Las bibliotecas públicas.
Tipología de las bibliotecas y servicios públicos
Normativa para las bibliotecas públicas
La biblioteca pública, tal como la entendemos hoy es el resultado de un largo proceso evolutivo tras el que se llega a la fundamentación doctrinal y la realización práctica de una de las instituciones sociales más características de nuestra sociedad: una colección de libros y de otros medios de comunicación del conocimiento social que, debidamente organizada, se pone al servicio de una comunidad con los medios técnicos y personales adecuados. Es el resultado de la tendencia natural de lo escrito a difundirse y de la cultura a sustentarse sobre la comunicación. Pero una biblioteca abierta no es, sin más, una biblioteca pública: lo es cuando nace la conciencia de que todo el cuerpo social tiene necesidad de participar en el conocimiento, es decir, cuando está abierta a quienes puedan utilizarla y éstos son el conjunto de la sociedad.
Tradicionalmente, las bibliotecas eran reductos reservados a los sabios y eruditos de la sociedad, quienes tenían como misión su conservación. Hasta el siglo XVII no comienza una tímida apertura de las bibliotecas a capas sociales más amplias, aunque aún enormemente restringidas; es en el siglo XVIII cuando esta apertura comienza a generalizarse, influida por el espíritu de la Ilustración. En España responden a esa tendencias las disposiciones de Carlos III estableciendo la apertura de las bibliotecas de los obispos fallecidos, aunque fuera a través de los Seminarios; pero el informe de Campomanes pone de manifiesto la inexistencia de este tipo de bibliotecas. Ya en el siglo XIX aparece el Reglamento de la Biblioteca Nacional de Cortes, de Bartolomé José Gallardo, que establecía un plan nacional de bibliotecas, aunque su finalidad estribaba en reunir las bibliotecas que la guerra había dispersado; la Ley de Moyano intenta salvar de la destrucción los fondos que la desamortización había puesto en la calle. Sin embargo, las necesidades de la población, con grandes masas de analfabetos, no se encontraban en la línea de las medidas legisladoras. Más próximas a estas necesidades estuvieron las bibliotecas abiertas en los centros de enseñanza primaria por la Ley de Ruiz Zorrilla: se abría una corriente bibliotecaria que se mantendría en las Misiones Pedagógicas de la II República y en la Comisaría de Extensión Cultural del MEN en los años cincuenta y sesenta, dirigidas esencialmente a la alfabetización de la población, esto es, a la creación de la demanda.
En efecto, cuando esta demanda existe termina por buscar sus propias soluciones y los organismos para gestionarlas. Es el caso de las bibliotecas públicas nacidas "desde abajo", como son la social library americana, la suscription library inglesa y los gabinetes de lecturas franceses y españoles. Pero la verdadera biblioteca pública no aparece hasta que no pasa a formar parte de la conciencia política, lo cual ocurre a mediados del siglo XIX en USA y UK. En el resto de Europa las bibliotecas públicas tardarán aún algún tiempo en llegar. Lo más aproximado a un movimiento de bibliotecas públicas que haya existido en España en el primer cuarto de siglo es la creación en 1912 de las bibliotecas populares de Madrid, experimento que se iría extendiendo a las cabezas de distrito universitario. Pero la llegada efectiva de este tipo de bibliotecas no tendría lugar hasta 1915 con el movimiento bibliotecario catalán encabezado por Rubió y d'Ors. Un acercamiento definitivo al concepto de biblioteca pública fue la creación de la Junta de Intercambio y Adquisición de publicaciones en 1931, tendencia seguida por el decreto de Ordenamiento de Archivos y Bibliotecas en 1947 y el Servicio Nacional de Lectura en 1952, cuya orientación se mantuvo hasta 1977. Pero no se creó una demanda social de bibliotecas, debido en parte, a las escasa aficiones de la población, y en parte por el débil presupuesto en fondos y personal destinada a cubrirla.
Mientras tanto, la UNESCO sitúa las bibliotecas públicas en el centro de su interés, mediante el Manifiesto de la UNESCO sobre la biblioteca pública (1949) y las Conferencias de Sao Paulo (1951), y Seminarios de Ibadan (1954) y Nueva Delhi (1956), sobre el movimiento bibliotecario en América, Africa y Asia respectivamente. En 1961 se encarga la divulgación doctrinal al libro de André Maurois La biblioteca pública y su misión, lo que culminaría con la celebración del Año Internacional de Libro en 1972 y la reunión en Budapest, Reading in a changing wolrd, del mismo año. Finalmente cabe destacar la colaboración UNESCO-IFLA-ISO que dio como resultado dos documentos de suma importancia: Estadísticas internacionales sobre bibliotecas (1968) y Normas para bibliotecas públicas (1975). Pero mientras tanto, la biblioteca pública se había adelantado a sí misma, en virtud de dos fenómenos: de un lado, el enorme peso que se le había obligado a soportar se había hecho imposible sin el apoyo de estructuras bibliotecarias más amplias; por otro, la "biblioteca total" había llegado a ser irrealizable. Así, unas bibliotecas que habían nacido siendo para pocos, volvían otra vez a ser para pocos. Sencillamente incapaz de servir para todo, la biblioteca pública había visto nacer toda una serie de distintas bibliotecas.
Toda colección organizada de libros y publicaciones periódicas impresas o de otra clase de documentos, sobre todo gráfico y audiovisuales, así como los servicios del personal encargado de facilitar el uso de estos documentos por los usuarios con fines de información, de investigación, de educación o de recreo.
La biblioteca pública está gratuitamente al servicio de una comunidad, especialmente regional o local, para atender al público en general o a ciertas categorías del mismo. Sus características fundamentales son:
Creada en virtud de textos legales
Financiadas por fondos públicos -no se deben confundir con bibliotecas privadas de uso público.
Abierta a todos los miembros de una comunidad para que la utilicen libremente y en igualdad de condiciones.
Debe transmitir la información de cualquier forma como esté expresada
Ha de poseer fondos sobre todo tipo de asunto (generales) y en las lenguas de la comunidad a la que pertenece.
Debe estar situada en un lugar céntrico y accesible y abierta a horas convenientes para los usuarios.
Debe tener los locales necesarios para actividades de extensión cultural.
Deberá tener sucursales en las zonas rurales y suburbanas.
Debe contar con una plantilla suficiente de personal capacitado.
Ha de estar al servicio activo de la comunidad.
Tipología de las bibliotecas y servicios públicos.
Existen cuatro grupos de servicios de bibliotecas públicas, que atienden a las siguientes definiciones:
*Unidad administrativa: unidad de servicio de bibliotecas públicas que es independiente en cuanto a que tiene autonomía de gobierno, administra sus propios recursos económicos y contrata su propio personal.
*Sistema de bibliotecas públicas: grupo de bibliotecas públicas y servicios que constituyen una unidad administrativa independiente o que comprende cierto número de estas unidades que actúan juntas en virtud de un convenio.
*Punto de servicio: parte de una unidad administrativa o de un sistema bibliotecario desde la que se presta directamente un servicio.
*Servicio de biblioteca pública: se refiere a la función, pero no al área de acción ni de control administrativo.
Normativa para las bibliotecas públicas.
El concepto mismo de biblioteca pública, destinada al servicio de una comunidad, sea esta la que sea, y dependiente de la Administración, cualquiera que fuese su estructura, hacen imposible el establecimiento de unas normas de aplicación universal. La IFLA, que publicó en 1973 sus Normas para bibliotecas públicas, tuvo que rendirse a la evidencia cuando años más tarde publicó su revisión bajo el nombre de Pautas...La aplicación de unas normas básicas en el funcionamiento de ciertos servicios (catalogación, clasificación, etc.) no están reñidas con la adaptación de otras que se quedan así en simples recomendaciones. En cualquier caso, no se debe perder de vista cual es la función de la biblioteca pública a la hora de tomar las medidas necesarias para su funcionamiento. Básicamente se tienen en cuenta las siguientes recomendaciones:
En las unidades menores dispondrá de 3 volúmenes por habitantes, cantidad que irá disminuyendo a medida que aumente el número de habitantes de la localidad: un mínimo eficaz partirá de la base de 9.000 volúmenes para una población de 3.000 habitantes. La tercera parte de los fondos será para niños. Se considera exenta de préstamo la sección de referencia y consulta, que debe tener un mínimo de 100 títulos; en comunidades mayores alcanzará al 10% del total. Los aumentos anuales serán al menos 250 por cada 1.000 habitantes. La dotación básica de publicaciones periódicas será de 50 y al menos 10 por cada 1.000 habitantes en las poblaciones mayores.
La IFLA recomienda la existencia de abundante material gráfico y audiovisual, así como de los aparatos necesarios para su visionado, aunque no es posible recomendar niveles de dotación. Por regla general se considera adecuado para una población de 20.000 habitantes una colección mínima de 2.000 discos o cintas magnetofónicas y un incremento anual de 300.
Deben existir fondos y espacios reservados a los niños, así como reservas de los mismos para entregar en depósito en escuelas y guarderías. Se crearán igualmente fondos de préstamo para atender a los usuarios impedidos de acceder personalmente a la biblioteca. También deben existir fondos para las minorías étnicas: a cualquier grupo de más de 500 extranjeros se le reconocerá la necesidad de un servicio de biblioteca pública en su lengua y la colección mínima contará con 500 volúmenes con un incremento anual de 1 para cada 25 personas. Por cada 500 personas existirá al menos una publicación periódica en su lengua materna.
Constituido por bibliotecarios profesionales, administrativos y auxiliares. En las unidades más pequeñas se necesitará un bibliotecario y un auxiliar; en unidades mayores, un bibliotecario por cada 2.500 habitantes. Para cada grupo de población de 10.000 habitantes habrá un bibliotecario especialista en bibliotecas infantiles.
Se debe prever en cada edificio zona de préstamo y lectura para niños y adultos. El solar deberá permitir futuras ampliaciones y la máxima flexibilidad en la distribución de espacios. El edificio contará con las siguientes zonas:
Zona de préstamo y lectura para adultos. Del total de fondos propuestos por habitante, al menos 1/3 debe estar destinado al préstamo. Debe existir zona de libre acceso, cuyos fondos no bajarán de 4.000 para una población de 3.000 habitantes. Se deben tener en cuenta cuatro tipos de espacios:
Zona de libre acceso (fondos en estanterías).
Mostradores de información y espacio para los consultantes.
Zona de consulta en sala y estudio.
Zona de lectura y consulta de publicaciones periódicas.
Material y aparatos audiovisuales. Se seguirán las normas para la conservación y mantenimiento del material audiovisual; para su utilización deben estar previstas salas especiales.
Servicios bibliotecarios para niños. Aunque normalmente se podrán atender estos servicios en una sola zona especial, se exigirá que se desarrollen cuatro actividades:
Servicios de préstamo, que incluyen espacio para libros, otros materiales y expositores.
Espacio de estudio y lectura en sala
Espacio para audiciones y visionados individuales
Espacio para actividades de extensión cultural y fomento de la lectura.
Espacio para exposiciones. Las bibliotecas públicas dispondrán de espacio destinado a exposiciones no sólo de libros, sino también de otros materiales.
Depósito de libros. En el caso de depósitos cerrados hay que calcular 5,5 m2 para cada 1.000 volúmenes, capacidad que se puede duplicar con estanterías compactas.
Zonas de trabajo y oficinas del personal. Comprenden las funciones de oficinas, talleres y almacenes.
Otras zonas. Zonas de circulación, comunes, de servicios, etc.
Actividades de extensión cultural.
Una de las características fundamentales de las bibliotecas públicas estriba en la organización de actividades de extensión cultural, destinadas, tanto a atraer al usuario a la biblioteca como a llevar la biblioteca al usuario. Estas actividades serán de tipo general o dirigidas a sectores específicos de la población, y pueden realizarse tanto en solitario como -lo que es más conveniente-, en colaboración con otras instituciones públicas o privadas. Son las campañas de lectura, exposiciones, coloquios, proyecciones comentadas, etc. También es muy interesante la publicación de un boletín de información en el cual se comuniquen las actividades de la biblioteca, servicios que presta, novedades recibidas, etc. y los buzones de sugerencias y comunicación de usuarios.
La IFLA en sus Pautas para bibliotecas públicas recomienda la creación de redes de bibliotecas y servicios de apoyo con el fin de poder prestar a sus usuarios servicios más amplios, así como para repartirse los costes de personal y fondos. Las redes se establecerán siguiendo un plan cuidadosamente establecido de antemano y suponen cooperación y coordinación entre un grupo de bibliotecas que mantendrán por otra parte su propia autonomía. Estos servicios y redes pueden enmarcarse en otros de ámbito superior para formar así redes locales, regionales o nacionales.
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Libros, bibliotecas, bibliotecarios
Rosario López de Prado
Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)