La imprenta en España durante el siglo XV.

Índice

 Introducción

 Precedentes y primeras hipótesis

 El primer incunable

 La imprenta en otras ciudades

 Barcelona

 Zaragoza

 Valencia

 Sevilla

 Salamanca

 Valladolid

 Zamora

 Burgos

 Toledo

 Otras ciudades

 Características

Introducción.

Son escasas las noticias que se poseen sobre la introducción y expansión de la imprenta en España, tanto por los escasos documentos sobre los primeros impresores como por la falta de colofones explícitos. A pesar de ello, se pueden hacer algunas afirmaciones sobre las características de las primeras imprentas españolas.

A) Llegó tardíamente, en la década de los setenta, probablemente por la situación periférica de la península y por la falta de grandes universidades o de vida urbana floreciente.

B) Los primeros impresores fueron alemanes, lo cual es normal considerando que el gremio internacional estaba compuesto casi exclusivamente de ellos.

C) El camino de introducción fue Italia, según muestran los tipos utilizados en los primeros impresos, hecho comprensible por las intensas relaciones que unían a dos los dos países.

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Precedentes y primeras hipótesis.

No se ha conservado ningún libro xilográfico realizado en España, aunque hay noticias de la existencia de grabados en la primera mitad del siglo y se conocen algunos de la segunda mitad, como de la confección de naipes y grabados con texto, aunque sobre planchas metálicas.

En cuanto a la imprenta, durante algún tiempo se creyó que el primer libro impreso en España fue la Gramática de Mates, impresa por Gherlinc en Barcelona en 1468, fecha que resultó ser una errata probablemente por 1488.

También se creyó durante mucho tiempo que el libro impreso más antiguo era Obres o trobes en lahors de la Verge María, que contiene 45 poesías en honor de la Virgen de María, 40 en valenciano, 4 en castellano y una en toscano, fruto de un certamen literario. El libro, impreso en 1474 por Lambert Palmart en los talleres de Jacobo Vitzlán, no fue probablemente ni siquiera el primer incunable valenciano, aunque sí parece ser el primero de motivo literario.

Lo mismo se pensó de la Etica, Económica y Política de Aristóteles, hecha por Botel, Holtz y Plank en Zaragoza o Barcelona, en 1473 o 1474. También se le atribuye el honor al Sacramental de Clemente Sánchez Vercial, impreso en Sevilla por Antonio Martínez, Alfonso del Puerto y Bartolomé Segura; el autor de la hipótesis, Pedro Vindel, atribuye la fecha de 1470, aunque carece de prueba documental alguna.

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El primer incunable.

Hoy se acepta de forma general la idea de que la primera obra realizada por la imprenta española de la que se tienen noticias es el Sinodal de Aguilafuente, impreso por Juan Parix de Heidelberg en Segovia el año 1472. El documento contiene las constituciones aprobadas en un sínodo celebrado en este pueblo, para recordar a los clérigos sus obligaciones y evitar que se mezclaran en contiendas civiles. Es una obra de 48 páginas sin colofón. Según parece, un tal Juan Paris vivió en Segovia a finales del siglo, lugar donde abrió un taller en el que se imprimieron al menos ocho obras, la mayoría de las cuales se conservan en esa cuidad. Probablemente llegó allí invitado por el obispo Juan Arias de Avila, hombre acaudalado que había conseguido privilegios para establecer, bajo la superintendencia del obispado, un estudio de gramática, lógica y filosofía equivalente a una Universidad: era comprensible que quisiera completarlo con un taller de tipografía.

El hecho de que fuera Segovia la primera ciudad de la que se tenga constancia que dispuso de imprenta resulta en principio sorprendente, si se tiene en cuenta que el reino de Aragón estaba más próximo y más relacionado con Italia, y su vida cultural era más intensa debido al mayor desarrollo de las ciudades. Sin embargo, hay que considerar que Segovia vivía momentos de esplendor, el rey le había concedido primacía sobre las demás ciudades de su reino y se desplegaban en ella numerosas actividades: era el centro de la vida política y allí fue proclamada reina Isabel la Católica en 1474.

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La imprenta en otras ciudades.

De cualquier modo, se sabe que existían talleres de tipógrafos en otras ciudades de España, que trabajaron al mismo tiempo que el de Juan Parix. Se conoce un contrato entre Botel y sus paisanos Holtz y Plank, en 1473, por el que el primero se comprometía a enseñar el oficio de impresor: la sociedad editó la obra de Aristóteles antes mencionada.

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Barcelona.

La primera obra fechada fue la Gramática de Perottus, hecha en Barcelona en 1475, por Juan de Salzburgo (probablemente Plank) y Pablo de Constanza u Horus, también asociado de Botel. Aunque se sabe de la existencia de otros libros, no apareció ningún otro fechado hasta 1478, los Comentarios a Aristóteles de Santo Tomás, obra de Pedro Brun y Nicolás de Spindeler. La sociedad duró poco y Spindeler realizó en Barcelona media docena de obras más, como el Regiment dels Princeps de Egidio Colonna y Etica, Política y Económica de Aristóteles. Más tarde abandonó la cuidad para instalarse en Tarragona, donde abrió un nuevo taller.

Mientras tanto, con Pedro Brun se asoció un clérigo catalán, Pere Posa, que resultó ser el más prolífico de los impresores de la ciudad, editando al menos 36 obras, de las cuales la primera fue la Historia de Alexandre, de Quinto Curzio, en valenciano y la última Arbor scientiae, de Llul, del que ya había hecho ediciones anteriores. Otros talleres importantes fueron los de Pere Miquel, que hizo entre otros el Tirant lo Blach de Joanot Martorell; el de Juan Rosenbach de Heidelberg, que publicó el Libre dels angels y Libre de les dones, de Francisco Jiménez; y Diego de Gumiel, apodado "El Castellano", que terminó el Tirant iniciado por Miquel, además de obras de Jiménez, un donato, y otras obras en latín.

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Zaragoza.

El primer libro editado en Zaragoza fue el Manipulus curatorum, obra realizada por Mateo Flandro en 1475, primer impreso en España con nombre de editor. Botel y Horus publicaron en 1476 el Fori aragonum. El taller de Horus, regentado más tarde por su hermano Juan, fue uno de los principales de España en las dos últimas décadas del siglo. Entre sus obras hay libros de Séneca, Aristóteles, Platón, Torquemada, López de Mendoza, etc.

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Valencia.

Capital del reino de su nombre, Valencia tuvo una gran actividad impresora, de acuerdo con su potencial económico y su intensa vida cultural. El introductor de la imprenta fue Jacobo Vitzlán, comerciante alemán que representaba a la familia de los Ravensburg. De su taller se hizo cargo Lambert Palmart, el cual publicó más de una docena de obras hasta 1493, año en que vendió su negocio. Entre sus autores figuran Aristóteles, Salustio, Mela, Esopo y Jiménez. También publicó una Biblia en colaboración con Alonso Fernández de Córdoba, platero y maestro impresor.

Nicolás Spindeler, después de abrir talleres en Tortosa, Barcelona y Tarragona, se instaló en Valencia, donde publicó una edición de Tirant lo Blanch, en cuya primera hoja aparece una bella orla con el nombre del impresor. Vuelto a Barcelona, regresó a Valencia en los últimos años del siglo, y publicó docena y media de libros, algunos sin hacer constar su sombre.

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Sevilla.

Antonio Martínez, Alonso del Puerto y Bartolomé de Segura se declaran introductores de la imprenta en Sevilla. Publicaron el Sacramental de Clemente Sánchez Vercial, y más tarde, Segura y del Puerto publican la Crónica de España, mientras que Martínez hace lo propio con Espejo de la Cruz de Cavalca.

En 1990 se publica el Vocabulario universal en latín y en romance por los llamados Hermanos Alemanes, llamados allí por la Reina, al parecer muy interesada en introducir la imprenta en Sevilla. Su producción fue muy abundante, trabajando sobre todo por encargo para libreros o patrocinadores.

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Salamanca.

La abundante producción de Salamanca, donde estaba la más importante universidad española, plantea problemas a los historiadores, porque la mayoría no tienen nombre de impresor. Por los tipos parece deducirse que existieron dos talleres, reconocidos como los editores de Introductiones latinae y la Gramática castellana, ambas de Nebrija. La mayoría eran libros al servicio de la Universidad. Al primero de estos talleres se le atribuyen más de 30 obras, la mayoría en latín; el segundo, abierto más tarde, superó en producción al primero, llegando a alcanzar más de 90 ediciones, cifra no alcanzada por ningún otro taller en la península. Entre sus obras detaca la Gramática de Nebrija de 1492, en la cual el autor habla proféticamente de la lengua castellana, destinada a ser compañera del imperio.

Más tarde aparecieron otros talleres en la ciudad. Merece especial atención el librero Juan Porras, que encargó una gran cantidad de obras en diversas imprentas. No se sabe si fue propietario de algún taller antes de 1500, aunque es probable que alguno de los mencionados fuera suyo o, al menos, tuviese participación en la empresa.

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Valladolid.

Parece probable que las primeras obras impresas en Valladolid fueran bulas impresas en el monasterio de Nuestra Señora del Prado, aunque no queda constancia documental. El primer taller secular fue el de Juan de Francour, de origen francés, que publicó en 1492 un Tratado breve de confesión. Más tarde abrieron taller Pedro Giraldi, de probable origen italiano, y Miguel de Planes, cuya producción más famosa fue la primera carta de Colón, y se le atribuye una edición de Visión deleitable de Alonso de la Torre.

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Zamora.

Antonio de Centenera se considera el primer impresor de esta ciudad, y a la vez el más característico de los impresores españoles, alejado de influencias extranjeras. La mayoría de sus libros estaban en castellano y eran de autores españoles; también fue famoso por sus grabados, como los que apareen en Los trabajos de Hércules, de Villena.

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Burgos.

Fadrique de Basilea aparece como el primer impresor de Burgos, y sus primeros trabajos fueron impresos para la catedral. Su primer libro fue la Grammatica latina de Andrés Gutiérrez y más tarde publicó más de 70 obras, entre las cuales destacan gramáticas latinas y obras de Nebrija, Pedro Mártir (Opera), Diego de San Pedro (Cárcel de amor), Hernando del Pulgar (Glosas de Mingo Revulgo), y la primera edición de La Celestina. Otro impresor, Juan de Burgos, fue famoso por sus grabados, aunque su producción es menor, y muchas de sus obras, reediciones de Fadrique de Basilea.

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Toledo.

Parece ser que las primeras obras en Toledo fueron bulas impresas en el monasterio de San Pedro Mártir, como en Valladolid, aunque las primera fechadas son obra de Juan Vázquez, quien completó su producción con algunos libros, que no llegaron a la media docena. Existieron otros talleres en Toledo, pero el mejor de todos fue sin duda el de Pedro Hagenbach, que había trabajado en Valencia con Hutz y cuyas obras más notables fueron el Missale Toletanum y el Missale Mozarabe, esta última por encargo del Cardenal Cisneros.

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Otras ciudades.

En Pamplona se estableció Arnaldo Guillén de Brocar y en Granada Hernando de Talavera. Además existieron talleres en Palma de Mallorca, Murcia, Coria, Santiago, y otras hasta un total de 26 ciudades, y en algunos pueblos pequeños y monasterios, como Montserrat y San Cugat.

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Características.

Las primeras obras de la imprenta en España se caracterizaron por los siguientes aspectos:

A) La letra utilizada, que empezó siendo de tipo romana, evolucionó pronto a la neogótica alemana, con fuerte influencia de la caligrafía de los manuscritos españoles. También se aprecia una evolución hacia el, plateresco, tanto en la composición como en los ornamentos.

B) Hubo escuelas de gran prestigio técnico, entre las cuales deben citarse las catalanas.

C) La interlineación era ancha, y las iniciales blancas sobre fondo negro. Con frecuencia aparecen portadillas grabadas en madera con motivos heráldicos.

D) Los temas aparecen muy influidos por la religión. Sin embargo, cada vez son más frecuentes las obras en lenguas vernáculas. Aparecen gran cantidad de bulas, misales, gramáticas y diccionarios latinos. Las obras en poesía y prosa suelen ser gratificantes y amenas.

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Rosario López de Prado

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Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)

Última revisión: 27 de abril de 2000