Somos dos razas distintas con origenes diferentes y destinos
diferentes. Para nosotros, las cenizas de nuestros antepasados
son sagradas y el lugar donde descansan es tierra sagrada.
Vosotros erráis lejos de las tumbas de vuestros antepasados, y
al parecer no lo lamentáis...
Pero ¿Por qué debería afligirme por la muerte prematura de mi
pueblo?. Una tribu sigue a otra tribu, y una nación sigue a otra
nación y la pena es inutil...
Pero cuando el último hombre rojo se haya convertido en un mito
para los hombres blancos...cuando los hijos de vuestros hijos se
crean solos en el campo, en la tienda, en la carretera, o en el
silencio de los bosques sin senderos, no estarán solos. En toda
la tierra no hay ningún lugar dedicado a la soledad. Por la noche,
cuando las calles de vuestras ciudades estén silenciosas y creáis
que están desiertas, estarán atestadas de la multitud que antaño las
llenó y que regresa, y que todavía ama esta hermosa tierra. El hombre
blanco nunca estará solo.
Que sea justo y trate con bondad a mi pueblo, pues los muertos no carecen
de poder. ¿Muertos, digo?. No hay muerte. Sólo un cambio de mundos.
                                        Discurso al gobernador Isaac Stevens
                                        en 1855 con ocasión de la firma del tratado
                                        de Port Elliott. Seattle entregó sus tierras,
                                        en las que hoy está situada la ciudad de Seattle, y
                                        a cambio las tribus de Washington recibieron una
                                        Reserva.
 
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