El libro y la edición en el siglo XX.

Situación en España. Desarrollo de las publicaciones periódicas.

Índice

 Introducción

 Cambios técnicos

 Los medios audiovisuales

 La reprografía

 Crecimiento de la lectura

 El libro

 Las publicaciones periódicasç

 Sistemas de comercialización

 Sistemas de venta

 El libro en España en el siglo XX

 El mercado americano

 La edición después de la Guerra Civil

 Las publicaciones periódicas

Introducción.

Si en el siglo XIX el libro comienza a transformarse en todos sus aspectos, físicos, intelectuales y comerciales, será en el siglo XX cuando estas transformaciones alcancen su momento culminante hasta el punto de que el libro deja de ser prioritariamente libro para convertirse en productos nuevos, a la compra-venta se le viene a sumar la posibilidad de consulta remota y su contenido alcanza, no sólo a todas las ramas del conocimiento humano sino incluso a todas las formas concebibles de expresarlas.

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Cambios técnicos.

Las tendencias básicas en la producción, comercialización y utilización del libro en el siglo XX siguen las orientaciones marcadas ya en el siglo anterior: mecanización aumento de títulos y ejemplares en las tiradas y comercialización buscando cada vez un número más amplio de consumidores. Pero además aparecen nuevos soportes -como los medios audiovisuales-, elementos reprográficos y finalmente el ordenador, que abría un mundo de nuevas posibilidades para el libro y la edición.

A medida que avanza el siglo se advierte un progresivo desplazamiento de la mecánica por la electrónica y la sustitución de la tipografía tradicional por nuevos sistemas de impresión -heliograbado, huecograbado y offset, que permite la posibilidad de nuevas ediciones rápidas y de reproducir fotografías y colores. La linotipia y la monotipia -composición mecánica del texto- deja paso a la fotocomposición o composición en frío, que se realiza con la ayuda de un ordenador. Esto permite, no solo una mayor rapidez y precisión, sino la reducción considerable de la mano de obra, que además no tiene que tener una especial cualificación y puede incluso trabajar desde su domicilio. A estos avances vinieron a sumarse la utilización del telefacsímil, que permite el envío y recepción inmediata de páginas completas de textos e imágenes a través del hilo telefónico, el desarrollo de las telecomunicaciones que permitió el acceso on-line a bases y bancos de datos, el videotext y, finalmente, las memorias ópticas que permiten el almacenamiento de grandes cantidades de datos textuales, numéricos, sonoros e incluso de imágenes en movimiento.

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Los medios audiovisuales.

Los medios audiovisuales que han llegado a ocupar un lugar un puesto similar al del libro -e incluso a disputarle el suyo- durante este siglo, son un capítulo aparte en el mundo de la edición y por su relevante papel en la difusión de la cultura contemporánea, no pueden ser ignorados.

El cine, nacido a finales de siglo XIX como un invento curioso, de la mano de los hermanos Lumière, fue alcanzando cada vez mayor dimensión, hasta llegar, en los años veinte, a la categoría de séptimo arte, al tiempo que añadía cada vez más adelantos técnicos: sonido, color, panavisión, etc. Después de un periodo de esplendor y hegemonía absoluta en el mundo del espectáculo, iniciado en los años treinta, el cine conoció una época de aparente decadencia en los países desarrollados a partir de la segunda mitad de los setenta, debido en parte a la aparición y generalización primero de la televisión, luego del vídeo doméstico y finalmente de las cadenas privadas de TV, que se fueron pisando el terreno respectivamente: en realidad, el cine se hacía la competencia a sí mismo a través de diferentes sistemas de difusión.

La radio, más rival de la prensa que del libro, tuvo en un primer momento función de entretenimiento para aficionados; en 1920 estaba fuertemente implantada en USA, pero hasta 1923 no aparece la primera emisora española, Radio Ibérica de Madrid. Su audiencia e influencia crecieron por causas políticas y bélicas antes de la II Guerra Mundial; cuando parecía que iba ser desterrada por la aparición de la televisión en el periodo postbélico, experimento un fuerte impulso gracias al descubrimiento de la FM y la radio de transistores. El crecimiento de la radiodifusión continua en la actualidad.

La televisión dio sus primeros pasos a final de los años veinte, si bien no conoció el pleno desarrollo hasta después de la Guerra: a partir de aquí se extendió a todos los países del mundo y se perfeccionó con el color, hasta llegar a convertirse en el primer medio de comunicación de masas, y ejercer una influencia considerable en la población.

Al lado de estos medios surgieron el disco sonoro, la cinta magnética, el videocasete y finalmente las memorias ópticas. Unos y otros sistemas han experimentado a lo largo del siglo un creciente perfeccionamiento, a veces en franca competición con la aparición de inventos cada vez más sofisticados. De hecho, existe en este campo una carrera que cada día alcanza metas más elevadas.

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La reprografía.

La reprografía es un conjunto de técnicas para la reproducción de textos escritos. Su desarrollo se ha dejado sentir sobre todo en la segunda mitad del siglo para satisfacer distintas necesidades: de un lado, la formación de archivos de seguridad que garanticen la pervivencia de los fondos; de otro, facilitar la consulta de documentos, lograr la rápida difusión de la información y conseguir que la misma pueda ser utilizada simultáneamente por varias personas.

Los principales sistemas empleados son la microcopia -microficha y microfilm-, que permite la reproducción reducida de originales, y la fotocopia, obtenida generalmente sobre papel normal y que puede hacerse en blanco y negro o color. Al lado de estos sistemas existen otros muchos: hectografía, stencil, diazocopia, etc., utilizado con distintas finalidades. Conviene advertir que la generalización de fotocopias, especialmente en el mundo universitario, está teniendo efectos perniciosos sobre la edición, sobre todo en la dedicada al libro y revistas científicas especializadas, y genera múltiples problemas sobre los derechos de autor.

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Crecimiento de la lectura.

El aumento de la riqueza social, la urbanización, la política educativa y la oferta de los medios de comunicación tuvieron como resultado un aumento considerable del número de lectores, potencialmente casi el 100% en los países desarrollados. En los países en vías de desarrollo, donde el analfabetismo alcanza las cotas más elevadas, la política de promoción de la lectura ha venido de la mano de organismos internacionales, entre los que cabe destacar la UNESCO, organización de las Naciones Unidas creada en 1949 como asociación de Estados que deseaban aunar sus esfuerzos para contribuir a la paz mundial mediante el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura. La UNESCO ha dado orientaciones técnicas, ha puesto a especialistas al servicio de las naciones que los necesitaban y ha fomentado y protegido la libre circulación de la información, actividades todas ellas no exentas de polémica en su realización. A pesar de todo ello, el analfabetismo es aún una lacra social: existen países de Africa que tienen más de un 90% de analfabetos, otros de Asia con el 80%, el 40% en Hispanoamérica; aún en países miembros de la CEE permanece este problema: 26% en Portugal, 15% en Grecia, 7% en España y 6% en Italia. El analfabetismo ataca con mayor intensidad en las áreas rurales que en las urbanas, a las mujeres que a los hombres, y a los mayores más que a los jóvenes. A todo ello se viene a sumar el analfabetismo funcional, que afecta a grandes capas de la sociedad aún en los países más desarrollados y es más difícilmente cuantificable.

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El libro.

La producción mundial de libros ha crecido continuamente como consecuencia del aumento de la demanda formulada por el mayor número de personas alfabetizadas y con más años de escolarización: en veinticinco años la producción se triplicó. Sin embargo esta producción está desigualmente repartida, ya que las 4/5 partes de la misma se concentra en países desarrollados, repartiéndose el resto entre todos los demás. Europa publica más de la mitad del total y América una cuarta parte, mientras que Africa -excluidos los países árabes- y Oceanía no llegan al 2%. El mayor productor ha sido, hasta finales de la década de los ochenta la URSS, que tras la crisis aún abierta dejó paso a USA. Le siguen Alemania, Inglaterra, Japón, Francia y España. Por áreas lingüísticas la mayor parte (1/4) le corresponde al inglés, seguido del ruso,alemán, japonés, francés y español: el 70% de la producción mundial se publica sólo en seis lenguas, y la oferta que recibe la mayoría de la población mundial -que no dominan ninguna de ellas- es relativamente escasa. Esta hegemonía está también presente en el número de traducciones.

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Las publicaciones periódicas.

El progreso en la impresión, no sólo tuvo inmediatas consecuencias en la edición de libros, sino también en las publicaciones periódicas, donde la imagen fue ganando terreno al texto casi hasta el punto de convertirse en el principal sustento de la información.

Los periódicos siguieron aumentando sus tiradas para satisfacer la creciente demanda, pero el número de los mismos fue disminuyendo con el avance del siglo, debido a que los altos costes de producción -mano de obra, equipos, etc.- no permitieron la existencia de rotativos con pequeñas tiradas. Las dos fuentes principales de financiación -publicidad y venta de ejemplares- no fueron suficientes para cubrir los crecientes gastos, por lo que la mayoría de los periódicos comenzaron a recibir subvenciones de los Estados, preocupados por el hecho de que la concentración de los mismos en manos de unas pocas empresas diera lugar primero a oligopolios y más tarde a monopolios.

La lectura de prensa no ha llegado a alcanzar el mismo grado en todos los países, consecuencia tanto de los diferentes índices de alfabetización y de riqueza como de los distintos hábitos de lectura entre la población. Los países con más lectores de periódicos son Gran Bretaña y Suecia, donde se publica un ejemplar por cada dos habitantes. En U.K. hay además cinco periódicos con ejemplares superiores al millón de ejemplares; cinco había también en la URSS antes de la crisis, cuatro en Japón -cuyos periódicos alcanzan las mayores tiradas, alrededor de los diez millones-, dos en USA y uno en Alemania, Francia y China. La mayoría de los periódicos se publican en Europa y USA, mientras que Africa tiene el más corto número de títulos y con las tiradas más reducidas.

Las revistas ilustradas (magazines) semanales o mensuales fueron ganando el favor del público por sus reportajes fotográficos y alcanzaron tiradas muy superiores a las de los diarios. También evolucionaron para adaptarse a los gustos cambiantes del público y así desaparecieron grandes revistas de información general como las americanas Life y Look y las españolas Triunfo y Blanco y Negro, que ahora aparece como suplemento dominical de ABC, mientras que otras bajaron enormemente sus tiradas, como Paris-Match. Por el contrario, las hay que gozan de buena salud, como son las llamadas newsmagazines: las americanas Time y Newsweek, la francesa L'Express, la alemana Der Spiegel o las españolas Interviú o Tiempo. Estas revistas no renuncian a la información gráfica, pero sus reportajes van acompañados de artículos generalmente bien documentados y de actualidad. Los profesionales de la prensa se han integrado en el mundo de las nuevas tecnologías ya desde la concepción misma de la información, lo cual ha proporcionado a periódicos y revistas una mayor perfección técnica y más rigor documental.

Al ser la publicidad la principal fuente de recursos financieros de las publicaciones periódicas, fueron los anunciantes, apoyando un tipo de publicación y retirando su aportación a otras, los que al fin decidieron las orientaciones de las revistas, que han crecido considerablemente en el campo de las dedicadas a la mujer y las llamadas revistas del corazón, de gran éxito en España.

Frente al fenómeno de diarios y revistas de información general con tendencia a pocos títulos y grandes tiradas, están las revistas científicas, de orientación inversa. Son muy necesarias para profesionales e investigadores, quienes no dan abasto a llegar a todas ellas. Su selección, adquisición, almacenamiento, tratamiento y difusión se ha convertido en el principal problema de la documentación actual, que sólo encuentra solución en la ayuda de las nuevas tecnologías.

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Sistemas de comercialización.

El libro de bolsillo. El libro de bolsillo tiene sus más remotos precedentes en los códices pugilares que nos menciona Marcial y son herederos directos de los aldinos y elzeviros del siglo XVI. En España habían aparecido publicaciones de pequeño formato en el siglo XIX (Colección de novelas de Mariano Cabrerizo) y principios del XX (Colección Universal de Calpe, y su sucesora Austral). Pero este libro, tal y como lo conocemos hoy, tuvo su origen en la colección Penguin Books, lanzada por el inglés Allen Lane en 1935 para ofrecer libros baratos en ediciones correctas y en rústica (paper back): es considerado como el creador del libro de bolsillo (pocket book), nombre dado a estas publicaciones en USA donde tuvieron un rápido desarrollo debido a la guerra mundial, durante la cual se hicieron muchas ediciones destinadas a los soldados. Después de la guerra el éxito fue en aumento y aparecieron libros de bolsillo en todo el mundo.

Las editoriales que se dedican a la producción de libros de bolsillo suelen seleccionar sus títulos entre los que ya han sido éxitos (best sellers), sean estos originales o traducciones; hay algunas editoriales dedicadas exclusivamente a este tipo de libros, pero las más de las veces tienen una producción más amplia y los libros de bolsillo forman parte de una colección dentro de la editorial.

El libro de bolsillo ha tenido una gran incidencia en la biblioteca porque sus temas son coincidentes y porque el moderado precio ha permitido a muchos lectores hacerse de su propia colección, con las ventajas que ello supone. Los criterios para la selección son muy variados: pueden dedicarse a la literatura de carácter popular, temas científicos, arte, poesía, etc., siendo las más frecuentes las de carácter general, que suelen incluir tanto obras clásicas como las de más reciente actualidad en su propia lengua y traducciones.

Los libros de bolsillo se consideran un producto típico destinado a las masas; sin embargo su público está muy definido y está formado principalmente por jóvenes, clase media, profesiones liberales y obreros cualificados. La posesión de libros de bolsillo se identifica más con una determinada forma de pensar que con un status social elevado, papel este que queda reservado a las ediciones de lujo.

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Sistemas de venta.

Otra de las características más notables del libro del siglo XX es la variedad de sistemas de venta que se ofrecen al comprador. En general, estos sistemas han favorecido más la comercialización del libro que su lectura, aunque ésta también se haya beneficiado, y han tenido una incidencia negativa en la utilización de las bibliotecas. Los sistemas más conocidos son:

 Clubs del libro. Iniciaron su actividad en los años veinte en USA (Book of the Month y Literary Guild), y pronto pasaron a Europa, adquiriendo un gran desarrollo después de la II Guerra Mundial. Los clubs del libro organizan la venta suprimiendo uno de los eslabones de su comercialización, el librero, y realizan sus ofertas por catálogos. Los pedidos suelen hacerse por correo y a partir de una cantidad fija periódica que el cliente está obligado a consumir. La mayoría de sus fondos se basan en best-sellers y su público es una población acomodada de mediana edad.

 Venta por correo. Es una variante del club del libro, que a veces utilizan también editores y libreros, anunciándose previamente por el mismo sistema o por la prensa. Puede tratarse de libros de elevado precio, pero más frecuentemente la oferta se amplía a una serie para enjugar los elevados costes de la publicidad.

 Venta a plazos. Generalmente se basan en la visita de vendedores a domicilio o placistas, y la oferta se centra en grandes colecciones, enciclopedias y obras similares, que el cliente adquiere y va pagando en mensualidades. El sistema data del siglo XVIII y permitió a financiación de la Enciclopedia francesa.

 Fascículos. es una modalidad de venta a plazos, pero aquí el cliente va adquiriendo la obra al mismo tiempo que la paga. La venta por fascículos supone una variedad de las entregas del siglo XIX, pero la obra suele estar ricamente presentada y ser mucho más cara. El precio total de la obra es elevado, pero el sistema facilita su compra a economías no muy fuertes. La venta por fascículos se centra en grandes colecciones y obras de tipo hogareño: cocina, jardinería, bricolage, etc.

 Venta en kioscos. Además de la venta por fascículos, que se realiza preferentemente en estos lugares, la empresa editorial ofrece una serie de colecciones que se ponen a la venta casi exclusivamente en kioscos. Suelen ser obras temáticas -economía, informática, etc.- o grandes colecciones de escritores bajo un lema común -novela de aventuras, premios Nobel, etc. A veces, de forma cada vez más frecuente, se combinan uno de los dos sistemas -fascículos o colecciones- con la compañía de otro tipo de material audiovisual: esto vale sobre todo para las ventas de métodos de aprendizaje de idiomas y obras musicales.

 Venta en grandes superficies. Sistema igualmente importado de USA consiste simplemente en dedicar una zona de los grandes almacenes, supermercados, etc. a la sección de librería, lo que permite, de un lado abaratar el precio final del libro y de otra integrar éste en los gastos cotidianos de la casa, con lo que al consumidor le da la impresión de resultar un gasto menos oneroso.

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El libro en España en el siglo XX.

La edición hasta la guerra civil.- A principios del siglo la producción editorial española era escasa (menos de 1.400 títulos), su contenido pobre, su presentación mediocre y su interés puramente local. El público español no era un buen consumidor debido tanto al analfabetismo (65%) como a su débil situación económica. Sin embargo a lo largo de la centuria, la situación cambió radicalmente, debido a la progresiva urbanización del país, al mayor poder adquisitivo de la población y a la alfabetización casi total de la misma. Estas circunstancias fueron aprovechadas por la empresa editorial española que, apoyada por el mercado hispanoamericano, se situó en uno de los primeros puestos de la producción mundial.

Uno de los primeros editores fue Eduardo Zamacois, iniciado en estas actividades con Sopena, que creó una editorial, Cosmópolis, destinada a ofrecer traducciones en francés de autores españoles. Mayor éxito tuvo la publicación de El Cuento Semanal, pequeñas ediciones muy cuidadas que dieron a conocer a gran cantidad de escritores del momento, y Los Contemporáneos, de vida más larga.

La Biblioteca del Renacimiento, fundada por Victorino Prieto con la dirección comercial de José Ruiz Castillo y la literaria de Martínez Sierra, cuidó tanto a sus autores como la presentación de sus libros. Colaboraron en ella los dramaturgos más en boga, la generación del 98, escritores posteriores, representantes de la novela galante, autores de obras de pensamiento y viejas glorias. Más tarde, Ruiz Castillo creó la editorial Biblioteca Nueva, de larga vida, que cuenta en entre sus logros el haber dado a conocer en España la obra de Freud.

En la segunda década apareció la editorial Calpe, pronto fundida con Espasa, que había comenzado en 1902 la publicación de su Enciclopedia. La nueva empresa adquirió la editorial La Lectura, que contaba con la conocida colección Clásicos Castellanos. Fue idea de Nicolás María Urgoiti, quien contó con el apoyo de Ortega y Gasset para ello y para la creación del diario El Sol. Calpe comenzó sus actividades con la Colección Universal, verdadera biblioteca de bolsillo por su módico precio y su carácter universal, aunque no incluía obras de literatura contemporánea. Durante la guerra civil, la sucursal argentina continuó la obra con la Colección Austral, que aún continúa viva.

Ortega y Gasset fundó una revista y una editorial del mismo nombre La Revista de Occidente, empresa de pequeño volumen, pero de gran peso cultural, por donde entraron en España las ideas de los pensadores del momento. Publicó colecciones de filosofía, historia y literatura, como Musas Lejanas, Nova Novorum y Los poetas, de corta producción pero muy importante por las novedades que ofreció.

Pedro Sáinz Rodríguez estuvo al frente de CIAP, fundada por los hermanos Bauer, que aumentó rápidamente su catálogo por la absorción de otras editoriales como Renacimiento, Mundo Latino, Atlántida, etc. Sin embargo la empresa se truncó por la quiebra de los propietarios.

En 1923 inició sus actividades Manuel Aguilar, que había trabajado en América para editores franceses y en España para Hachette. Aguilar cultivó casi todos los campos del saber, pero es especialmente conocido por sus ediciones de obras completas en papel biblia y encuadernados en piel, que ofrecieron la posibilidad de adquirir libros como símbolo de bienestar social. Amplió el canal de ventas, tanto con la creación de librerías como a través de venta por correo y catálogo.

Al final de la dictadura de Primo de Rivera iniciaron su andadura varias editoriales de orientación política, cuyas obras tuvieron una gran difusión debido a las inquietudes del momento. La mayoría de estas editoriales se disolvieron o tuvieron que exilarse al final de la guerra civil.

En Barcelona destacaba la editorial Sopena, especializada en Diccionarios y libros populares de ciencia y literatura. Creó la Colección Grandes Novelas, la mayoría traducción de autores franceses. También en Barcelona se encontraban Maucci, Araluce, Gallach y Gustavo Gili, productor sobre todo de libros científicos y religiosos. En la década de los veinte se les unió Labor, cuya fuerza arranca del éxito de su primera colección, la Colección Labor o Biblioteca de Iniciación Cultural, obra de gran interés para la divulgación científica.

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El mercado americano.

A principios del siglo, el mercado americano estaba prácticamente copado por editores franceses, que publicaban primero en su lengua y más tarde en español, aunque sus libros estaban generalmente plagados de erratas; también habían acudido algunas empresas de otros países, como Herder (alemana), Appleton (norteamericana) y Nelson (inglesa).

La caída de las editoriales europeas con motivo de la I Guerra Mundial fue aprovechada por los editores españoles, que más tarde confirmaron su hegemonía, especialmente tras la salida al mercado, en los años sesenta de las obras de novelistas hispanoamericanos -el boom de la narrativa hispanoamericana.

Nuestra guerra civil empobreció a los editores, y la crisis producida por la II Guerra Mundial dificultó su restablecimiento, por la falta de materias primas adecuadas. La implantación de una rígida censura impedía la publicación en España de una serie de obras, por lo que algunas sucursales americanas editaron durante mucho tiempo más que la central, al tiempo que bastantes editores y libreros emigraron a América o abrieron sucursales allí. Todo ello originó el nacimiento de una industria poderosa, especialmente en Argentina y México, que pareció amenazar la supremacía del libro español. Entre estas editoriales hay que citar a Losada (Buenos Aires) y el F.C.E. y Joaquín Mortiz en México.

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La edición después de la Guerra Civil.

La Guerra Civil hizo desaparecer un gran número de editoriales, pero los años cuarenta vieron el surgimiento de otras, como la BAC, dependiente de la jerarquía católica, cuyo órgano de expresión era El Debate antes de la guerra y después el Ya, surgido como vespertino en tiempos de la República. A ella le siguieron EPESA, con la colección de poesía Adonais, y una larga serie de editoriales dedicadas al libro religioso.

En aquellos años inició su andadura la editorial Gredos, con ediciones muy cuidadas de clásicos griegos y latinos. En los años cincuenta comenzó a publicar su Biblioteca Románica Hispánica, dirigida por Dámaso Alonso y que tendría un peso decisivo en los estudios lingüísticos españoles, y en los años setenta la Biblioteca Clásica Gredos. En la misma línea parecieron Taurus, Guadarrama, y Castalia.

En Barcelona aparecieron Destino, cuya colección Ancora y Delfín dio a conocer a la narrativa española del momento, apoyada por los prestigiosos premios Nadal y la editorial de José Janés, que publicó sobre todo traducciones del inglés. Adquirida tras la muerte del fundador por Plaza, dio origen a la editorial Plaza y Janés, que ocupó pronto un puesto destacado. Dentro de la misma línea se encontraban Caralt, Juventud, Noguer y, sobre todo, Planeta, dirigida por Manuel Lara, el cual supo encontrar enseguida las claves empresariales que harían de su editorial uno de los más saneados negocios. Planeta publicó sobre conocimiento del mercado, implantó nuevos sistemas de ventas a distribuidores y creó primero el premio Planeta, generosamente dotado y el Sant Jordi, de novela catalana. Después de la muerte de Franco inició la publicación de memorias políticas y creó el premio Espejo de España. También fue muy importante la aportación de la editorial Seix Barral a la narrativa y el ensayo contemporáneo.

Otros dos movimiento de distinta tendencia crecieron y se afianzaron en los años cuarenta. De un lado, hizo su aparición la literatura de kiosco o infraliteratura, que cultivó la novela fácil -rosa, del oeste, policíaca-, de bajo nivel literario y presentación pobre, pero muy difundida. Pronto el país se llenó de puestos que no sólo vendían, sino que alquilaban y cambiaban este tipo de obras. Así nacieron y se afianzaron editoriales como Bruguera, Molino y Cliper. Por otro lado hizo su aparición la edición oficial, especialmente destinada a la publicación de obras de propaganda del Régimen y de divulgación científica, actividad esta dirigida casi en su totalidad por el CSIC.

Las dos editoriales que ocupan hoy sin duda los puestos de mayor influencia en el mercado español nacieron con la venta de libros de texto: Anaya y Santillana. Anaya nació de la iniciativa de una familia relacionada con la librería Cervantes de Salamanca. Uno de sus miembros, Germán Sánchez Ruipérez fundó Anaya, dedicada a libros educativos y con el asesoramiento de Lázaro Carreter. Posteriormente fundó Cátedra y Pirámide y adquirió Tecnos, dedicada a obras de pensamiento.

Santillana nació de la iniciativa de Jesús de Polanco y Francisco Pérez González, que crearon un gran imperio de libros de texto con filiales en los países americanos. Creó una editorial de libros infantiles, Altea e incorporó Aguilar, Taurus y Alfaguara. Tanto Santillana como Anaya han realizado con desigual resultado incursiones en el mundo de las publicaciones periódicas (El País y El Sol), e incluso de los medios de difusión, especialmente Santillana (Canal Plus, Cadena Ser).

En Barcelona el Círculo de Lectores, primer club del libro español, se ha implantado fuertemente en el mercado español y ha terminado por crear un poderoso grupo editorial con Plaza y Janés.

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Las publicaciones periódicas.

El mundo de las publicaciones periódicas en España ha conocido una evolución sometida constantemente a los cambios políticos y económicos. A principio del siglo, el país conoció la difusión de prensa diaria y magazines, que tuvieron en ambos casos una considerable aceptación. A partir de la II República, la prensa diaria conoce una época de esplendor, favorecida por las inquietudes políticas, favorecidas a su vez por la aparición de diarios de toda índole. Esta época de esplendor termina con la guerra civil, tras la cual, el panorama español era desolador. La fuerte censura impuesta a la prensa la hace convertirse en portavoz del Régimen, mientras que los medios de difusión del Movimiento cuentan con su propia prensa, como Arriba. Florece sin embargo la prensa provincial y se mantienen rotativos de gran prestigio, como La Vanguardia o ABC. A finales de los sesenta, una serie de periódicos comienzan a manifestar un giro hacia aires más aperturistas y se acercan al tipo de prensa europea: Informaciones, Pueblo, Madrid. Todo ello se realiza en medio de grandes polémicas que terminan en algunos casos con la desaparición del periódico.

Las revistas se afianzan en campos determinados: de una parte, la revistas del corazón, o de información general van ganando mercado, mientras que una serie de publicaciones de clara orientación política comienzan a encontrar su público: Triunfo, Indice, etc. La muerte de Franco y la posterior transición política provocan un giro espectacular en el panorama de la prensa. Desaparecen la mayoría de las revistas políticas, dando paso a nuevas publicaciones que en poco tiempo se afianzan en el mercado -Cambio 16, Tiempo, Interviú, etc. Idéntico proceso siguen los diarios, hasta el punto que la mayoría de los grandes diarios nacionales son posteriores al 75: El País, El Mundo, El Sol... Sólo ABC y La Vanguardia mantienen sus posiciones.

Tanto en el mundo editorial como en el de la prensa -por otra parte muy relacionados entre sí- muestran una clara tendencia a la concentración, tanto en cuanto a zonas, como en cuanto a empresas. Unos y otros se han visto afectados por las nuevas medidas comunitarias y por el empuje del capital extranjero, aunque en los dos casos en menor mediada de lo que se pensaba en un primer momento. La industria editorial española ha sufrido serias vicisitudes por la caída del mercado hispanoamericano; sin embargo, se le abren nuevos horizontes en la edición en otras lenguas y en el mundo árabe, para quien editan libros de texto y obras enciclopédicas.

Conviene mencionar la política oficial del libro que ha seguido el Estado español desde la República y que, a pesar de diferencias ideológicas, se ha centrado siempre en la promoción de la industria editorial española. Prueba de ello han sido las Ferias y Salones del Libro, el apoyo a la exportación y la creación primero del Instituto del Libro Español y más tarde del INLE, así como las medidas legislativas claramente proteccionistas.

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Zaguán

Libros, bibliotecas, bibliotecarios

Rosario López de Prado

rlp@man.es

Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)

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