos un cono de
helado, por primera vez en 15 anios. Ese dia
conversamos de
verdad. Me confío cuan orgulloso se
sentia de todos nosotros,
y aseguro que no le inspiraba miedo la muerte.
Lo unico que lo
atemorizaba era estar lejos de mi madre. Nunca
un hombre
había estado tan enamorado de una mujer.
Me hizo prometer que no le diría a nadie
que le quedaba poco tiempo
de vida. Acepte a sabiendas de que seria el
secreto mas
doloroso que había de guardar.
En esa epoca, mi esposa y yo pensabamos adquirir
una camioneta.
Le pedí a mi padre que me acompaniara
a ver que podia
conseguir dando mi vehículo como pago
inicial.
Llegamos a la sala de exhibicion y comence
a hablar con el
vendedor.Entonces vi a mi padre examinando
con admiracion una
camioneta hermosisima de un intenso color
marron. La recorria con
la mano, como un escultor que revisara su
obra.
Propuse que salieramos a dar un paseo en ella.
Mi padre se puso
al volante y condujo durante diez minutos,
comenando sin cesar
que andaba como una seda. Luego retornamos
y subimos a una
camioneta azul mas pequeña, cuyo
consumo de combustible se
adaptaba mejor a mis necesidades. Por ultimo,
regresamos y
cerramos el trato con el vendedor.
Unas noches despues, invite a mi padre a ir
conmigo a recoger mi
nueva adquisición. Creo que accedio
con tanta presteza solo
para echarle un ultimo vistazo
a lo que el llamaba "mi
camioneta marrón".
Cuando entramos en el estacionamiento de la
agencia, vimos el
pequeño vehículo azul, con un
letreto que anunciaba que se habia
vendido. Junto a el se hallaba la camioneta
marron, recien
lavada y resplandeciente. En la ventanilla,
un gran cartel
rezaba: "VENDIDA".
El rostro de mi padre reflejo inmediatamente
decepcion.
-Ya la compraron- dijo.
Me limite a asentir y le pedi:
-Papa, te importaria entrar y decirle al vendedor
que estare con
el tan pronto estacione el coche?
Al pasar junto a la camioneta marron, la acaricio
con la mano, y
pude percibir que la desilusion lo embargaba
de nuevo.
Lleve el auto al extremo opuesto del edificio
y mire a traves del
ventanal de la sala de exhibicion a aquiel
hombre que lo había
dado todo por su familia. Vi que el vendedor
le ofrecia un
asiento, le daba el juego de llaves de la
camioneta marron y
le explicaba que yo se la había
regalado, y que ese era
nuestro secreto. Mi padre volvio la vista
al ventanal.
Nuestros ojos se encontraron, hicimos una
inclinación con la
cabeza y nos echamos a reir.
Yo aguardaba fuera de casa cuando mi padre
llego esa noche. En
cuanto se bajo de "su camioneta", le di un
apretado abrazo y un
beso, le dije cuanto lo quería y le
recorde que teniamos un
secreto.
Fuimos a dar un paseo. En el camino me dijo
que entendia lo de la
camioneta, pero que no se explicaba que hacia,
adherida al
volante, una tapa de botella con una estrella
en el centro.
Por algun extraño motivo todos nos acordamos
de nuestras madres y
nadie duda en ser detallistas y recordarles
cuanto las
queremos...... eso es muy bueno, pero
por otro lado pocas
veces nos acordamos de nuestros padres, cualquier
momento es
bueno para recordar todo lo que nuestros
padres han hecho por
nosotros y hacerles saber lo mucho que los
queremos, pero estas
fechas son especialmente buenas, recuerden
que ya pronto se
celebra el dia del padre..... asegurense
de que su padre
reciba algo de uds, no tiene que ser algo
comprado, pero que sea
algo que le haga saber que siempre lo han
querido.
Este cuento nos enseña a valorar el
esfuerzo de los padres por
darnos vida y felicidad, tarde o temprano
llega el valioso
momento de compensar ese amor.
Regresar
a pagina principal