Evolución histórica de la Bibliografía
Etapa técnica y artesanal
La Bibliografía es la rama de la Bibliología que se ocupa de catalogar todos los textos con un fin determinado. La Bibliografía investiga, describe, analiza y hace inventario de las publicaciones, creando instrumentos de trabajo intelectual llamados repertorios bibliográficos o bibliografías.
Aparición de la Bibliografía y etapas históricas.
La Bibliografía propiamente dicha no nace hasta después de la imprenta, cuando el aumento de los documentos hace necesario crear instrumentos precisos para su búsqueda y tratamiento, pero se le conocen precedentes desde la Antigüedad. Considerando estos como tales, se pueden establecer las siguientes etapas históricas en la evolución de la Bibliografía:
En esta primera etapa las bibliografías no son en realidad más que listas de libros que suelen enumerar los documentos de una biblioteca, de un autor o autores determinados sobre alguna materia -frecuentemente religiosa- o incluso listas de los libros que el bibliógrafo posee (autobibliografías). Los primeros indicios de lo que podemos considerar una bibliografía rudimentaria aparecen casi al mismo tiempo que el documento escrito, en Sumer, donde en el II milenio a.C. Kramer cita la existencia de dos tablillas conteniendo 120 títulos de obras. Relaciones de los libros depositados en bibliotecas públicas o privadas o listas de documentos relacionados con una materia o un autor son relativamente frecuentes a lo largo de toda la Antigüedad, pero sin duda las más famosas son las pinacles de Calímaco, documentos en los que se contenían las obras existentes en la Biblioteca de Alejandría (siglo III a.C.). En el siglo II aparece la colección de libros de Galeno, De libris propiis liber, autobibliografìa muy conocida.
A lo largo de la Edad Media son frecuentes las listas de obras religiosas de los santos padres, a veces acompañando las biografías de estos: tales son las realizadas por San Ildefonso, San Bonifacio, San Isidoro o San Jerónimo (De virus ilustribus). Son notables también la relación de libros de Beda el Venerable y una bibliografía aparecida en China en el siglo I donde se citaban más de 700 obras. Eran igualmente frecuentes las relaciones de libros de los monasterios: sin embargo, dado el reducido número de libros existente y sobre todo los escasos ejemplares de cada obra -de hecho cada manuscrito es un ejemplar único-, las bibliografías propiamente dichas no tenían mucho sentido. Lo más frecuente por tanto son las obras presentadas como diccionarios biobibliográficos, donde se daba cuenta de un personaje, generalmente santo, y de su vida, y donde se incluían, no siempre de modo sistemático y exacto, una relación más o menos detallada de sus obras.
Con la aparición de la imprenta y el crecimiento de ediciones y número de ejemplares, se hace necesaria la creación de bibliografías más técnicas y elaboradas. Sin embargo en un primer momento las bibliografías siguieron el modelo de las listas de libros medievales, dando más importancia a la vida de los autores que a sus obras, que aparecen como apéndices de aquella.
En el siglo XV nos encontramos ya con lo que puede considerarse como primera bibliografía, el Liber scriptoribus eclesiasticis (1494), de Joham Tritemius, que maneja miles de referencias y que revela profundidad y criterio en sus juicios y algo más tarde el Catallogum illustribus virorum Germaniae (1497), donde se incluyen por orden cronológico más de 300 autores y 2.000 obras, además de contar con un índice.
En España hay que destacar, a caballo entre los dos siglos la relación de la biblioteca de Hernando Colón, verdadero precursor de su tiempo. En el siglo XVI la bibliografía se diferencia en dos grandes tendencias: la humanista propiamente dicha, que es una bibliografía especializada y la de los libreros, elaboradas para su utilización en las ferias (Messkatalogen alemanes), que son bibliografías generales en las que informan de las novedades aparecidas. Sin embargo esta tarea no tiene el éxto esperado y las bibliografías nacionales periódicas aún se harán esperar dos siglos..
El año 1545 Conrad Gessner publica su Biblioteca Universalis, primera gran bibliografía de concepción moderna; tres años más tarde presenta otra organizada por materias. John Bale elabora la suya para escritores ingleses, presentados por orden cronológico y complementado por un índice alfabético de autores (apellidos). Francisco Doni hace una labor parecida con los escritores italianos y Antoine du Verdier con los franceses De las bibliografías alemanas se ocupan los libreros con los catálogos de las ferias de Francfort y Leipzig y finalmente aparece el Catalogue of English printed book de Andrew Maunsell, donde por primera vez se aplica una técnica verdaderamente bibliográfica para describir libros:incluye referencias completas, separa los manuscritos de los impresos y los organiza según una clasificación temática.
El siglo XVII conoce el auge de las bibliografías especializadas, al tiempo que las generales pierden su carácter para convertirse en bibliografías selectivas de obras escogidas. La aparición de las publicaciones periódicas permitirá el nacimiento de las bibliografías periódicas: la primera de ellas comienza a publicarse en Le Journal des Sçavants, que había aparecido en 1665, modelo que pronto es imitado en todos los países europeos.
En España hay que destacar la Bibliotheca Hispana Vetus (hasta 1500) e Hispania Nova (desde 1500) de Nicolás Antonio, publicada en Roma en 1672 y León Pinelo publica el Epítome de la biblioteca oriental y occidental, náutica y geográfica en 1629, primera bibliografía sobre América. Además siguen apareciendo bibliografías incluidas en textos no bibliográficos. Durante todo el siglo XVIII se mantienen las tendencias anteriores hasta la Revolución Francesa, aunque el espíritu de la Ilustración favorece la proliferación de bibliografías especializadas y la bibliofília da un nuevo empuje a las bibliografías especializadas. En España se publica en 1740 la Bibliografía crítica sacara y profana de Miguel de San José y aparecen los primeros catálogos de fondos de libreros. En 1771 se crea la Biblioteca Real que inicia la publicación de una serie de repertorios y catálogos.
Es una etapa corta pero muy intensa, ya que es testigo de un gran movimiento de libros. La bibliofilia, en plena expansión en Europa se extiende a partir de 1789 a nuevas clases sociales. Los libreros dan un gran impulso a la bibliografía al ordenar y catalogar las bibliotecas privadas. Es en esta época cuando la bibliografía se define como ciencia del libro y de las bibliotecas. El interés se desplaza y las bibliografías especializadas pierden terreno a favor de las bibliografías generales y nacionales, que terminan por implantarse en todos los países importantes de Europa.
Para Malclès, esta etapa se encuentra dividida en dos periodos claramente diferenciados: el artesanal (1810-1914) y el técnico (1920 hasta nuestros días). En el periodo artesanal la bibliografía especializada experimenta profundos cambios ligados a los nuevos métodos de trabajo e investigación. Hasta este momento, la función de las bibliografías especializadas era dar a conocer los trabajos del pasado: a partir de aquí se encargará fundamentalmente de dar cuenta de las investigaciones y trabajos del presente a medida que se van publicando. La bibliografía especializada retrospectiva cede el paso a la bibliografía periódica que reseñan libros y artículos de revista.
Las bibliografías nacionales e internacionales de carácter bibliófilo alcanzan su momento cumbre con obras como el Manuel du libraire et de l'amateur des livres de Brunet y el Trèsor des livres rares et precieux de Graesse. Despues de estos dos repertorios se desecha todo intento de elaborar una bibliografía universal hasta 1895, cuando el Instituto Internacional de Bibliografía decide llevar a cabo un fichero internacional de libros dirigido por Otlet y Lafontaine, intento fallido por la falta de normas que unificaran criterios de elaboración.
Los libreros de los países más cultos inician la publicación de sus bibliografías retrospectivas, al tiempo que las bibliografías nacionales periódicas se reafirman gracias a que sus fundadores son conscientes, no sólo del enorme interés que estas tienen como instrumento de trabajo y vehículo para dar a conocer las novedades, sino porque su acumulación permite el mantenimiento sin lagunas de la bibliografía nacional retrospectivas. La bibliografía en España alcanza un particular relieve gracias a los premios bibliográficos de la Biblioteca Nacional. Especial mención merece el Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos de Bartolomé José Gallardo, publicado en este periodo sobre la base de las fichas elaboradas por su autor. Se desarrollan los catálogos de libreros entre los cuales destaca el Diccionario General de la bibliografía española, de Dionisio Hidalgo.
En el periodo técnico, el trabajo artesanal es reemplazado por el trabajo en equipo y la adopción de nuevas técnicas normalizadas. El biobliográfico solitario y erudito de antaño es sustituido por centenares de especialistas que trabajan las diferentes materias mediante la utilización de técnicas precisas. La bibliografía especializada retrospectiva se limita a la que está incluida en los tratados de cada materia, mientras que la proliferación de publicaciones periódicas de carácter científico obligan a la creación de nuevos sistemas para poder dar cauce a la bibliografía periódica especializada: así surgen los Centros de Documentación, que elaboran boletines de documentación, servicios de información y se agrupan en organismos internacionales formando redes y sistemas.
En cuanto a las bibliografías universales generales, tras el fracaso del intento de 1895 se abandonó el proyecto, retomado mucho más tarde mediante el intento de fusión de los catálogos de las bibliotecas más importantes del mundo o la creación de un catálogo colectivo realizado por épocas y continentes. Las bibliografías nacionales pasan de las manos de los libreros a las de las Bibliotecas Nacionales de cada país, cabeceras de sistemas bibliotecarios y base de los posibles proyectos internacionales basados en el uso de los sistemas de normalización.
En España comienza a publicarse la Bibliografía española a partir de 1958 por el Instituto Bibliográfico Hispánico y más tarde se complementa con El Libro Español publicado por el INLE. De esta época es también el Manual del librero español e hispanoamericano, de Antonio Palau i Dulcet, considerada como la más completa de las bibliografías nacionales retrospectivas españolas.
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Rosario López de Prado
Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)
Última revisión: 24 de abril de 2000