Acalla todos tus pensamientos,
deja que el musgo crezca en tu boca.
Hazte semejante a un trozo de seda blanco, inmaculado;
que tu único pensamiento sea la eternidad.
Y una vez más, sé como un viejo incensario
en el templo de una aldea abandonada.
Maestro Sekiso Soên (987-1040)
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