Aquí estamos y un
espejo somos
Subcomandante Marcos
Llegamos y aquí estamos.
Queremos agradecer a los hermanos y las hermanas del Congreso Nacional
Indígena, quienes desde
hace varios días están haciendo el cinturón de seguridad
en torno nuestro. Está claro que para las televisoras cuando el
color es el color de la tierra, no aparece, pero cuando es blanco les dan
cuanto tiempo para estimular el chouvinismo, ¿verdad?
Ciudad de México: somos
Congreso Nacional Indígena y zapatistas los que juntos te saludamos,
y si el
templete donde esta mos
está donde está, no es accidente, es porque de por sí,
desde el principio el
gobierno, está detrás
de nosotros. A veces con helicópteros artillados, a veces con paramilitares,
a veces con aviones bombarderos, a veces con tanques de guerra, a
veces con soldados, a veces con policías, a veces con ofertas de
compra-venta de conciencias, a veces con ofrecimientos de rendición,
a veces con mentiras, a veces con estridentes declaraciones, a veces con
olvidos, a veces con silencios expectantes y a veces, como hoy, con silencios
impotentes.
Por eso no nos ve nunca
el gobierno, por eso no nos escucha. Si apurara un poco el paso tal vez
nos alcanzaría, podría vernos entonces y escucharnos,
podría darse cuenta de la larga y firme horizontalidad de quien
es perseguido, y sin embargo, no se angustia, porque sabe que es
el paso que sigue el que recibe atención y empeño.
Hermanos y hermanas indígenas,
obreros, campesinos, maestros, estudiantes, colonos, amas de casa, choferes,
pescadores, taxistas, estibadores, oficinistas, empleados, vendedores
ambulantes, banda, desempleados, trabajadores de los medios de comunicación,
profesionistas, religiosos, homosexuales, lesbianas, transexuales, artistas,
intelectuales, militantes, activistas, marinos, soldados, deportistas,
legisladores, burócratas, hombres, mujeres, niños, jóvenes,
ancianos... Hermano y hermana del Congreso Nacional Indígena, arco
iris ya de lo mejor de los pueblos indios de México: nosotros no
deberíamos estar aquí. Después de escuchar esto estoy
seguro de que, por primera vez, el que despacha detrás de mí
está aplaudiendo a rabiar, así que lo voy a repetir: ¡nosotros
no deberíamos estar aquí!
Quienes deberían estar
aquí son las comunidades indígenas zapatistas, sus siete
años de lucha y resistencia, su oído y su mirada, los pueblos
zapatistas, los hombres, niños, mujeres y ancianos, bases de apoyo
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que son los
pies que nos andan, la voz que nos habla, la mirada que nos hace visibles,
el oído que oídos nos hace. Quienes debería estar
aquí son las insurgentas y los insurgentes, su persistente sombra,
su callada fortaleza, su memoria levantada. Las insurgentas e insurgentes,
las mujeres y hombres que forman las tropas regulares del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, y que son el guardián y
corazón de nuestros pueblos. Son ellas y ellos quienes merecen verlos
y escucharlos y hablarles. Nosotros no deberíamos estar aquí,
y sin embargo, estamos. Y estamos junto a ellas y ellos, ellos y ellas
que pueblan los pueblos indios de todo México; los pueblos indios,
nuestros más primeros, los más primeros pobladores, los más
primeros palabreadores, los primeros oidores, a los que siendo primeros
últimos parecen y perecen.
Hermano, hermana indígena:
Tenek, de muy lejos venimos; tlahuica, caminamos tiempo; tlapaneco, la
tierra andamos; tojolabal, arco y flecha somos; totonaco, viento caminado;
triqui, el corazón y la sangre somos; tzeltal, el guerrero y el
guardián; tzotzil, el abrazo compañero, wixaritari, derrotados
nos ponen; yaqui, mundos; zapoteco, callado; zoque, mucho tiempo tenemos
en las manos; mayas, aquí venimos a nombrarnos; kumiai, aquí
venimos a decir somos; mayos, aquí venimos para ser mirados; mazahua,
aquí para mirar ser mirados; mazatecos, aquí es dicho nuestro
nombre por nuestro paso; mixe, esto somos, el que florece entre cerros,
el que canta, el que cuida y el que crece la palabra a la antigua, el que
se habla, el que es de maíz, el que habita en la montaña,
el que anda en la tierra, el que comparte la idea, el verdadero nosotros,
el hombre verdadero, el ancestro y el señor de la red, el que respeta
la historia, el que es gente de costumbre humilde, el que habla flores,
el que es lluvia, el que tiene conocimiento para mandar, el cazador de
flechas, el que es arena, el que es río, el que es desierto, el
que es mar, el diferente, el que es persona, el rápido caminador,
el que es gente, el que es montaña, el que está pintado de
color, el que habla la palabra legítima, el que tiene tres corazones,
el que es padre y hermano mayor, el que camina la noche, el que trabaja,
el hombre que es hombre, el que camina desde las nubes, el que tiene palabra,
el que comparte la sangre y la idea, el hijo del sol, el que va de
uno a otro lado, el que camina
las nieblas, el que es misterioso, el que trabaja la palabra, el que manda
en la montaña, el que es hermano, hermana.
Amuzgo, todo esto dice nuestro
nombre; cora, y más dice; cuicateco, pero apenas escuchaba; chinanteco,
otro nombre tapaba nuestro nombre; chocholteco, aquí venimos a hacernos
con lo que somos; chol, somos el espejo para vernos y sernos; chontal,
nosotros los que somos el color que somos, el color de la tierra; cuarijio,
aquí ya no más la vergüenza por la piel; huasteco, por
la lengua; huave, por el vestido; quicapú, por la danza; kukapa,
por el canto; mame, por el tamaño; macatzinca, por la historia;
mixteco, aquí ya no más la pena; nahuatl, aquí el
orgullo de sernos, el color que somos, el color de la tierra; ñahñu,
aquí la dignidad sin vernos, ser vistos, siendo del color que somos,
del color de la tierra; odam, aquí la voz que nos hace y alienta;
pame, aquí ya no el silencio; popoluca, aquí el grito; purépecha,
aquí el lugar que estuvo escondido; rarámuri, aquí
la luz y el tiempo y el sentido.
Hermano y hermana indígena,
hermano y hermana no indígena: aquí estamos sólo para
decir: ''¡aquí
estamos!''. Y cuando decimos
aquí estamos también al otro nombramos, hermano, hermana,
que eres
mexicano y que no lo eres, contigo
decimos: ''¡aquí estamos y contigo estamos!''.
Hermano, hermana indígena
y no indígena: un espejo somos, aquí estamos para vernos
y mostrarnos, para que tú nos mires, para que tú te mires,
para que el otro se mire en la mirada de nosotros. Aquí estamos
y un espejos somos. No la realidad, sino apenas su reflejo. No la luz,
sino apenas un destello. No el camino, sino apenas unos pasos. No la guía,
sino apenas uno de tantos rumbos, que al mañana conducen.
Hermano, hermana, ciudad de México:
cuando decimos somos también decimos no somos y no seremos, por
eso es bueno que quienes allá arriba son el dinero y quien lo vocea
tomen nota de la palabra, atento le escuche y atento vea lo que ver no
quiere.
No somos quienes aspiran a hacerse
del poder y desde él imponer el paso y la palabra. No seremos. No
seremos quienes ponen precio
a la dignidad propia o a la ajena y convierten a la lucha en mercado donde
la política es quehacer de marchantes, que disputan no proyectos
sino clientes. No seremos.
No somos quienes esperan el perdón
y la limosna de quien simula ayuda, cuando en realidad compra y que no
perdona, sino humilla; quien siendo es desafío y reclamo y demanda
y exigencia. No seremos.
No somos quienes, ingenuos, esperamos
que de arriba venga la justicia, que sólo desde abajo se crece;
la libertad que sólo con los todos se logra; la democracia que es
de todos los pisos y todo el tiempo luchada. No seremos.
No somos la moda pasajera que
echa tonada y se archiva en el calendario de derrotas que este país
luce con nostalgia. No seremos.
No somos el taimado cálculo
que finge la palabra y en ella esconde nuevo fingimiento. No somos la paz
simulada que anhela guerra eterna. No somos quien dice tres y luego dos
o cuatro o todo o nada. No seremos.
No somos el arrepentido de mañana,
el que se convierte en la imagen aún más grotesca del poder;
el que simula sensatez y prudencia donde no hubo sino compra-venta. No
seremos.
Somos y seremos uno más
en la marcha, la de la dignidad indígena, la del color de la tierra,
la que develó y desveló los muchos méxicos que bajo
México se esconden y duelen. No somos su portavoz, somos una
voz entre todas esas voces, un eco que dignidad repite entre todas
las voces, a ellas nos sumamos, nos multiplicamos con ellas, seguiremos
siendo eco, voz somos y seremos.
Somos reflexión y grito,
siempre lo seremos. Podemos ser con o sin rostro, armados o no con fuego,
pero zapatistas somos, somos y siempre seremos.
Hace 90 años los poderosos
preguntaban si el de abajo ?Emiliano Zapata se llamaba?: ''¿con
qué permiso,señores?'', y los de abajo respondimos y respondemos:
''con el nuestro'', y con el permiso nuestro desde hace exactamente 90
años nos hicimos gritos y rebeldes nos llamamos y hoy lo repetimos:
rebeldes somos, rebeldes seremos, pero para serlo queremos serlo con los
todos que somos sin la guerra como casa y camino, porque así lo
habla el color de la tierra. Tiene la lucha muchos caminos y un solo destino
tiene: ser color con todos los colores que visten a la tierra.
Hermanos y hermanas: dicen allá
arriba que este es el final de un temblor, que todo pasa menos su ser ellos
encima de nosotros. Dicen allá arriba que tú estás
aquí para con morbo ver, para oír sin escuchar siquiera.
Dicen que somos pocos, que débiles nos estamos, que no somos más
que una foto, una anécdota, un espectáculo, un producto perecedero
con la fecha de caducidad cercana.
Dicen allá arriba que
nos dejarán solos, que solos y vacíos volveremos a la tierra
en la que somos. Dicen allá arriba que el olvido es derrota y se
sientan a esperar a que olvides y te derrotes. Allá arriba saben,
pero no quieren decirlo: no habrá ya olvido y no será la
derrota la corona para el color de la tierra. Pero no quieren decirlo porque
decirlo es reconocerlo, y reconocerlo es ver que todo ha cambiado y ya
no para que nada cambie, sino para que todo cambie, cambiando.
Ese movimiento, el del color
de la tierra, es tuyo y porque es tuyo es nuestro ahora, y es lo que ellos
temen. No hay ya más el ustedes ni el nosotros, porque todos somos
ya el color que somos de la tierra.
Es la hora de que el Fox y a
quien sirve escuchen y nos escuchen. Es la hora de que el Fox y quien lo
manda nos vean. Una sola cosa habla nuestra palabra, una sola cosa mira
nuestra mirada: el reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura
indígenas, un lugar digno para el color de la tierra.
Es la hora de que este país
deje de ser una vergüenza sólo vestida del color del dinero.
Rebelde somos
porque es rebelde la tierra,
y hay quien la vende y compra como si la tierra no fuera y como si no existiera
el color que somos de la tierra. Es la hora de los pueblos indios del color
de la tierra, de todos los colores que abajo somos, y sí, colores
somos a pesar del color del dinero.
Ciudad de México, aquí
estamos, aquí estamos como rebelde color de la tierra que grita:
democracia, libertad y justicia.
México, no venimos a decirte
qué hacer, no venimos a guiarte a ningún lado; venimos a
pedirte humildemente, respetuosamente, que nos ayudes. No permitas que
vuelva a amanecer sin que esa bandera tenga un lugar para nosotros, los
que somos el color de la tierra. Gracias, esta es la séptima llave,
la que faltaba.
La séptima llave son ustedes.

Tomado de La Jornada, México,
D.F. |