Bandera de México
CRONOLOGIA DE LA MARCHA DEL EZLN  "EL COLOR DE LA TIERRA"

  OPINION
 
 

Noam Chomsky
Rodolfo Stavenhagen
Alan Touraine
Horacio Labastida
Eduardo Galeano
Luis Javier Garrido
Joseph Bové
Guillermo Almeyra
J. Antonio Rojas Nieto
Elena Poniatowska
Carlos Montemayor
Carlos Monsiváis
Ramón Mantovani

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 Cambiaría el curso de la historia si logra vincularse a otros movimientos, advierte Noam Chomsky
Jim Cason y David Brooks, Corresponsales
Marzo 8 de 2001.-
 
 
 

Washington, 7 de marzo. El zapatismo es uno de los movimientos populares contra el neoliberalismo más importantes del mundo, y si logra vincularse con otros grupos sociales a nivel internacional "podrá cambiar el curso de la historia contemporánea", consideró el intelectual estadunidense Noam Chomsky. 

En vísperas de la llegada de la caravana del EZLN a la ciudad de México, Chomsky afirmó en entrevista con La Jornada que "este es uno de los movimientos populares más importantes que se han desarrollado por todo el mundo durante lo que, esencialmente, ha sido el periodo neoliberal". 

A lo largo de ese tiempo, señala, comenzaron a surgir expresiones sociales que incluyen a los zapatistas en México, los Sin tierra de Brasil y los movimientos campesinos de India, y también la creciente oposición popular a la globalización empresarial que se ha expresado en el Norte, y que se evidenció en Seattle y otros lugares del mundo industrializado.

"Todo es una respuesta, desde varios frentes, esencialmente a la misma cosa: un arreglo de políticas sociales y económicas que fueron conscientemente instituidas desde los 70 y que han reducido drásticamente las tasas de crecimiento por todo el mundo, han llevado al estancamiento o disminución de salarios e ingresos para la mayoría de los trabajadores", agregó el profesor del Massachussets Institute of Technology. "Ha habido un crecimiento, claro, pero ha sido muy concentrado en sectores restringidos". 

El reconocido catedrático de lingüística, considerado uno de los intelectuales más importantes del mundo, dijo que el zapatismo, su marcha a la ciudad de México y los vínculos que se están forjando internacionalmente entre estos movimientos son actos "esperanzadores". 

"La cosa más importante sería si estos diversos movimientos dispersos por todo el mundo logran construir vínculos de solidaridad y apoyo", señaló Chomsky. "Si es posible que se vinculen, y si logran apoyarse entre sí, podrán cambiar el curso de la historia contemporánea". 

Es este potencial de solidaridad y apoyo mutuo lo que espanta a las cúpulas en Estados Unidos y otros países, indicó. "El mundo empresarial y político está intentando hacer todo para evitar que eso suceda". Como ejemplo señaló la reducida cobertura de la marcha zapatista que han hecho los medios masivos de comunicación en Estados Unidos; esto, dijo, es una decisión consciente para evitar el desarrollo de estos vínculos. "Les gusta caracterizar a estos movimientos como ONG marginales enloquecidas, pero saben muy bien que eso no es verdad", comentó. 

Son los movimientos sociales que no participan en los canales institucionales de la política -llamados
extraparlamentarios- los que generan los cambios políticos, subrayó. Por ejemplo, indicó, si se logra la aprobación y aplicación de los acuerdos de San Andrés dentro del circuito parlamentario, será el resultado de una lucha social que promovió este cambio desde fuera de ese circuito político institucional. 

EZLN, clave porque lucha por una democracia efectiva 

Movimientos como el zapatista son clave en la coyuntura actual precisamente porque luchan por una
democracia efectiva, ya que el marco neoliberal permite sólo una democracia electoral formal. "El marco neoliberal entero, después de todo, está diseñado para minar la democracia", sostuvo. 

"Uno puede ver esto de forma dramática en América Latina durante los últimos 20 años. Puede tener,
ciertamente, una democracia formal. Eso es, uno puede permitir a la gente acudir a las urnas y seleccionar a uno u otro representantes del mundo empresarial. Eso es posible. Pero qué tanta democracia efectiva existe en verdad, es otro asunto". 

Señaló que las encuestas demuestran que "la gente está más y más desilusionada con la democracia, aunque no se opone a ella". 

Y existe un nombre para este tipo de sistema político formal en la literatura de las ciencias políticas, apuntó el intelectual estadunidense: "se llama policracia; allí se le asigna al público el papel de espectador, no de participante. Su función en un sistema democrático formal es presentarse de vez en cuando, marcar una boleta -lo que en la práctica es seleccionaar entre sectores de las clases ricas privilegiadas- y regresar a casa". 

Un ejemplo de la policracia, explica Chomsky, se produce en Estados Unidos. "Esa es la manera en que se construyó el sistema constitucional estadunidense". 

La Constitución original otorgó el sufragio sólo a los dueños de propiedad, y Chomsky señala que uno de los redactores del documento, y también uno de los "padres" de la nación, James Madison, declaró que la intención de este marco legal para el nuevo país era "proteger de la mayoría a la minoría opulenta". Desde entonces, los ciudadanos comunes, los negros y las mujeres han ganado el derecho al voto, pero Chomsky señala que sólo "como resultado de la lucha popular". 

Hoy, la desilusión con la democracia formal que se expresa en América Latina también se registra en Estados Unidos. "En las últimas elecciones se realizaron encuestas muy cuidadosas porque el empresariado deseaba saber lo que estaba pensando el pueblo", refirió Chomsky. "Fue notable: 70 por ciento de la población no considera que se celebró una elección. Percibió esto como algo totalmente ajeno a ellos, un juego de gente rica, candidatos seleccionados por la industria de relaciones públicas que carecen de toda credibilidad". 

Como resultado, dijo, la gente no votó o decidió emitir un sufragio no sobre los temas, sino sobre las personalidades de los candidatos. 

Por eso, reiteró Chomsky, estos movimientos, tanto en el Sur como el de los zapatistas, así como sus expresiones en el norte del planeta, son " muy esperanzadores".

Tomado de La Jornada, México, D.F.
 
 

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El desafío
Rodolfo Stavenhagen
Viernes 9 de marzo

La Marcha por la Dignidad Indígena ha puesto en evidencia una vez más la agenda inconclusa que dejó a la nación el gobierno anterior. La nueva administración parece haber tomado en serio la postura zapatista de procurar una salida política al conflicto. Si este proceso ha de seguir adelante, el gobierno de Fox debe mostrar con hechos y no con campañas publicitarias su buena voluntad, y sus propuestas deben ir al fondo de las justas y legítimas demandas y reclamos de los pueblos indígenas, expresados por el Congreso Nacional Indígena, así como por el propio EZLN.

El asunto no es dialogar de nuevo ni firmar otro papel, como ya se hizo anteriormente sin resultados tangibles, sino modificar la estructura jurídica e institucional del Estado mexicano para dar cabida plena en la nación a los pueblos indígenas, asunto que hoy se plantea por primera vez con insistencia desde 1810.

Es por ello que el Congreso de la nación debe enfrentar el desafío de discutir y aprobar en lo esencial la propuesta de la Cocopa, presentada por el Ejecutivo. Recordemos que este texto fue negociado por la Cocopa con los zapatistas y el anterior gobierno, y si bien éste retiró su apoyo, aquéllos lo aprobaron aun cuando no estuvieran plenamente de acuerdo en algunos puntos y comas.

La aprobación de este proyecto por el Poder Legislativo no solamente establecería condiciones para una paz duradera, sino que abriría la puerta a un nuevo México que reconoce, acoge y dignifica a sus pueblos indígenas, rompiendo así con una tradición bicentenaria. Aprobar la propuesta de ley sería un acto de soberanía y legitimidad, una decisión fundamentalmente política que le corresponde al Congreso de la Unión.

Hay temas esenciales en el texto preparado por la Cocopa que tratan directamente de los reclamos seculares de los pueblos indígenas, y por ello no pueden ser ignorados. Uno de ellos se refiere a la autonomía --anhelo antiguo de quienes han sido oprimidos, despojados y pisoteados durante tanto tiempo. ¿En qué hace peligrar la autonomía indígena la soberanía nacional, como afirman algunos? En nada absolutamente. Por el contrario, al abrir la vía de una auténtica participación de los indígenas en el quehacer nacional, las autonomías fortalecen el pacto social y federal. Sin duda habrá que elaborar cuidadosamente las leyes reglamentarias, porque impulsar un régimen autonómico es asunto complejo desde muchos ángulos, pero tampoco es problema insuperable una vez tomada la decisión política.

La problemática de la tierra y del territorio es fundamental para resolver la angustiosa situación de miles de comunidades indígenas en el país. La contrarreforma agraria instaurada constitucionalmente en 1992 sólo reafirmó una tendencia, que ya se venía perfilando desde hacía décadas: la descomposición de las comunidades agrarias y ejidales. Por muchas razones la nación debe retomar esta deuda histórica y construir un nuevo marco legal que permita la sobrevivencia y el desarrollo de los pueblos indígenas en sus espacios tradicionales. No se trata, como insinúan voces interesadas, en crear "reservas" a lo USA o "resguardos", como en Colombia, sino simplemente garantizar que los pueblos indígenas, si así lo desean y deciden, puedan preservar sus espacios propios para fines propios y protegerse legalmente de los embates que siempre han venido sufriendo por parte de poderosos intereses económicos ajenos a ellos. Nuevamente, el asunto es complejo, como todos reconocen, y la situación agraria del país no es lo que fue hace un siglo, pero negar la
crisis agraria que viven millones de campesinos indígenas y no indígenas es hacer un flaco favor al país. La nueva legislación sobre derechos y cultura indígenas debe considerar y rescatar los aspectos territoriales y agrarios que prácticamente han desaparecido del discurso público en los últimos años.

¿Por qué insistir tanto en los derechos y la cultura indígenas? En primer lugar, porque han sido denegados. En segundo lugar, porque sólo reconociéndolos se podrá construir un México democrático y justo. Es por ello que el tema del derecho indígena (la costumbre jurídica de los pueblos indígenas) será fundamental en la nueva legislación. Para asegurar la justicia y la plena participación, así como la convivencia democrática, es necesario que los pueblos puedan regirse por sus propios sistemas jurídicos. El derecho indígena existe en la realidad --no está codificado, y no diré si es bueno o malo, disyuntiva que no viene al caso-- y hay en el país miles de comunidades que norman su vida interna de acuerdo a este derecho. Es justo y normal que sea reconocido en el sistema jurídico y político nacional, porque eso permitiría a los pueblos indígenas desenvolverse plenamente como ciudadanos en igualdad de circunstancias con otros mexicanos, en el marco de un pluralismo multicultural, como el que de hecho --pero no de derecho-- ha prevalecido en el país desde siempre.

El respeto a los derechos culturales es fundamental para la sobrevivencia de los pueblos, y es parte esencial de los derechos humanos. Los derechos culturales de los pueblos indígenas incluyen el uso de su lengua, la educación bilingüe e intercultural, el acceso a los medios de comunicación, el reconocimiento de su cultura propia, como parte del mosaico nacional. Un país que ignora o destruye sus propias culturas se empobrece. El que apoya y fomenta la diversidad cultural de sus pueblos se enriquece. Ya el artículo 4º constitucional afirma que los pueblos indígenas se encuentran en el origen de la pluralidad cultural de la nación. El desafío para el Poder Legislativo es ahora tornar realidad ese precepto constitucional aprobado en 1992.

Espero que el diálogo entre los legisladores y el EZLN sea constructivo, propositivo y fructífero; de ello dependerá el futuro de México como nación democrática, libre y justa.

 Tomado de: La Jornada, México D.F.

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El Zócalo
Luis Javier Garrido
9 de marzo de 2001

La llegada de la comandancia del EZLN al Zócalo de la capital el domingo 11 de marzo constituye la culminación de un parteaguas histórico en la vida de México, en el que aparece un pueblo en movimiento que no está dispuesto a someterse a las imposiciones de los gobernantes.

1. Las imágenes del recorrido triunfal de la delegación de 23 comandantes y un subcomandante del EZLN a la ciudad de México, en las que han recibido bienvenidas tumultuarias, han dado la vuelta al mundo, mostrando el creciente respaldo de los mexicanos a las demandas zapatistas y un inocultable repudio popular al nuevo régimen, lo que ha aumentado el nerviosismo de los asesores presidenciales, traducido en una política de desinformación que no logra ocultar la magnitud del acontecimiento histórico.

2. La marcha zapatista constituye, como se esperaba, una movilización sin precedentes del México profundo que exige no "la paz", como pretenden en Los Pinos, sino que el gobierno cumpla las tres señales y se abra la vía para el diálogo y para un cambio profundo, que no es el que quieren los empresarios que encabezan el gobierno.

3. Los esfuerzos oficiales por desvirtuar los acontecimientos han buscado hacer creer inútilmente a) que existe una convergencia y no una oposición entre zapatistas y gobierno en torno a los derechos y la cultura indígenas, b) que la marcha se hace con la complacencia del gobierno y no, como es el caso, ante la incapacidad de éste por impedirla y, sobre todo, c) que Vicente Fox respalda la ley Cocopa, como pretendió durante su campaña electoral, lo cual es absolutamente falso. Los expertos en publicidad y mercadotecnia de Los Pinos han llegado a excesos sin límites con tal de confundir, y aun han hecho decir a Fox todos los absurdos, desde pretender en un principio que los zapatistas venían a firmar la paz sin que el gobierno cumpliera las tres señales y antes del diálogo, hasta que el EZLN es una organización social y no un movimiento armado, como otros más que existen en el clima de profundo descontento social que se ha acentuado, y que Fox trata en vano de ocultar a la comunidad internacional.

4. La marcha zapatista ha logrado así, sin proponérselo, desnudar al nuevo régimen y evidenciar "el estilo personal de gobernar" de Vicente Fox, sustentado en políticas cada vez más conservadoras y autoritarias, que no constituyeron su oferta de gobierno, y que busca ocultar con una manipulación de los medios pretendiendo que hay un consenso en torno a lo que hace, lo que desmiente todos los días la movilización social sin precedentes que se da en el recorrido de los zapatistas.

5. El gobierno actual pretende actuar de manera responsable, pero la realidad es que no lo está haciendo, y que México no tiene a hombres con una visión de Estado en el gobierno, sino a gerentes de empresas expertos en el lucro, como lo señalaba el subcomandante Marcos en Iguala el 7 de marzo. Y la consecuencia es que a 100 días de haber asumido sus funciones, Fox ha empezado a perder la compostura, pues creyó de manera equivocada que habiendo subordinado a los partidos políticos de oposición a las políticas institucionales tenía vía libre para disponer del país y de los mexicanos, y la marcha zapatista está demostrando que esto no es cierto y que, a pesar de lo que cree "la clase política", en México hay una sociedad en movimiento, que no acepta ya que por acuerdos cupulares se siga disponiendo de su destino y enajenando al país.

6. El aspecto más preocupante de la estrategia de confusión desarrollada por el gobierno foxista es, en lo inmediato, el de su oposición ya inocultable al cumplimiento de los acuerdos de San Andrés del 16 de febrero de 1996 y de la elevación a rango constitucional de la ley Cocopa. Ernesto Zedillo, como se sabe, agravó la situación, al desconocer a fines de ese año, con profunda irresponsabilidad, el compromiso suscrito por su gobierno y vetar de hecho la ley Cocopa antes de que pudiese ser discutida, lo que podía hacer como "jefe nato" del PRI, pues sin el voto priísta no se podía alcanzar la mayoría requerida en las Cámaras federales y locales para una reforma constitucional, exigiendo así una renegociación de San Andrés, a lo que el EZLN se opuso. "Debo haber estado borracho cuando hice ese compromiso", argumentó entonces ante la Cocopa Emilio Chuayffet (secretario de Gobernación), culpando de ello a "los 18 chinchones" que, según dijo, se había bebido antes de manifestar el compromiso presidencial de aceptar la redacción de los legisladores. Pero la historia no ha terminado, y ahora Fox actúa con la misma irresponsabilidad de sus predecesores priístas.

7. El gobierno actual evidencia una duplicidad que compromete el futuro del país, pues Fox ofreció en su campaña poner todo su empeño en que se aprobara la ley Cocopa, entendiéndose, obviamente, "tal cual", es decir "sin cambiársele una coma" para no tener que renegociar San Andrés, pero una vez en Los Pinos, lejos de cumplir se limitó a enviar al Senado, sin argumentación, la iniciativa, aceptó las objeciones del ala más dura del panismo y no ha defendido sus principios haciendo creer que estaba de acuerdo con ella, hasta que ahora de súbito muestra el cobre y oficialmente da marcha atrás. En su último programa radial Fox en vivo, Fox contigo afirmó en un viraje descarado que la ley Cocopa requiere "modificaciones", vetándola de hecho y desconociendo sus ofrecimientos de campaña al más puro estilo zedillista, demandando que los zapatistas renegocien San Andrés con los legisladores (La Jornada, 4 de marzo).

8. Los hechos, sin embargo, están a la vista, y no puede desconocerse que la ley Cocopa fue redactada y aprobada en 1996 por los legisladores de PRI, PAN, PRD y PT, en el seno de una comisión (por lo que su redacción constituye ya un dictamen), como tampoco que éstos actuaron como representantes de sus grupos parlamentarios y mandatados por éstos, por lo que el consenso ya fue manifestado entonces. Como no puede desconocerse que los principios de esta iniciativa son conforme a los del Convenio 169 de la OIT, suscrito por México y ya ratificados por el Senado.

9. Las declaraciones de Fox en su emisión radial no son otra cosa que una tentativa por sabotear la posible aprobación de la iniciativa por el poder constituyente permanente, y ponen ante una situación inédita a los legisladores, que deberán optar entre reconocer principios, reconocidos universalmente, y aceptar ese compromiso histórico, que ellos mismos suscribieron, o someterse a otra imposición presidencial, esta vez de un gobernante panista.

10. La marcha zapatista es en este contexto el triunfo de la razón del pueblo frente a las componendas y mentiras de la elite gobernante, y por eso el apoyo popular a los zapatistas sigue creciendo.

Tomado de la Jornada, México, D.F.
 
 

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Autonomía indígena
Horacio Labastida
Marzo 9 de 2001
 

Luis Hernández Navarro y Ramón Vera Herrera, compiladores de los acuerdos de San Andrés para la editorial Era (1998), dejaron clara constancia de lo que las comunidades indígenas entienden por recuperación de sus derechos a la autodeterminación. Aparte de recordarnos que como habitantes originales del país han ejercido y ejercen dicha autodeterminación, con serenidad se muestran dueños de "una cultura propia y un proyecto común. A pesar de todos los despojos, mantenemos, dicen, una relación orgánica con nuestros territorios  originales. Lo hacemos incluso cuando hemos tenido que abandonarlos y emigramos"; y a esta expresión de valores y proyectos vinculados a sus tierras llaman autonomía o libertad de decidir sobre las cosas públicas de la comunidad frente a las clases hegemónicas (estos conceptos constan en la página 137 y subsecuentes de la mencionada recopilación).

Nada tiene de extraño que el paradigma autonómico que abandera al movimiento zapatista de Chiapas, símbolo universal de la democracia justa inervada en los sentimientos de la nación desde que Hidalgo y Morelos la convocaron a señorear su destino, se identifique con las categorías liberadoras que han cristalizado en los momentos estelares de nuestra aún no bicentenaria historia independiente. La insurgencia fue una rebeldía epónima que abrió las puertas del mundo a un México abanderado con los altos ideales de fraternidad de quienes derribaron La Bastilla (1789) y defendieron hasta el sacrificio heroico a la inolvidable Comuna de París (28 de febrero-28 de mayo, 1871). Y fue esa insurgencia la que selló en definitiva el comportamiento de las generaciones que configuraron la autonomía de México ante la agresión hispánica de 1829, durante el gobierno de Vicente Guerrero, las sucias guerras texana (1835) y estadunidense (1846-48), a pesar de las traiciones de Santa Anna; y así mismo selló también el comportamiento de los liberales en su victoria sobre las huestes conservadoras (1860) y los invasores franceses e imperiales (1867), de igual modo
que lo hizo en el ánimo patrio que hacia 1911 y 1914 defenestró las dictaduras de Díaz y Huerta, y al alentar, ya en la era posrevolucionaria, sus identidades culturales en medio de una extensa y profunda lógica opresiva de subsidiarias extranjeras y de la globalización neoliberal apuntalada hoy en cañones estadunidenses y finanzas de supeditación imperial.

A semejanza de la trascendencia que la idea autonómica ha desempeñado en el área internacional, su acción interna no es menos sobresaliente. Fray Servando Teresa de Mier y Carlos María de Bustamante se asustaron cuando el federalismo de Miguel Ramos Arizpe, para mantener la unidad de la República, reconoció en las entidades estatales la autonomía que exigían al sancionarse el Acta Constitutiva de la Federación (enero de 1824), y después del decenio centralista que aniquiló tal autonomía, venturosamente volvió a florecer con el talento de Mariano Otero en 1847, año de la segunda república federal, y diez años adelante, 1857, en el momento en que fue promulgada nuestra tercera república federal. Es decir, la autonomía resultó un modelo conceptual clave en la sabiduría política que ha hecho posible el desarrollo del país, sobre todo al reconocerse por la Constitución de 1917, en el municipio. El enorme significado positivo de la autonomía es evidente. La revolución de independencia conquistó la autonomía nacional; la revolución antimonárquica nos entregó la autonomía federativa; la revolución reformista reafirmó la autonomía de la república y de los estados
federados; y la revolución iniciada en 1910 sancionó la libertad municipal. Y en esta perspectiva de transformaciones que van del monopolio político en un poder central a la libertad de las autonomías políticas, en nuestro tiempo surge la demanda de una nueva libertad, la autonomía indígena, que al aprobarse integrará a los olvidados pueblos indios en la libertad nacional.

Ahora viene una interrogación con respuesta inmediata. ¿Acaso la autodeterminación de la República o las autodeterminaciones de estados y municipios han desintegrado o aniquilado nuestro ser cultural y político? O por el contrario, ¿no son parte sustantiva esas autonomías de la consolidación del país? Y como la respuesta es notoria, vale otra pregunta, ¿por qué la autonomía indígena podría representar un peligro para la nación? La conclusión está a la vista. Los que la niegan y gritan que el Congreso la rechace al discutir  el proyecto de ley elaborado por la Cocopa, seguramente lo hacen acatando intereses faccionales y no la razón ni la voluntad de los mexicanos.

Tomado de: La Jornada, México D.F.

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Encuentro zapatista con la nación

Alain Touraine
Marzo 8 de 2001.-
 

Existía un riesgo real de disolución del movimiento zapatista una vez que cambió la política del gobierno. El eco encontrado por la marcha hacia México y, digámoslo de una vez, el compromiso personal del presidente Fox, hacen poco probable tal desenlace. Los zapatistas se han ganado el respeto y la admiración de muchos, puesto que su movimiento es el más importante en el continente latinoamericano. Pero, sobre todo, este movimiento de defensa de los pueblos indígenas ha sabido transformarse al mismo tiempo en una vasta acción para ampliar la democracia en México, y que va mucho más allá de reconocer los derechos de los indígenas y librarse de un falso mestizaje, que no ha conducido más que a privar a los indígenas de todo reconocimiento de su identidad cultural y de sus derechos materiales. 

Por supuesto que los zapatistas trabajan para dar a todos los indígenas una expresión colectiva. Pero su papel puede y debe ser más amplio. En México, al menos la mitad de la población está fuera del juego, política, económica y culturalmente. Y los indígenas, que representan alrededor de 10 por ciento de la población, son una minoría entre estos excluidos y marginados. 

¿Cómo puede México, tras la caída del PRI, crear un sistema político si la mitad de la población sigue estando fuera de él? Este es, en mi opinión, el sentido de la situación actual, y especialmente de la complementariedad de los objetivos del zapatismo y los del Presidente. Este busca ensanchar el sistema político, y parece estar decidido a hacerlo sin una campaña populista. Por su parte, los zapatistas, que se suicidarían políticamente si ingresaran en un partido político, pueden transformarse en un movimiento, cuyo objetivo sería el de integrar a los excluidos en la vida nacional. 

Esta doble iniciativa es tan original que encuentra reticencias y oposiciones. La del presidente Fox puede tropezar con importantes políticos, con partidos --incluido el suyo-- desorientados, y con el rechazo de la clase media hacia las categorías más desfavorecidas. Los zapatistas tienen como principal obstáculo a superar el arcaismo de una izquierda --por fortuna, principalmente extranjera-- que trata de revivir la epopeya del Che, cuando no hay nada más alejado de las pasadas guerrillas que la política de Marcos, quien no distingue entre la amplificación de la democracia mexicana y la defensa de la población chiapaneca. 

Las jornadas que vivimos desde el inicio de la caravana son decisivas. O esta marcha termina en la disolución del movimiento zapatista o, por el contrario, éste encuentra nuevos objetivos, mucho más amplios, directamente democráticos y que contarán con el apoyo de todos aquellos que quieren finalmente construir un verdadero sistema político en México. 

Lo que sucede en estos momentos sobrepasa todas las previsiones. Nadie imaginaba que el movimiento zapatista encontraría tan rápidamente un apoyo popular de semejante amplitud, y tampoco que el presidente Fox se comprometería de manera tan decidida en este asunto. 

México tiene hoy una posibilidad que hasta ayer no tenía, la de transformar su vida política, y en primer lugar, su concepción de la nación y la democracia. Sólo será reconocido mundialmente como un gran país si logra este cambio. Los zapatistas han sido, son y serán uno de los agentes principales en el éxito de esta mutación. Y el pueblo mexicano, al recibirlos y acompañarlos, ha demostrado su capacidad de lograr decisivos progresos para el país. 

Traducción: Alejandra Dupuy
Tomado de La Jornada, México D.F.
 
 

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Una marcha universal
Eduardo Galeano 
marzo 9 de 2001
 

Año 1914, año 2001: Emiliano Zapata entra en el DF por segunda vez. Esta segunda vez viene desde La Realidad, para cambiar la realidad: desde la selva Lacandona llega para que se profundice el cambio de la realidad de todo México. 

Desde que emergieron a la luz pública, los zapatistas de Chiapas están cambiando la realidad del país entero. Gracias a ellos, y a la energía creadora que han desencadenado, ya ni lo que era es como era. 

Los que hablan del problema indígena tendrían que empezar a reconocer la solución indígena. Al fin y al cabo, la respuesta zapatista a cinco siglos de enmascaramiento, el desafío de estas máscaras que desenmascaran, está desplegando el espléndido arcoiris que México contiene y está devolviendo la esperanza a los condenados a espera perpetua. Los indígenas, está visto, sólo son un problema para quienes les niegan el derecho de ser lo que son, y así niegan la pluralidad nacional y niegan el derecho de los mexicanos a ser plenamente mexicanos, sin las mutilaciones impuestas por la tradición racista, que enaniza el alma y corta las piernas. 

Ante el mamarracho del proyecto de anexión y traición, ante el patético modelo de una Disneylandia de cuarta categoría, crece y crece este movimiento que sigue siendo local, con sus raíces hundidas en la tierra de la que  brotó, pero que ya es, también, nacional. Puede cambiar, está cambiando, y en gran medida gracias al levantamiento indígena de Chiapas, este país que es de todos pero pertenece a poquitos y expulsa a sus hijos. Porque está muy bien que el gobierno quiera amparar a los mexicanos que se van, y que mueren al ritmo de uno por día por bala o por sed; pero más importante que el derecho de irse es el derecho de quedarse. 

¿Y por qué tiene que meter la nariz un extranjero, vamos a ver, en estos asuntos mexicanos, si ni siquiera tiene un pinche dólar invertido en el petróleo ni en nada? Pues ocurre que este movimiento local, que se volvió nacional, se ha saltado las fronteras hace rato. Democracia, justicia, dignidad: millones de personas, en todos los países, agradecemos a los zapatistas, y a otros movimientos de los que mueven al mundo, la resurrección de esas banderas en este mundo regido por la rentabilidad, la humillación y la obediencia. Hay cada vez menos democracia en los tiempos de la globalización obligatoria; nunca tantos hemos sido gobernados por tan pocos. Hay cada vez más injusticia en la distribución de los panes y los peces. Y la dignidad está cada vez más aplastada por la prepotencia del poder universal, hoy por hoy encarnado en ese huésped grosero que ha sido capaz de sentarse en la mesa de su anfitrión para ofrecerle el postre envenenado de un bombardeo a Bagdad. 

Nada de lo que en Chiapas ocurre, nada de lo que ocurre en México, nos es ajeno. En la patria de la solidaridad, no hay extranjeros. Somos millones los ciudadanos del mundo que ahí estamos sin estar estando. 

Tomado de La Jornada, México D.F.

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ENTREVISTA
BLANCHE PETRICH

Joseph Bové, globalifóbico mayor

¿Para qué queremos el desarrollo?

Siempre polémico, Bové describe los tiempos que corren como una etapa difícil en la que
empresas trasnacionales pretenden convertir el campo en áreas de explotación agrícola y
petrolera. A pesar del obvio contraste, los ricos productores del queso roquefort de la región de Millau, Francia, tienen puntos en común con los miserables maiceros de temporal de Chiapas. La Confederación Campesina de Francia que encabeza el globalifóbico mayor Joseph Bové, considerada en Europa como vanguardia de la lucha por la sobrevivencia de los pequeños y medianos agricultores, se ve a sí misma como compañera de camino del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Y no sólo porque en la pasada cumbre de ONG de Porto Alegre, Bové expresó que el Plan de Ayala, a pesar de sus 90 años de antigüedad, sigue siendo un documento fundacional para el movimiento campesino mundial, sino porque el aporte de la lucha zapatista es visto no sólo con admiración sino como una gran lección en la resistencia mundial en contra de la globalización del comercio.

"Los zapatistas -expresa el dirigente en entrevista con La Jornada- plantean la defensa de la comunidad india como un derecho fundamental en contra de las leyes del mercado. Los tratados de la globalización comercial -el TLC, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas- pretenden transformar sus territorios en áreas de explotación agrícola y petrolera, sólo en función de los intereses de las corporaciones transancionales. Por eso nosotros nos identificamos con ellos", dice el polémico galo.

Bové recibió hace algunas semanas, por mediación del director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, una invitación de puño y letra del subcomandante Marcos para viajar a México y acompañar al EZLN en las jornadas de estos días. A pesar de que espera para fines de este mes la sentencia definitiva de un tribunal por la destrucción, el año pasado, de un McDonalds, Bové saltó sobre la oportunidad y se coordinó con la sección mexicana de Vía Campesina para viajar a México.

Conversar con el estratega del EZLN, analizar juntos las formas de resistencia y lucha contra las leyes de mercado, discutir el fortalecimiento del creciente movimiento ciudadano internacional es algo que, evidentemente, le causa gran ilusión. Esa conversación entre Bové y Marcos se produjo ayer por la tarde.

Sobra decir que Bové y una delegación de franceses que se encuentran en esta capital siguieron minuto a minuto las incidencias de la marcha zapatista desde que salió de La Realidad el 24 de febrero y están más que puestos para marchar este domingo, como tantos otros, al Zócalo.

El camino de la lucha solidaria

Bové es de Larzac, una ciudad agrícola francesa que protagonizó, entre 1971 y 1981, una lucha de resistencia contra la intención del ejército de expropiar 14 mil hectáreas para construir una base militar. Para el movimiento campesino francés esta fue una victoria simbólica, de largo alcance. A partir de ahí, peleó y obtuvo una reforma agraria local y puso en marcha el primer sistema de gestión colectiva de la tierra del país. De ahí surgió el activismo internacional de los campesinos franceses: la solidaridad con las luchas del pueblo kanak
para la independencia de la Nueva Caledonia (hasta 1985 colonia francesa del Pacífico Sur, cerca de Australia), con los pueblos de la Polinesia en contra de los ensayos nucleares y muchos otros.

Ya incorporados a Vía Campesina y con un sindicato nacional propio, la CCF topó en 1994 con el levantamiento zapatista del primero de enero y de inmediato se propuso a darle seguimiento.

"El alzamiento se sintió en Europa como algo muy fuerte, porque al tiempo que planteaba el derecho de los indios sobre sus tierras empató con la resistencia mundial en contra de la lógica del libre mercado. Nos sorprendió el levantamiento, pero no sus reivindicaciones. En todo el mundo el Plan de Ayala de Emiliano Zapata es una referencia fundacional de la resistencia campesina independiente. Es la ruptura de la vieja creencia de que los campesinos no eran capaces de hacer sus propias propuestas y de inventar su propio futuro."

-Partiendo de realidades tan diferentes -Francia y Chiapas, polos opuestos- uno diría que no existen muchos puntos en común entre los campesinos de una y otra latitud.

-Cuando creamos Vía Campesina en varios continentes en 1993 demostramos que los campesinos de todo el mundo, sean del norte o del sur, de oriente y occidente, pueden pelear por las mismas reivindicaciones. Tenemos la misma concepción sobre lo que es la agricultura. Nuestro primer propósito es que cada país pueda alimentar a su pueblo. Esto va por encima de los intereses de los mercados internacionales.

Aquí en México la pelea es por evitar que las corporaciones transnacionales se apropien de las tierras de los pueblos. En Europa la lucha es evitar que los agricultores subvencionen las exportaciones para forzar bajas en los precios mundiales de las materias primas.

-Hay reivindicaciones del movimiento campesino mexicano, como la propiedad de la tierra, que no necesariamente están presentes en las necesidades de los campesinos europeos.

-Entre nosotros la tierra es muy, muy cara. Un pequeño agricultor no puede instalarse ni comprar tierra, sólo la agroindustria tiene acceso. Hay todo un mecanismo legal que impide al pequeño campesino hacer viable su granja. En Europa está disminuyendo muy rápidamente el número de campesinos. En Francia son sólo 5 por ciento de la población. Si este proceso sigue así pronto no habrá pequeños ni medianos agricultores.

-La actual crisis de las vacas locas ¿cómo se inserta en este panorama?

-Es claramente un proceso ligado a un modelo de producción industrial. No es un accidente, es consecuencia del "productivismo". El mercado se liberaliza para aumentar sus ganancias, se importan harinas animales sin precaución alguna. Es por esto que actualmente en Europa la gente está muy sensible al tema de la calidad de la agricultura y se ha unido a la demanda de una reforma radical de las políticas agrícolas. Queremos producir nuestra leche, nuestros cereales y nuestra carne, pero no a precios de dumping en función de las necesidades del mercado mundial. Cada vez está más extendida la exigencia de cambiar radicalmente los modelos de producción agrícola. Producimos mala calidad, causamos problemas al medio ambiente con los pesticidas y los organismos genéticamente modificados (OGM). Hay gran resistencia a las patentes genéticas en la defensa de la biodiversidad. Se pretende que las transnacionales tengan el control total sobre las semillas de todo el mundo. Eso hay que frenarlo.

McDonalds versus Bové

-¿Cuáles son las estrategias comunes? ¿Hay denominadores comunes en las formas de lucha que pueden desarrollarse en el primer y el tercer mundo?

-En Millau decidimos destruir el McDonald como un gesto simbólico. En Chiapas el levantamiento indígena tocó fibras que impactaron a la gente. Lo importante es que la acción parta de la cultura de cada quien. En abril habrá mucho ruido en torno a la Cumbre de las Américas. Ahí estaremos nosotros, ya que lo que pase en Quebec rebasa las fronteras de América. Al imponer un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, Estados Unidos está poniendo al mundo frente a un hecho consumado para darle a las multinacionales la posibilidad de engullir a todos los países de América Central y del Sur.

"Si lo logra, a partir de ese momento las instituciones internacionales tendrán que caminar todas en el sentido de los grandes acuerdos regionales."

-¿No le preocupa que en toda América Latina, salvo en Cuba, los gobiernos tienen toda la voluntad política de aceptar el ALCA?

-Paradójicamente hoy en día Brasil es el país que más se resiste. La oposición depende de las fuerzas  sociales que luchan por el respeto de sus derechos fundamentales. Son las únicas que pueden oponerse.

-¿Ve un punto de retorno, en el que el mundo deje de estar organizado de esta manera?

-Lo que importa es que a través de las luchas que se han desarrollado estos tres últimos años ha surgido algo nuevo. Seattle fue un punto muy importante, al bloquear las negociaciones de la OMC los movimiento sociales obtuvieron una victoria muy importante. En muchos lugares del mundo se están desarrollando importantes luchas sociales que parten de su territorio, pero que al mismo tiempo buscan y encuentran formas de expresión a nivel internacional. Como el zapatismo, que parte de su región pero tiene un gran impacto en todo el país y más allá.

-En todo caso este movimiento ciudadano internacional contra la globalización parece que pueda cambiar el curso de las cosas sólo a muy largo término ¿no?

-Sí, pero la característica muy original de las luchas actuales es que los movimientos ciudadanos ya no se esperan a los grandes resultados globales, sino que al mismo tiempo van por resultados inmediatos con otras demandas. Por eso esta marcha zapatista es tan importante, porque exige el reconocimiento de los pueblos indios, pero también dice no a las leyes del mercado, a la imposición de formas de desarrollo que los pueblos no quieren. A partir de ahí se convierte en un fuerte símbolo de resistencia.

-Sigue siendo sorprendente que exista una coincidencia entre las preocupaciones de un productor de quesos de Francia con los maiceros de temporal de Chiapas.

-Sí, es asombroso. Pero en Europa la cuestión agrícola y alimentaria es central, todo el mundo necesita comer y quiere productos de calidad.

-Aunque no estamos hablando de hambre. El contraste con el campesino maicero es muy grande.

-Cierto, pero estamos hablando de que al comer te estás envenenando, de vacas locas, de contaminación, de organismos genéticamente modificados, de un modelo inequitativo. ¿Para esto queremos ser desarrollados?

Tomado de la Jornada, México, D.F

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Sobre marchas y constituciones
Guillermo Almeyra
 

Ferdinand Lasalle, que era un jurista y un político, decía que la Constitución está en la boca del cañón. O sea, en palabras pobres, que dependía de la existencia de una relación de fuerzas tal que permitiese hacerla respetar. Esto es bueno recordarlo en tiempos de marchas, como la de los indígenas ecuatorianos o los chiapanecos o la de los obreros argentinos de la Confederación del Trabajo Argentina (CTA) que buscan  cambiar leyes sociales o incorporar los derechos indígenas a la Constitución. Es fundamental, en efecto, ganar la batalla de la información y la opinión pública (para debilitar los aparatos de dominación que mantienen confundida y oprimida a la mayoría y permiten gobernar a la minoría) pero aún más esencial es concretar alianzas basadas sobre objetivos mínimos comunes con quienes no son sindicalistas o indígenas pero forman parte del pobretariado.

Esas alianzas se construyen en torno a puntos programáticos nacionales: no sólo la justicia y la democracia, fundamentales pero que no dan la comida diaria, sino también la defensa de los precios de los productos de los pequeños campesinos (muchos de ellos indígenas), la lucha contra la corrupción, la propuesta de un presupuesto alternativo, la defensa de los derechos laborales y humanos de los no sindicalizados (en las maquilas, por ejemplo), la adopción y aplicación directa de planes regionales, concretos, de desarrollo, sustentables desde el punto de vista ambiental y social, la lucha contra el corporativismo y el verticalismo decisionista. En una palabra: si se quiere una conquista legal -un subproducto del cambio de la relación de fuerza entre las clases y de la construcción de poder desde abajo frente al poder de las trasnacionales y los gobiernos al servicio de las mismas- es necesario proponer otro proyecto de país y comenzar a llevarlo a la práctica.

En los países con viejas culturas indígenas durante mucho tiempo las clases gobernantes -mestizas o blancas- construyeron la cultura oficial, conservadora, populista o nacionalistarrevolucionaria, con un homenaje hipócrita al pasado grandioso de los indios muertos. Los conservadores, más que los liberales -que eran y son asimilacionistas-, se especializaron en alabar a los indígenas que en la Colonia que deseaban restaurar eran súbditos protegidos. 

Pero ahora, con la mundialización, no sólo hay un cambio básico en las políticas de los sectores gobernantes sino que hay también un cambio de élite. Pasan al timón del gobierno y del Estado personas ligadas a las trasnacionales, con su mente orientada hacia los grandes centros del capital financiero, gente que no depende del mercado interno ni del clientelismo, por fuerza ejercitado en los límites del maltrecho Estado-nación, sino de las exportaciones de las trasnacionales, de las inversiones de éstas, de las órdenes de las mismas. Esa gente no tiene para nada en cuenta el factor humano y si debe negociar con los protestatarios es sólo para lograr una imagen democrática que les dé mejores posiciones para ejercer la dominación, a la espera del tiempo en que les sea posible reprimir directamente a esos globalifóbicos sin pagar un precio político demasiado alto en términos de estabilidad, porque eso asustaría a los inversionistas.

Eso vale para el Ecuador, como lo confirman los hechos, pero también para la Argentina, como lo muestra la aprobación formalmente inmunda de una ley antilaboral igualmente inmunda y también para los demás países de nuestro continente.

No es cierto que los gobernantes no tienen planes de gobierno: los tienen. Son los de las trasnacionales para las cuales los que protestan son desechables, sobrantes, "excedentes" y lo esencial, la función del Estado, es garantizar las ganancias de del capital financiero. A esos planes hay que oponer otros, incluyentes, que abarquen las reivindicaciones concretas de los sectores que se niegan a desaparecer pero que vayan más allá, proponiendo una alternativa general opuesta a la dictadura antinacional del capital financiero. Porque los indígenas, salvo en unos pocos países latinoamericanos, no son mayoría ni lo son tampoco los obreros y menos aún los desocupados. Ahora bien, de lo que se trata es de disputar las cabezas de las mayorías a las minorías que cuentan con el aparato del Estado, los medios de comunicación y el poder del mercado. Para hacerlo se necesitan tres cosas: ideas-fuerza, capaces de unir fuerzas heterogéneas, una política incluyente, no dogmática, y un ejemplo práctico de aplicación de la democracia, de supresión del sistema de jefes o caudillos, que tanto daño ha causado a los movimientos sociales latinoamericanos.

Tomado de la Jornada, México, D.F

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Núcleo duro núcleo vivo
José Antonio Rojas Nieto
 

Nada seríamos sin los pueblos indios. Somos mestizos; también venimos de ellos. Y nada seremos en el futuro también sin ellos. Si lo pensamos bien, no podemos menos que aceptarlo. Incluso enorgullecernos de ello y vivirlo con emoción. Muchos acontecimientos nos lo dicen. Todos los días. De múltiples formas. Lo hemos reconocido en nuestra historia. No hacerlo sería negarnos a nosotros mismos. Por eso nuestras tradiciones. Por eso nuestros mitos. Por eso nuestros ritos. Cierto, no sólo vivimos de tradiciones, de mitos y de ritos. No. Pero nuestra tradición, nuestros mitos y nuestros ritos, nos mantienen vivos, luchando y esperando... luchando y esperando... luchando y esperando. A veces contra toda esperanza.

Esto lo hemos aprendido de nuestros ancestros; lejanos y próximos; indios y españoles, hoy fundidos en este orgulloso mestizaje que a muchos -por desgracia- avergüenza. Esos que aprovechan la globalización subordinante no sólo para negar sus orígenes, sino las bases de sus orígenes. Los que la utilizan como coartada para eliminar a la nación, sus fundamentos y sus objetivos, so pretexto del bienestar de todos y todas.

Mentiras. Somos una nación que no se puede negar. Ni negar sus orígenes, ni ignorar su destino: caminar hacia el ejercicio pleno de la libertad y la dignidad.

Lo señala con nitidez el artículo 25 de la Constitución. Como también señalan no sólo con claridad, sino aun con vehemencia los artículos 4 y 27 -por lo demás profundamente vinculados-, que los mexicanos nos reconocemos y nos sabemos con una composición pluricultural sustentada originariamente -sí, originariamente- en nuestros puueblos indígenas; y que la propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponden originariamente -sí, originariamente- a la nación. No hay engaño. No hay manipulación, A pesar de la regresión -la profunda regresión- con la introducción al mercado de las tierras ejidales.

Los acuerdos de San Andrés Larráinzar no hacen sino ratificar estos principios de nuestra nación. En ellos se ratifica que los pueblos indios tienen el derecho de "acceder de manera colectiva al uso y disfrute de los recursos naturales, salvo a aquellos cuyo dominio directo corresponde a la nación". Nada más próximo a la Constitución, que en el artículo 4 constitucional asegura que la ley "protegerá y promoverá el desarrollo de... los recursos (de los pueblos indígenas)...". Se trata del territorio, base material de la reproducción de comunidades y pueblos indios. Sin territorio, sin esa base material de su reproducción como pueblo, expresión de la unidad indisoluble hombre-tierra-naturaleza, la autodeterminación indígena queda en letra muerta, acaso sólo sometida al beneplácito del poder y sus vaivenes, como queda en letra muerta la autodeterminación y la soberanía nacionales también sin esa base.

Se trata de una enseñanza recogida con valor por el Constituyente de 1917 y formulada como base para la identificación y edificación de nuestra nación. Sin la propiedad originaria de los recursos naturales, la nación se debilita y no pude constituirse, ni alcanzar su beneficio. No se trata sólo de una hipótesis, sino de una reflexión doliente de la historia, luego de observar la permanente infamia y la continua corrupción de los poderosos. Los que so pretexto de la colonización quisieron adueñarse de nuestro territorio que hoy, so pretexto de la globalización, pretenden adueñarse de tierras, aguas, minerales, piedras preciosas, petróleo, gas, y por extensión, de nuestras industrias estratégicas, electricidad sin duda. Por eso quieren borrar -así sea poco a poco- el núcleo duro de nuestras leyes, por su propia naturaleza el núcleo vivo de nuestra identidad y de nuestra nación.

El EZLN lo ha entendido muy bien. Su marcha no sólo es la identificación y defensa de los derechos de choles, mames, tojolabales, tzeltales, tzotziles y zoques. Ni siquiera sólo de coras, huicholes, mayas, nahuas, mayos, mazahuas, mixtecos, otomíes, purépechas, tepehuanes, yaquis zapotecos y muchos pueblos indios más. Ni tan sólo la identificación y defensa de los derechos de todos y todas los y las mexicanos y mexicanas, como gustan decir hoy. Ni siquiera eso. Es la identificación y defensa de los derechos esenciales de la nación. Por esos estamos hoy todos ahí, en el Zócalo de la ciudad de México, en el corazón de la República. No sólo con ellos y con otros, sino con nosotros mismos. Sí, con nosotros mismos.
 

Tomado de la Jornada, México, D.F

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Que viva la marcha INDIGENA!
 ¡Que viva la marcha INDIGENA!
Elena Poniatowska

A la comandancia del EZLN:

Al subcomandante Marcos:
 

 A sus casi 93 años y en el hospital donde está internada, mi madre pide que le prendan la televisión: "Ponme a los zapatistas". Si una mujer de 93 años proveniente de una familia de hacendados que perdieron sus bienes en la Revolución y de una clase social que vive satisfecha de sí misma, reconoce, entiende y admira a los zapatistas estamos en buen camino. De hecho todo el país camina, viene hacia las plazas públicas y permanece erguido durante horas, a la espera, agitando en el aire su esperanza. Es el país de los de a pie.

Son los de a pie quienes están cambiando a México, los que durante siglos han caminado, los que dejaron la huella de sus piecitos desnudos en todo los códices, los que han llevado sobre su espalda no sólo el haz de leña sino la carga de siglos de indiferencia y desprecio, los que llegaron al Zócalo en un día esplendoroso, el 11 de marzo del 2001, y lo embellecieron y le dieron un sentido que a todos nos da sentido, los que apuestan a que nosotros, los habitantes del DF, los privilegiados, los apoyemos y digamos junto con ellos que este es el momento de saldar la deuda histórica de este país excepcional: México.

La suya es una empresa un poco loca, un poco loca y un mucho heroica, tan loca como la de los polacos que durante la Segunda Guerra Mundial se lanzaban a caballo sobre los tanques de los
nazis.

Los zapatistas han puesto a prueba nuestras instituciones. No vienen a firmar la paz sino a abrir el diálogo, a ser escuchados y a escuchar, a ser respetados y a respetar. Su hermosa presencia ha invertido el concepto de democracia al enseñarnos que las decisiones deben venir desde abajo.

México había vivido una contradicción, el de una "revolución interrumpida" como la llamó Gilly. Al
institucionalizarse y convertirse en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la Revolución Mexicana se corrompió. El levantamiento zapatista seguramente tuvo mucho que ver con la caída del PRI. Y si en México sobrevienen cambios profundos seguramente también tendrán que ver con el EZLN. Quizá gracias a él podamos dejar de ser un país neoliberal. Si se reconoce la legitimidad y la importancia del zapatismo y se cumplen las peticiones de las comunidades indígenas, los cambios en nuestro país pueden ser radicales.

¿Quién iba a decir que quienes provocarían el cambio serían los más pequeños, como llama Marcos a los indígenas? ¿Quién iba a decir que México se daría cuenta, a partir del grito de guerra del primero de enero de 1994, que la llamada cultura indígena no sólo es la del segundo piso del Museo Nacional de Antropología, la de la memoria prehispánica o la del Fonart y las tiendas de artesanías, sino la clave para entendernos a nosotros mismos? Tal parece que los siglos nos pasmaron mucho más que a los indígenas y perdimos la capacidad de rebeldía y la de comprender que la cultura es algo que vive, perdura, yace soterrado y algún día un grito y un fusil en alto nos abren el entendimiento.

Alguna vez un escritor francés que también fue aviador, St. Exupéry, escribió que sólo lo esencial es invisible. Tuvo razón porque durante siglos en México lo invisible han sido las comunidades indígenas que sólo queríamos conocer por sus usos y sus costumbres. Gracias a los zapatistas, los indígenas ahora no sólo son visibles sino actores políticos y nos dan lo que se nos fue y no supimos ver, lo que no entendimos, lo más valioso: su esencia.

Sólo lo esencial es invisible. Y en México, gracias a los indígenas y a su intérprete, gracias al brutal sufrimiento de siglos que les hemos impuesto, llegamos tras de sus rostros enmascarados a lo esencial.

Hay que reconocer que antes tuvimos a Balún Canán, Oficio de tinieblas y los cuentos de Rosario
Castellanos. Antes tuvimos a Juan Pérez Jolote, de Ricardo Pozas. Y la obra erudita, profunda y amorosa de Angel María Garibay K., Miguel León-Portilla, Alfredo López Austin, así como la de antropólogos y sociólogos nacionales y extranjeros. (Sería bueno no olvidar a Carlos Lenkersdorf, conocedor de la cosmovisión maya y traductor del tojolabal). Pasmados, les hicimos caso a medias. Ahora son los propios indígenas quienes se revelan a sí mismos, los indígenas, quienes se dicen, quienes se cuentan, quienes nos franquean la puerta, son los propios indígenas y su intérprete Marcos quienes nos abren el entendimiento. ¡Y las mujeres!

Son las mujeres quienes al lado de los 24 comandantes y las comunidades indígenas van a enfrentarse a 60 senadores priístas y a otros quizá también un poco priístas, son las mujeres quienes hablarán en el Congreso, son las mujeres quienes saben que en manos del Congreso está la paz, las mujeres, las que declaran tras su pasamontañas que están feas y la multitud les responde que no, que no son feas, las mujeres que tienen en su fuerza indígena la fuerza de los pobres.

Hoy, las mujeres de la ciudad de México les rendimos homenaje a las zapatistas y a las mujeres indígenas, las que alguna vez dijeron que querían mirar a su hombre a los ojos y ser ellas quienes lo escogieran, las que pidieron conducir un automóvil como los hombres, las que han decidido criar sólo a los hijos que deseen y puedan tener, las que tienen sobre su cuerpo los mismos derechos que el hombre sobre el suyo, las que ejercerán oficios "de hombre" y llegarán a la educación media y superior, las que saben mejor que nadie que ninguna niña, ningún niño puede ya morir en nuestro país por falta de un medicamento, las mujeres que el padre náhuatl llamó tortolitas, palomitas, collar de piedras finas, plumas de quetzal y que ahora con la ayuda de todos nosotros, nos proponen construir entre todos una nueva relación social, un nuevo estado social.

Muchas gracias a los zapatistas, muchas gracias a Marcos, muchas gracias a la gran marcha indígena a la ciudad de México.

Tomado de la Jornada, México, D.F

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Marzo 12 de 2001.-
Un saludo al EZLN

Carlos Montemayor
 

Belja'e' , ich maya t'aan . ¿Bix a beeleex, la'ako'ob ti kaajilo'ob u tulakal Mexicoe ? U láak u téen : Mina'an mix jump'éel t'aan nojoch ken u láak' . Le maya t'aano' nojoch je bix le ingleso' , francés , alemaan , kastláan t'aan , nahuatl , tzotzil , p'urhépecha , didxazá , hebreo wa je bix u chuk'aano'obo' . Ba'ax sen yaan to'on wey Mexicoe' , letl' le y'akach u jejeláasil le t'aano'obo' . Junp'éel ba'al jach k'a'ana'an k-kaláantik , tumen letl' u pilxan tuláakal u kaajilo'ob México . K'a'ana'an k-k'aay ichil le t'aano'oba' , k-dzlib ichilo'ob , k-tuukul ichilo'ob . Tuláakal le t'aano'obo' ku bisiko'ob junp'éelili' bej : ku yajsik u tuukul kaaj . Le t'aano' ku much'kíintik kaajo'ob , junp'éelili' u beelo'ob .

Ahora, en español, ya no en lengua maya, saludo a todos ustedes, hermanos. Digo otra vez, ante ustedes: no hay una lengua superior a otra. La lengua maya es tan importante como la inglesa, la francesa, la alemana, la castellana, el náhuatl, el purépecha, el tzotzil, el zapoteco, el hebreo o tantas otras. Una de las grandes riquezas de México es su diversidad de lenguas. Una riqueza que debemos cuidar porque son el alma de todos los pueblos de México. Debemos cantar en todas ellas, escribir en todas ellas, pensar en todas ellas.

Las lenguas tienen un mismo fin: despertar la conciencia de los pueblos. La lengua conduce a los pueblos hacia un mismo destino.

Pues bien, los no indios han hablado de los indios a lo largo de quinientos años. Los no indios han tratado de decir que son los indios, qué no son; qué piensan, qué no piensan; qué creen, qué no creen; qué sienten o qué no sienten. Pero los no indios no han querido escuchar la voz india. Los dueños de las cosas que se compran y venden, los dueños del poder que compra y vende, los dueños de las muchas palabras que quieren imponerlas sobre todas las otras palabras, no han querido escuchar la voz de los indios. Creen que esa voz no existe, creen que esa voz es un dialecto y no un idioma. Creen que los derechos de los pueblos indios son cenizas de un extinto fuego que puede dispersarse con soldados, policías, discursos, cercos militares, masacres, grupos
paramilitares, desnutrición, represión, marginación, racismo,  olvido, analfabetismo, miseria, discriminación, despojos, desalojos de comunidades en costas, selvas, bosques, desiertos, ríos, presas, llanuras.

Pero esa voz de los pueblos indios que no quieren oír está aquí, con ustedes, viva y más poderosa que nunca (es decir, tan poderosa como siempre). Es la voz y la lucha que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha hecho resonar en México y en el mundo. Es la voz y la lucha que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el tercer Congreso Nacional Indígena se han propuesto que resuene, a través de reformas impostergables, en la Constitución mexicana. Esta es la voz del México que no hemos querido oír. Es la voz del México que también somos y que muchos nos hemos resistido a ser. Es nuestra voz más antigua y profunda. Con esta voz que ustedes impulsaron con las armas y ahora, sobre todo, con argumentos de paz, con esta voz que está llena de ustedes, nos han fortalecido a todos los nosotros que no somos indios y que al mismo tiempo somos también ustedes. Porque también detrás de ustedes, de sus manos y brazos, de sus pies y sus huellas, de su corazón, de su rostro, de su aliento, nos encontramos nosotros. Los nosotros que somos la verdadera vida de todos los que han vivido, de todos los que siguen vivos, de los que deben y tendrán y deberán tener derecho a seguir viviendo.

Tomen mis palabras, hermanos, como un humilde reconocimiento, un sincero homenaje a la lucha por la dignidad que no solamente empezó al iniciarse el mes de enero de 1994, sino que a partir de ese día reanudó, con poderosa voz, con poderoso canto, con poderosa verdad, la lucha por la dignidad que se inició hace quinientos años. Esta lucha, limpia y profunda, verdadera porque nace de los manantiales que respetan la vida, nos engrandece a todos. Por su lucha, el mundo ahora es más grande. Por su lucha, México debe ahora decidir ser más grande.

Permítanme decirles que en las lenguas indígenas de México hay conceptos que no contienen las lenguas europeas contemporáneas. La palabra "hermanos" en las lenguas europeas no distingue entre hermanos mayores y hermanos más jóvenes. En el caso de la lengua maya, empleé al principio de mi saludo la voz la'ak, hermano, que significa además pariente y compañero. La palabra suku'un significa hermano mayor, La voz tup' significa el más joven hermano, el pequeño, como en el tzotzill k'ox o en el tzeltal xut.

Beora , ma' ich maya t'aan , ma' ich kastl'aan t'aan . Beora ich puksi'ik'al t'aan : suku'uno'ob , bootik teex tumen a ti'alex ba'ate'el .

Ahora, no en lengua maya, no en lengua española. Ahora en el idioma del corazón: gracias a ustedes, mis hermanos mayores, por su lucha.

Tomado de la Jornada, México, D.F

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Marzo 12 de 2001
Preservar ampliando

Carlos Monsiváis

Si se quiere encapsular la llegada de la comandancia del EZLN al Zócalo descríbasela obsesivamente como "fecha histórica". Lo será y, lo fundamental, lo está siendo, pero su importancia es más específica: es el reconocimiento de cada uno de los participantes, presentes o no en la Plaza, de la imposibilidad de continuar aceptando la idea y la práctica restrictivas y selectivas de la nación. El subcomandante Marcos ha sido muy preciso. "México, venimos a pedirte humildemente, respetuosamente, que no permitas que vuelva a amanecer sin que esa bandera tenga un lugar para nosotros, los que somos el color de la tierra". Tal certidumbre, en una ciudad vivificada se convierte con el simbolismo y la carga de realidad de estos casos, en la gran ceremonia de inclusión. "No estoy solo", podría haber sido la consigna complementaria de cada uno de los presentes.

Ayer atestiguamos el deseo vigoroso de paz, en su definición más intensa, el cese de todas las guerras de alta y baja intensidad económicas, sociales, culturales, dirigidas contra la mayoría. También hemos visto el compromiso grave y festivo a la vez contra el racismo, la segregación, la discriminación, el sexismo, la intolerancia, la homofobia. Por eso la marcha de la dignidad ha encontrado eco en sectores de colonos, feministas, ecologistas, obreros, campesinos, estudiantes, desempleados, subempleados, y el sector indígena no necesita de vanguardia. Al renunciar el EZLN explícitamente al poder, su actitud puede verse lírica, según los especialistas en delatar intenciones, pero no es de ningún modo incongruente. Por eso estoy convencido de la profundidad del pacto: el retorno a las armas es imposible no sólo por el altísimo costo humano, sino porque desterrar la violencia ya es asunto de tantos que bien podríamos decir que es asunto de todos. Con sus tristes excepciones.

Lo del 11 de marzo es sin duda una victoria política, con todo lo azaroso de las afirmaciones sujetas a revisión periódica.

También, y de manera irrefutable, es una victoria cultural, el  término que pretendió arrogarse en vano una derecha de alcaldes  y gobernadores que sueña en su integrismo con calificar al padre Ripalda de izquierdista subversivo. (Este es un caso para Pepe Carvalho). Es una victoria cultural porque en el recorrido por 12 estados y a través de la importancia concedida nacional e internacionalmente al hecho, se ha reiterado el apoyo de sectores muy significativos de la sociedad dentro y fuera de las encuestas, decididas a hacer suya la causa de la integración indígena, que es también y con rapidez posible, la causa de la desintegración del racismo y la desigualdad extrema. La victoria cultural de estos días no es sólo del EZLN, sino de la sociedad en su conjunto. Los que insisten en minimizar acontecimientos y en hablar de manipulación, no parecen entender que las movilizaciones no se dan por vocación alguna de títeres, sino por la necesidad de cada
persona de modificar o cambiar las  imágenes internas de sí misma y de la sociedad en donde vive. Así como la izquierda hizo muy mal en menospreciar a los votantes de Vicente Fox, los que se burlan de la marcha zapatista con el candor y el rencor que les son propios, confunden su mirada de prejuicios con el entendimiento.

Una de las grandes lecciones que extraigo de la marcha es ver hasta qué punto el tema de los usos y
costumbres deben adecuarse a los cambios actuales. Las intervenciones de las comandantas zapatistas, de las mujeres en Nurio, de las oradoras en los distintos actos ratifican el avance de estos años y los efectos benéficos de la globalización cultural. (La economía es muy otra cosa). Todas han insistido en el machismo y la discriminación en sus propias comunidades, y se aplican la perspectiva de género. Lo relativo de los usos y costumbres se valora gracias a esta experiencia y a la modernidad de muchas actividades. Así como el gobierno deberá reconsiderar el paternalismo tan penoso y deberá llevarle los últimos auxilios al indigenismo oficial, así también, estoy seguro, las propias comunidades están revisando en la práctica las nociones autoritarias y excluyentes de los usos y costumbres.

La ley sobre las culturas indígenas habla de la preservación del vasto patrimonio de las etnias, de los saberes y las lenguas a defender de la vitalidad de las tradiciones (aquellas irrenunciables). Pero también, así no tenga por qué incorporarse al debate constitucional, la noción de cultura indígena se ha ido modificando al ritmo de los grandes cambios en la idea misma de cultura. Es muy valioso lo que se preserva, pero es igualmente valioso lo que se añade. En los años próximos la flexibilización de la idea de México hará que los indígenas, los pobres, los desahuciados de la prosperidad, vamos, incluso los analfabetos funcionales (tecnócratas, políticos y empresarios incluidos), hagan suyas las ventajas imponderables de la cultura que les ha sido negada o ante la que han sido indiferentes. También son y serán derechos de los indígenas y de los mexicanos en general, oír a Mozart y Verdi, leer a Balzac y Saramago, ver a Eisenstein y John Ford, y considerar en el panorama nacional absolutamente propios a  - la enumeración dista de ser exhaustiva - Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Rulfo, Paz, Tamayo, Toledo, Luis Barragán, Rojo, Miguel León-Portilla, Alfonso Reyes, Silvestre Revueltas, Carlos Chávez, Rosario Castellanos, Sabines, Monterroso, Guillermina
Bravo, Fuentes, Poniatowska, Pablo González Casanova, Luis Villoro, José Revueltas, Leonora Carrington, Gerzso, Pitol, Pacheco, Buñuel, Gabriel Figueroa, Carballido, Magaña, Cosío Villegas, Luis González y González, Juan García Ponce, Rodolfo Morales, Cuevas, Felguérez, Zaid, Garro... La lista es tan interminable como los derechos culturales.

Al sistematizarse las tareas de la preservación y el respeto por el legado de las generaciones, se abre el camino para que al nuevo nosotros, formalizado ayer en el Zócalo, le resulte imprescindible reconocer el gran papel liberador de las artes y las humanidades de todas las tradiciones del planeta. De otra manera, se convertirían en prisiones los adelantos, y en última instancia dejaría de tener sentido la lucha. Si se da en la organización comunitaria un mandar obedeciendo, en la cultura debe instaurarse un preservar ampliando.

¿Qué porcentaje de niños indígenas termina ahora la educación primaria? Los informes van del 2 al 8 por ciento. ¿Qué hacer ante esto? Deshacerse de la división tan artificial entre educación y cultura, y darse cuenta de que la reforma constitucional sólo dará buen resultado si las vías de la modernización son políticas, sociales y culturales. Alguna vez Alfonso Reyes pidió el latín para las izquierdas porque no veía la ventaja de dejar caer conquistas alcanzadas: del mismo modo debemos exigir la divulgación de la riqueza del castellano en los sectores indígenas y en la sociedad, porque en gran medida la discriminación se ha fundamentado en la exclusión lingüística, que al rechazar lo diverso (las lenguas indígenas) le cierra el paso a la lengua en común, y porque en el manejo de las potencias y las potencialidades del español se deposita el horizonte del desarrollo, del gozo de la lectura, de la racionalidad democrática.

Una joven de Capalillo, Guerrero, en frases que rescató Hermann Bellinghausen, afirmó en la marcha: "A los ricos siempre les hemos pagado el precio de nuestra pobreza. Pero no venimos aquí a llorar porque nos cierran la puerta. Hoy somos la puerta". Ayer, en el Zócalo, experimenté a fondo la justeza de la metáfora al pertenecer a la multitud que cifraba en su vastedad a muchas otras. Ayer los asistentes se convirtieron en la puerta de entrada, o si no se quiere ser tan tajante, en la ilusión materializada de un país distinto, más igualitario, opuesto a la discriminación, más libre y gozoso. Nada de lo anterior se mantiene con facilidad, y a la vivencia de un día la podrían disipar la opresión o el sofocamiento de los días siguientes. Pero los alcances culturales del 11 de marzo, fecha que sintetiza y anuncia distintos procesos de implantación de la diversidad, permiten ese grado de optimismo que desemboca en la convicción racional: el "nunca más un México sin nosotros" es en sentido estricto, "nunca más un México fundado en la exclusión de casi todos". Sé que mi esperanza será calificable de utópica, pero desde la convicción que emite el calificativo, esto me parece un gran elogio.

Muchas gracias, EZLN. Y si hago el agradecimiento a título personal es porque hasta ahí llegan mis poderes de representación.
 


                          CaRetornorlos Monsiváis


 
 
 

LUNES ¤ 26 ¤ MARZO ¤ 2001
 
 

Sobre la caravana del EZLN
Ramón Mantovani *

Hace más de un mes, 23 comandantes y un subcomandante del EZLN salieron de la selva dirigiéndose hacia San Cristóbal de las Casas, desde donde iniciaron un viaje que los llevaría hasta la ciudad de México.

Sin armas y con sus pasamontañas, que ha sido el símbolo que los ha caracterizado. Un símbolo que significa que no importa la cara de la persona y que debajo de estos pasamontañas se encuentran todos los indígenas, los explotados, los excluidos y los oprimidos del mundo. Ciertamente se trata de un acontecimiento que no dejará de suscitar interés y discusiones. Propiamente por esto vale la pena hablar con mayor profundidad de esta experiencia revolucionaria.

El primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) toma con las armas San Cristóbal de las Casas y otras ciudades del estado de Chiapas. Es el mismo día que entra en vigor el NAFTA, el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Una gran ventaja para el capital y un gran desastre para los obreros, campesinos y también para las pequeñas empresas mexicanas que, de hecho, desde entonces han visto empeorar las propias condiciones económicas, de vida y de trabajo.

Pero hay un punto particularmente duro del NAFTA, que a la mayoría pasa inobservado. México debe cambiar su Constitución y abolir las tierras comunales (ejidos) de los pueblos indígenas, que garantizan la supervivencia material y cultural de los pueblos mayas. Son totalmente incompatibles con la doctrina neoliberal que inspira el NAFTA y, sobre todo, son un obstáculo a remover para que las multinacionales puedan explotar a su placer el petróleo, uranio y biodiversidad.

Nunca el capitalismo había llegado a tanto. No solamente los "ejidos" sino el entero pueblo maya sería barrido. 

Exactamente en el día de la triunfante inauguración del derrumbamiento de la frontera (solamente para las mercaderías y el capital), los indígenas, en lugar de esperar silenciosos y resignados las consecuencias de semejante decisión, levantan la cabeza y toman la palabra en el único modo posible para hacerse oír en México y en el mundo: con una rebelión armada.

¡El efecto es grande! El mundo, después de la caída del bloque socialista, parecía dirigirse a una fase de dominio capitalista, gran parte de la izquierda comenzaba a arrodillarse frente a los dogmas neoliberales; una parte importante de los intelectuales parecía haber perdido todo espíritu crítico. América Latina parecía pasar de la estación de las dictaduras a la tecnocracia seudodemocrática, todo conflicto parecía refluir. Y aquí, los más desheredados y olvidados, los indígenas mayas, se rebelan y, no obstante la evidente desigualdad de fuerzas, logran tomar militarmente una ciudad de 100 mil habitantes y muchos otros pueblos. Como si no fuera suficiente, hablan al mundo y lo hacen en modo convincente, de manera que despiertan una gran simpatía en la opinión pública mexicana e internacional.

Se ve de inmediato que su identidad (indígena y zapatista), sus pedidos (simples, claros y posibles), la denuncia que hacen del neoliberalismo y del NAFTA (precisa, puntual, no retórica) no los identifica con un movimiento guerrillero tradicional.

No son el epígono de algo que parece superado por la historia y que, sin embargo, en la experiencia del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru peruano y sobre todo de las FARC colombiana se revela, en los siguientes años, más vivo que nunca.

No es un punto de resistencia que busca en la pureza étnica y en el propio pasado, que cuenta con 500 años de lucha y rebeldía, la razón en nombre de la cual cerrarse en sí mismo y oponerse a la "modernización". No proclaman ideologías tradicionales, no quieren conquistar el poder o el gobierno, y aclaran muy bien en seguida que sus intenciones no son recortar un espacio político clásico, una parte del parlamento, un partido más. ¿Qué cosa son entonces?

Existen comunistas que piensan y dicen que no merecen mucha atención. "No se declaran marxistas, no hacen proclamas antiimperialistas, Chiapas es geopolíticamente insignificante, hacen peticiones atrasadas y hablan contra el neoliberalismo, pero no contra el capitalismo...".

Este tipo de comunistas ha perdido desde hace mucho tiempo la capacidad de analizar el capitalismo y sus contradicciones concretas. Piensa que las luchas son únicamente una partida para alcanzar el poder (o para alcanzar el gobierno) y no una revolución social. No ven esta lucha inscrita en el neoliberalismo y en la ideología del capitalismo como es hoy en día; ni que está escrita en la más noble tradición comunista, a través de revindicaciones elementales y simples, pero colocadas en el corazón de las contradicciones del sistema, por lo que resultan mucho más efectivas y sorprendentes de tantas otras proclamas ideológicas. Ciertamente no serán ellos, quienes han perdido toda cognición, los que van a decirnos qué cosa es el EZLN.

Existen también "movimientos alternativos" los cuales piensan que los zapatistas son una ideología nueva. Se enamoran de la forma y el lenguaje, que imitan, pero no comprenden la parcialidad, desde luego proclamada, del movimiento zapatista y tienden inexorablemente a escapar al problema ineludible de la política en casa propia. No tiene ningún sentido proclamarse zapatista en Europa, sino aquél de envolver con una supuesta ideología la propia práctica política escondiendo su parcialidad. Tampoco ellos nos pueden decir quiénes son los zapatistas.

Mucho menos lo pueden decir los intelectuales y periodistas burgueses que hablan de "guerrilla virtual" o que hablan de Marcos exactamente como podríamos hablar de un artista de cine o de un profeta hindú. Es curioso cómo muy a menudo estos últimos llega a las mismas conclusiones despreciativas o apologéticas de los primeros y de los segundos. Pero la pregunta siempre es la misma: ¿qué cosa es realmente el EZLN?

Tal vez es la misma pregunta denunciar una presunción, un subirse a una cátedra, un dogmatismo que necesita catalogar en modo definitivo cada fenómeno. La respuesta, por lo tanto, no existe. O, mejor dicho, la respuesta es simplemente una opinión susceptible de ser desmentida en los hechos, sobre todo porque la definición del EZLN da y dará más de sí mismo. Con esta manera de ver se pueden hacer algunas consideraciones.

A mi parecer se trata de la primera lucha, producida por las nuevas contradicciones provocadas por la globalización capitalista, que tiene conciencia de ser tal.

Un encuentro fecundo entre una tradición guerrillera mexicana y latinoamericana, de la cual son visibles trazas en la simbología (por ejemplo, en la bandera), y la forma concreta de autogobierno de las poblaciones indígenas.

Una resistencia que intuye la necesidad de abrirse culturalmente en vez de cerrarse en sí misma, o sea, el exacto opuesto del fundamentalismo y del nacionalismo regresivo que, no es un caso, tanto hemos visto agitarse en esta parte del mundo, en el último decenio.

Una política que comprende la fuerza de los objetivos elementales, pero centrales y no secundarios, en las contradicciones producidas del sistema.

¿Cómo explicar, de otra forma, el tomar las armas y combatir sometiendo la organización militar (también la guerrillera) a las más duras críticas? ¿Cómo explicar, si no es así, la conciencia de la propia parcialidad indígena (muchas veces proclamada) acompañada de la conciencia de haber identificado una contradicción general capaz de hablar al mundo? ¿Cómo explicar, de otro modo, la solicitud de la institucionalización de las formas de autogobierno indígena (poniendo así un riguroso vínculo a la explotación del territorio y proponiendo una reforma desde abajo de la política y del poder), conjugada a la dura batalla en contra de la concepción patriarcal de la familia y de la comunidad típica de la tradición indígena?

Y existen otras características que nos dicen que el EZLN no es extravagante, sino original; no está fuera de la historia, más bien es una proyección de la historia en el futuro; no está en contra o fuera de la ideología clásica de la izquierda, pero pide su refrendación.

Todas éstas son cosas que nos hablan de un intento, por cierto no concluido, de enfrentarse con los tiempos y el capitalismo corriente, aquello de la globalización. Y el tentativo es revolucionario y político, no producido por una revista o por una academia.

En conclusión, el EZLN es, según mi opinión, una pregunta, no una respuesta. Por eso, me disculpo, no me retracto, me he permitido polemizar, alguna líneas arriba, con aquéllos que se molestan cuando encuentran una pregunta cuya respuesta no está prevista en el obsceno manualucho catequístico al cual el estalinismo ha reducido el pensamiento de Marx. O con aquéllos que piensan haber encontrado la Nueva Respuesta a todas las preguntas del mundo.

Por otra parte, desde el primero de enero de 1994 mucha agua ha corrido debajo de los puentes, en bien y en mal, pero por lo menos comenzamos a ver que las preguntas del EZLN, que también nosotros nos hemos puesto por tiempo, eran también las preguntas de muchos otros, en Seattle, en Praga, en Porto Alegre.

Los dos encuentros internacionales propuestos por el EZLN, que podían parecer un gesto presumido, y que sin embargo sabemos que no resultaron de la manera mejor, representaban exactamente una pregunta dirigida a todos aquellos que se hacían preguntas análogas.

El rompimiento de las negociaciones con el gobierno mexicano, no por incapacidad de hacer mediaciones, sino más bien, por defender las mediaciones firmadas, a su modo fue una pregunta dirigida al mundo, una pregunta que habla también de nuestras mediaciones y de nuestra capacidad de hacerlas y defenderlas.

Cuando Marcos entregó una cifra en dólares "en signo de solidaridad" al Comité de base (Cobas) de la fábrica Alfa Romeo de Arese (en Italia), que fue entre los primeros en intuir la importancia de aquella lucha y a desplazarse rápidamente hacia Chiapas, no hizo un gesto estético y extravagante. Puso una pregunta: ¿cuál solidaridad, cuál internacionalismo debemos construir hoy que sea capaz de ponernos realmente sobre el mismo plano, no sólo porque es más justo, sino porque tenemos de verdad los mismos problemas y las mismas preguntas?

No sé cuándo tendremos verdaderamente respuestas a todas estas preguntas, pero una cosa es cierta: las daremos y las tendremos junto al EZLN y a todos aquellos que se las hacen. En el fondo nosotros nos llamamos Refundación Comunista por esto, ¿no?

* Integrante del Departamento de Internacionales de Refundación Comunista
 
 

Tomado de la Jornada, México, D.F

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