Construcción, instalación y equipamiento de Bibliotecas.
Principios relacionados con el edificio
Distribución general de los espacios
La asignación cuantitativa de espacios
La construcción, instalación y equipamiento de bibliotecas dependerá siempre y en primer lugar del tipo de biblioteca que se pretenda poner en funcionamiento, de los usuarios que la utilizarán y de los fondos que va a contener. En un segundo lugar, no por eso menos determinante, aparecen los condicionantes de presupuesto, condiciones físicas y medio en el que se desenvolverá. Por supuesto, la planificación y elección entre las distintas opciones debe ser tarea de técnicos, pero en ningún caso se hará sin el concurso del bibliotecario, que dará las directrices precisas sobre las que los demás trabajarán.
A pesar del concepto de sistema bibliotecario frente a biblioteca, la biblioteca sigue estrechamente unida a la idea de un espacio físico determinado. Por otro lado, servicios y espacios se influyen y determinan mutuamente: hacer el plan de una biblioteca sigue siendo, en buena medida, planificar un edificio y sus instalaciones.
La IFLA ha convocado cuatro reuniones en diez años para tratar el planeamiento del edificio de la biblioteca: el de 1971 en Lausana, sobre bibliotecas universitarias; el de 1973 en Roma, sobre bibliotecas nacionales; en 1977 en Bremen, sobre bibliotecas públicas; y el de 1980 en Frederiksdal (Dinamarca) sobre el problema de distribución de los espacios internos. Existe, además, abundante bibliografía sobre el tema, entre la cual cabe destacar las Guidelines de la IFLA para bibliotecas públicas, cuyas orientaciones son tan claras como flexibles. En todo caso, siempre se han de tener en cuenta los siguientes aspectos:
Principios relacionados con el edificio
Algunos de estos principios han sido siempre válidos; otros deberían haberlo sido; unos cuantos son propios de la biblioteconomía actual. A un primer tipo de biblioteca, poco unificada, pero que era tanto almacén de libros y otros documentos, como escritorio y estudio, siguió la biblioteca cerrada y compacta, de caracteres bien definidos, estanterías murales y casi siempre de ricos fondos -biblioteca del monasterio de El Escorial-; en el siglo XIX se impuso la biblioteca tripartita, donde libros, bibliotecarios y lectores tenían sus propios espacios, separados y definidos: la necesidad de esta distribución vino dada por el incremento de la producción libraria y las posibilidades ofrecidas por la arquitectura del hierro. Las nuevas concepciones bibliotecarias han obligado al planteamiento de principios básicos sobre los que se debe asentar la construcción de un edificio: la biblioteca actual es una biblioteca abierta, que tiende al libre acceso a los fondos y donde tanto los documentos como los medios de acceso a ellos han sufrido una fuerte transformación.
Conviene tener en cuenta que al planificar el edificio de una biblioteca nos podemos encontrar con una construcción de nueva planta, una remodelación o adaptación de un edificio concebido anteriormente para otros fines o la ampliación de una biblioteca ya existente. También es posible que el edificio sea exento, es decir, independiente, o anexo a otro con el cual pueden unirle determinadas relaciones (caso de los centros culturales y Casas de la Cultura). En cualquier caso hay que evitar que la situación funcional y espacial de la biblioteca sea marginal.
Distribución general de los espacios.
Aunque el principio de flexibilidad suponga una total permeabilidad entre los diversos sectores e incluso entre la biblioteca y la calle, lo cierto es que es necesario distribuir el espacio disponible en atención a los servicios que prestará la biblioteca. Esta distribución viene dada, una vez más, por el tipo de bibliotecas.
Es difícil normalizar la situación de las bibliotecas nacionales, cada una de las cuales cuenta con una tradición y una carga de compromisos nacionales e internacionales diferente, ni los grandes sistemas bibliotecarios de centros de enseñanza superior, muy afectados en su estructura y funcionamiento por la naturaleza del centro a cuyo servicio se hallan; las bibliotecas especializadas admiten un mayor grado de flexibilidad; las bibliotecas públicas y las escolares bien dotadas y las centrales universitarias permiten una mayor homogeneidad
Funciones. Para las bibliotecas públicas y las especiales, sirve la división que los americanos aplican a la primera: zona ruidosa o de gran tráfico -recepción, información, referencia, préstamo y servicio de reproducciones-; zona intermedia -lectura de revistas y obras generales de consulta-; zona silenciosa -lectura en sala y utilización de medios audiovisuales.
Usuarios. En cuanto a los usuarios, aunque deben tenerse en cuenta a la hora de distribuir los espacios, es cierto que sólo la biblioteca pública tiene clases verdaderamente distintas de usuarios: niños y adultos, presentes y ausentes, etc. Los adultos disponen de unos servicios y los niños de otros, e incluso con frecuencia, estos últimos disponen de un horario diferente, ya que es difícil que acudan a la biblioteca durante la jornada escolar. No obstante conviene recordar las recomendaciones de la IFLA en sus Guidelines, donde afirma que la separación entre niños y adultos debe reducirse al mínimo.
Servicios. Los servicios obligan a tener espacios para los trabajos técnicos bibliotecarios, de apoyo y de conservación y mantenimiento, la dirección, actos colectivos, sala polivalente, publicidad, extensión cultural, servicios higiénicos, etc. y las comunicaciones horizontales y verticales. Normalmente, cuando la biblioteca consta de varias plantas -rara vez más de cuatro-, la superior se destina a la dirección y trabajos técnicos y de apoyo; las intermedias se utilizan para establecer distinciones de materias o formas documentales; la planta baja se reserva a recepción, información bibliográfica y referencia, consulta de microformas audiovisuales y publicaciones periódicas, ingreso de fondos y espacio para actos colectivos; en el sótano suelen instalarse los depósitos, almacenes y talleres.
La asignación cuantitativa de espacios.
La asignación de la cantidad de espacio que le corresponderá a cada sector o servicios es necesaria en la biblioteca, aunque su concepción sea abierta y flexible. Sin embargo, no existen normas preceptivas universales, y la misma IFLA en sus Guidelines, donde ofrece orientación y consejo sobre las proporciones y medidas de los diferentes servicios, advierte de la escasa validez universal de las normas cuantitativas. Además de los problemas derivados del medio socio-económico donde se inserte la biblioteca, hay que tener en cuenta los que plantea la biblioteca por sí misma: así, las bibliotecas nacionales y especiales no son fácilmente normalizables, mientras que en las escolares y universitarias no es difícil calcular de antemano el número de usuarios y, por supuesto, se conoce que clase de usuarios son y el tipo de servicios que demandarán.
Debe tenerse en cuenta que, además de precisar diferente cantidad de espacio para diferentes servicios, también dentro de los mismos se estiman diferentes necesidades: así, un depósito cerrado necesitará menos espacio, pero más resistencia al peso que uno abierto; el personal directivo necesitará despachos individuales, mientras que el técnico compartirá espacios; las mesas de los lectores, individuales o colectivas, según el tipo de sala a la que vayan destinadas, ocuparán más o menos espacio, etc.
Las instalaciones en una biblioteca moderna pueden ser muy complejas y van desde la calefacción a los sistemas de detección de robos, de la señalización a los sistemas electrónicos de acceso a la información. Atendiendo a sus funciones, podemos clasificarlos de la siguiente forma:
Sistema de señales y orientación al lector. Se encuentra a mitad de camino entre muebles e instalaciones. Su situación, clases, diseño, etc. son tareas de profesionales que no conviene dejar en manos de aficionados. La economía y la armonía recomiendan que los estudios sean colectivos y procedan de órganos centralizados.
Iluminación. Aspecto de gran importancia por afectar no sólo a la construcción del edificio, sino hasta la elección de mobiliario. Las tendencias actuales se inclinan a preferir la iluminación colectiva sobre la individual (500 luxes para los lectores y 300 en zona de estanterías), la luz fluorescente, grado de incidencia calculado para que la luz no moleste, recubrimiento mate de las mesas e impedir la entrada directa de luz solar.
Protección. Las primeras medidas de protección se encuentran en la instalación y distribución adecuada de las redes de agua, electricidad, calefacción, alcantarillado, etc. Inmediatamente le siguen las medidas preventivas: contra el robo (alarmas, detectores electrónicos, etc.); contra incendios (detectores de calor o humo), filtraciones, etc.
Aislamiento. Teniendo en cuenta las características de los fondos almacenados en las bibliotecas, así como las funciones que en ella se realizan, parece evidente señalar la necesidad de elementos de aislamiento, que proporcionen una defensa contra el ruido, los cambios climatológicos y, si es posible, la contaminación ambiental. Los sistemas de aislamiento actualmente en el mercado son múltiples y variados. A la hora de su elección se tendrá en cuenta qué y a quién deberán proteger y contra qué, y procurar que no sean causa de otros problemas más graves: así, los sistemas de aislamiento deberán ser ignífugos, neutros y naturales.
Transporte. El transporte puede establecerse de forma mecánica o automática, y suponer movimientos verticales -los más frecuentes- u horizontales. Existen multitud de sistemas, de los más simples a los más sofisticados: estos últimos suponen ahorro de personal y tiempo, pero su extrema complejidad y costo los hacen poco aconsejables. Los sistemas de transporte suelen plantear problemas de mantenimiento y conservación.
Otras instalaciones. Además de las mencionadas, existen una larga serie de instalaciones en la biblioteca, tales como las de guardarropa y consigna, encuadernación y reparación, talleres de imprenta, depósitos compactos o semicompactos, etc.
Comprende una larga serie de elementos, fundamentales unos y complementarios otros. Es imposible, no sólo dar datos sobre medidas y proporciones, sino incluso enumerar todos los elementos que forman parte del mobiliario de una biblioteca. Entre los elementos fundamentales, no obstante, se pueden señalar los siguientes:
Estanterías. Sirven para almacenar libros y revistas, para su exposición, para crear espacios y hasta para orientar al lector. Incluyen también el equipo necesario para su utilización -sujetalibros, banderolas, etc.-, y pueden presentarse en diversas formas -compactas, no compactas, murales, de distinta altura, etc.). La elección del tipo de estantería se hará en función del empleo a la que se la destine y del lugar que vaya a ocupar en la biblioteca. Pueden ser de madera o metal, aunque este último parece imponerse.
Armarios, archivadores y vitrinas. Cumplen la misma función que las estanterías para las obras de características físicas diferentes a los libros (mapas, revistas, estampas, etc) Las vitrinas dotadas de medidas de seguridad (contra robo, sequedad, etc.), deben utilizarse para las exposiciones temporales y para la guarda de materiales selectos y preciosos, cuyo valor cultural se cumple más en la contemplación que en la consulta.
Ficheros. Mueble imprescindible de trabajo, al menos hasta la automatización total y definitiva de las bibliotecas. Deben ser móviles y modulables, dotados de portaetiquetas y otros materiales auxiliares.
Mesas y sillas. Las mesas pueden ser individuales y colectivas; para funciones especiales que requieran un especial aislamiento existen los carrels y pupitres. Las mesas colectivas ahorran espacio y dinero, pero no son siempre lo más indicado para las bibliotecas. Conviene distinguir el tipo de mesa utilizada para la consulta de material de referencia o para la lectura en sala u otras funciones, de las utilizadas por el personal de la biblioteca. Las sillas habitualmente se suponen acolchadas y son aconsejables las giratorias con ruedas para el personal de la biblioteca. Los servicios técnicos tienen sus propias exigencias y su propio mobiliario.
Mostradores. Son elementos de conjunción entre usuarios y bibliotecarios y actualmente su función es más de información que de vigilancia. La altura de los mismos es variable y sus funciones pueden ser múltiples, desde un pequeño almacén provisional de los documentos devueltos hasta oficina múltiple de información, consulta y préstamo.
Carros de transporte de fondos. Imprescindibles en las bibliotecas, facilitan el transporte de documentos y la circulación de los mismos entre los depósitos y los usuarios. Han de ser cómodos, robustos, seguros y silenciosos.
Otros tipos de muebles son los del guardarropa, cafetería, lugares de descanso, etc. y pertenecen a la dotación ordinaria de cualquier edificio de uso colectivo.
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