Es prodigioso el hecho de crear y recrear en la mente teorías sobre el origen del hombre. Lo que sin duda es irrefutable es el nacimiento de un nuevo ser, un ser humano que comenzó a vivir sus primeros días en el vientre de una mujer, una madre. Nacer, vivir, reproducirse y morir. Biológicamente es fácil comprender la anterior definición de nuestra existencia en el universo, pero ¿Y el alma, el espíritu, y el objetivo concreto de nuestra misión a cumplir? Podría explayarme en buscar las respuestas y seguramente no concluiré con leyes, sutilezas, ni sofismas. Lo que sí es seguro es que Dios tiene las respuestas y no a todos se las da.
Para
los que somos padres es bien sabido que un hijo es una bendición para la
familia, nuestra familia. Y no podemos
ser exigentes en pedir en específico el sexo de nuestro hijo, un niño o una
niña. Meras trivialidades. Debemos aceptar y prepararnos porque Dios
nos manda a quien necesitamos, quien nos va a sacar adelante en nuestros
proyectos de vida, a ese pequeño ser que llenará de alegría nuestro seno
amoroso. Planeamos vivir un embarazo con
el sentimiento de la sorpresa y el ímpetu de saber los deseos de Dios, y
esperar al nacimiento; y así evitar caer en el materialismo de saber con
anticipación, comprar y consumir, de ir
en contra de la naturaleza. Decidimos
prepararnos para tal acontecimiento y vivir
plenamente esta espera.
Así,
y a pesar de mi escepticismo, asistimos al curso psicoprofiláctico instaurado
por mi tía Monique y Maica en el Hospital Mariajosé. Un curso sabatino que tropezaría con otras
actividades que debimos interrumpir.
Aquí continuaría nuestra fantástica aventura de preparación para recibir
a nuestro bebé.
De
entrada, un curso impartido por un dúo de mujeres totalmente aptas para
trabajar en equipo: una objetiva otra
subjetiva, nuestras guías y maestras ideales para tal acontecimiento: las Doulas perfectas.
Un
curso lleno de pláticas, ejercicios, videos y experiencias compartidas por
parejas; mismas que aseguran que el acontecimiento que vivieron, de recibir a
un hijo, es un evento fantástico, increíble e inimaginable. Lo dudaba.
El ser humano es la máquina perfecta, diseñada por Dios y para que
respete a la naturaleza, salvo casos de extrema necesidad donde puede
intervenir un bisturí. Una máquina a la
que se le trata de igualar, y que podrá ser por un solo detalle: la esencia humana del alma y el espíritu, el
de que una parte pueda llevar en su vientre a otro ser humano, otra alma, otro
espíritu.
Un
embarazo al estilo Platónico, sobre ideas y pensamientos, sobre la tendencia a
la perfección y el poder ser virtuosos, vivir con la esperanza... que pronto
llegaría.
La
cohesión entre los integrantes del curso fue importante e hicimos partícipes a
nuestros hijos, niños y niñas. A veces
le hablábamos de Él (¿Y si es niña?), y otras de Ella (¿Y si era niño?), pero
siempre tomándolo en cuenta. Por esto
nos prepararon en todos los sentidos, quitando mitos, leyendas y hasta tabúes
sobre los nacimientos, los embarazos y “lo que la gente dice”, educándonos como
padres y como futuros alumnos de nuestros hijos.
Todo
nuestro embarazo fue enfocado a un parto natural, y se nos recomendó el parto
acuático, mismo que nos mostraron por videos y pláticas, pero quedamos inmersos
en una laguna de faltantes. Así que no
decidimos en tal momento y seguimos preparándonos. El aprendizaje significativo estuvo siempre
en todas las clases, caso opuesto, nos hubiéramos retirado del curso.
A
la par del curso estuvo la búsqueda del hospital perfecto, que nos permitiera
realizar el parto lo más natural y acorde a nuestras peticiones, y casi ninguno
lo cumplió, pero esta es otra historia.
Al
final del curso se nos pidió que entregáramos la hoja con nuestra opinión,
misma que nos negamos a hacerlo. Creo
que se nos pidió por protocolo y la hubiéramos contestado también por
protocolo. Hoy, el testimonio del curso,
sus expectativas y del mismo nacimiento... son las presentes líneas.
Tras
un breve lapso, llegó la semana treinta y ocho, y a partir de ese momento
nuestro bebé estaba listo por llegar, sólo debíamos esperar a que Él lo
quisiera así. “Los bebés deben nacer
cuando ellos quieren, no cuando el doctor lo quiera..”, frase que tomamos mucho
en cuenta y por consiguiente siempre le comentamos a nuestro bebé: “Nace cuando estés listo y quieras...
hijo(a)” Así lo esperábamos.
Treinta
y ocho, treinta y nueve y cuarenta. Tres
semanas de intensos nervios y de ganas ya de tenerlo(a) en nuestros
brazos. Y así llegamos a la semana
cuarenta y uno, el último jueves del mes de junio. Este día, nuestro bebé inició sus avisos de
que ya pronto llegaría.
Terminando
el ocaso de ese jueves, ya estábamos todos listos, acompañados de mi tía
Monique, nuestra Doula elegida, y del Dr. José Luis Larios, nuestro amigo
ginecólogo. Ese mismo día decidimos que
fuera un parto acuático, que era lo único faltante para considerarse “el parto
perfecto”.
Entradas
las primeras horas del viernes veintisiete, estábamos más que listos,
emocionados y en espera. El transcurso
Platónico llegaba a su fin e iniciaba el Aristotélico, el real, el de plasmar
las ideas con actos. Nuestro hijo estaba
por arribar.
El
trabajo de parto fue tranquilo porque así lo quisimos, así fuimos preparados, a
nuestro gusto, y hasta con música de fondo, desde Jethro Tull (aqualung,
obviamente), Mark Knopfler, Gary Moore, Led Zeppelin, Frank Zappa, pasando por
Música instrumental de yoga, flautas y relajación, continuando con ELP, Yanni,
Alan Parsons, Deep Purple y Peter Murphy hasta llegar a Pink Floyd (A Great Gig
In The Sky, por supuesto). También
comimos, bebimos, bromeamos, reímos, y nos apoyamos durante todo el trabajo. Nuestro bebé ya estaba en el agua, ¡listo por
nacer!
Los
esfuerzos de mi esposa fueron tremendos, fuertes y a la vez demasiado
gratos. Quedamos atónitos a la voz del
doctor: “¡Ese es el cabello del bebé!” Y
a partir de este momento seguimos con mucho detenimiento el evento. Le delegué el control de la videocámara a mi
tía, la música de Pink Floyd estaba en pleno apogeo, a un lado estaba en espera
el pediatra y una enfermera, y fuera del módulo acuático, todo estaba listo
para cualquier imprevisto.
Seguimos
con los esfuerzos. El agua estaba a
temperatura perfecta, el hábitat del bebé era el mismo. Empezaba la coronación y su pequeña cabeza
también hacía esfuerzos por salir. “¡Ya
quiero estar con ustedes!”, pensábamos que decía nuestro bebé. Cronos, afortunadamente, no se detiene, y
segundo tras segundo vibramos de emoción, la adrenalina se impactaba con
nuestras hormonas y nuestros sentidos enloquecieron por un segundo... su
cabecita ya estaba fuera de mamá y seguía sumergida en el agua, faltaba tan
sólo un esfuerzo más... uno sólo. Y al
llegar las manecillas a las tres horas con quince minutos, y tras una eterna
salida del agua, llegó una Niña a los brazos de Mamá y Papá. ¡Nuestra Hija!.
Ahora
si lo comprobé, el parto en agua y el que la naturaleza y Dios nos haya permitido
la perfección en el nacimiento es la aventura más fantástica y maravillosa que
pueda un ser humano vivir. Esta fue una
experiencia más, después de vivir dos similares pero muy diferentes, hace nueve
y diez años.
Ésta
es el legado de Dios, motivo suficiente para continuar aquí.
Y
si alguna vez le vendí mi alma al Diablo, y gastarme el dinero, hoy se la tengo
que comprar; después de escuchar el evangelio de Motörhead, de presenciar a
Rush, de estar frente a Dio y los de Sabbath, de compartir experiencias con
Ozzy y de gritar con Eddie y Maiden; de viajar y vivir experiencias
increíbles... Dios ya tenía permiso de recoger mi alma; pero ahora: ¡que se espere! Hoy hay una razón más (y son tres) para
seguir compartiendo mis experiencias y enseñanzas con ellos. Esta aventura es realmente superior a muchas
otras; de sentimientos inexplicables y mutaciones espirituales increíbles. Que razón tienen Gilmour y
Waters: “¡A Great Gig In The Sky!”
Con
demasiado amor, a nuestra hija adorada: Regina.
Un agradecimiento profundo y con mucho cariño a nuestra tía
Monique. Mil gracias a Maica por su
entusiasmo y carisma; al Dr. Fernando Vélez por sus atenciones; y un increíble
y especial reconocimiento al Dr. José Luis Larios por su dedicación,
comprensión, ayuda e impulsos para que toda esta aventura fuera perfecta. Y finalmente notar las gentilezas de la Lic.
Efigenia Zúñiga, por las facilidades otorgadas.
A
Dios para que nos ilumine en el largo trayecto de nuestra vida, y podamos
brindarle lo mejor a nuestra hija y a mis hijos, a cambio de salud, valores y
virtudes.
Papá
Junio 28, 2003
Este escrito se
encuentra en http://www.zaldivar.org.mx