El libro infantil

Obras de referencia y bibliografía.

Índice

 Introducción

 El libro infantil

 La evolución del libro infantil

 La situación actual del libro para niños

 Obras de referencia y bibliografías

 Bibliografía

 Boletines y revistas especializadas

Introducción.

Es difícil determinar los orígenes del libro infantil, ya que si se habla de libros destinados exclusivamente a niños no aparece hasta el siglo XVII en Europa, pero si se trata de los libros que ellos han leído, se remonta a los orígenes mismos de la literatura, ya que los niños desde siempre tuvieron acceso a los libros de los adultos.

Subir

 

El libro infantil.

Un libro puede considerarse para niños cuando ha sido concebido con este fin o cuando ha llegado a serlo con el uso. En principio se reconocen como libros para niños los cuentos, historietas, relatos, etc., que forman parte de sus diversiones; algunos de estos textos pueden ser soportes de juegos, y muchos de ellos son frutos de la tradición oral. Pero el libro para niños se ha visto apartado de su función lúdica desde su creación, para convertirse en fuente de educación, instrumento de trabajo y manual escolar, lo cual procede de la misma naturaleza del libro como medio de difusión del saber. Por tanto, dentro del mundo de los libros para niños se encuentran dos grandes grupos: el de los libros recreativos y el de los libros formativos. Unos y otros aparecen a la vez subdivididos en otros sectores, y con frecuencia sus fronteras no están definidas. Cada vez más a menudo se elaboran libros que pretenden enseñar al tiempo que divierten, iniciando así al niño en el hábito de la lectura de forma agradable y amena.

Subir

 

La evolución del libro infantil.

La intención de presentar una obra compuesta verdaderamente para los niños aparece en Europa en el siglo XVII y la más notable es el Orbis Pictus de Comenius (1657). Es un alfabeto, un tratado de moral, una historia natural, pero sobre todo un libro de imágenes. La idea de Comenius era que cualquier cosa que se nombrase delante del niño pudiese a su vez ser nombrada: así, el mundo desfila ante los ojos del niño en una obra que es el primer libro ilustrado para ellos.

La literatura infantil escrita toma forma definitiva con Bunyan (The Pilgrim's Progress, 1678-84) y Fenelon (Fábulas y Telémaco, 1699), que utilizan el cuento como soporte de la enseñanza moral, que es el verdadero objetivo de estas obras. Pero la idea fundamental de la literatura infantil se fundamenta en la existencia de una edición que les esté especialmente destinada: únicamente a partir de aquí se puede hablar de una literatura infantil. Este acontecimiento tiene lugar al mismo tiempo en Francia, donde Pellerin crea las Estampas de Epinal (1745) y en Gran Bretaña, cuando John Newbery abre en Londres la primera librería para niños, The Bible and Sun y entre 1744 y 1767 publica cuidadosas pero baratas ediciones de libros para niños -little pretty pocket books-, conteniendo obras como los Cuentos de Perrault, y adaptaciones de Gulliver o Robin de los Bosques escritas por él mismo con la ayuda de Goldsmith. Así, el libro infantil alcanza naturaleza propia a finales del siglo XVIII tomando prestados del cuento popular algunos de sus temas esenciales -la búsqueda, la prueba, la peregrinación, etc-, y utilizándolos como instrumentos de moralización.

Poco a poco, el libro infantil va abandonando su carácter didáctico para entrar en la categoría de lo lúdico, cambio que va unido a las profundas modificaciones que se producen en la relación adulto-niño. Este diálogo nuevo, que aparece con el romanticismo, supone una interacción afectiva, con sus contradicciones y conflictos, y marcará decisivamente la literatura infantil de todo un siglo que descubre y sacraliza los valores de la infancia (Andersen, Carroll, Ségur, Kipling, Mark Twain, etc.). Hans Christian Andersen publica en 1835 su primera colección de historias para niños y continúa publicando sus obras en forma de pequeños libros hasta su muerte en 1875. Andersen utilizó temas populares que narra como un hombre de pueblo, al tiempo que introduce un animismo que sitúa lo maravilloso en la vida cotidiana. Su influencia será considerable en la mayoría de los escritores de libros para niños del mundo entero.

Pero la más perfecta expresión de lo fantástico será Alicia en el país de las maravillas (1865) y A través del espejo (1871), de Lewis Carroll. La fantasía de Carroll no es sublimación de la realidad, sino deformación de la misma y el paso a otro mundo donde ya no se encuentran los puntos de referencia habituales. En el campo de la pura extravagancia, la Inglaterra victoriana produjo otra obra igualmente remarcable, aunque mucho menos conocida que las anteriores: The book of Nonsense, de Edward Lear, inspirado claramente por los nursery rimes Menos imaginativo que Carroll, Lear era en cambio un genio del lenguaje y es el creador de una forma muy particular de expresión verbal que él mismo llama nonsense, poemas cortos de una comicidad violenta y absurda, realzados con ilustraciones bufas del mismo Lear.

La literatura infantil de la segunda mitad del siglo XIX se caracteriza, sobre todo, por una representación directa del universo familiar del niño. Es la época en que la familia se estructura y se limita, la escuela se convierte en el único lugar de relación social del niño y la infancia burguesa puede enternecerse ante las desgracias de los pobres y explotados. La situación del niño comienza a preocupar a la opinión pública, preocupación que volverá a aparecer en el segundo romanticismo. La primera figura de niño proletario es Oliver Twist. Sin embargo Dickens no pensó jamás en un público infantil cuando creo a sus personajes, sino que lo hizo impulsado por una corriente social intensa que convertía a las figuras de los niños en mercancía de fácil venta. Es la época de novelas populares que se convertirán en clásicas, de los folletines y de los magazines para niños.

En Francia, Hetzel lanza el Magasin d'éducation et de récréation y en USA, Mary Dodge edita el Saint Nicolas, publicación periódica para niños. Es una época de esplendor para el libro destinado a los niños y aparecen muchos escritores que se encuentran a medio camino entre la literatura popular y la literatura para niños: en USA, Louise M. Alcott, con Little Woman (1867) y Mark Twain, con Tom Sawyer (1871) y Huckleberry Finn (1884), que rompe con la tradición del niño bueno; en Francia la Condesa de Ségur, que crea el famoso personaje de Sophie y Jules Verne, que comienza a publicar en 1863 sus Viajes extraordinarios en el Magasin y que llegó a escribir sesenta y tres obras de irregular factura para la juventud. En Inglaterra, Stevenson publicaba obras como la Isla del Tesoro (1883), y la Flecha Negra (1888) en revistas para niños -Young Folk- al tiempo que otras, como el Dr. Jeckyll (1886), iban claramente destinadas a un público adulto. En Italia, Edmondo De Amicis publica una obra realista de clara simpatía garibaldina, Corazón, que busca promover las virtudes morales y patrióticas entre los niños.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la literatura infantil conoce otra época en la que aparecen las obras más conocidas, aún hoy actuales, y que dura hasta la II Guerra Mundial. Escritores consagrados se interesan por el mundo infantil. Salen a la luz verdaderas obras maestras del género, como Pinocchio (1883), de Collodi, El Libro de la Selva (1894), de Kipling, El maravilloso viaje de Nils Holgersson (1907) de Selma Lagerlöf, El viento entre los sauces (1908) de Grahame, las obras ilustradas Tintín (1929), de Hergé e Historia de Babar (1931), de Jean de Brunhoff y Peter Pan (1940) de James Barrie.

Sin embargo, esta producción no era continua ni poseedora de un valor propio. El libro infantil no consigue el estatuto de objeto cultural, y junto a estas obras espléndidas existe una gran cantidad de obras mediocres y malas. Esta clase de publicación sólo estaba valorado en la escuela, donde a veces tomaba la forma de un premio, en la comercialización que de él se hacía en Navidad y en el mundo de la bibliofília cuando poseía ciertos valores derivados de la ilustración romántica y de la imaginería popular. Tras el progreso del siglo XIX se había asistido a un retroceso. Durante el ascenso del fascismo y la II Guerra Mundial hubo en este campo un agotamiento de la imaginación y después una comercialización salvaje que suponía el inicio de una industria: la fabricación en serie de un objeto de consumo.

Frente a los valores defendidos por la escuela, promovidos por la cultura burguesa e integrados, de uno u otro modo, en la literatura de los grandes clásicos infantiles, la literatura para niños de los años 1930-1960 es, considerada en conjunto, bastante mediocre. Esta mediocridad es tanto cualitativa como cuantitativa: la edición está concentrada, los editores duplican los libros de ocio con sólidas colecciones de clásicos y libros escolares y la producción es pobre, aunque con algunas notables excepciones. El desarrollo de inmensas colecciones no hace más que acentuar el carácter deslucido de esta fabricación de libros para niños buenos. Aunque sus antecedes se remontan a los años veinte, quizá lo más notable de la época fueran los cómics norteamericanos de héroes más o menos fantásticos y bastante violentos -Superman, Dick Tracy, Spiderman, etc.-, más que por su calidad, por su difusión y por la influencia evidente que tendrían en el mundo entero en años posteriores y que terminarían por definir un tipo de cultura gráfica. Más tarde comenzaron a extenderse y afianzarse en todos los países los cómics y tebeos para niños, basados en historietas gráficas con poco texto y generalmente humorísticos, aunque también aparecían de tipo policíaco, bélico, histórico y los llamados géneros "rosa" y "de hadas".

La literatura infantil salió del anonimato gracias al libro ilustrado, mediante un mecanismo parecido al que lanzó a cómics y tebeos, pero cuyo punto de partida era pedagógico y no estético. Hacia 1970 se asiste a una verdadera organización social, en torno al libro y a la creación, de un grupo de especialistas, algo inimaginable veinte años antes. Este interés por el libro infantil había sido reclamado por los educadores desde el final de la II Guerra Mundial, en un momento en que el mito de la escuela como único medio de acceso al saber comenzaba a tambalearse y las insuficiencias de la enseñanza parecían claras para algunos.

Subir

 

La situación actual del libro para niños.

Las investigaciones en el campo de la sociología y la psicología infantil han demostrado claramente que en cualquier país industrializado el niño se instruye tanto en el colegio como en la escuela paralela que suponen los medios de comunicación a su alcance. Para responder a las necesidades de los educadores, a los que se les planteaba una situación nueva a la que enfrentarse sin tener medios para ello, como a las demandas crecientes de una población infantil que alcanzaba cada día mayores grados de diversificación y más altos niveles culturales, fue necesario dar a la literatura infantil una posición en competencia con el libro-herramienta por una parte y con la literatura de adultos por otra. Hubo que modificar a la vez la mentalidad y los hábitos del niño lector y fue indispensable aumentar la producción. Paralelamente, el estudio de la literatura infantil entró en la universidad, hizo su aparición la crítica especializada y se facilitó el acceso de los niños a la lectura mediante la creación de bibliotecas escolares, de secciones infantiles en las bibliotecas públicas y de producción asequible a todos los bolsillos, al tiempo que la edición se diversificaba y el libro de ocio se separaba del formativo.

En el decenio de los sesenta, especialmente a partir de 1965 se asistió a la proliferación de una forma literaria para adolescentes, a medio camino entre el testimonio y el mensaje moralizante: era la época de la literatura de problemas, de información y de denuncia, muy de actualidad en los países nórdicos y anglosajones, pero que quedaron rápidamente desfasadas. Al mismo tiempo aparece otro grupo de clásicos de la literatura infantil y juvenil, que dan lugar sobre todo a personajes que son protagonistas de una serie de historias y aventuras: Guillermo Brown, en Gran Bretaña, el Pequeño Nicolás en Francia, etc. Muchos de ellos son personajes de cómics cuyas peripecias se hacen familiares en todo el mundo: así, al Tintin de Hergé que había aparecido el año 1929 le siguen en esta época Asterix y Obelix, el Gran Visir Iznogoud o Luky Lucke, entre otros.

Finalmente, los valores de evasión han persistido, tanto en el albúm para pequeños como en la novela. Lo imaginario tiende a conservar su lugar entre unos niños que han ampliado sus habilidades tecnológicas y aparentemente poco propensos a la ensoñación. Algunos autores hacen de la imaginación el fundamento de su obra, como Gianni Rodari (Cuentos por teléfono, Cuentos escritos a máquina) y la mezclan continuamente con la realidad, haciendo de sus libros verdaderos juegos de lenguajes. Otros, como Roald Dahl (Mathilda). prefieren crear una realidad anticonvencional que ofrecen al niño como una plataforma para la imaginación.

El libro de Bettelheim, El psicoanálisis y los cuentos de hadas (1976) produjo un gran efecto en el mundo de la literatura infantil y hoy se asiste a un retorno de la moda del cuento y de la recuperación de tradiciones orales y antiguos relatos. Paralelamente a este movimiento se desarrolla una literatura fantástica, deliberadamente orientada hacia el miedo, aunque con una dobla intención: de una parte aparecen autores que buscan la familiaridad con ciertos aspectos del miedo, como Leon Garfield o Roal Dahl, mientras que otros buscan explotar el morbo juvenil ya excitado por los medios audiovisuales; es un tipo de literatura que tiene un gran éxito en USA y que en ambos lados del océano presenta una buena muestra con el gusto de los adolescentes por ciertos autores del tipo de Stefen King, que, valoraciones cualitativas aparte, resulta estremecedor hasta para los adultos más curtidos.

También aparece un florecimiento de la novela de acción y de aventuras, al tiempo que los libros de texto para todas las edades, pero especialmente para los más pequeños, experimentan cambios radicales para hacerlos cada vez más atractivos. En los últimos años el libro infantil y juvenil es quizá el sector editorial que más crecimiento cualitativo y cuantitativo ha experimentado, como lo muestran la Feria del Libro para Niños de Bolonia y la Feria del Libro Ilustrado de Bratislava o el Salón del Libro Infantil y Juvenil español. También se convocan en España los Premios Nacionales de Literatura Infantil (desde 1956), Lazarillo (1978), y Austral-Infantil (desde 1985) y en el extranjero, el Internacional Hans Christian Andersen, el Premio de literatura juvenil en Alemania y la Kate Greenaway Medal para libros infantiles ilustrados convocado por la A.L., que promueven y favorecen la edición en este campo La ilustración ha llevado una buena parte de responsabilidad en el auge del libro para niños y, por último, el libro se ha decidido a romper las últimas fronteras de forma o utilización y han aparecido libros gigantes, libros parlantes, libros musicales, libros que se pueden mojar, etc. También se ha avanzado considerablemente en la edición de libros para niños ciegos, tanto con publicaciones en braille como de páginas en relieve con distintas texturas. El libro infantil se encuentra en plena evolución y expansión, del mismo modo que el niño, conservando las características que le son propias, evoluciona cada día con mayor rapidez. Pero en ningún caso debe olvidar el reto que le plantean las nuevas tecnologías y los medios audiovisuales que, si por un lado ofrecen soportes nuevos para productos nuevos, por otro atraen al niño peligrosamente hacia una utilización más pobre de los bienes culturales.

Subir

 

Obras de referencia y bibliografías.

Las obras de referencia para el libro infantil y juvenil son básicas a la hora de seleccionar los fondos destinados a estos niños. Sin embargo, una buena parte de estas bibliografías aparecen en tratados sobre la literatura infantil, que proporcionan una base teórica a la selección, pero quedan desfasados en poco tiempo, y otras muchas en publicaciones periódicas especializadas. Las más importantes son las siguientes:

 Bibliografías extranjeras.

 Bulletin d'analyses de livres pour enfants, París, trimestral .Cada número ofrece análisis de los libros en fichas normalizadas, con listas por temas, informaciones, reseñas de los trabajos sobre literatura infantil y juvenil y bibliotecas para niños.

 Children's books selection (LC). Catálogo anotado de la exposición de libros infantiles realizada con motivo del Año Internacional del Libro (1973).

 The best in children's books. University Chicago Press (1975).

 Intent upon reading. Margaret Fisher, Leicester (1972). Crítica ordenada por materias o temas. Al final de la obra incluye índices por materias, títulos, autores e ilustradores.

 Los libros, los niños y los hombres. Paul Hazard (1964). Guía de la literatura infantil, historia selectiva y crítica. Realizado desde una perspectiva literaria, tiene en cuanta los aspectos que llegan a los niños. Al final de la obra aparece una bibliografía que incluye estudios.

 Dossier de l'enseignant. París. Le livre de poche.

Subir

 

 España

 Historia social de la literatura española. Blanco Aguinaga y otros (Madrid: Castalia, 1979). Incluye estudios sobre literatura infantil.

 Estudios sobre el cuento español contemporáneo. Bradenberger. (Madrid: Editora Nacional, 1973).

 Historia de la literatura infantil española y Antología de la literatura infantil española. Carmen Bravo Villasante (Madrid: Doncel, 1969).

 Clásicos de la literatura infantil. Castro Alonso (Valladolid: Lex Nov, 1977).

 Los niños leen. Varea y Sáez. Pamplona: Eunsa, 1982.

 La isla de los cuentos. Victoria Fernández. Oviedo: Consejería de Educación y Cultura, 1982.

Subir

Bibliografía.

Además de las secciones correspondientes de la Bibliografía Española y de los Libros en venta: ISBN, se cuenta con las siguientes bibliografías:

 Lazarillo del Lector. Dirigido por García Ejarque existen tres catálogos correspondientes a los años 1961, 1963 y 1967.

 Instituto Nacional del Libro Español. Libros infantiles y juveniles. Catálogos de los años 1965, 1968 y 1970.

 Ministerio de Cultura. Premios Nacionales de Literatura Infantil, Dirección General del Libro y Bibliotecas (desde 1980).

 Bibliografía histórica del libro infantil en catalán. Teresa Rovira (Madrid: ANABA, 1972).

 Seminario de Bibliografía infantil Rosa Sensat. ¿Qué libros han de leer los niños? (Barcelona: Rosa Sensat, 1977).

 I y II Simposio de Literatura Infantil y Juvenil. Ministerio de Cultura. Dirección General del Libro y Bibliotecas.

 Teoría y Práctica de de las publicaciones infantiles y juveniles. Ministerio de Cultura (1982).

 Bibliografía básica para bibliotecas infantiles y juveniles. Madrid: Ministerio de Cultura, 1986.

 Bibliografía bàsica per biblioteques públiques. Barcelona: Generalitat de Catalunya, 1988.

 C.C.E.I. Más de mil libros infantiles y juveniles. Madrid: S.M., 1986.

Subir

Boletines y revistas especializadas.

 Camp del Arpa. Número monográfico sobre literatura infantil en 1980.

 Cuadernos de Pedagogía. Números 36, 46 y 61. Además incluye bibliografías críticas en cada número.

 Educación y Bibliotecas. Incluye las novedades más recientes con ficha crítica y estructurados por temas.

 CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil). Revista dedicada exclusivamente al estudio y análisis de este tipo de publicaciones.

Subir

Volver a:

Zaguán

Libros, bibliotecas, bibliotecarios

Rosario López de Prado

rlp@man.es

Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)

Última revisión: 24 de abril de 2000